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El pequeño doctor
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El pequeño doctor

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En resumen, ante todo dolor de cabeza es fundamental un tratamiento causal que averigüe y corrija su origen.

La lengua

Como cualquier otro órgano de nuestro cuerpo, también la lengua es un sorprendente prodigio de la creación. La particular disposición y estructura de este órgano muscular le permiten un grado de movilidad del que carecen los demás órganos del cuerpo. Sin grandes dificultades, la lengua puede adoptar una forma plana, ensanchada, delgada o gruesa, pues sus fibras musculares obedecen como caballos de circo amaestrados. Sin embargo, lo más interesante de la lengua es su superficie que, vista ampliada, parece un paisaje lunar. Todas sus elevaciones y pequeños cráteres están dotados de finos receptores a los que debemos la captación de los distintos sabores cuando comemos y bebemos. En estas cavidades gustativas se hallan unas glándulas mucosas que se ocupan de que la lengua siempre esté húmeda, ya que solamente las sustancias alimenticias disueltas en líquido son capaces de desencadenar sensaciones gustativas.

Las sensaciones gustativas

Las células nerviosas que perciben las sensaciones gustativas y las transmiten al cerebro se agrupan en formaciones bulbosas. Las vías nerviosas conductoras de las sensaciones gustativas parecen unas finísimas raicillas con dispositivos (receptores gustativos) que se encargan de percibir, clasificar y amplificar tales sensaciones. Las papilas gustativas tienen aspecto de minúsculas yemas o brotes y en su fondo se hallan los receptores nerviosos en forma de bulbos con sus terminaciones nerviosas que captan los diversos sabores; cada persona adulta posee aproximadamente unas 3000. De todos modos, los seres humanos no captamos tantas sensaciones gustativas como, por ejemplo, las distintas especies de antílopes, cuyas lenguas poseen unas quince veces más papilas gustativas que la lengua humana. Quizá, si poseyéramos tantas papilas gustativas como estos animales, nos sería más fácil discernir lo que es sano y lo que no es adecuado para nuestro organismo. Los animales distinguen mejor que los humanos qué clase de alimentos les son apropiados y cuáles no.

Las papilas gustativas se encuentran en diversas zonas gustativas de la lengua, según el tipo de sabor que detectan. En la punta de la lengua percibimos los sabores dulces, como cuando la ponemos en contacto con un poco de miel. El sabor salado lo notamos un poco por detrás, en los lados laterales de la lengua, y algo más atrás captamos el sabor ácido, mientras que en el fondo de la lengua, en sentido transversal, encontramos la zona gustativa que capta el sabor amargo. Por su parte, la parte central de la lengua es totalmente neutra, en el sentido de que no percibe sensación gustativa alguna. La información gustativa que transmite la lengua resulta más fiable que cualquier otro método basado en reacciones químicas de laboratorio. Por ello, las bodegas dedicadas a la producción vitivinícola o las de aceite de oliva prestan más atención y se fían más de un catador experimentado que del químico del laboratorio de la empresa.

¿Cómo cambiaría nuestra vida si nuestra lengua no dispusiera de los miles de papilas gustativas que desencadenan sensaciones placenteras al comer ciertos alimentos y al beber distintos tipos de bebidas? Cualquier persona que se haya visto forzada a comer sin apetito se lo puede quizá imaginar. Cocineras y amas de casa en general no verían recompensado su esfuerzo en preparar comidas apetitosas si estas no se percibieran agradables y no hubiera muestras de agradecimiento por parte de comensales satisfechos. A pesar de su pequeño tamaño, la lengua desempeña importantes funciones, algunas de las cuales están relacionas con un cierto grado de satisfacción.

Otras facultades de la lengua

No basta el conocimiento de su constitución anatómica y de parte de sus funciones para abarcar todos sus posibles cometidos. Gracias a ella podemos comunicarnos mediante el lenguaje hablado. Por otra parte, la lengua también actúa de portavoz del corazón, al que simbólicamente atribuimos la sede de los sentimientos, el pensamiento y la voluntad. Este órgano ágil y de pequeño tamaño interviene tanto en transmitir buenas palabras como en lanzar maldiciones.

La misma Biblia nos dice que es más fácil dominar caballos y barcos que mantener sujeta nuestra propia lengua. Aun siendo un minúsculo miembro puede desatar un fuego devastador, como un incendio en un bosque.

Su eficacia se hace dolorosa cuando da vía libre a la maledicencia y llega a calumniar a amigos y a conocidos. También la envidia y el odio pueden servirse injustamente de este pequeño y manejable instrumento del alma para lanzar dardos envenenados contra el prójimo que triunfa. Por su parte, la lengua de la seducción actúa sutil como una anguila y no le es fácil a la víctima elegida escapar de su mágica influencia. Hay lenguas que no saben distinguir entre el sí y el no, lo que las induce a la contradicción y a la mentira, arruinando vidas ajenas. Más de un desengañado pone la amarga bilis de su corazón al servicio de la lengua, contagiando e intoxicando a otras personas. ¡Con qué maldad utilizan algunos trastornados psíquicos este pequeño e insignificante órgano! Proyectan su desastroso estado interior por medio de la lengua, lo que a las personas sanas les es difícil de soportar.

Puede afectarnos en gran medida que una lengua ajena nos juzgue duramente sin tomar en consideración los auténticos motivos de nuestra conducta; más de una persona ha acabado en la desesperación por culpa de unas palabras descalificadoras.

Del uso benéfico de la lengua

¿Se le dio realmente a la lengua el poder del habla para que causase desventura? Evidentemente no, por eso el apóstol exhortó a sus compañeros a ponderar o considerar todo aquello que fuera amable y agradable al oído, ya que lo contrario solo produce amargura y disgusto. Para que nuestro pequeño órgano dotado de la facultad de expresión tenga efectos benéficos deberían fluir de nuestros labios palabras amorosas, cálidas, buenos consejos, amonestaciones bienintencionadas y palabras de consuelo y de aliento. Esto solo es posible si el corazón tiene la justa disposición y su deseo es ser amigo de los amigos, tender la mano de auxilio al necesitado y vencer la hostilidad con la bondad. Solo entonces podrá la lengua expresar ternura y bondad.

¿Qué hace que la primavera nos parezca tan bella? ¿Acaso no es encantador el trinar de los pájaros? Minúsculas gargantas lanzan al aire cantos de agradecimiento llenos de entusiasmo y de entrega. También nosotros estamos dotados de la maravillosa facultad del canto y, como los pájaros, podemos expresar en armónica melodía la exaltación de nuestra sensibilidad.

La lengua debe aprender aún algo más, algo que en los momentos difíciles debe ser capaz de hacer: debe callar cuando la fidelidad al amigo y al hermano depende de nuestro silencio. También debe permanecer en silencio cuando se trate de dar al traste con las aniquiladoras intenciones del enemigo y hacer tambalear el poder de los malvados. Hasta un necio puede pasar por un sabio si sabe callar, como señalan los proverbios de Salomón. El mismo refrán ya nos indica que hablar es plata, callar es oro. Lo cierto es que a muchas personas les cuesta más callar que hablar.

Sorprende que un órgano tan pequeño como la lengua pueda desempeñar tantas facultades distintas; nos permite valorar las comidas y bebidas que tomamos y nos puede advertir o preservar de algunos goces que pueden ser perjudiciales para la salud. La sensibilidad de la lengua puede facilitarnos el disponer de una sana capacidad de discernimiento si no acostumbramos nuestro paladar a placeres no naturales y no lo forzamos a admitir como bueno lo que es malo para la salud. Lo mismo sucede con otra capacidad de la que está dotado este pequeño órgano, a saber, la expresión de los sentimientos. Como instrumento de nuestro cuerpo, la lengua puede ser en extremo provechosa, pero también abyecta en grado sumo. El buen o mal uso de la lengua como portavoz del corazón va a depender de la disposición de este. De ahí las sabias palabras de Salomón al recomendarnos proteger el corazón más que cualquier otra cosa porque de él sale la vida y por la boca se habla de lo que abunda en el corazón.

Cuida tus ojos

No vamos a exponer aquí todo un tratado complejo sobre este milagro que son nuestros ojos, sino tan solo unos pocos y sencillos datos que puedan ayudar a su cuidado preventivo. En definitiva, una pincelada esclarecedora para dar a conocer sus fundamentos naturales.

Está comprobado que un gran sobreesfuerzo del sentido de la vista, especialmente en lo referente al trabajo intelectual, llega a producir cansancio ocular. Cuanto más natural y desahogado sea nuestro estilo de vida, tanto menos se resentirán los ojos. Así mismo, una alimentación incorrecta, resultado de las costumbres alimentarias actuales, puede contribuir también a agudizar las dolencias oculares. No podemos aspirar a cambiar todo esto por las buenas, a no ser que hayamos superado una buena parte de estas dificultades y queramos llegar más lejos. ¿Qué posibilidades nos quedan todavía? Una muy sencilla. Antiguamente, cuando los seres humanos no utilizaban la luz artificial para poder prolongar las ocupaciones de la jornada, sino que se iban a dormir temprano, no había tantos ojos enfermos, débiles y cansados como sucede hoy en día. Vale la pena probar un remedio singular: atrasemos la rueda del tiempo y probemos a vivir cuatro semanas sin luz eléctrica. ¿Cómo podemos hacer eso? Pues de una forma muy simple: renunciar a la comodidad de este prodigio de la técnica que es la iluminación artificial. Tus ojos doloridos, ardientes, fatigados e incapaces de cumplir bien su cometido sabrán agradecerte este buen trato procurándote un apreciable alivio de dichas dolencias. Para que la fuerza de la costumbre no te condicione demasiado, debes distribuir adecuadamente tus actividades durante el día, para que no caigas en la tentación de apretar el interruptor y encender la luz cuando oscurezca. Antaño, las horas de oscuridad se empleaban para el descanso, la relajación y la disposición de ánimo adecuada para la llegada del sueño al terminar el día. Intentemos llevar a cabo esta prueba durante cuatro largas semanas. Sabremos así, por propia experiencia, por qué el Creador dispuso de diferentes tipos de luz: la brillante luz del sol durante el día y la luz suave y relajante de la noche. Si intentas trabajar con una cierta intensidad bajo la pálida luz de la luna verás como acabas dejándolo correr. La luna emite su ancestral canción de cuna y si dejas que su embrujo actúe sobre ti, te sumergirás fácilmente en un sueño calmado y profundo. Si le das a la noche lo que le pertenece, por la mañana te despertarás alegremente con los primeros rayos de sol sin sentirte cansado, somnoliento, malhumorado ni con la sensación de no haber descansado lo suficiente; ya no necesitarás meterte otra vez en la cama en pleno día porque tienes sueño. Lo que habrías hecho cansadamente con la luz artificial lo harás ahora con la luz de la mañana, fresco, ligero, sin esfuerzo, sin percibir signo alguno de fatiga. ¡Te sorprenderás de lo mucho que puede ofrecerte el respeto a los valores propios de una vida natural! Podrás comprobar como ese respeto renueva y vitaliza tus agotadas fuerzas, lo que también beneficiará a tu sentido de la vista. Si hacemos coincidir o concordar nuestro ritmo diario con el ir y venir natural de la luz evitaremos los efectos antinaturales con los que la luz artificial ha sometido a nuestros ojos durante años y decenios, produciéndoles un sobreesfuerzo y fatiga acumulados. Cuanto más nos resistimos a estas leyes biológicas creadas por Dios, más se cansan y enferman nuestros ojos, hasta el punto de que, con el paso del tiempo, no vamos a poder imaginar al hombre moderno sin que lleve gafas o lentes correctoras. Meditamos demasiado poco sobre las consecuencias de nuestro modo de vida antinatural; hemos aceptado tan fácilmente la vida en el ambiente artificial que hemos creado, que apenas prestamos atención a lo que nos dice o nos enseña la naturaleza, y no experimentamos el ritmo natural de las cosas. ¿Qué les pasaría a las plantas si estuvieran sometidas al efecto de la luz, día y noche, sin poder gozar de la regeneración nocturna? Sus células se agotarían, mostrarían lesiones y sus funciones normales se verían mermadas. ¿Por qué el ser humano, rey de la creación visible, no habría de someterse armónicamente a esta ley? ¿Por qué habríamos de renunciar a las vivificantes y preciosas horas de la mañana y estar tumbados en la cama durmiendo para recuperar por la noche lo que nos estamos perdiendo por la mañana mientras afuera brilla un sol espléndido? No tiene mucho sentido vivir la noche sin el descanso necesario para recuperar las fuerzas que vamos a necesitar para el trabajo diurno. Si desplazáramos un poco nuestro orden del día, nuestros ojos saldrían ganando. Dejémosles descansar cuando mengua y desaparece la luz natural, acabada la jornada, y poder recuperar las fuerzas necesarias para la próxima jornada, cuando la luz del sol reanude su espléndido recorrido. Nuestros ojos y todo nuestro cuerpo sabrán agradecer este ritmo natural. La primavera y el verano nos ofrecen una excelente ocasión para intentarlo. En invierno amanece más tarde, lo que tendremos en cuenta a la hora de levantarnos con la primera luz de la mañana. Al anochecer más temprano, desgraciadamente tenemos que ampliar el día utilizando las horas nocturnas. Por lo tanto, reservemos para cuando llegue la alegre primavera nuestro buen propósito. Para que nuestros ojos se hagan fuertes y sanos ofrezcámosles la luz natural de la mañana y evitémosles por la noche la luz artificial de las bombillas.

Glándulas lacrimales

¿No es extraordinario que poseamos una válvula de escape, como las glándulas lacrimales, que nos ayuden a aliviar las tensiones internas en situaciones de intensa emotividad? ¡Qué insoportable le resultaría a un niño no poder llorar porque se le ha roto un juguete o por cualquier otro suceso desagradable! Una vez las saladas lágrimas se han deslizado como perlas por sus mejillas, la dolorosa aflicción del niño se reduce a la mitad. Al parecer, este práctico mecanismo funciona mucho mejor en las mujeres que en los hombres.

Las glándulas lacrimales, situadas en el ángulo superior externo del ojo, en una pequeña cavidad del hueso frontal, además de la posibilidad de vaciarse durante el llanto, desempeñan otras funciones. Las lágrimas mantienen húmedas la conjuntiva y la córnea evitando que se sequen. Además, gracias a las lágrimas podemos expulsar fácilmente de los ojos las bacterias, el polvo y los cuerpos extraños presentes.

Si bien las inflamaciones de las glándulas lacrimales son poco frecuentes, sí que se inflaman con cierta frecuencia los conductos lacrimales y el saco lacrimal. Si no tratamos a tiempo estas inflamaciones con compresas calientes de infusión de manzanilla y eufrasia, las bacterias infiltradas pueden dar lugar a inflamaciones crónicas e incluso puede que se produzca un absceso. En caso de inflamaciones leves se puede producir un rápido alivio mediante el lavado de los ojos con leche un poco caliente o con infusión de malva, a la que se añaden unas gotas de equinácea. Las personas que a menudo están metidas en ambientes polvorientos deberían lavar cada noche sus ojos –con los párpados cerrados– con un algodón hidrófilo empapado con gotas de equinácea para así poder eliminar bien la suciedad, el polvo y las bacterias acumuladas. Si el canal lacrimal está obstruido, hay que acudir al oftalmólogo para que resuelva el problema, aunque seguiremos con un tratamiento complementario con gotas de equinácea y lavados calientes con leche o las infusiones citadas. Si al despertarnos por la mañana parece como si los ojos estuvieran pegados, hay que pensar en alguna alteración metabólica importante que se habrá de tratar sin dilación. No hay que forzar demasiado la vista al leer demasiado rato por la noche con una luz insuficiente. Los ojos necesitan imperiosamente el descanso que les proporciona un buen sueño reparador para que su rendimiento sea óptimo al día siguiente. Si bien los ojos son un don precioso para nuestra vida, la mayoría de la gente olvida cuidar y preservar de posibles daños este don insustituible de la naturaleza. Nadie pone en duda que son un instrumento indispensable físico y espiritual, y que perderlos constituye una pérdida difícilmente reparable. En medio de la prodigiosa diversidad de fuerzas creadoras omnipotentes, los ojos ocupan un destacado lugar y las glándulas lacrimales, unidas a ellos, en su pequeñez y aparente insignificancia, son un signo elocuente del bien trazado plan que rige los fenómenos vitales.

Remedios sencillos contra las dolencias oculares

Es un hecho comprobado que las curas a base de zumos de zanahoria actúan beneficiosamente sobre los ojos, gracias a la provitamina A que contienen. Por otra parte, toda mejora de la circulación sanguínea y afluencia de sangre a los ojos produce una mejora de sus funciones. Si se garantiza una buena irrigación sanguínea a los ojos facilitaremos los efectos benéficos que producen los zumos de zanahoria (carotenos) sobre ellos. Si no disponemos de zanahorias crudas podemos utilizar el extracto concentrado de zanahorias22. Un compuesto de ortiga y calcio refuerza el efecto terapéutico antes citado, como también ayuda estimular la actividad renal mediante la planta vara de oro (Solidago) y satisfacer las necesidades de ácido silícico con Galeopsis11.

Como los trastornos hepáticos, el estreñimiento y también el exceso de fatiga pueden ser causa de dolencias oculares, hay que hacer todo lo posible por combatir estos trastornos funcionales. Para volver a poner en orden el hígado, debemos adoptar una dieta adecuada y tomar Podophyllum D4 o un preparado para el hígado. De este modo suele solucionarse también el estreñimiento. Si no fuera así, debemos combatirlo con remedios naturales; hay que evitar, sobre todo, los alimentos desnaturalizados y sustituirlos por una alimentación natural y un régimen dietético pobre en proteínas y en sal. Combatiremos el exceso de trabajo yéndonos a dormir antes de la medianoche y tomando jugo de avena en forma de gotas y un preparado obtenido del eleuterococo23, buenos remedios ambos para fortalecer el estado de salud y los nervios.

Es conveniente tratar por separado cada caso y elegir los remedios y el tratamiento según cada dolencia.

La obstrucción del canal lacrimal requiere, además de la recomendación general, un tratamiento externo a base de cataplasmas de arcilla, preparadas con tisana de cola de caballo (pasta arcillosa).

En caso de conjuntivitis conviene lavar los ojos con una infusión de eufrasia y caléndula.

Infecciones purulentas de ojos y boca

Podemos librarnos, en poco tiempo, de las supuraciones infecciosas oculares y bucales mediante procedimientos naturales, como se indica más adelante. Una madre de familia nos escribió al respecto:

«Nuestro pequeño ya se encuentra mejor. La supuración de los ojos y la boca cesó a los cinco días de aplicar el tratamiento. El pequeño, que había tenido un aspecto deplorable, se encuentra ahora dando saltos por la calle. Nuestro tratamiento fue: antes de las comidas, vara de oro (Solidago), junto con un preparado de aceite de hígado de bacalao y un preparado de calcio y ortiga fácil de asimilar. Después de comer, le dábamos Hepar sulfuris D4 y Lachesis D12. Dos veces al día le lavábamos los ojos con extracto de tintura de semillas de castaño de Indias diluido y le aplicábamos en la nuca cataplasmas de cebolla, también dos veces al día. Pronto notamos su efecto derivativo. Los labios resecos del niño los untamos con aceite de hipérico y los espolvoreamos con un polvo de calcio y ortiga. Durante el día le hacíamos beber zumos de fruta y tisanas de cola de caballo. Le pusimos varias cataplasmas de arcilla blanca sobre los ojos; las preparamos con una tisana de cola de caballo y le añadimos unas cuantas gotas de aceite de hipérico. Estamos muy agradecidos y contentos de que haya desaparecido de forma tan favorable esa peligrosa infección. Al niño le seguimos dando vara de oro, junto con el preparado de aceite de hígado de bacalao y el calcio de fácil asimilación».

Normalmente, estas enfermedades son fáciles de curar si apoyamos correctamente al organismo, ya que la naturaleza cura si la apoyamos adecuadamente. Es preferible no adoptar ninguna medida interventora que llevar a cabo una intervención incorrecta. Normalmente, se pretende suprimir los síntomas y se intenta actuar contra los agentes patógenos, pero lo que muchas veces ocurre es que se compromete la capacidad de resistencia y de defensa del organismo. Es la misma locura que se comete al tratar de combatir los parásitos o las infecciones de las plantas con potentes venenos que alteran, al mismo tiempo, sus defensas naturales, lo que induce a tener que utilizar sustancias cada vez más tóxicas que acaban por debilitar o, incluso, aniquilar los fundamentos en los que se sustenta el poder curativo de la naturaleza. Ojalá volviera a prevalecer entre la población la conciencia de que no es el ser humano quien cura realmente, sino que es la naturaleza quien lo hace. Lo único que podemos hacer los seres humanos, con nuestros propios medios, es ayudar a la naturaleza a que pueda ejercer su prodigioso poder curativo.

La nariz

El aparato respiratorio se compone de tres partes: la nariz, la tráquea y los pulmones. Cada una de estas partes desempeña importantes funciones, pero solo la participación correcta del conjunto permite un intercambio gaseoso sin problemas.

La consistencia de la nariz no se debe principalmente a un hueso, sino a unas láminas cartilaginosas que hay en su interior. Si dependiera solo de un hueso sería demasiado quebradiza y se rompería fácilmente al caer de bruces al suelo o si recibiéramos un pelotazo o cualquier tipo de golpe con un objeto duro. Pronto se convertiría en una penosa masa informe al practicar actividades físicas, como el boxeo o los deportes de invierno, si las paredes cartilaginosas móviles que la sustentan no aguantasen lo que llegan a aguantar. Por otra parte, es fácil darse cuenta de lo mucho que debe la belleza del rostro a la forma y tamaño de la nariz cuando queda aplastada o desfigurada tras un accidente. Por suerte, las manos hábiles de los cirujanos plásticos de nuestros días son capaces de corregir las deformidades de este órgano.

Funciones de la nariz

Las funciones que debe llevar a cabo la nariz son importantes para nuestra salud. No todo el mundo sabe que este órgano dispone de una excelente capacidad para acondicionar la temperatura y humedad del aire que inspiramos. Cuando hace frío en nuestro entorno, la nariz calienta el aire que pasa por ella camino de los pulmones. Si, por el contrario, hace un calor tropical, la nariz lo refrigera haciendo más soportable el clima. También, cuando el aire exterior es demasiado seco o demasiado húmedo, la nariz ayuda a regular la humedad del aire inspirado. Hasta este grado de precisión alcanza la divina Providencia, por lo que sorprende que haya personas que pretendan negar la existencia de un Dios omnipotente ante la evidencia manifiesta de su divina sabiduría y poder creador. Solo Él puede crear algo de la nada, ya que todas las leyes de la creación están a su disposición. Estas no pueden provenir de sí mismas, y su correcta aplicación no puede estar en manos de una ciega arbitrariedad. Sigamos, entre tanto, ocupándonos de otras pruebas que este órgano es capaz de aportar en este sentido.

Nuestra nariz está tan prodigiosamente diseñada que, por medio de sus mucosas, puede retener el polvo y las bacterias que le llegan, siempre que respiremos por la nariz y esta funcione correctamente. Por supuesto que podemos evitar respirar por la nariz y hacerlo por la boca si nos place, pero entonces no disponemos de las propiedades protectoras de esta y nos exponemos a padecer resfriados e infecciones con más frecuencia. En estos casos resultan especialmente perjudicados la garganta, los bronquios y los pulmones.

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