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El Códice mendocino: nuevas perspectivas
En 1925, Jesús Galindo y Villa publica el primer facsímil moderno del Mendocino. Creada a partir de las fotografías que había encargado Francisco del Paso y Troncoso —también director del Museo Nacional de México— esta edición formaba parte del proyecto de recuperación documental que Paso y Troncoso había iniciado en 1893, con el patrocinio de Porfirio Díaz por ser considerada “de valor público”.9 En la preeminencia de la que goza el Mendocino en la obra de Orozco y Berra como documento inaugural de una publicación serial académica, en el rol que cumple en la de Peñafiel como instrumento y vehículo para la reconstrucción de la geografía política y económica de la nación moderna a partir de un modelo geográfico prehispánico, y en el protagonismo que le da Galindo y Villa como una obra de valor para el gobierno mexicano inclusive después del porfiriato, vemos al Mendocino en la primera línea del proyecto nacionalista mexicano del XIX e inicios del XX.
Una nueva etapa de estudios de corte historicista, cuya agenda era fundamentar la historia del Mendocino en evidencia material y documental, inicia con el facsímil del Mendocino publicado por James Cooper Clark en 1938. En este, Cooper Clark se enfoca en dos áreas principales. Primero, en la materialidad del manuscrito; segundo, en la identificación de un posible autor para sus textos. Para su análisis del papel del Mendocino, Cooper Clark (1938) se apoya en el catálogo de Briquet de 1909. La evidencia encontrada permitió, desde ese momento, datar el manuscrito de manera segura a mediados del siglo XVI, dándole una primera ancla histórica basada en soporte material. Asimismo, su análisis de los pigmentos del Mendocino —basado en un listado de pigmentos nativos contenidos en el Libro 11 del Códice florentino de Sahagún ([1578] 1979)— constituyó el primer estudio del manuscrito como producto del ingenio artístico indígena. Por lo demás, Clark se basa en la interpretación de un gesto caligráfico, aquel con que el autor de los textos del manuscrito cierra su obra en el folio 71v, para la identificación de un posible autor para los textos del Mendocino. De acuerdo a Clark, el mencionado gesto era una letra “J” que como tal identifica a Martín Jacobita —uno de los colaboradores de Sahagún en Tlatelolco— como posible autor de los textos del manuscrito.
El mismo año dos académicos mexicanos publicaron estudios que, al igual que Clark, se enfocaron en la autoría tanto de los textos como de las pinturas del Mendocino. Primero vino aquel de Silvio Zavala (1938), quien a partir de una carta enviada por el encomendero Jerónimo López al virrey Antonio de Mendoza en 1547 —previamente publicada por Francisco Fernández del Castillo en 1927— identificó al tlacuilo Francisco Gualpuyogualcal como autor de las pinturas del Mendocino. La aparente conexión que surgió entre el manuscrito y el virrey en este estudio brindó apoyo a lo que antes era una hipótesis sin fundamento documental. Esta, sin embargo, ha sido ya cuestionada, inicialmente por Nicholson en 1992 y luego por quien escribe en 2012 con base a evidencia física y contextual. El texto al que Zavala (1938, 59) hizo referencia para conectar el manuscrito con el virrey y mencionar tanto su contribución como consecuencias para la construcción de la historia del Mendocino reza así:
Puede haber seis años poco más o menos que entrando un día en casa de un indio que se decía Francisco Gualpuyogualcal maestro de los pintores vide en su poder un libro con cubiertas de pergamino e preguntándole qué era, en secreto me lo mostró e me dijo que lo hacía por mandato de Vuestra Señoría, en el cual había de poner toda la tierra desde la fundación desta cibdad de México y los señores que la oviesen gobernado e señoredo hasta la venida de los españoles y las batallas y reencuentros que ovieron y la toma desta gran cibdad y todas las provincias que señoreó y lo a ellas sujeto y el repartymiento que destos pueblos e provincias se hizo por Motecuhzoma en los señores principales desta cibdad y del feudo que le daban cada uno de los encomendados de los tributos de los pueblos que tenia y la traza que llevó en el dicho repartimiento e cómo trazó los pueblos e provincias para ello y de aquí vinieron estos servicios personales e domésticos y no fué cosa que los españoles nuevamente pusieron y suscesive a esto el repartimiento que el Marqués del Valle hizo de los dichos pueblos e provincias e los que demás gobernaron.
Es evidente que el manuscrito referido no comparte en varios elementos con el Mendocino. Sabemos, a partir de los estudios que Bruce Barker-Benfield ha llevado a cabo sobre el papel y la encuadernación del manuscrito y que ocupan el capítulo 3 de este volumen (2020, 56) que el manuscrito muestra evidencia de no haber sido empastado sino hasta el siglo XVII. Asimismo, los contenidos del manuscrito descrito por López —como las batallas entre españoles y mexicas, las trazas (planificación) de pueblos y provincias, o el repartimiento de estas y sus contribuciones a la nobleza tenochca— no reflejan aquellos del Mendocino. Finalmente, si bien sabemos por medio de varias fuentes —como las cartas que Mendoza envía a su hermano don Diego y que son publicadas por Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia natural y general de las Indias— que el virrey Mendoza deseaba compilar información sobre Nueva España, estas mismas fuentes indicarían que el virrey no estaba simplemente encargando textos para enviarlos a España, sino que esperaba ser el autor de algo cuyo alcance y envergadura serían más amplios de lo que ofrece el Mendocino. Fernández de Oviedo ([1532] 1959) cita el tema de la historia de México a partir de escritos de Mendoza en dos ocasiones:
Escribe el dicho [virrey Mendoza] á don Diego, su hermano, que la fundaçion de Temistitan fué desta manera: Que vino de la parte del Norte háçia la provinçia de Panuco un capitan que llamaban Orchilobos, con quatrocientos hombres bien ordenados á su modo, con armas de plata é oro, estando los de México en Guerra con los de Tascala, é que se metió á ayudar á los de México en la Guerra, los quales por su industria y esfuerço fueron vençedores; é que viendo el lugar aparejado en una laguna que allí era, la qual tenia una estrecha entrada de peñas, que yba á una isleta ó roca de peña que estaba quassi isla enmedio de la laguna, començó á habitar con su gente, é hiço una pequeña torre de piedra, que despues quedó por templo mayor de Orchilobos consagrado á su nombre: en la qual se recogia, é de allí poco á poo fué mandando é sojuzgando los veçinos hasta haçerse señor de México; y en las provinçias comarcanas fué allegando assi pobladores hasta que la habitaçion cresçió en forma de cibdad. (4:103-4)
... Quanto á lo que, señor, deçis que os enviaron de Veneçia una relaçion, que yo envie á Su Magestad de algunas cosas de las desta tierra, é que entrellas deçia venir los mexicanos de la parte del Perú, es verdad que yo he escripto algunas cosas que me paresçian de notar; mas no esta, porque tengo la opinion contraria, porque para mí ellos vinieron de la parte del Norte, é assi lo diçen é se muestra en edefiçios antiguos, y en nombres de lugares por donde vinieron. ... La relaçion de las cosas desta tierra yo he procurado de sabello muy particularmente, é hallo diverssas opinions; porque como avia muchos señores en cada provinçia, cuentan las cosas de su manera. Yo las ando recogiendo é verificando, y hecho, os lo enviaré; porque me paresçe que seria cosa muy vergonçosa que os enviase yo relaçion y que me alegasedes por auctor dello, no siendo muy verdadera. Y de aquí no es tan poco que no podays hacer libro dello, é no será pequeño; porque aunque Monteçuma é México es lo que entre nosotros ha sonado, no era menor señor el Caçonçi de Mechuacan, y otros que no reconosçian al uno ni al otro. (4:117-18)
En ninguno de estos textos del virrey Mendoza parecería haber evidencia de que el manuscrito que conocemos como Códice mendocino fuera el primer reporte enviado al emperador y su hermano (la narrativa del ascenso de Huitzilopochtli) o el segundo reporte prometido, cuyo alcance va mucho más allá de aquel del Mendocino (en particular acerca del tema de Quetzalcoatl). Asimismo, la historia de la fundación de Tenochtitlan del primer reporte difiere notablemente de aquella del Mendocino. Mientras que en la carta a Diego de Mendoza el tema de Huitzilopochtli es central, en el Mendocino este es apenas tangencial. El segundo reporte parecería haber sido informado por la Relación de Michoacán, que el virrey Mendoza encargó en 1539-1540, reduciendo el contenido del Mendocino a un capítulo de una historia más amplia sobre los pueblos de Nueva España.
De manera paralela a los estudios que buscaban ratificar la conexión entre el manuscrito y el virrey, un grupo de académicos continuaba con su investigación sobre los posibles autores del texto del Mendocino. Así, basado también en una referencia del Códice florentino de Sahagún acerca de los años y duración de los reinos de los señores de México, en 1938 Wigberto Jiménez Moreno (citado en Nicholson 1992, 2) sugería que el sacerdote Juan González era el autor de los textos del Mendocino. Siguiendo un proceso de análisis caligráfico como el de Clark, en 1941 Federico Gómez de Orozco (1941) ratificaba la hipótesis de Jiménez Moreno al identificar el último rasgo del folio 71v como una “G”. Finalmente, en 1963, Woodrow Borah y Sherburne Cook (1963, 31) identificaban el mencionado rasgo con la letra “Q”, añadiendo notablemente a la complejidad de lo que ya por varias décadas se había convertido en una cacería del autor de los textos del Mendocino.
Veintiún años después del estudio de Cooper Clark, volvió el interés sobre el Mendocino como objeto del ingenio artístico mexica. En Mexican Manuscript Painting of the Early Colonial Period, publicado en 1959, Donald Robertson construyó un contexto artístico similar al de la modernidad temprana europea para la clasificación de los manuscritos prehispánicos y coloniales que habían sobrevivido hasta el siglo XX. Robertson los dividió de acuerdo a escuelas y estilos que incorporaban en mayor o menor grado elementos identificables con las áreas metropolitanas del México prehispánico o con la influencia artística europea. El espacio en donde Robertson ([1959] 1994, 95–106) ubicó el Mendocino fue el de manuscrito inicial de lo que denominó la “segunda etapa de la escuela de México Tenochtitlan”, debido a la presencia de elementos de estilo y formato que consideró periféricos, como la sustitución del formato tradicional de biombo a favor del códice o el uso de papel europeo en lugar de amatl.10
En 1992, después de lo que fueron estudios enfocados en elementos particulares del Mendocino o su contextualización dentro del corpus de manuscritos mexicanos, fue publicado el siguiente gran estudio facsimilar del códice. Este es el fruto del trabajo de las antropólogas Frances Berdan y Patricia Anawalt, quienes rescataron lo que era un proyecto abandonado por la editorial de la Universidad de Nuevo México en 1986 y es hasta el día de hoy, el más influyente de los estudios del Mendocino por su envergadura, alcance y profundidad. En este encontramos el último de los grandes resúmenes históricos y documentales del Mendocino. A cargo de H. B. Nicholson, este no solo buscó contextualizar los ensayos que formaron parte del proyecto de 1992, sino que ofreció reflexiones iniciales acerca del lugar del Mendocino en la bibliografía de Thevet y otros estudiosos de los siglos XVII y XVIII, sacando a la luz, por primera vez, referencias hechas por Thevet mismo acerca de manuscritos mexicanos y permitiendo que las certezas que se mantenían hasta ese momento, acerca de la identidad e itinerarios del Mendocino, fueran cuestionadas.
El agregado de estudios sobre el Mendocino desde 1625 hasta el presente define un hilo conductor para las preocupaciones que distintas generaciones de estudiosos han tenido sobre el Mendocino, reflejando efectivamente los temas centrales de sus mismos ensayos: desde las reproducciones con fines utilitarios, los estudios documentales de tendencia positivista, hasta los ensayos de corte fenomenológico. En conjunto, estos han permitido que proyectos como el presente surjan y enfatizan la inestabilidad esencial del estudio histórico y aquella del objeto estudiado. Dos de estos elementos de la construcción de la historia del Mendocino que, a pesar de las numerosas ocasiones en que ha sido estudiado, continúan aportando a la discusión sobre la identidad y el propósito del manuscrito son el itinerario del Mendocino entre México y su primer dueño conocido, André Thevet, y el momento en que Francisco Clavijero lo identifica con el virrey Antonio de Mendoza. Lo complejo, invariablemente especulativo e importante de estos capítulos de la construcción de la historia del manuscrito piden que los abordemos en apartados que ofrezco bajo estas líneas.
El problema del itinerario del Códice mendocino para la construcción de su historia
El Códice mendocino es el manuscrito mexicano que ha recibido más atención a lo largo de los últimos cuatro siglos, habiendo sido reproducido y estudiado constantemente desde 1625 hasta la actualidad. Pero, pese a las múltiples teorías que se han ofrecido, la forma en que inició esta historia es todavía un tema de debate. La hipótesis más conocida y aceptada desde el siglo XVII apunta que el manuscrito, una vez que partió de Nueva España, fue robado por corsarios franceses durante el cruce del Atlántico para luego dirigirse a Francia, donde Thevet lo adquirió en 1553. Este hecho sería sustanciado por las firmas y fechas con que el geógrafo francés marcó el manuscrito en su pasta superior, y en los folios 1r, 2r, 70v y 71v. Una hipótesis paralela, ofrecida por Nicholson en 1992 y luego descartada por él mismo en la medida que no fue profundizada, apunta que el manuscrito pudo llegar a Thevet por vía de la reina Isabel de Valois (1545-1568), tercera esposa de Felipe II de España (1527-1598) e hija de Enrique II de Francia (1519-1559). Ambas hipótesis son problemáticas pues imponen la carga de la especulación en proporciones abrumadoras para el más laxo de los historiadores.
La primera de estas hipótesis que, como decíamos, se ha convertido en parte de la tradición histórica del manuscrito, se halla por primera vez en la obra de Samuel Purchas (1625, 3:1065-1066), quien presentaba el Mendocino en el contexto de su enciclopedia de exploración Hakluytus Posthumus: or, Purchas His Pilgrimes, presentada en 1625 de la siguiente manera:
Reader, I here present unto thee the choicest of my Jewels. … Such an one we here present, a present thought fit for him whom the senders esteemed the greatest of Princes, and yet now presented to thy hands before it could arrive in his presence. For the Spanish Governour having with some difficultie (as the Spanish preface imports) obtained the Booke of the Indians with mexican interpretations of the Pictures (but ten daies before the departre of the Ships) committed to the same to one skillful in the mexican language to be interpreted … this Historie thus written, sent to Charles the fifth Emperour, was together with the Shippe that carried it taken by Frenchmen of war, from whom Andrew Thevet, the French King”s Geographer, obtained the same: after whose death Master Hakluyt (then Chaplaine to the English Embassadour in France) bought the same for 20. French crownes”.11
Casi cuatro siglos después de que el Mendocino saliera a la luz del público gracias a Purchas, es posible apreciar las imprecisiones y construcciones anecdóticas sobre las cuales se ha construido su historia. Pero más relevante aun e independientemente de la importancia que ha tenido para el Mendocino, el texto de Purchas nos ayuda a ilustrar de mejor manera sus prioridades narrativas y el contexto en el que operaba como compilador de material geográfico y de exploración.
En su presente forma, el Mendocino no tiene un prefacio ni tampoco pudo Hakluyt haberlo adquirido después de la muerte de Thevet, ya que Hakluyt regresó a Inglaterra en 1588 mientras que el francés murió en 1592, lo cual imposibilita dar credibilidad a las afirmaciones de Purchas.12 De la misma manera, al referirse al manuscrito como the choisest of my jewels (la más importante entre mis joyas) y al convertirlo en un presente del virrey para el emperador, pese a la ausencia de cualquier tipo de evidencia —ya sea directa, en el manuscrito mismo o indirecta, por medio de cualquier referencia previamente hecha ya fuera por Hakluyt o Thevet— Purchas eleva el valor del Mendocino tanto como objeto como fuente de información. Tampoco fue el Mendocino un documento que hubiera sido obtenido con dificultad “de los indios”. Por medio de un cuidadoso análisis del proceso de construcción del manuscrito, he mostrado que este fue hecho por medio de un proceso colaborativo entre artistas mexicanos y un intérprete, probablemente español (Gómez Tejada 2012; este volumen Capítulo 5). Además, las prioridades narrativas del manuscrito muestran que más allá de ser una curiosidad exótica o un documento de corte informativo, quienes participaron de la fabricación del Mendocino lo concibieron como un documento con una carga política e ideológica importante que demostraba, por medio de pinturas y textos cuidadosamente compuestos, la naturaleza justa y civilizada del mundo mexica (Gómez Tejada 2018). Es también notable que la separación cronológica y geográfica entre Thevet y Purchas, así como el hecho de que no fue sino después de la muerte de Hakluyt que Purchas adquirió sus papeles —dentro de los cuales se hallaba el Mendocino— incrementan los problemas para dar credibilidad a la narrativa de Purchas.
Dicho esto, es importante anotar el valor de un manuscrito como el Mendocino para el corpus de Purchas, quien se dedicó a popularizar el género de la literatura de exploración y por lo cual se ha venido a conocer como el “viajero de sillón”. Autor prolífico y un proponente exitoso de la colonización de las Américas, Purchas ha sido caracterizado de dos maneras. Varios estudiosos de corte más historicista lo han valorado como un escritor irresponsable y descuidado, propenso a usar la licencia literaria para embellecer sus narrativas, según fuera conveniente, con el propósito de resaltar elementos específicos de estas (Pennington 1997). Como contraparte a esta idea, autores como James Helfers (1997, 160–86) han llamado la atención al hecho de que para Purchas la exploración era, como los títulos de sus obras lo sugieren, una actividad más cercana a la experiencia religiosa que a una secular. Al explorar, Purchas peregrinaba y al hacerlo develaba la obra divina. Descubrir por medio de la exploración era equivalente a conocer a Dios. Es precisamente en estos términos que Purchas (1625, xxxix) se refiere a sus Pilgrimes:
El objeto de esta obra son las cosas naturales, o sea las cosas creadas por Dios, preservadas y dispuestas por la Providencia que su bondad y poder han creado y dispersado in las diversas partes de mundo como si fueran muchos miembros de este gran cuerpo.
En este contexto, la narrativa de descubrimiento no necesita ser limitada por aquello que se considera factual, sino más bien dirigida hacia la visualización de lo transcendental. Desde la perspectiva del protestantismo, esta se convierte en una metáfora más para el crecimiento personal que una guía para el viaje físico. Los comentarios editoriales de Purchas, a menudo orientados a obtener una respuesta emocional de parte de sus lectores, no estaban necesariamente fundamentados en hechos reales. La presentación del Códice mendocino en la obra de Purchas puede ser una de las instancias en las que sus afirmaciones deban ser tomadas con una cantidad mínima de escepticismo para los fines de datar y establecer un itinerario para el manuscrito, sin que esto descarte su utilidad para entender las prioridades de Purchas como autor.
La segunda hipótesis que podría explicar cómo llegó el Mendocino a manos de Thevet se encuentra en un único testimonio que el geógrafo francés dejó en el manuscrito inédito intitulado Grande Insulaire et Pilotage, compuesto hacia 1588. Publicado y traducido al inglés por primera vez en 1986 por Schlessinger y Stabler, el Grande Insulaire fue usado por primera vez en asociación con el códice por H. B. Nicholson en 1992:
dos libros escritos a mano acerca de los ídolos que contenía la genealogía e historia de los reyes y grandes señores de ese país, y las pinturas de los ídolos que ellos adoraban, pintada y dibujada en dos libros, escritos a mano por un monje que vivió allá alrededor de treinta y cuatro años como Obispo de ese país … estos libros llegaron a mis manos después de haber sido presentados a la difunta reina de España, hija de Enrique II de Francia … el lector que sienta curiosidad y desee indagar el tema a profundidad deberá tener paciencia y amablemente esperar hasta que haya publicado estos libros, lo cual será pronto con la ayuda de Dios. Aun así, si su hambre de conocimiento fuera muy grande, le sugiero venir a verme y le mostraré algo que lo satisfará. (Thevet citado en Schlesinger y Stabler 1986, 218–19)
Con base a los contenidos referidos —dentro de los que están la genealogía e historia de los señores de México, pintados y escritos por un monje, y que son notablemente similares a aquellos de la primera sección del Mendocino— el pasaje parecería ofrecer una primera referencia de puño de Thevet, aunque fuera indirecta, al Códice mendocino. Sin embargo, la posibilidad de que el manuscrito hubiera llegado a Francia por vía de la reina Isabel de Valois, no deja de presentar incógnitas. Si uno acepta que Thevet de hecho adquirió el manuscrito en 1553, entonces este llegó a sus manos seis años antes de que la reina desposara a Felipe II e incluso antes de que Felipe fuera de hecho rey. Si, por el contrario, uno aceptara el pasaje del Grande Insulaire como una referencia al Mendocino basada en memorias acertadas, entonces es la fecha de 1553 la que se convierte en un problema. La clave a este problema podría yacer en la biblioteca de Thevet mismo.
No era Purchas el único geógrafo de la época que manipulara los hechos para conseguir efectos emotivos de parte de su audiencia o que tratara sus fuentes de tal manera que le ayudaran a construir un arco narrativo atractivo. Tanto durante su vida, como después, Thevet ha sido criticado por lo que a primera vista sería un comportamiento poco riguroso en su trabajo de compilador y narrador.13 La fecha que Thevet inscribió en el manuscrito no es necesariamente la fecha en que este llegó a sus manos. Frank Lestringant ha mostrado que las memorias, referencias e incluso las anotaciones bibliográficas de Thevet no pueden ser aceptadas sin cuestionarlas. En su biografía de Thevet, Lestringant ha explorado la visible imprecisión y en algunos casos la absoluta invención de hechos que plagan los escritos del francés. En efecto, Lestringant ha identificado un proceso común en la obra de Thevet al que ha denominado “ficción autobiográfica retroactiva”. Por medio de esta, Thevet manipulaba fechas y hechos para que sus propias narrativas calzaran con aquellas de otras obras publicadas o inclusive para conmemorar hechos importantes en su propia vida que fueran relevantes a una u otra obra (Lestringant 1991, 40–43). Así, cuando Thevet firma y fecha su copia de la Cosmografía universal de Sebastián Münster, inscribe la fecha de 1562 aun cuando en la misma página se puede apreciar que la obra había sido publicada en 1565 (figura). Más adelante, en la página 1337, Thevet vuelve a fechar el libro a 1558.
En el caso del Mendocino, el fechado parecería agruparlo con otros manuscritos que estarían relacionados con el interés de Thevet en el Nuevo Mundo: Les Voyages aventureux de Jean Alphonse, obra publicada por primera vez en 1558, y Le voyage & navegation, faict par les Espaignolz de Antonio Pigafetta, publicado en 1537 (Lestringant 1991, 42–43). Todos fueron fechados a 1553, agrupándolos en consecuencia. Y, si bien la fecha de publicación del último es anterior, la datación del libro de Alphonse a una previa a su propia publicación recuerda a lo hecho por Thevet con el libro de Münster. Considerando esto vis a vis la segunda hipótesis para el itinerario del Mendocino, podemos cuestionar y problematizar uno de los elementos tradicionalmente irrefutables de su historia: el hecho de que hubiera llegado a manos de Thevet en 1553.
Una última pieza de evidencia al respecto de lo problemático de la fecha de 1553 proviene del Mendocino mismo. En el reporte que escribió Bruce Barker-Benfield sobre el papel y la encuadernación del Mendocino se propone que el papel que constituye uno de los folios en los que firma Thevet proviene de la década de 1570 (ver Capítulo 3). Si bien en este folio Thevet no incluye una fecha, el gesto mismo de firmar el manuscrito una y otra vez —posiblemente en distintas décadas entre 1550 y 1570— inserta la acción en el proceso de revisión autobiográfico que identifica Lestringant, y que se ve de manera patente en la Geografía universal de Münster, con sus dos fechas de 1562 y 1558. Para entender el rol y contexto del año 1553 puede ser productivo hacer un recuento de los itinerarios de Thevet entre 1540 y 1570.