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Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas
Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas

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Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas

Язык: es
Год издания: 2019
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Los ojos de Hyakuhei titilaron rojos al sentir que uno de sus hijos lo llamaba. No le gustaba ser perturbado durante la espera de un despertar, pero uno de sus favoritos lo había solicitado. A sabiendas de que el subordinado nunca lo llamaría a menos que fuera importante, respondió a su solicitud.

Mirando una vez más al chico que había convertido, el cuerpo de Hyakuhei brilló y desapareció, dejando a Tasuki solo dentro de los confines de la habitación cerrada.

*****

Yohji podía sentir los pinchazos de dolor forzándolo a la consciencia. Dios, todo le dolía. Lentamente recordó lo que había pasado y por qué ahora se sentía tan mal. Se había topado con Kyoko y había decidido jugar con ella cuando el estúpido guardia de seguridad había aparecido.

¿Cómo alguien puede ser tan fuerte? Cuando había intentado pelear de vuelta, no había tenido oportunidad alguna. Era como si hubiese intentado ir contra una manada de lobos y ahora estaba sufriendo severamente por sus esfuerzos.


Finalmente atreviéndose a abrir los ojos, se sorprendió de ver a un chico de pie ahí… mirándolo. Parecía tener más o menos 12 años y hubiese sido etiquetado como albino si sus ojos no hubiesen sido tan negros y vacíos.

Atraído por el olor de sangre fresca, Yuuhi apareció junto al chico herido. Mirándolo de cerca, estuvo de pie tan quieto como una estatua, tocándolo brevemente con su aura antes de asentir una vez. El chico tenía la corrupción de la maldad dentro de él, pero había un aroma de pureza que colgaba de su energía negativa.

Los remanentes de energía pura parecían estar vivos con un poder que no moriría. “Inesperado…”

Mientras los ojos del muchacho herido se abrían, Yuuhi susurró suavemente. – Padre, ha tocado a la pura… su energía aún está allí, atacando su… – los colmillos del niño resplandecieron en una sonrisa de burla. – ¿Nos lo quedamos?

Los ojos de Yohji se entrecerraron ante las palabras extrañas del chico, luego miró alrededor buscando a quien quiera que fuera con quien el niño hablaba, solo para ver un hombre siniestro cubierto de negro salir de las sombras a la luz borrosa del callejón. Era alto y emitía poder de su silueta como si fuera una deidad vengadora.

Los ojos llenos de miedo de Yohji se abrieron como platos, entrelazando con ojos que eran rojo sangre y esta vez definitivamente vio colmillos. Presionó su cuerpo abusado contra la pared. Nunca tendría oportunidad si trataba de correr en el estado en el que estaba.

Hyakuhei miró abajo al joven que había acosado a la chica y que ahora consideraba suyo. Este chico se atrevió a tocarla y ahora pagaría por su insolencia. Inhaló… oliendo restos del lobo que ya lo había golpeado severamente y sus ojos de medianoche se entrecerraron en rajas. ¡Kotaro había estado aquí!

¡Cómo se atrevía Kotaro a interferir en esto! ¿Era él la razón por la cual la chica había desaparecido de repente sin dejar rastro? Hyakuhei gruñó al solo pensar en que el Lycan estuviera tan cerca del Corazón de Cristal del Guardián y la chica una vez más. Solo porque la chica lo había escogido no la hacía realmente suya. Nunca había sido decisión de la chica… ¿es que no había aprendido su lección en el pasado?

Había pensado que había matado a la vil creatura junto con Toya años atrás por atreverse a hacerle frente y tratar de proteger a la chica de su posesión. “No importa”, los pensamientos de Hyakuhei se volvieron melancólicos por un momento, “una vez pusiste en mi contra a Toya y a la Sacerdotisa, Kotaro… y mira lo que me haces hacer”.

Una sombra de pena cruzó su expresión al pensar en el pasado. Si Toya no hubiera intentado volverse un Guardián para la Sacerdotisa y alejar a Kyou de él… Toya no estaría en el inframundo ahora sino aquí, a su lado, junto con el hermoso Kyou. El culpable de alimentar a Toya con mentiras erróneas era Kotaro.

Kotaro también era quien había advertido a la Sacerdotisa de su verdadera intención. Era extraño cómo el tiempo podía deformar las mentiras que se habían dicho.

– Así que, Kotaro… – susurró –…la has encontrado de nuevo.

Fue traído al presente por el gimoteo que provino del chico agachado contra la pared. Necesitaría más de un nuevo recluta para encontrar a su Sacerdotisa perdida si Kotaro también estaba con ella. Hyakuhei la quería y la tendría.

Planeaba reclamarla con la ayuda del imbécil que había pensado contaminarla. La corrupción de tal creatura era destinada solo para él. Tenía muchos planes para su Sacerdotisa, después de todo… mil años era un largo tiempo para preparar nuevas formas de torturar a alguien.

Volviendo a las sombras, sus ojos destellaron al suavemente asentirle a Yuuhi. – Hazlo doloroso. Tortura su carne, pero no lo mates –. Él quería que el chico sufriera un poco más por sus acciones así entendería nunca desafiar a su nuevo maestro y nunca volver a tocar a la chica.

Yohji volteó la cabeza de golpe de nuevo hacia el niño y sus ojos se abrieron como platos con verdadero miedo. El chiquillo le estaba sonriendo, pero no era una buena sonrisa, era mortífera. En los bordes de sus labios pálidos, el chico tenía colmillos largos y afilados y sus ojos ya no eran negros, sino de un rojo oscuro.

Esos ojos vacíos hacían un inquietante contraste con su cabello y piel de alabastro. Se veía como un niño, pero era un demonio roba almas disfrazado y Yohji estaba realmente asustado.

Miró con horror mientras sus pies dejaban el suelo, y el chico saltó hacia él, arrastrando un grito aterrado de su ya reseca garganta. Nunca supo qué le golpeó en tanto dientes y garras destrozaban su carne, causándole un dolor que nunca había imaginado.

*****

Toya miró a la chica desplomada en el asiento del pasajero a su lado. – ¡Carajo, Kyoko, nunca más me asustes de esa manera de nuevo! – Él sabía que ella no podía escucharlo, pero eso no detenía su aliviada vociferación. – ¡Tú, pequeña idiota, podrían haberte matado o peor! – Cruzó hacia el edificio donde se encontraba su apartamento.

Aunque el ceño fruncido permanecía en su lugar, la levantó como si ella fuera la gema más preciosa sobre la tierra y la llevó escaleras arriba. Encontrando su puerta cerrada, maldijo, empujando el picaporte, esperando no hacer mucho daño en tanto crujía y luego abría.

– Bueno, ella necesitaba una mejor cerradura de todas formas con un asesino suelto –. Toya usó esa excusa, guardándola para cuando despertara y le gritara por romper su puerta. – Al menos aún está sobre sus bisagras –, se quejó entrando al apartamento tenuemente iluminado.

De pie, quieto en medio de su sala de estar, miró a Kyoko y levantó una ceja al oler alcohol mezclado con su aroma natural.

– Ah, ya veo cómo eres. – Susurró. – No es justo… ni siquiera me llevaste a tomar contigo. ¿En qué estabas pensando?

*****

Kyou luchó para mantenerse sereno, lo que parecía que sucedía mucho esta noche. Incapaz de mantenerlo contenido, su mano empuñada se elevó hacia adelante y golpeó la pared de ladrillo con tal fuerza que las piezas de mampostería se fueron volando en todas direcciones. Gruñó con rabia y sus ojos se tiñeron de rosado en tanto olía el aire.

Nadie tomaría lo que le pertenecía sin pagar por su interferencia.

Inmediatamente tomó el aroma de Kyoko mezclado con otro que se sentía raramente familiar y masculino. Kyou dejó salir un rugido, haciendo el sentimiento a un lado mientras levitaba del callejón y siguió el aroma que se había incrustado en su ser.

Su silueta solitaria desapareció dentro de las sombras mientras salía a cazar a su presa. La encontraría y la tomaría de vuelta del ladrón que la había robado. Los músculos de la mandíbula de Kyou se flexionaron con furia. ¿Cómo se atrevía ella decir el nombre de su hermano como si intentara confundirlo… como si lo hubiese conocido?

De alguna forma, la mujer-niña le había lanzado un hechizo, estaba seguro de ello. Podía sentir su presencia que permanecía en la punta de sus dedos y sintió el deseo de volver a tocar su piel. Necesitaba saber cómo es que es tan pura y qué era la luz que su cuerpo emitía.

¿Era lo que Toya había estado buscando? Si era así, entonces, ¿la culpa por la muerte de Toya era de esta chica? ¿Qué significaba todo esto? Deseaba respuestas. Esa luz lo había atraído como una polilla a una llama, y ahora descubrió que no podía simplemente dejarla ir. Era como si ella, sin saberlo, lo hubiese llamado y no tuviera más opción que responder.

Kyou gruñó en la parte baja de su garganta mientras sus ojos brillaron rojos con sangre. Esta chica era peligrosa. Él no era alguien que necesitara o quisiera solo tener venganza por siglos. Ella tenía que ser tratada con cuidado. No confiaba en sí mismo alrededor de ella. Ella lo había capturado de alguna forma y le enfurecía inmensamente que esta chica, de alguna forma, lo hiciera débil.

*****

Balbuceando algo sobre reuniones de Alcohólicos Anónimos, Toya llevó a Kyoko a su habitación y gentilmente la extendió en su cama. Moviéndose de vuelta rápidamente a través del apartamento a la puerta principal, la cerró usando el cerrojo de seguridad ya que había roto la cerradura regular.

– Qué bueno que ella solo había cerrado el picaporte –, se encogió de hombros y miró alrededor a la soledad del apartamento. Era muy diferente del rugido ensordecedor que estaba en el club. Era casi demasiado silencioso. Quitándose los zapatos, suspiró. – ¡Qué nochecita! –, dejó a sus hombros relajarse por primera vez en todo el día mientras se acolchaba de vuelta donde su Kyoko estaba extendida.

La luz de la luna se derramaba en la ventana lanzando un brillo etéreo sobre su cuerpo. El rostro de Toya se suavizó al detener su vista en el rostro de ella. Su cuerpo flexible se extendía en la cama con sus manos medio relajadas en cada lado de su cabeza. Se veía como un ángel, tan en paz y tan ajena al peligro en el que podría estar, su mano se volvió un puño al corregir su pensamiento: casi lo estuvo. Tenía en mente sacudirla hasta despertarla y provocarle algo de lógica… pero no lo haría.

El ceño fruncido se grabó en su rostro tratando de pensar cómo ella había terminado en el callejón, sola, desmayada pero ilesa. Sin alguien para mirarle el colmillo al caballo regalado, decidió agradecer a los guardianes que cuidaban de ella… quienes fueran.

Por el resto de la noche, Kyoko estaría con él y a salvo. Eso era todo lo que importaba.

Un destello travieso brilló en sus ojos mientras le quitaba los zapatos y haló las sábanas sobre la duermevela silueta. Ella posiblemente lo mataría mañana pero… Toya se montó en la cama y tiró del cuerpo ruborizado de ella contra el suyo.

Generalmente, ligeros pensamientos sucios llenarían su mente como lo había hecho tantas veces cuando estaba en casa solo. Sin embargo, por alguna razón esos pensamientos se sentían mal en el momento. Había algo sobre estar acostado aquí con ella que parecía… ¿inocente? Sacudió su cabeza suavemente y se ubicó cómodamente contra ella.

Sosteniéndola con fuerza, agradeció a cualquier dios afuera porque ella estaba sana y salva donde pertenecía. Se sentía tan bien tenerla en sus brazos y lo disfrutaría por ahora. En la mañana podría probar atentar contra su vida, pero si él iba a morir, al menos moriría feliz.

Kyoko suspiró con alegría, acurrucándose al calor protector que rodeaba su cuerpo.

Una sonrisa agració los suaves labios de Toya mientras besaba su sien y la siguió en una dichosa alegría en un sueño ligero.

*****

El cuerpo de Kyou levitó hacia la ventana en la que se dio cuenta de que el aroma era más fuerte. Unas esferas de oro fundido se abrieron sorpresivamente ante la escena frente a sus ojos. Ahí… en la habitación donde Kyoko yacía, un joven con ojos dorados y largo cabello medianoche plagado de mechas plata que hacían juego con las suyas entró.

Sintió como si el aire hubiese sido sacado de golpe de sus pulmones al tiempo que veía el reflejo de la imagen del asesino de su hermano de pie en la cabecera de la cama, mirando hacia la chica adormilada que había secuestrado.

Su máscara helada se desvaneció completamente ante la visión de este chico que se parecía a su querido hermano de hace tanto tiempo. “¿Cómo es esto posible?” Al recordar la primera palabra que ella le había dicho, hizo que su pecho le doliera. Lo había llamado Toya por error, y ahora… ¿aquí en su habitación estaba la imagen de Toya?

Kyou vacilantemente buscó con el olfato un aroma, tratando de comprobar lo que le decían sus ojos, pero su mente no podía comprender. El aroma de su hermano estaba ligeramente mezclado con el aroma de este chico; sin embargo, antes de que pudiera contemplarlo más, el chico trepó en la cama y envolvió sus brazos posesivamente alrededor de ella.

Celos iracundos se dispararon por el cuerpo de Kyou mientras la chica confiadamente se acurrucaba en el abrazo del joven. Un gruñido grave de advertencia vibró dentro de su pecho al tiempo que sus ojos brillaban rojos brevemente. Hermano o no… no lo permitiría.

Alargó su brazo hacia la ventana justo cuando una cascada de brillo ondeó a través de ella haciéndolo quitar de golpe su mano. Viendo el polvo arcoíris asentarse en el alféizar de la ventana como si la protegiera, gruñó de nuevo. La chica parecía estar rodeada de todo lo sobrenatural, y el inmortal estaba enrejado en su ira.

Sus ojos se entrecerraron preguntándose si solo era el hechizo de un mago lo que le permitía ver a su hermano. ¿Ella había lanzado el hechizo cuando le había susurrado el nombre de su difunto hermano?

Su atención se apartó de golpe de la ventana para mirar hacia el suelo debajo… el lobo estaba llegando. Envió otra mirada asesina dentro de la habitación antes de levitar rápidamente al techo.

Toya se acababa de dormir cuando escuchó un gruñido animal que parecía provenir de la ventana de Kyoko. “Eso no está bien… ella está en el segundo piso”. Los ojos de Toya se abrieron de golpe cuando escuchó el sonido de nuevo.

Levantando su cabeza levemente para no molestar a Kyoko, miró hacia la ventana de donde venía el sonido. Cada instinto de su cuerpo le dijo que alguien o algo estaba ahí… vigilándolos.

Su mirada se enlazó con la sombra de lo que parecía ser un hombre. Parecía que estaba mirando fijamente a su ventana… ¿en el segundo piso? El contorno plateado se inflaba a su alrededor y casi lo hacía ver fantasmal. Toya había visto esta aparición antes… en pesadillas.

Unos ojos dorados como el sol estaban enfocados en el suelo, pero Toya pudo verlos brillar rojo por solo un momento y podría jurar que vio un centelleo de colmillos también. La imagen brilló como si copos metálicos de polvo multicolor llovieran contra la ventana bloqueando su visión.

Toya sacudió su cabeza y parpadeó rápidamente antes de mirar hacia la ventana una vez más, solo para ahora encontrarla vacía. – ¿Qué demonios fue eso?

Sintiéndose un poco más que perturbado, salió de la cama y reptó hacia la ventana. Mirando hacia afuera, lo recibió nada más que sombras y obscuridad. Inhalando profundamente, frunció el ceño notando un aroma inusual rondando cerca de la cornisa que no reconoció.

Un grave gruñido irritado se escapó de sus labios tratando de identificarlo. Decidiendo que quizá era solo su imaginación reaccionando excesivamente por los eventos de esa tarde, revisó de nuevo para asegurarse de que no era nada.

Temporalmente satisfecho de que al menos se estaba debilitando, trepó de nuevo en la cama con Kyoko, manteniendo un ojo abierto por un rato… por si acaso.

*****

Kotaro estuvo de pie junto a la ventana de Kyoko sintiendo la presencia del vampiro que se había encontrado en el callejón junto al club. Aunque nunca había obtenido una buena vista del caminante nocturno, estaba seguro de que era Kyou. Podía sentir el poder frío y silencioso de Kyou y eso era algo que no quería en ningún lugar cerca de Kyoko. Kyou era un enigma y no era de confianza.

Con un rugido, su velocidad sin rival lo tuvo en el segundo piso afuera de la puerta de Kyoko en un pestañeo.

Olfateando, se calmó cuando sintió el aroma de Kyoko, fuerte y reciente. Confirmó que “no hay chupasangres dentro de sus paredes”, pero un gruñido de enfado se escapó de sus labios cuando olió el aroma de Toya, tan fresco como el de Kyoko. Toya había entrado al apartamento también, pero no había salido. Poniendo su mano en la perilla, Kotaro la volteó para descubrir que estaba rota.

Rota pero completamente cerrada. – ¿Pero qué…? – gruñó furioso a la entrada forzada que ahora era obvia.

Kotaro sostuvo su mano frente a él, mirando cómo sus garras se extendían y se afilaban en las puntas. Nunca hubo una cerradura que no pudiera forzar y la cerradura de Kyoko era menos que adecuada. Kotaro sonrió arrogante mientras ponía su garra en la cerradura. Moviéndola ligeramente, escuchó un clic satisfactorio.

Con el sigilo de una sombra, entró al apartamento… cerrando la puerta suavemente detrás de él.

Escuchando nada más que silencio, siguió el camino que le había dejado el aroma de Kyoko. Un momento después, se encontró a si mismo de pie en la puerta de su habitación. Sus abrasadores ojos azules afilados como una espada se enfocaron en el sentimiento incómodo que se disparó a través de su cuerpo.

Sin saber lo que se iba a encontrar al otro lado, abrió lentamente la puerta.

*****

Kamui decidió mantenerse invisible mirando a Kotaro entrar en el apartamento de Kyoko. No era como si se estuviera escondiendo de su amigo… no, no era eso para nada. Pero sabiendo quién estaba en la cama de Kyoko en el momento, bueno… pensó que era mejor mantenerse invisible en vez de convertirse en un objetivo una vez que se armara el peo.

Había hecho lo posible para mantener a salvo a Kyoko toda la tarde, pero tan pronto como Toya fue… en esta oportunidad, el Guardián de plata estaba por su cuenta. Kamui silenciosamente se agachó mientras Kotaro abría la puerta de la habitación.

La visión que recibió a Kotaro era casi más de lo que podía comprender. ¡A su lado en la cama estaba ese perro sucio, Toya! Sosteniéndola como si le perteneciera a él y solo a él… sus brazos estaban fuertemente alrededor de su cuerpo inconsciente y una inclinación satisfactoria estaba en sus labios.

Un gruñido se le escapó a Kotaro mientras avanzaba sobre la pareja perdida dentro de sus propios sueños.

“Tú, ladrón sinvergüenza,” los pensamientos de Kotaro rugieron en su mente mientras sus ojos comenzaban a sangrar con furia. Su control apenas existía cuando agarró y tiró a su rival fuera de la puerta de la habitación sin despertar a Kyoko.

Toya no sabía qué pensar cuando lo levantaron de la cama por el cuello de su camisa y, literalmente, lo echaron fuera de la puerta de la habitación para aterrizar bien en la sala de estar. Antes de que tuviera tiempo de recuperar sus sentidos adormilados, levantaron a Toya una vez más por el cuello.

Esta vez, sabía a quién se enfrentaba. Los ojos dorados furiosos se entrelazaron con unos azules como el hielo cuando arrastraron su cuerpo casi sin esfuerzo de nuevo por el aire.

Aún invisible, Kamui se había dispersado del sofá al ver a Toya dispararse sobre él. Ahora se acomodó en la encimera de la cocina para mirar la diversión. Mirando la puerta de Kyoko, movió una mano en esa dirección… poniendo un escudo ahí para evitar que el sonido la despertara.

Volvió su atención a sus dos amigos quienes estaban casi listos para arrancarse las cabezas mutuamente. “Como en los viejos tiempos”, Kamui sonrió en secreto deseando haber traído algunas palomitas para el espectáculo. “Todo lo que ahora necesito es una máquina de apuestas y dinero”. Silenciosamente levantó una ceja preguntándose por quién apostaría.

Kotaro gruñó gravemente en su garganta, tratando de evitar que la lujuria de su sangre se filtrara en sus ojos azul cobalto. – ¿Pero qué demonios creías que estabas haciendo en la cama de Kyoko? – Su voz sostuvo un indicio de muerte como si la respuesta de Toya decidiera si luego se le encontraría vivo o no. La forma de Kotaro prometía retribución si la respuesta probaba ser una que no pensara que fuera aceptable.

– ¡Carajo, idiota! ¡Déjame ir! – Toya engarzó los dedos fuertemente apretados alrededor de su cuello con una mano y con la otra, atacó con un golpe que debió estremecer el cráneo de Kotaro.

Aunque Kotaro apenas se movió del puñetazo, Toya ganó su liberación y rápidamente se cuadró en caso de que el patán no hubiese terminado.

Toya podía sentir la furia intensa que venía de la forma silenciosa frente a él. Su propia furia aumentó cuando se dio cuenta de que Kotaro lo había podido atacar. – ¿Pero qué carajo pensabas que hacías en el cuarto de Kyoko, maldito sátiro? – respondió con una pregunta propia.

Kotaro se dio cuenta que se iba a poner ruidoso cuando la voz de Toya comenzó a elevarse. Dio una ojeada hacia la habitación de Kyoko y viendo que la puerta aún estaba entreabierta, movió con brusquedad su cabeza hacia la puerta principal gruñendo las palabras: – Llevemos esto afuera antes de despertarla.

Cuando parecía que Toya se iba a oponer a la idea, Kotaro lo tentó sabiendo que funcionaría. – A menos que tengas miedo de enfrentarme –. Sonrió con suficiencia y lo miró con furia a la vez, pues sabía que Toya mordería el anzuelo.

– Seguro, los idiotas primero –. Toya esperó a que Kotaro hiciera el primer movimiento e incluso deseaba que lo hiciera. Ya su ánimo estaba bastante caldeado como para acabar con un vecindario completo. Necesitaba a alguien con quien desahogar toda su frustración, y además había buscado una razón para intercambiar golpes con Kotaro desde hacía ya un largo tiempo.

Ambos parecían difuminarse y en un par de rápidos latidos ambos estaban en el patio vacío en frente de los departamentos donde vivía Kyoko. Justo cuando Kotaro se volteaba para encararlo, Toya le dio un golpe que estaba seguro dejaría al idiota fuera de combate.

Gruñó con rabia cuando Kotaro derrapó hacia atrás en la grama pero no cayó. No era realmente que no le cayera bien Kotaro… le caía bien en varios aspectos. Pero al mismo tiempo, Toya siempre sentía la necesidad de golpearle con fuerza. Era como tener a un enemigo como amigo.

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