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El pequeño doctor
¿Y cuál es la posición, en la actualidad, de médicos e investigadores de medicamentos sobre este manual de consulta de Alfred Vogel? Lo más probable es que solo unos pocos conozcan este libro, lo que no es de extrañar, ya que solo los interesados en la medicina naturista conceden una gran importancia a las experiencias acumuladas durante siglos. Los demás han olvidado que buena parte de nuestros medicamentos más potentes, como la digitoxina, la reserpina o la vincristina (usada en el tratamiento del cáncer) proceden de antiguos conocimientos empíricos de la medicina popular y que, todavía hoy, se consideran como unos de los medicamentos más efectivos. Admitimos que nuestros antibióticos y betabloqueantes poco tienen que ver con los conocimientos empíricos de la medicina natural, pero ¿qué sucede con los remedios preventivos de los que tanto se vuelve a hablar y alabar para la protección de la salud y a los que Alfred Vogel ha dedicado tanto espacio en su libro? Estudios de laboratorio propios nos muestran, una y otra vez, que el análisis de plantas usadas en nuestra medicina popular con modernos métodos fitoquímicos, no solo confirma ampliamente los conocimientos empíricos que se tenían de ellas, sino que a menudo pueden servir de punto de partida para el desarrollo de nuevos y potentes medicamentos. Aquello que en tiempos pasados la intuición visionaria de Alfred Vogel recogió y anotó puede ser una auténtica mina y puede servir, aun hoy, como un interesante estímulo para muchos investigadores de plantas medicinales. No deja de sorprender la gran cantidad de recetas que Alfred Vogel llegó a recoger y compilar, y que no se encuentran en ningún otro libro o hace tiempo cayeron en el olvido.
Teniendo en cuenta esto, ya nadie debiera reírse de las que parecerían a veces observaciones de meras fantasías de este naturópata. Solo nos cabe la admiración y sacarnos el sombrero ante un hombre que dedicó su vida y su obra a la medicina natural y que, con un entusiasmo y una capacidad de comunicación ejemplar, nos ha transmitido conocimientos y experiencias beneficiosas para nuestra salud que, iniciado ya el siglo XXI, aún nos son de incalculable valor.
Prof. Dr. h.c. mult. Hildebert Wagner
Instituto de Biología Farmacéutica
Universidad Ludwig-Maximilians de Múnich
Biografía de Alfred Vogel
Alfred Vogel nació en el año 1902 en Aesch, población próxima a Basilea. Desde niño estuvo familiarizado con el uso de las plantas medicinales, ya que sus padres y sus abuelos conocían el poder terapéutico de muchas plantas y se ocuparon de transmitir dichos conocimientos al joven Alfred. Con el paso del tiempo, fue profundizando más y más en lo que había vivido y experimentado de pequeño, llegando a reunir y a ampliar de forma notable el legado de conocimientos empíricos de la medicina popular europea, y abrió nuevos caminos en este campo. Sus grandes deseos de ampliar sus conocimientos le llevaron a visitar numerosos países por todo el mundo, sintiéndose muy unido a los pueblos indígenas. Se interesó enormemente en saber cómo empleaban estos los recursos naturales y en estudiar las relaciones existentes entre alimentación, forma de vida, constitución y enfermedad. Sus experiencias en África, Asia y el continente americano, con los pueblos de las selvas y las estepas, enseñaron a nuestro incansable viajero que el buen uso y apoyo de las fuerzas de la naturaleza puede conseguir mejores resultados que el presunto arte (terapéutico) elaborado por los seres humanos. Alfred Vogel fue familiarizándose con los métodos curativos de diversos pueblos indígenas, descubriendo así un buen número de nuevas plantas medicinales.
Alfred Vogel en una de sus numerosas conferencias
Cosecha en los campos de plantas medicinales en Roggwil (Suiza)
Su actividad al servicio de sanos y enfermos tuvo su comienzo en Teufen, en la región suiza de Appenzell. Allí dirigió un establecimiento terapéutico de medicina natural, se dedicó a la recolección y al estudio de plantas medicinales de aquella zona prealpina, y produjo los primeros extractos de plantas frescas recién recolectadas. Descubrió que dichos extractos ejercían un efecto más intenso y amplio que las tinturas obtenidas a partir de plantas secas. Fiel a su máxima «el amor es la fuerza más potente del universo», se dedicó también a divulgar sus conocimientos, mediante charlas y conferencias, por todos los continentes. Animado siempre por el amor a Dios y la fuerza sanadora de la naturaleza, mantuvo contacto con diversas casas reales, políticos y líderes económicos. Pero, ante todo, dirigió su mensaje al «hombre sencillo», cuyo lenguaje – el lenguaje del corazón – siempre también era el suyo. Entre estos oyentes encontró la mayoría de sus fervientes admiradores. El mayor desafío para muchos organizadores de sus conferencias era poder encontrar una sala lo suficientemente grande para poder albergar al gran número de asistentes que solía acudir.
Para dar a conocer mejor sus vivencias y experiencias como naturópata, investigador en dietética, plantas medicinales y descubridor de remedios naturales de pueblos indígenas, nuestro incansable personaje comenzó a publicar, desde 1929, una revista mensual titulada Gesundheits-Nachrichten («Noticias de Salud»). A pesar de que no siempre fue tomado en serio, al ser autodidacta, por los seguidores de la ciencia establecida, en 1982 fue premiado con la medalla Priessnitz (máximo galardón en el ámbito de la medicina natural) por la Asociación Alemana de Naturopatía en su congreso anual, reconocimiento que se vio coronado en 1984 al ser nombrado miembro honorario de la Sociedad Suiza de Médicos de Medicina Empírica.
A los 23 años escribió su primer librito «Kleiner Wegweiser für die Lebensreform» (Pequeña guía para la reforma de la vida). En 1935 apareció su libro «Die Nahrung als Heilfaktor» (El poder terapéutico de la alimentación) que, como su nombre indica, se ocupaba de la influencia de la alimentación sobre la salud. En 1952 apareció su best seller El pequeño doctor, que dio a conocer a Alfred Vogel a un público internacional, libro que se ha convertido en una obra de referencia también para algunos médicos y científicos. ¡Convénzase usted mismo!
Prólogo y mirada retrospectiva sobre una vida laboriosa de Alfred Vogel
En octubre del año 1992, cuando escribo estas líneas, mi corazón ha estado latiendo durante 90 años sin interrupción, día y noche, tanto en días tranquilos como en días agitados. Desde una perspectiva física y anímica, agradezco enormemente a este incansable corazón que ha participado activamente en todo cuanto pude construir, desarrollar y producir. Hoy, al mirar atrás, tengo la sensación de que todos estos años y decenios han pasado volando.
Ya de niño me impresionaba y entusiasmaba la naturaleza con toda su diversidad de plantas y animales. Mi ansia de saber me conducía por montes, bosques y campos. Mi padre, basándose en la sabiduría de mi abuela, me mostró el camino a muchos hermosos secretos del mundo multicolor de la creación. Hormigas, escarabajos, ranas, lagartijas y salamandras eran para mí un mundo enigmático hasta que empecé a conocer más de cerca sus formas de vida. Desde muy temprana edad tuve conciencia de que las plantas poseían propiedades curativas. Si, corriendo descalzo, me hería con un trozo de cristal o con un clavo oxidado, la aplicación de sanícula del bosque y de la malva de detrás del cobertizo de madera, debidamente machacadas, reparaban adecuadamente el daño producido. No podía imaginar ni soñar, por aquel entonces, que mis experiencias juveniles con las plantas medicinales me serían de utilidad en años posteriores y que, incluso, iban a influir de forma decisiva en mi futura vida profesional.
En mis numerosos viajes por todos los continentes he vuelto a encontrar a mis amigas, las plantas, que a menudo me han dado más satisfacciones que el encuentro con personas con las que uno nunca está seguro de si tendrá buenas o malas experiencias. Las plantas fueron siempre mis fieles acompañantes y, todavía hoy, son mis mejores amigas, pues nunca me han defraudado ni me han dejado en la estacada, incluso en situaciones de peligro de muerte. Más de una vez, especialmente en países tropicales, las plantas me han salvado la vida. En aquellos momentos me sentía muy contento de conocer sus propiedades terapéuticas. Por ello, me he esforzado en poner por escrito todos estos conocimientos y experiencias en mi revista mensual «Noticias de Salud» y, sobre todo, en mis libros.
Hace más de cincuenta años que publicamos nuestra propia revista. Al principio se titulaba «Das neue Leben» (La nueva vida), pero posteriormente le cambiamos el nombre por el de «Noticias de Salud». Traducida al alemán, neerlandés, finlandés, sueco, danés y durante cierto tiempo al noruego e inglés cuenta con miles de seguidores y agradecidos lectores.
Durante decenios he estado escribiéndola, junto con mi primera esposa Sophie, mientras que mi hija se ocupaba de las imágenes e ilustraciones. No pocas veces escribimos los artículos durante los viajes a lejanos países, en el desierto, en una playa, en una bahía solitaria o en una isla en una cabaña de indígenas. Hoy, en cambio, cuento con el apoyo de una experimentada redacción que elabora la revista, según mis indicaciones y mi línea de pensamiento.
En dichos viajes recibíamos muchos estímulos y sugerencias procedentes principalmente de personas con otros usos y costumbres. En beneficio de nuestros lectores, nuestra máxima, desde siempre, ha sido de transmitir observaciones y experiencias que sean de utilidad en la vida diaria.
Para nosotros era importante describir aquellas observaciones y experiencias, y que pudieran servir de provecho a nuestros lectores en la vida cotidiana. El libro El pequeño doctor ha servido de ayuda, durante más de cuarenta años, a más de dos millones de familias, desde su aparición en 1952. Ha sido traducido a doce idiomas.
Por su parte, el libro «Die Leber als Regulator der Gesundheit» (El hígado regula la salud) ha aparecido en inglés, francés, neerlandés, sueco, danés e italiano. Ha mostrado a miles de personas qué se puede hacer en el ámbito preventivo y muestra el camino a seguir para evitar enfermar de cáncer. Debido a que la mortalidad por cáncer va en aumento, he decidido exponer mi experiencia práctica sobre este tema en el libro «KREBS – Schicksal oder Zivilisationskrankheit» (CÁNCER – ¿cuestión del destino o enfermedad de la civilización?; agotado).
Con el libro «Gesundheitsführer durch südliche Länder, Subtropen, Tropen und Wüstengebiete» (Guía de salud en países meridionales, subtropicales, tropicales y desérticos; agotado), he conseguido advertir y proteger a los lectores viajeros de los posibles peligros existentes en las zonas tropicales; trabajo nada fácil y esfuerzo que no ha sido en vano, en vista de los muchos escritos de agradecimiento procedentes de países tropicales. Sé lo hermoso, pero a la vez peligroso, que puede resultar viajar a estas zonas o residir allí durante un tiempo. Guiado por un sentido de responsabilidad hacia mis semejantes decidí escribir este libro y, por las informaciones recibidas, muchas personas han podido y podrán protegerse de padecer un sinnúmero de enfermedades o de cosas peores.
Podemos considerar el libro «Die Natur als biologischer Wegweiser» (La naturaleza como guía biológica) como El pequeño doctor II, ya que contiene nuevos datos, conocimientos y experiencias en el campo de la medicina natural y sobre temas de cultivo biológico.
En honor a la verdad, quisiera destacar que deberíamos mostrar agradecimiento al Creador por todas esas maravillosas fuerzas curativas existentes y a aquellos que han recibido de Él el amor por las plantas, así como la fuerza y la perseverancia necesarias para dedicarse a investigar sus poderes curativos para el bien de nuestros semejantes. Toda persona que haya experimentado con plantas medicinales o con productos derivados de ellas debiera agradecer al Creador este precioso don que, debidamente empleado, puede llegar a hacer milagros.
Los pueblos indígenas que viven en contacto íntimo con la naturaleza, sin disponer de recursos técnicos de ningún tipo, han sabido aprovechar sus ancestrales conocimientos sobre el uso de plantas recién recolectadas y obtener de ellas muchos remedios efectivos. Baste pensar, por ejemplo, en el curare que han estado produciendo hábilmente, sobre todo, los indios iquitos y que todavía hoy constituye un excelente anestésico.
Gracias a las observaciones de personas muy unidas a la naturaleza he podido obtener interesantes sugerencias y magníficas ideas. La creciente demanda de remedios naturales y la actual tendencia y el renovado interés de muchas personas hacia una vida más en contacto con la naturaleza me han hecho gastar tanta energía y dedicación que, frecuentemente, ha repercutido negativamente en mi vida familiar.
«A mayores bienes, mayores preocupaciones», dijo con razón un sabio de la antigüedad, pero el interés de la gente de los países que visitamos siempre fue tan enorme que no podíamos responder con un «no». Mi querida esposa solía decirme: «Deja esto o aquello, que no podrás abarcarlo todo y nos vamos a dispersar demasiado». Sin embargo, el deseo de ayudar a los demás con todo el talento y las facultades de las que uno pueda disponer a veces no nos deja darnos cuenta de la creciente presión a la que nos sometemos.
Si pudiera volver atrás en el tiempo, quizá hubiera puesto más atención en cuidar mejor las reservas de mi masa genética, pero es difícil decir que no cuando otros nos necesitan y sabemos por experiencia como evitar el sufrimiento de los demás.
Desde aquí pido disculpas a los amigos y conocidos de los países que he visitado, y que no se sientan defraudados si no he podido contestar personalmente a las innumerables cartas y preguntas que me llegan.
El amor a la naturaleza, plantas, animales, personas y, sobre todo, el amor y respeto que siento por el Creador me han conducido, desde siempre, a aceptar más responsabilidades de las que podía asumir. El secreto de mi, a menudo, infatigable energía ha sido únicamente el amor, al que considero el mayor impulso o fuerza existente en el universo.
Lo he puesto siempre de relieve en las numerosas conferencias que he dado por todo el mundo y creo que es precisamente ahí donde radica el secreto de mis éxitos. Con 81 años a mis espaldas he sido capaz de realizar una gira de conferencias a lo largo de la costa este de los Estados Unidos, desde Boston hasta Miami, y en una semana he dado, por radio y televisión, veintiséis conferencias en inglés.
Cuando vi el programa que mis amigos americanos me habían organizado, la verdad es que me asusté. Al principio no creí que pudiera mantener tanta actividad, pero los primeros éxitos me dieron fuerza para ello, pues he comprobado con satisfacción que ¡también en los Estados Unidos se ha producido un cambio de actitud respecto al respeto por la naturaleza! Este hecho y el encuentro con personas magníficas, especialmente con médicos que me mostraron su agradecimiento por haberles transmitido mis experiencias positivas en el ámbito de la alimentación y la fitoterapia, me proporcionaron la energía necesaria para perseverar en el empeño.
Todos estos éxitos en el ámbito profesional, comercial y literario a través de mis escritos nunca los hubiera podido obtener sin la colaboración activa por parte de mi esposa. Siempre me ha acompañado fielmente en lo bueno y en lo malo de la vida. Su poético y creativo talento ha dado a todas mis publicaciones un adecuado toque final.
Diariamente ruego a Dios que me otorgue la energía y el talento para poder seguir sirviendo con amor a mis amigos y a todos cuantos sufren.
La demanda del libro El pequeño doctor sigue manteniéndose elevada, de modo que ya tenemos prevista una nueva edición alemana. Ello es prueba del creciente reconocimiento, interés y confianza que se otorga cada vez más a la medicina natural. Más de dos millones de familias en todo el mundo han dedicado un lugar en sus hogares a los útiles consejos de El pequeño doctor. En los últimos años, no solo ha habido nuevas ediciones, sino que ha aumentado también el volumen del texto. Se ofrecen ahora a los lectores nuevas experiencias y conocimientos científicos que sirvan de ayuda tanto en los días de salud como en los de enfermedad.
Esperamos que esta nueva edición sea acogida por muchos miles de familias y que pueda servirles de leal consejero en los temas de salud de la vida diaria.
Por su parte, El pequeño doctor no quisiera dejar de agradecer a todos cuantos han contribuido a su difusión, valorándolo positivamente y recomendándolo, agradecimiento al que nos unimos cordialmente.
Feusisberg, verano de 1991
Alfred Vogel y familia
En tu casa vive un pequeño doctor
¿Cuál es la misión de El pequeño doctor en tu casa? Simplemente, cumplir una sencilla, pero importante función: darte a conocer los posibles remedios que pueden encontrarse en tu casa y alrededores. Acude a los consejos que puede proporcionarte El pequeño doctor con lo que está a tu alcance y comprueba si es suficiente para ayudarte cuando surja de repente un problema de salud o cuando una dolencia persistente no llegue a desaparecer.
No sé si vives en una hermosa aldea o en una pequeña ciudad. Ignoro si debes contentarte con vivir en medio de una gran urbe o si has elegido la soledad de la naturaleza y habitas en una casa de campo alejada de cualquier aldea, pueblo o ciudad. Quizás te hayas establecido en un país lejano donde las medidas de las distancias son distintas. Tal vez tienes una granja y tu hogar se halla aislado y distante de tus vecinos. Si eres un guardia forestal, seguramente vivirás en una casa solitaria en el bosque o, si eres montañero, probablemente habitarás en un refugio de montaña expuesto a la intemperie.
Seas quien seas, y donde quiera que te encuentres, no quedarás desvalido si en los momentos de apuro dejas que te aconseje El pequeño doctor, hasta que pueda acudir el «gran doctor» con ayuda adicional. Muchas veces esa primera ayuda en momentos de emergencia será suficiente, pues si acudimos al remedio adecuado, aun en casos agudos, a menudo podremos obtener resultados buenos y duraderos.
Quizá tu familia y tú os sintáis bien de salud y creáis que ningún mal pueda sobreveniros. Ciertamente, muchas veces es así y uno puede dedicarse al día a día de su profesión y a sus diversas obligaciones sin que molestia alguna interrumpa el ritmo normal de vida; hasta que, de repente, un pequeño descuido, un contratiempo, un accidente, la irrupción de una epidemia o un resfriado pueden perturbar tu vida cotidiana. En esos momentos será una alegría para ti conseguir la ayuda que necesitas.
¿Quién podrá ofrecerte entonces una ayuda segura, rápida y eficaz? Según donde estés viviendo y el modo como te hayas instalado, tu botiquín será voluminoso o reducido; puede extenderse de la cocina a la despensa y, de esta, al sótano. Incluso en el desván es posible que conserves tal o cual cosa que te pueda ser útil. Si posees un jardín, encontrarás también en él muchas cosas útiles y, si vives en una zona rural, el campo, el bosque y la campiña te podrán ofrecer una ayuda todavía mejor. En cambio, quienes vivan en la ciudad, al encontrarse en una situación menos favorable, deberán mantener los ojos bien abiertos durante sus paseos campestres para poder obtener algún remedio que les pueda ser de utilidad en algún momento.
Si de lo que dispones en tu hogar no es suficiente, existen innumerables plantas medicinales que puedan ayudarte ante afecciones leves o proporcionarte un buen remedio preventivo. Los inagotables remedios que se ocultan en bosques, campos, prados o en las riberas de los ríos pueden ayudarte con tal prontitud que El pequeño doctor podría convertirse en un gran doctor si pudiera disponer de todos los tesoros y consejos prácticos que se encuentran, en abundancia, en el jardín de la naturaleza.
Ante todo, te muestra qué farmacia tan particular puedes encontrar entre las provisiones de tu hogar. Vas a sorprenderte cuando veas que más de un simple alimento puede convertirse en un remedio eficaz en el momento oportuno. Harina, azúcar, agua, aceite, sal, huevos, requesón, patatas, zanahorias, coles, rábanos, cebollas, ajos, rábanos picantes, perejil, ortigas, acedera, ceniza de madera y otras cosas más pueden formar parte de tu botiquín casero.
Acepta, pues, gustosamente a El pequeño doctor, pues te va a revelar los múltiples secretos que se hallan disponibles en tu casa y que van a ayudarte si los utilizas correctamente.
Puede ser que muchas aplicaciones y consejos te parezcan algo confusos y variopintos al principio, pero dejarán de serlo tan pronto como tengas que buscar una solución ante algún caso concreto. Para que puedas orientarte mejor y encontrar de forma rápida aquello que necesitas, deberás consultar el índice alfabético, al final del libro.
A continuación, un pequeño anticipo te va a animar a considerar a El pequeño doctor como un valioso consejero.
Primera parte
Algunos ejemplos
«¿Podemos realmente confiar en ti? ¿Son suficientes estos ejemplos de muestra como para consultarte más a fondo?». «Naturalmente –responde “El pequeño doctor”–. ¡Inténtalo y lo verás!».
Quemaduras
En el caso de que tus manos, brazos o piernas sufran quemaduras o se escalden, sumerge enseguida en agua fría las partes enrojecidas afectadas. Si las quemaduras afectan otras partes de tu cuerpo, aplica en ellas compresas de agua fría. Cubre las zonas quemadas con vendajes. Si las superficies quemadas son amplias, cúbrelas con paños limpios de lino hasta recibir el tratamiento médico adecuado. Para evitar posibles infecciones, en ningún caso revientes o abras las ampollas producidas. En el caso de quemaduras de tercer grado, es imprescindible un rápido tratamiento médico para evitar complicaciones. Las aplicaciones locales de un buen aceite de hipérico constituyen un excelente remedio para las quemaduras leves.
Heridas
Puedes tratar con éxito, mediante un método sencillo y eficaz, las heridas leves ocasionadas por rasguños o heridas pequeñas difíciles de cicatrizar. El mejor remedio para limpiarlas es el suero láctico concentrado. Posteriormente, espolvoréalas con calcio biológico en polvo y aplica encima requesón durante dos noches seguidas. Si no dispones de requesón, puedes poner granos de trigo blandos o un poco de salvado en remojo con leche cruda. Los granos de trigo se machacan con la picadora y se colocan sobre la herida. De esta forma, la herida queda lavada y limpia. Dos días más tarde, después de espolvorearla otra vez con un preparado de ortiga y calcio, aplica encima hojas machacadas de col rizada. Las cataplasmas de hojas de col funcionan mejor que muchos remedios modernos. Incluso cuando las piernas aparecen amoratadas o fuertemente afectadas por estancamientos de sangre y han fallado otros tratamientos, se debería tener la paciencia necesaria para ir aplicando con regularidad hojas de col machacadas, durante semanas o meses si fuera necesario, ya que producen alivio aun en casos difíciles y, no pocas veces, se consigue una verdadera curación.
Inflamación de los ojos