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El Códice mendocino: nuevas perspectivas
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El Códice mendocino: nuevas perspectivas

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En el mismo texto de la Relación de Michoacán, Alcalá hace mención del deseo que los unió a él y al virrey por escribir una historia de la gente de Michoacán. Este capítulo de la historia de Mendoza, que ilustra su interés por la historia y en particular por escribirla, cobra vida en la citada carta que el virrey envía a su hermano Diego y que luego publica el cronista Fernández de Oviedo ([1532] 1959, 4:117–18):

La relaçion de las cosas desta tierra yo he procurado de sabello muy particularmente, é hallo diverssas opinions; porque como avia muchos señores en cada provinçia, cuentan las cosas de su manera. Yo las ando recogiendo é verificando, y hecho, os lo enviaré; porque me paresçe que seria cosa muy vergonçosa que os enviase yo relaçion y que me alegasedes por auctor dello, no siendo muy verdadera. Y de aquí no es tan poco que no podays hacer libro dello, é no será pequeño; porque aunque Monteçuma é México es lo que entre nosotros ha sonado, no era menor señor el Caçonçi de Mechuacan, y otros que no reconosçian al uno ni al otro.

Textos como este iluminan el lado intelectual de Mendoza, el entendimiento que tenían de él tanto sus contemporáneos como escritores de los siguientes dos siglos, y permiten entender el rol político que textos como la Relación de Michoacán y posiblemente el Mendocino habrían tenido al momento de su creación. Una conexión entre el Mendocino y el virrey Mendoza habría sido deseable para la escritura de una historia autoritativa del México antiguo con matices políticos nacionalistas, como es el caso de la Storia de Clavijero.

La conexión que Clavijero construyó entre el manuscrito y el virrey ilustran no solamente el entendimiento histórico que se tenía del virrey Mendoza y de su inclinación por las actividades humanistas, sino que arroja luz sobre el momento histórico en que Clavijero estableció dicha conexión. En su ensayo “¿Qué es un autor?”, Michel Foucault explora la importancia de la atribución de responsabilidad por los textos que surge en el siglo XVIII como parte del cambio de paradigma en la escritura histórica y del entendimiento de la agencia del individuo como registrador de la historia. En este nuevo contexto no era importante una historia solamente por lo que decía sino por quién lo decía. El estatus, valor y significado de un texto era asignado de acuerdo a quien fuera su autor o quien fuera responsable por él. Así, desde el momento en que Clavijero atribuyó la responsabilidad del manuscrito a don Antonio de Mendoza, no solamente elevó el valor del manuscrito al de encargo de un virrey específico, sino que dejó de ser un objeto aislado para convertirse en parte del grupo de obras de Mendoza, reforzando la cualidad fundacional del documento.

El presente volumen

Conceptualizado como una contribución a la continua construcción de la identidad del Códice mendocino, el presente volumen está organizado en torno a tres ejes: el análisis material, la interpretación textual y estilística, y la recepción y transmisión del manuscrito. Los estudios de Barker Benfield y MOLAB abren una ventana hacia el entendimiento objetivo de la materialidad del manuscrito. El proceso de conservación y reencuadernamiento del Mendocino registrado por Barker Benfield ha disipado especulaciones en cuanto al método de construcción del manuscrito y sus posibles encuadernaciones previas, permitiendo que conexiones antes aceptadas, como la autoría de Francisco Gualpuyogualcal, sean reexaminadas. Asimismo, el análisis llevado a cabo por el equipo de MOLAB —liderado por Davide Domenici— ha sacado del ámbito de la especulación la naturaleza de los pigmentos del manuscrito, así como ha permitido que hipótesis interpretativas —previamente articuladas al respecto del significado de pigmentos específicos y lo estricto de su aplicación en el tlacuilolli— sean refinadas y contenidas. Si bien el color tiene significado para el tlacuilo, este no está directa y necesariamente ligado a su materialidad. A partir de estas observaciones se puede desarrollar una nueva generación de estudios interpretativos cuyas propuestas se basen en datos cada vez más certeros acerca de la naturaleza material del Mendocino.

Los estudios interpretativos del manuscrito que ocupan el presente volumen representan una línea de investigación que, al considerar al manuscrito desde la perspectiva compleja de la obra de arte, bibliográfica y literaria, complementa las lecturas antropológicas e históricas que se han hecho del Mendocino en estudios anteriores. Así, los ensayos de Diana Magaloni, Daniela Bleichmar y quien escribe reconsideran el número y estilo de los artistas que crearon el manuscrito para entender tanto el proceso de creación del mismo, como el lugar que este ocupa en el contexto artístico del virreinato temprano. Las decisiones que estos artistas e intelectuales toman en el Mendocino, lejos de insertarse en una relación binaria dominante-dominado, se presentan como una manifestación de los modos de pensar y ver el espacio y el tiempo en el mundo mesoamericano. Las pinturas del Mendocino —ejecutadas a manera de taller en donde uno, dos o más individuos intervienen en una misma página para crear de manera sincronizada una sola composición, tal como demuestra quien escribe— toman visos de ritualidad y funcionan como “instrumento para recrear, reactualizar y hacer coherente el devenir histórico ligado al territorio y los patrones cósmicos” (ver Capítulo 4). Esta última observación complementa y refuerza la lectura de la tercera sección del manuscrito propuesta por Joanne Harwood, para quien, independientemente de lo original de las soluciones visuales utilizadas para componer esta sección del manuscrito, su modelo prehispánico se encuentra en un género de resonancia religiosa mesoamericana: el teoamoxtli.

La tension que surge de la contraposición de modelos prehispánicos y recursos importados configuran soluciones formales por medio de las cuales los tlacuiloque se expresan dentro del vocabulario artístico expandido del virreinato temprano y se entienden mejor como respuestas a problemas esenciales al replanteamiento de la sociedad mexicana. Tal es el caso de la novedosa composición del folio 69r en donde, dominando una escena compuesta con la técnica de perspectiva de un solo punto, los artistas representaron en la sala del trono un solitario y vigilante Motecuhzoma, envuelto en su tilma turquesa pero desprovisto de su consejo de guerra. Al tlatoani se lo construye como administrador de justicia, presidiendo su consejo desde lo alto, pero ya no reina y ya no hace la guerra. Como lo muestra Mary Miller, los súbditos de México, vestidos siempre de blanco, ya no disfrutan de la riqueza cromática de antaño, sino que parecerían estar vestidos para su bautismo y por lo tanto para su transición a este nuevo mundo en donde el individuo deja de ser visualizado en un orden jerárquico para ser homogenizado por la palabra “indio”.

Los ensayos de Barbara Mundy y Claudia Brittenham resaltan elementos más profundos de la construcción del Mendocino. Enfocada en la idea del altépetl —la unidad tradicional de ordenamiento social, político y cartográfico de Mesoamérica—; Mundy reflexiona sobre la naturaleza misma de este, lo presenta como el sujeto de la narrativa del Mendocino y discute el rol de los descendientes de la dinastía reinante Tenochca en el patronazgo artístico de México durante las primeras cuatro décadas del virreinato. Brittenham discute las relaciones sociales, económicas y rituales de este altépetl, incrementalmente dominante del paisaje mesoamericano a lo largo de los dos siglos que precedieron a la invasión española. Enfocada en lo importante de las omisiones evidenciables en la segunda parte del Mendocino, Brittenham explora la dimensión retórica de la representación del tributo dentro de un contexto de performatividad que trasciende la binaridad prehispánico-colonial, en donde la presentación de un manuscrito a un gobernante “fue un protocolo fácilmente aceptado por la nobleza indígena, quienes apreciaron las sutilezas políticas que el gesto permitía” (ver Capítulo 7).

De manera similar a lo discutido por Brittenham y Mundy, la permanencia velada de tradiciones, modos de expresión, nociones de comunicación que trascienden lo explicitado por la imagen o la palabra es el contexto en que Frances F. Berdan discute la escritura glífica mexica en cuanto al Mendocino. No es este solamente un documento con carga política reivindicatoria en el mundo del virreinato temprano —como ha sugerido quien escribe— sino que, en su entretejido pictográfico, se evidencian relaciones culturales y políticas del mundo prehispánico mexica-huasteca-mixteca, en donde el dominio se expresa tanto por medio de la representación de la conquista como por medio de la traducción y apropiación de nombres geográficos de los territorios conquistados. Es el Mendocino un documento colonial de más de una forma. Es colonial en su contexto inmediato —en el mundo de las décadas de 1540 y 1550— pero también es un documento del colonialismo mexica, cuyos gestos y recursos parecerían hacerse eco. Tamapachco, “lugar de las palmas” en Huasteca, por medio de la adaptación pictográfica nahua se convierte en el “lugar de las conchas”, desvirtuando la especificidad ancestral de su nombre. De manera similar, Tenochtitlan se fonetiza y se distorsiona en la lengua española del XVI para hacerse Temistitan, en el peor de los casos, e incluso cuando su nombre se alfabetiza correctamente pierde no solo su equivalencia semántica, sino su especificidad cultural, histórica y ritual. El Tenochtitlan donde se produce el Mendocino es al mismo tiempo el altépetl que reclama para sí el ombligo del mundo, el lugar en donde, como muestra Diana Magaloni, se encarnan nociones de centralidad cósmica tan antiguas como el Olmeca del formativo medio, y la ciudad colonial en donde el cabildo indígena, gobernado por la élite sobreviviente tenochca, lucha para mantener su espacio e influencia. El doble eje texto-imagen de la historia tripartita del Mendocino negocia esta complejidad y articula una narrativa que trasciende el periodo entre 1325 y 1521, e inserta de manera inteligible al mundo mexica en el contexto multicultural del virreinato temprano.

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1 En el capítulo 2 de este volumen, basados en análisis de pigmentos y otra evidencia material, Davide Domenici y el equipo de MOLAB sugieren un rango de fechas entre 1530 y 1560, pero con especial énfasis en el periodo alrededor de 1550 debido a la presencia del pigmento oropimento, el cual aparece en manuscritos mexicanos alrededor de esa época. Asimismo, basada en una lectura del contexto político de la Nueva España durante la década de 1540, Barbara Mundy sugiere que el Mendocino fue creado alrededor de 1547, como parte de la estrategia de la familia Huanitzin de afianzarse al poder como descendientes legítimos de Motecuhzoma. Mi análisis de las prioridades narrativas del Mendocino sugiere que el manuscrito se inserta dentro del contexto de la defensa de los pueblos indígenas de las Américas promovida por Bartolomé de las Casas entre 1547 y 1552.

2 En el capítulo 7 de este volumen, Claudia Brittenham propone no pensar en los objetos de la segunda sección del Mendocino como elementos de tributo sino como unidades de impuesto. Asimismo, Brittenham sugiere que esta sección pudo haber ido más allá de lo informativo, resaltando el valor del manuscrito mismo como objeto de sujeción simbólico.

3 Ver los capítulos de Mary Miller, Gómez Tejada y Brittenham en este volumen.

4 Estos tres manuscritos forman parte del estudio sobre pigmentos que MOLAB llevó a cabo en bibliotecas europeas entre 2012 y el presente, y cuyos resultados han sido presentados en Jansen, Lladó-Buisán y Snijders (2018).

5 “La colección de Mendoza. Así se llama la colección de 63 pinturas mandada hacer por el primer virrei de Megico D. Antonio de Mendoza, a las que también mandó hacer sus respectivas esplicaciones en lengua Megicana y Española, para enviarlas al emperador Carlos V” (Clavijero 1964, 51).

6 Entre 1829 y 1835 se promulgaron varios proyectos de ley en el Parlamento del Reino Unido que emanciparon a los pueblos católicos (1829), africanos (1834) y judíos (1835) del Imperio.

7 Independizado del Imperio español en 1821, México se convirtió en aquel de Agustín de Iturbide. En 1823, la ejecución del emperador dio paso a la primera presidencia encabezada por Guadalupe Victoria. La década de 1830 vio las múltiples apariciones del general Santa Ana, bajo cuya tenencia México perdió Texas tras una vergonzosa derrota. Durante los cuarentas y cincuentas, México sostuvo hostilidades con los Estados Unidos, una vez más bajo el fallido liderazgo del general Santa Ana, perdiéndose ahora Nuevo México y Arizona. En 1862, el imperio de Maximiliano I de Habsburgo se implantaba en México para durar un corto lustro. La breve reinstauración de la democracia bajo Juárez dio paso al golpe de Estado de Porfirio Díaz en 1876, sumiendo a México en una dictadura que duró los siguientes treinta años. Tras un último intento de afianzarse en el poder, las elecciones convocadas por Díaz en 1910 iniciaron la revolución mexicana, teniendo como consecuencia el exilio del dictador octogenario y, tras varias guerras civiles y golpes de Estado durante las décadas de 1920 y 1930, México vio el surgimiento de un Estado autoritario.

8 “En el catálogo de los municipios de la república hay muchos nombres, tan estropeados en su ortografía, que difícilmente puede reconocerse en ellos su origen y significación” (Peñafiel 1885, 5).

9 “Paso y Troncoso marchó a España en 1892 para representar a México en la celebración del cuarto centenario y quedó comisionado como director del museo revisar los Archivos y Bibliotecas de Europa, todos los códices, manuscritos e impresos raros relativos a México que allá existen y emprender su descifración paleográfica y su publicación metódica. Los 34 bultos que dejó Paso y Troncoso pesan ocho mil setecientos ochenta y dos kilos y quedaron todos a disposición del gobierno mexicano. [E]l legado del ilustre desaparecido es en extremo valioso, tanto por su valor intelectual, como por su valor material, pues importa muchos miles de pesos por lo que ha costado imprimir algunos de ellos y por las fuertes sumas que en tantos años recibió el señor Troncoso” (Paso y Troncoso 1988, f. 150–151).

10 Para Robertson ([1959] 1994, 82–106), la primera etapa de la escuela comprende el periodo entre 1519 y 1541 y trata de manuscritos que mantienen elementos asociados por la investigación contemporánea con las tradiciones anteriores a la conquista, como el formato de plegado. La segunda etapa comprende el periodo entre 1541 y 1601 y, como se menciona en el texto, contiene manuscritos realizados por artistas indígenas, pero que revelan rasgos asociados al proceso de aculturación de las tradiciones y técnicas españolas.

11 Nicholson y otros investigadores han señalado que esta referencia al oro puede indicar el precio al que Hakluyt adquirió el Mendocino. Sin embargo, desde mediados de 1587 en adelante las tensiones y agresiones entre España e Inglaterra, que dieron lugar al intento de invadir Inglaterra en 1588, aumentaron constantemente. Dada la posición del clérigo inglés como un observador cercano de las acciones de Sir Edward Stafford, de quien se sospechaba vendía información a los españoles, no se puede descartar que dicha inscripción pudiera haber sido concebida como un código o relacionada con la necesidad de comunicación imperiosa con Inglaterra.

12 Richard Hakluyt (1850) regresó a Inglaterra en 1588 escoltando a Lady Stafford, la esposa del embajador inglés en Francia; es decir, cuatro años antes de la muerte de Thevet.

13 En André Thevet’s North America, Schlesinger y Stabler (1986) discuten ampliamente los problemas que el uso liberal del material por parte de André Thevet y la falta de fiabilidad de sus testimonios plantean a la investigación moderna. De hecho, como afirman los autores antes mencionados, la reputación de Thevet como investigador descuidado no es un fenómeno moderno. Tanto Jean de Lery como François de Belleforest atacaron la obra de Thevet por su falta de fiabilidad. Incluso Richard Hakluyt (1625, xxiii), que visitó a Thevet en París en 1586-87 y de quien recibió el Códice mendocino, calificó la Cosmographie de Thevet como “wearie volumes bearing the titles of universall Cosmographie which some men that I could name have published as their owne, beyng in deed most untruly and unprofitablie ramassed and hurled together”.

14 Lestringant (1991, 20–21) ha señalado la importancia de la Cosmographie de Levant para la carrera de Thevet, ya que fue gracias a la dedicación de esta obra a François III de la Rochefoucault que el geógrafo fue admitido en la corte francesa en 1559.

15 Ese mismo año Hakluyt ([1584] 1877) presentó a la Reina Isabel su tratado A Discourse on Western Planting, un documento secreto a ser leído solo por la reina, Walsingham y un par de oficiales de alto rango de la corte (Scammell 2016). En esta obra, Hakluyt “outlined a new approach to colonial expansion, unlike that of the Spanish. Instead of concentrating on the conquest of indigenous peoples and the commandeering and feudal administration of their wealth and land, as in the Spanish approach, Hakluyt proposed exporting the discontented and underemployed of England to new and relatively empty lands, with their abundance of raw materials. The colonists would harvest these resources, which would feed the growing manufacturing capability of England” (Helfers 1997, 160–86).

16 En el Gobierno del Perú de Juan de Matienzo ([1567] 1967, 207), el autor exalta las cualidades de estadista de Mendoza y lo eleva a la posición de arquetipo para los virreyes españoles. Asimismo, en la dedicatoria de la Relación de Michoacán, Fray Jerónimo de Alcalá ([1540] 1980, 5–6) se refiere a Mendoza en términos elevados que evocan el lenguaje reservado a los monarcas, en particular la idea de que Mendoza había sido “elegido por Dios” para gobernar a los pueblos de la Nueva España. Obras contemporáneas como La Utopía mexicana del Siglo XVI, de Guillermo Tovar de Teresa (1992), leen la labor de Mendoza a través de la lente de un estadista que creaba un virreinato basado en un ejercicio de reflexión filosófica e histórica y que no solo respondía a necesidades prácticas de efecto inmediato.

17 Hay muchas ediciones, en algunas se ofrece el título completo en otras no, pero podemos ver la edición mexicana de 1844 de Joaquín de Mora que presenta esta traducción de la palabra.

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