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El pequeño doctor
Picaduras de insectos en la garganta
A veces ha ocurrido que, comiendo pan con miel o fruta en el campo, sin darnos cuenta se ha introducido una abeja o una avispa en la boca que, al sentirse presionadas por el paladar, pueden clavarnos su aguijón. Sus consecuencias son mucho peores que cuando la picadura es en la piel, ya que puede llegar a ser mortal. ¿Qué podemos hacer en estos casos? Pincelaremos lo más rápidamente posible la garganta, o haremos gargarismos, con suero láctico o con un concentrado de este producto. Si no disponemos de él, emplearemos agua salada concentrada para impedir que se produzca una gran hinchazón y el riesgo de asfixia que esto supone, con lo que conseguiremos un cierto alivio hasta que acuda el médico. Entretanto, iremos haciendo gárgaras, a menudo, con dos cucharadas soperas de sal disueltas en un decilitro de agua. Al cabo de un tiempo, el veneno se habrá dispersado algo y, en parte, habrá sido extraído por la acción del agua salada, con lo que se podrá evitar el peligro de asfixia. Posteriormente, nos servirá también de ayuda la aplicación de una envoltura de arcilla o de hojas de col alrededor del cuello para inactivar en lo posible la acción del veneno inyectado. Así mismo, convendría tomar arcilla por vía oral y, a ser posible, tabletas de calcio biológico.
Otra contramedida positiva es la adición de unas gotas de tintura de hiedra al agua salada, cuya preparación ya ha sido descrita anteriormente.
En caso de picadura de un avispón hay que acudir rápidamente al médico o al departamento de otorrinolaringología de una clínica, ya que existe peligro de asfixia por edema de glotis.
Cebolla de mar
No se trata aquí de la verdadera cebolla marina, sino del ornitógalo (Ornithogalum caudatum). Las hojas machacadas de esta planta actúan beneficiosamente en los siguientes trastornos: dolores de cabeza y de garganta (aplicadas alrededor del cuello) y en casos de reumatismo (colocadas sobre los lugares doloridos). También podemos conseguir buenos resultados en casos de intoxicación o envenenamiento de la sangre, formación de pus y en casos graves de picaduras de insectos. En caso de que una espina o astilla que se haya clavado se aloje debajo de la piel y sea difícil sacarla, facilitaremos su extracción aplicando las hojas machacadas de esta planta, con lo que evitaremos otros tratamientos menos agradables.
Espasmofilia infantil
Quizá le suenen al lector otros nombres para referirse a esta enfermedad, como convulsiones5 o espasmos en niños. Se trata de un trastorno bastante frecuente, contra el que no es fácil encontrar un remedio que solucione el problema, excepto un sencillo remedio natural poco conocido, como es la planta llamada álsine o pajarera (Stellaria media)6. Esta humilde mala hierba se puede encontrar casi todo el año en el campo hasta que empieza el frío de las heladas, por lo que las posibilidades de poder recolectarla son grandes. Los excelentes resultados obtenidos hacen que se considere el mejor remedio contra la espasmofilia infantil. Basta tomar unas pocas tisanas de esta planta (fresca o seca) para que las desagradables manifestaciones de esta enfermedad desaparezcan rápidamente y, en muchos casos, no vuelvan a presentarse jamás. Por otra parte, actúa reforzando el corazón, lo que resulta especialmente favorable en estos niños, aunque su indicación principal es el tratamiento de la espasmofilia infantil. A pesar de sus buenos resultados, debido a su reducido campo de acción (indicaciones), apenas sale descrita en los libros de plantas medicinales. En caso de necesitarla, muchos padres se alegrarán de encontrar esta pequeña planta en el campo o en su jardín.
En la meta
El pequeño doctor termina aquí esta primera parte del libro, y espera que los ejemplos de muestra os hayan gustado. ¿Os sentís animados para dedicar vuestra atención a ulteriores exposiciones de El pequeño doctor más detalladas, en las que se os revelen nuevos secretos a los que poder sacar provecho para vuestra salud? Intentadlo y veréis como no os sentiréis defraudados.
En la segunda parte, que viene a continuación, gracias a fuentes de origen muy diverso, El pequeño doctor espera poder serviros de ayuda en vuestros padecimientos o en momentos de apuro. Está claro que la vida nos trae muchas preguntas que El pequeño doctor solo puede tratar por encima o ni siquiera puede considerar. Dejado claro este hecho, no quisiera haceros esperar por más tiempo. Esperando que la vasta o extensa experiencia que ha ido acumulando os sea de provecho, a vosotros y a todos aquellos que quieren ser ayudados con remedios naturales.
Sus consejos provienen de los abundantes tesoros de la naturaleza que hemos recogido para vosotros. Enriquecerán vuestro botiquín o farmacia casera y acrecentarán vuestras habilidades y posibilidades terapéuticas.
1Viscum album: La toma de té de muérdago y preparados de muérdago puede ayudar en casos de leve hipertensión y de arteriosclerosis (no está comprobado científicamente). No existen pastillas; mayormente se usa un extracto aguado de hojas prensadas y bayas. Contraindicaciones: embarazo, lactancia, infecciones crónicas (por ejemplo, tuberculosis), fiebre alta y sensibilidad a las proteínas del muérdago.
No solo la medicina antroposófica utiliza los preparados de muérdago contra el cáncer. Refuerza las defensas propias, mitiga los efectos no deseados a consecuencia de la quimioterapia y la radioterapia. También mejora la calidad de vida de la persona afectada por el cáncer (en combinación con el tratamiento oncológico y la medicina paliativa). Las inyecciones tienen un efecto citostático (frenan la proliferación celular) y propiedades estimulantes del sistema inmunológico. Contraindicación: alergia.
2Las personas que padecen de diabetes mellitus tipo 1 han de administrarse insulina durante toda la vida. Esta enfermedad autoinmune aparece cuando las células beta del páncreas son destruidas por el sistema inmunológico del cuerpo y no pueden producir la insulina que sirve para regular la glucosa presente en la sangre.
En caso de diabetes tipo 2, el páncreas sigue produciendo insulina, pero en cantidad insuficiente, o el cuerpo ya no es capaz de emplearla eficazmente para transformar la glucosa que se halla en la sangre en energía (resistencia a la insulina). El sobrepeso y la falta de actividad física favorecen el desarrollo de esta enfermedad.
Ambos tipos precisan de atención médica.
3Grama de las boticas/Cerrillo (Agropyron repens): El rizoma posee características diuréticas y antimicrobianas y se utiliza para eliminar las toxinas en caso de infección urinaria (infección de la vejiga).
4Las hojas de hiedra son débilmente tóxicas, el contacto directo con la piel puede causar en personas sensibles reacciones alérgicas (enrojecimientos, pústulas con acumulación de pus). El helecho puede también provocar alergias al entrar en contacto con la piel.
5Espasmofilia infantil es una denominación histórica que se refiere a la epilepsia o a las convulsiones.
6En la medicina popular se decía que el álsine/hierba gallinera servía para acelerar el metabolismo y se utilizaba contra las hemorroides, las úlceras, las contusiones, las erupciones y los reumatismos. Según Hildegard von Bingen, servía como medicamento preventivo contra los hematomas tras producirse una contusión. Kneipp lo apreciaba como medicamento tranquilizador y mucolítico en caso de inflamaciones de las vías respiratorias. En el siglo XVIII, en el Alto Palatinado existía la costumbre de poner el álsine en la cuna de los niños para protegerlos de los espasmos.
Examina todo lo que el ser humano te ofrece
De tu entorno escoge lo mejor,
y de tus amigos recoge su experiencia,
en ellos aprovechará la sabiduría humana.
Todo lo que está en armonía
con las leyes de nuestro Dios,
no puede perjudicarnos,
y es una bendición.
Toma lo que la fuerza indivisible
de la planta entraña,
su jugo auténtico y puro
es un beneficio para tu salud.
Si con el tiempo aprendes a seguir caminando
y te es suficiente con la sabiduría del Creador,
trazarás, también con una alimentación sana,
tu mejor camino.
Sophie Vogel
De: «Das neue Leben» (La nueva vida; Mayo 1929)
Segunda parte
La fiebre como señal de alarma
Si la gente supiera que la fiebre es una señal de alarma de la naturaleza no trataría de luchar contra ella, como hoy en día sucede de manera tan frecuente. La fiebre actúa como factor defensivo contra invasores
-gérmenes- dañinos. En lugar de dejar actuar a la naturaleza, se lucha contra ella reprimiendo con un miedo mal entendido la ayuda que nos brinda. Demasiado pronto se recurre a la aspirina, a la quinina o a otros remedios semejantes para acabar con la fiebre lo antes posible. ¿Por qué pretendemos ser más listos que las leyes de la naturaleza que nos rigen? ¿Por qué no apoyamos a la fiebre? ¿Por qué no agradecemos lo suficiente su existencia? ¿Por qué no atendemos a los consejos de personas entendidas que han reconocido el valor de la fiebre? En la antigüedad ya se tenía conocimiento de los valores curativos que alberga la fiebre. De ahí las conocidas palabras dichas por un médico de la época: «Dadme el poder de producir fiebre y os enseñaré el camino para curar todas las enfermedades». Quizá esta frase sea un poco exagerada, pero en el fondo alberga una verdad profunda. Como excepciones, cabe mencionar la fiebre que se produce en casos de tuberculosis solapadas, enfermedad de Basedow, paratifus, inflamación de las válvulas del corazón y en la llamada fiebre por déficit de hierro en ciertas anemias. Es sabido que una baja respuesta térmica implica una situación de peligro para la salud. En aquellas personas con una escasa respuesta febril la intervención del médico suele fracasar tan pronto como empiezan a presentarse complicaciones. No resulta, pues, apropiado cerrarse a los puntos de vista de los médicos de la antigüedad y apreciar todo el valor que posee la fiebre. Debemos ser conscientes de que la fiebre es un compañero en la lucha contra invasores dañinos. No hay que olvidar jamás este hecho, a no ser que se trate de una fiebre iatrogénica producida por la toma de ciertos medicamentos alopáticos.
Pero, ¿qué hacer si al ir subiendo la fiebre crece el temor de peligro de muerte del individuo? ¿Acaso no hemos oído en la escuela que hay peligro de muerte si la fiebre alcanza los 42 °C? ¿Hay que quedarse esperando sin hacer nada?
Por supuesto que no, si prestamos un poco de atención a nuestras dotes de observación. No resulta difícil encontrar un ejemplo comparativo que nos ilustre de forma evidente sobre la eficacia de la fiebre. Todos sabemos que para que una estufa funcione el tiro deberá funcionar bien. Si la entrada de aire es buena, podremos aumentar el calor a voluntad sin ocasionar perjuicio alguno para la estufa. En cambio, si el tiro tiene dificultades y no funciona bien, se puede producir un calor sofocante, un sobrecalentamiento que puede llegar a producir daños irreparables. Si no se puede aportar aire fresco o renovado desde abajo y de forma continuada, la herrumbre de la parrilla puede llegar a arder. Pero si el aire circula bien y en cantidad abundante, entonces la parrilla no se pondrá al rojo vivo (incandescente) y no será necesario renovarla al cabo de poco tiempo.
Si trasladamos esta situación a nuestras funciones corporales, entonces comprenderemos como debemos comportarnos ante la fiebre. Esta, en el fondo, no es otra que un proceso de «combustión» aumentado. En el caso de la fiebre también se debe dejar libre el tiraje, si es que podemos llamarlo así. Hay que procurar que nada lo entorpezca y se pueda producir un estancamiento. Una de estas vías de salida es la intestinal, la cual es imprescindible que funcione correctamente. Así mismo, hay que procurar como sea que las vías renal y cutánea funcionen adecuadamente. La fiebre apenas ejercerá efecto nocivo alguno si atendemos correctamente estas tres vías de salida.
Si se presenta un estado febril, la medicina naturista se preocupa enseguida en limpiar a fondo el intestino mediante enemas, con tisanas de plantas medicinales y con la toma de laxantes naturales que, si no surten efecto, se aplicarán por vía rectal.
La toma de una planta diurética, entre las que destaca la vara de oro (Solidago) ayudará a estimular la función renal. Si no disponemos de esta planta, podemos recurrir a otra, como la cola de caballo7. También ejercen un efecto diurético las tisanas de perejil, cebolla o enebro. En casos de apuro podemos tomar incluso una tisana de escaramujo que, aunque posea una acción diurética débil, siempre es mejor que no tomar nada.
Si los riñones funcionan correctamente conviene activar también la piel. En estados febriles, la aplicación de envolturas hidroterápicas constituye una gran ayuda. Quienes desconozcan este método deberían guiarse por un buen libro sobre este tema o hacer un curso. Si no se procede correctamente y las envolturas no se aplican adecuadamente podemos hacer más mal que bien. Poner bien una envoltura en el tronco o en el pecho no resulta difícil si conocemos la técnica. Hay que evitar que queden espacios huecos entre la envoltura y la piel (han de estar bien ajustadas). Si aplicamos correctamente una envoltura a un enfermo febril, se favorecerá la aparición de la sudación deseada. Para aliviar a los pacientes febriles y favorecer su sueño, sin tener que esperar mucho tiempo, les aplicaremos envolturas frías en las pantorrillas o calcetines humedecidos con agua y vinagre. Así de sencilla es la solución natural. ¿Por qué recurrir entonces, por miedo o desconocimiento, a píldoras nocivas?
En la naturaleza todo es más sencillo de lo que creemos. En cambio, los seres humanos estamos habituados a buscar soluciones mucho más complicadas. Ante lo desconocido, merece más confianza lo que se denomine con palabras que suenan a latín que el simple proceder de la naturaleza. Se pretende que el efecto deseado sea más rápido que el que nos brinda la naturaleza. Esto puede tener consecuencias perjudiciales, aunque no suela atribuirse a la práctica de procedimientos erróneos. Lo sencillo, lo natural, lo que entiende todo el mundo y se puede realizar en el hogar cae en el descrédito y está mal visto.
Otro factor que debemos considerar durante el periodo febril es la alimentación. Normalmente, los enfermos con fiebre no suelen tener hambre ni desean comer ni tomar nada. La percepción natural del enfermo le insinúa que no necesita nada más que vencer la enfermedad que padece. Existe falta de apetito, y los órganos digestivos se comportan como máquinas paradas. Por ello, quien fuerce a un enfermo febril a comer no le hace ningún favor.
Sin embargo, no pocas veces encontramos a quien trata de estimular su apetito ofreciéndole diversos platos sabrosos, como bistec con huevos, huevos estrellados con queso u otros manjares parecidos con los que se pretende mostrar al paciente febril lo interesados que estamos por él. Se intenta por todos los medios, por ejemplo, que no le falte un vaso de leche caliente con miel. Sin embargo, ante un estado febril no hay que darle al enfermo ni proteínas ni nada que sea de difícil digestión. Tan solo debemos recurrir a los zumos de frutas. Si no disponemos de ellos, le daremos un poco de agua o una tisana que podremos endulzar con un poco de azúcar integral de caña. Por consiguiente, basta con agua fresca y clara y un remedio natural (suero láctico concentrado diluido o plantas medicinales). De todos modos, lo mejor son los zumos de frutas, por lo que suelen ser bien aceptados por todos los enfermos. Podemos emplear zumos naturales y frescos de naranja o de uva. Con ellos vamos a refrescar el organismo y a suministrarle sales minerales y vitaminas. Un zumo fresco, tomado despacio por el enfermo febril, a pequeños sorbos y ensalivándolos bien, resulta ideal en estos casos. Es difícil que haya enfermos que no los toleren. En caso de apuro, también puede ser administrado un buen mosto sin alcohol. La toma de suero láctico concentrado diluido también resulta muy beneficioso.
Consecuencias naturales
Si, en vez de reprimir la fiebre, la hacemos disminuir tranquilamente y sin prisas procediendo como hemos visto, esta no va a volver a subir en lo sucesivo, sino que tenderá a bajar poco a poco. No hay que pretender hacerla bajar rápidamente sino lentamente, pues todo lo que ocurre demasiado rápido no es natural. Si la fiebre aumenta, permanecerá elevada hasta que haya «quemado» todo lo que hay que quemar, tras lo cual va a volver a bajar. Este es su curso natural, la curva normal que debe seguir. Todo lo que se reprime de una forma demasiado rápida solo se oculta o se desplaza, pero no se elimina como uno podría creer. Solo se consigue una especie de «alto el fuego», pero no se eliminan las causas reales. Todo lo que no se elimine con el sudor, la orina o la defecación permanece en el cuerpo como veneno y puede desencadenar una recaída en cualquier momento. A veces, al pretender combatir un proceso febril con unas «maravillosas» tabletas, se han reprimido unas anginas y no se han eliminado las toxinas producidas por la amigdalitis, que pueden ejercer su efecto nocivo en otras partes del cuerpo, dando lugar, por ejemplo, a una pericarditis, un reumatismo articular o, eventualmente, una neumonía. ¿Quién no ha visto más de una vez como el fármaco más novedoso del mercado, que ha acabado rápidamente con una enfermedad, ha dado lugar a que otro mal o desarreglo hiciera su aparición en otra parte del cuerpo? La experiencia adquirida por la medicina académica sobre tales remedios «milagrosos» debería hacerla recapacitar sobre esta cuestión. La naturaleza impone sus leyes y no se la puede engañar ni violar, sin que ello dé lugar a consecuencias negativas. Cualquier animal salvaje sabe mejor que nosotros, personas cultivadas, como curarse y recuperar la salud de una forma natural. No nos dejemos guiar en el futuro, pues, por puntos de vista equivocados ni por instintos deteriorados. Si sabemos captar correctamente las leyes de la naturaleza, y las seguimos consecuentemente, conseguiremos una buena guía orientativa para cuando caigamos enfermos. En cambio, si reprimimos la ayuda que nos puede ofrecer la naturaleza, una especie de «venganza» puede hacer que, en lugar de conseguir la curación, aparezcan nuevos trastornos. Consideremos, pues, la fiebre como una señal de alarma de la naturaleza y no tendremos nada que temer. Si en lugar de reprimir sus servicios aprendemos a valorarla correctamente, podremos beneficiarnos de ella.
El dolor como señal de alarma
Así como la fiebre actúa como una señal de alarma de la naturaleza, también el dolor nos advierte de la existencia de un trastorno en la armonía de nuestro cuerpo. ¿Cómo nos comportamos cuando el dolor se presenta de forma inesperada? ¿Mostramos agradecimiento por disponer de una señal que nos advierte de que, en algún lugar de nuestro cuerpo, hay que restablecer el orden o el buen funcionamiento? ¿Se procede a buscar su causa verdadera lo más rápidamente posible para poderla combatir con los remedios más adecuados? No, pues lo consideramos demasiado enojoso o complicado. Ya de por sí, el dolor es tan molesto que nadie quiere tener que soportarlo en ninguna de sus manifestaciones. Tan pronto como se presenta, se trata de eliminarlo lo más pronto posible. Existen tantos remedios contra el dolor que parecería un descuido no utilizarlos y tener que soportar los dolores más tiempo de lo necesario. El ser humano piensa así por ser corto de miras. Sin embargo, cuando se trata de su coche o de cualquier otra máquina piensa y actúa de forma diferente. ¿Qué mecánico pensaría o creería que los defectos de un coche se solucionan tapándose los oídos para no tener que oír los chirridos ocasionados por un mal funcionamiento? ¡Seguro que, haciendo honor a su profesión, buscaría decididamente la causa de los trastornos para poder determinar la manera de solucionar el problema antes de que se pudieran producir males mayores! Mientras que a los materiales inertes se les dedican grandes cuidados, engañamos al sensible cuerpo humano al hacer caso omiso de la valiosa señal natural que representa la aparición del dolor y que en ningún caso debe desatenderse. Tratando únicamente de anestesiar el dolor no solo se engaña a la naturaleza, sino también, y de forma muy sensible, a nuestro cuerpo. Resulta interesante observar como la naturaleza se muestra siempre dispuesta a corregir ciertos comportamientos desacertados. Si no fuera por la ceguera del ser humano al desatender sus leyes, este podría aprender mucho de sus fracasos y sacar mejor provecho de dichas leyes. Sin embargo, apenas se les presta atención y, por lo tanto, no se sacan las conclusiones adecuadas cuando un analgésico comienza a fallar y pierde su anterior eficacia. En lugar de comprender que la toma de analgésicos nada tiene que ver con el proceso natural de la curación, el erróneo comportamiento humano recurre cada vez a remedios más potentes que acaben con el dolor de la manera que sea.
Proceder correcto
Cuando el médico actúa con seriedad, tratará de buscar e investigar las posibles causas del dolor.
Si el paciente se queja de dolores en la zona hepática o en la arcada costal derecha, el buen médico no prescribirá simplemente un remedio contra el dolor, sino que, basándose en los síntomas que presenta el paciente, investigará de qué tipo de trastorno del hígado se trata; averiguará cuál es el color de las deposiciones y preguntará si el paciente tolera bien o mal las comidas grasas. En resumidas cuentas, buscará las causas de los trastornos y prescribirá el remedio correspondiente; mandará una dieta adecuada y una buena cura de zanahorias. Solo se permitirá la toma de rábanos en cantidades muy pequeñas, ya que cantidades mayores pueden llegar a perjudicar el hígado cuando está afectado. El médico deberá informar a sus pacientes de todo lo que pueden hacer para ayudarse en la recuperación y cuidar de su salud.
De la misma forma procederá el médico responsable cuando una paciente se queja de dolores en la zona renal. Tratará de averiguar si el dolor es de tipo tensional. Le preguntará si siente tensión en la piel de esa zona, como si esta se hubiese estrechado. También se informará sobre el color y la cantidad diaria de orina. Si tras sus indagaciones deduce que se trata de una enfermedad renal, solicitará un análisis de orina del que podrá sacar valiosos datos: comprobar la presencia de albúmina, glóbulos rojos y blancos, quizá también la presencia de células cilíndricas o epiteliales de la vejiga urinaria, de la pelvis renal o de los propios riñones, así como de bacterias. Si existen pequeños rastros de todo esto, procederá preventivamente con las siguientes medidas: 1. Alimentación pobre en sal. 2. Vestimenta adecuada para protegerse de los enfriamientos. El método naturista recomienda las tisanas de cola de caballo7, hojas de abedul, raíces de grama de las boticas3 y también de perejil. Además, prescribirá envolturas calientes para poder resolver el estancamiento existente. De esta manera es como hay que afrontar la aparición del dolor y la forma de combatirlo.
Quien solo pretende amortiguarlo no le aporta ningún beneficio a su cuerpo. Hay personas que durante años están tomando remedios contra el dolor de cabeza sin pensar que podría estar relacionado con el pertinaz estreñimiento que padecen. ¿No podría ser que las toxinas del intestino debidas al estreñimiento pudieran ser las responsables del dolor de cabeza? ¿No sería conveniente, ante todo, procurar primero una buena actividad intestinal? Sin embargo, en lugar de proceder de esta manera se toman polvos y píldoras para el intestino y el dolor de cabeza de forma continuada.