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Horizonte Vacio
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Marzo suele ser un mes de viento. Aquel día en concreto, a pesar del radiante sol, hacía un vendaval de levante abrumador. Las pocas nubes que había en el cielo se desplazaban a gran velocidad. Jukka había estado esperando un día así para tener una clase especial. Vio el estado del tiempo y avisó a los alumnos de que la clase se iba a desarrollar en la playa.

A pocos kilómetros de donde se encontraba la Academia Valenciana del Cine había una playa. La Playa del Saladar, aunque todo el mundo la conocía por el complejo de viviendas que se construyeron allí en los años 70: Urbanova. El proyecto de reconvertir los humedales en zona urbanizada quedó estancado varias décadas atrás. Tan solo se construyeron unas decenas de edificios que en la actualidad mostraban, en la mayoría de los casos, un aspecto deslucido. Además, por encima de este lugar surcaban el cielo los aviones del cercano aeropuerto de El Altet, en una incesante procesión de aterrizajes y despegues que adornaban el ambiente con la cadencia de turbinas acelerando y decelerando. En el fondo, Jukka consideraba que aquel era un lugar tranquilo, ya que desde octubre hasta abril apenas había gente. Únicamente alguno de los residentes en las pocas viviendas habitadas que salían a pasear durante las primeras horas de la tarde, o los rezagados que alargaban la sobremesa en los pocos restaurantes que permanecían abiertos durante todo el año. Su hora favorita, desde luego, el atardecer. Cuando la jornada de trabajo había sido intensa, y normalmente lo era, se acercaba hasta allí y caminaba durante horas por el paseo o si el tiempo lo permitía cerca de la orilla.

Aquel día, Jukka quería ilustrar el concepto de la naturaleza en el Romanticismo y a falta de bosques frondosos, mares helados o picos cubiertos de nieve, le parecía sensato que un levante de furia infernal capaz de tragarse la costa sería un buen sustituto. Avisó a los alumnos para que se repartieran en coches y les dijo donde los esperaba. Se llevó además unos textos de Goethe y Turner. Cuando estuvieron todos en la playa Jukka inició su insólita clase, gritando al viento para hacerse escuchar y entender. Los alumnos, sentados en semicírculo alrededor de Jukka, estaban como hipnotizados al verse en la playa, luchando contra los elementos para poder entender algo. Jukka les insistía en lo importante que era sentir la naturaleza, la tierra, el mar, el viento para tener conciencia de uno mismo, de la libertad. Se dio cuenta que Lorena lo miraba electrizada, realmente hechizada. Jukka, en plena explicación les invitó a gritar al viento. Un grito vital, les dijo, “como si os fuera la vida en ello”. Veinte personas gritaron al unísono contra el viento. Un grito duró más que los demás. Jukka sonrió al ver a Lorena recuperando el aliento. Luego los invitó a que caminaran solos por la playa buscando una definición de belleza. Tras veinte minutos los llamó cerca de la muralla del paseo y les empezó a preguntar. Cuando llegó delante de Lorena y ésta iba a contestar, una inoportuna racha de viento le sacudió su larga melena poniéndose delante de su rostro y tapándole la boca. Ella intentó apartar la cabellera, pero solo estaba consiguiendo enredarse más. Jukka, en un gesto inconsciente, le apartó el pelo del rostro sosteniéndolo entre sus dedos. Ella se ruborizó, él sin soltar el pelo, miró hacia el suelo mientras escuchaba risas y comentarios en voz baja por parte del resto de alumnos. Un pensamiento pasó por su mente: “Acabo de cagarla, joder”. Miró a Lorena, quien estaba quieta mirándolo expectante, y anunció el final de la clase. Regresando a su coche le pareció escuchar la voz de Lorena que decía “belleza eres tú”, pero prefirió no cerciorarse, no volver la vista atrás y pasar de largo.

Desafortunadamente para Jukka, al llegar a la Academia, la recepcionista le dijo que el director quería verlo. Sospechó sobre qué iba a tratar la conversación, pero se dijo que era demasiado pronto para ello. Se acercó a la puerta y llamó antes de entrar.

– ¿Sí? Adelante. Pase usted señor Lehto —dijo Lábaro con amabilidad.

– Tú dirás Adolfo —dijo directamente Jukka tratando de agilizar la bronca que esperaba recibir.

– ¿Qué tal todo? ¿Las clases bien? ¿Alguna queja de los alumnos? ¿Los profesores están tranquilos? —esta pregunta molestó a Jukka ya que demostraba que sabía de antemano que el profesorado estaba inquieto— No deben de preocuparse por esos bulos que corren por ahí. Siempre hay alguien dispuesto a jodernos con tonterías sindicales.

– Todo bien.

– Perfecto —sacó un cigarrillo y lo encendió—. Me han informado que has ido con los alumnos a la playa. ¿Es cierto eso?

– En efecto.

– ¡Qué original! —dio una larga calada al cigarrillo y acto seguido expelió el humo envolviendo su rostro en una humareda. Jukka sabía que ese era el momento: “Ahora empieza el espectáculo” —. ¿No tenías otra cosa mejor que hacer? ¿Te imaginas que se nos ahoga uno de los alumnos? El lío en el que me metes es bestial, a ver que les digo yo a los padres.

– Adolfo… No hemos ido a bañarnos, tú has visto el día que hace. Ha sido una clase de Estética, ¡joder! Además: es una carrera universitaria ¿qué pintan los padres? Son mayores de edad.

– ¿Y qué historia es esa de que le has metido mano a una alumna? —eso es lo que esperaba Jukka. Las noticias de lo que había pasado había llegado de manera desproporcionada y antes de que él mismo llegara a su coche. “Absurdo que en este puto centro unos se dediquen a espiar a otros. Los alumnos y los profesores se despellejan a escondidas cada vez que pueden”.

– Llama a la alumna a tu despacho. Habla con ella. Sin que esté yo presente.

– Mira Jukka, tú estás aquí porque yo quiero, no te hagas el legal ahora.

– Te recuerdo, Adolfo, que estoy aquí porque la Universidad convocó una plaza para ser el responsable académico de esto, que mi curriculum fue el mejor valorado y el que mayor puntuación sacó. Mi contrato está firmado con la Universidad no contigo. Tú eres el que llegó aquí a golpe de teléfono y a dedo.

– ¡A mí ni se te ocurra faltarme al respeto o te largo a la puta calle! —explotó Lábaro cuyo rostro estaba cambiando del color rojo al color púrpura por motivo del enfado.

– Vale. Tú mismo. ¿Puedo irme ya?

– Mira… —Lábaro rebajó el tono en uno de sus típicos altibajos— Entiendo que tengas ganas de hacértelo con alguna alumna. Hay mucha niña mona ahí afuera. Pero ten un poco de cuidado. ¡Joder! En público no.

– Te repito que llames a la alumna. Que te cuente ella.

– Bueno, ya veré. Anda lárgate con tu estética y tus filósofos a otra parte. Piensa como de costumbre, tío, con la cabeza. No con la bragueta.

Jukka salió del despacho. Se fue al suyo notando como por el camino algunos alumnos hablaban en voz baja y lo señalaban con la cabeza. “Vale. Vamos bien” pensó.


El zumbido del móvil lo apartó de estos recuerdos y lo trajo de nuevo a la realidad. Mientras cogía el teléfono para contestar miró a Lorena que descansaba plácidamente. Nada parecía indicar que en su cuerpo se estaba produciendo una lucha por la vida, o por la muerte. No conocía el número. Contestó en voz baja.

– ¿Sí?

– Soy Sandra. ¿Cómo va todo?

– Tu hermana duerme. Lleva así quince minutos.

– Vale. Cualquier cosa me avisas.

– Descuida.

Nada más cortar la llamada se abrió la puerta y entró una enfermera. Saludó y realizó una serie de comprobaciones. Puso el termómetro a Lorena, miró los niveles del gotero, revisó algo en un bloc y tras apuntar la temperatura salió. En ese momento Lorena abrió los ojos y buscó con la mirada a Jukka, quien se había acercado a la ventana y miraba con ojos cansados al horizonte. El no se había dado cuenta de que ella estaba despierta, por lo que se sorprendió cuando escuchó su voz.

– ¿Recuerdas el día que quedamos para ensayar la exposición del video que iba a hacer?

– Claro que lo recuerdo —dijo él volviéndose.

Jukka recordaba ese día con una nitidez impresionante. Lorena había hecho un trabajo impresionante el año anterior analizando un videoclip, y se le ocurrió que podría explicar a los del curso actual lo que había hecho. El análisis plano a plano, las influencias que tenían, los elementos visuales. Era un videoclip realizado con la técnica de rotoscopía, algo que la fascinaba, y que esperaba poder hacer algún día. Aquella tarde de primavera Jukka quería que Lorena ensayara. Ella le había dicho que le ponía nerviosa hablar en público, y estuvo a punto de rechazar la oferta de exponer su trabajo, pero Jukka confiaba en las posibilidades de ella. Le dijo que cuando explicara a los otros alumnos él estaría en el aula, que controlaría desde el fondo el tiempo y le iría dando indicaciones. Finalmente ella accedió y se llegó esa tarde con todo el material previsto.

Jukka había reservado un aula y tras pedir la llave en conserjería se fue allí para preparar el proyector y el ordenador. En ello estaba cuando llegó ella. Cuando Jukka la vio se quedó mudo por su aspecto. Nunca la había visto vestida de esa manera. Lorena llevaba unos leggings negros que marcaban el contorno de sus piernas, sus caderas y sus nalgas como una segunda piel. Una camiseta ajustada de color rojo marcaba sus pechos. La melena castaña reflejaba los rayos de sol que entraban por la ventana. Jukka sintió una atracción inmediata pero súbitamente un pensamiento se instaló en su mente: “No hay que cruzar la barrera. Nunca. Con lo de hace un mes ya vale”. Ella comenzó a exponer su trabajo, mientras que Jukka, sentado en la mesa corrida frente al ordenador hacía anotaciones en un papel para luego comentarla con ella. En un momento que Lorena se detuvo por no saber qué decir, él le dio un consejo para hablar: “Toda aula tiene el punto de los mil metros. Se encuentra frente a ti. Mires donde mires ahí está. Su utilidad es buscarlo y relajarte cuando sientas que te pones nerviosa. Te obliga a no mirar a nadie”. La contestación que dio Lorena lo dejó desconcertado “Pero tú no lo usas. Me miras a mí”. Jukka no supo que decir. En ese mismo momento Lorena se acercó a la mesa para apuntar algo en un folio que tenía preparado. Se inclinó y con sus nalgas rozó a Jukka, quien no reaccionó. Ella, dándole la espalda, se incorporó y se acercó aún más, pegándose a él. Jukka notó como ella estaba nerviosa. El levantó las manos a media altura como para intentar cogerla por los hombros, pero se detuvo. Lorena se giró y quedó mirando fijamente a Jukka. Él notaba como la respiración de ella era jadeante, como el pulso se le había acelerado, se notaba como palpitaban las venas de su cuello, sus labios humedecidos. También él se sentía extrañamente excitado. Su corazón latía desbocado, sus sienes sentían una opresión que empezaba a doler, sus músculos estaban tensos. Pero un pensamiento se cruzó en su mente: “Pasar de largo. Aunque quieras. No te metas en líos. Aquí no”. Cogió a Lorena de los hombros y acertó a decirle que no.

A continuación, todo volvió a la normalidad. Lorena continuó con su explicación, más nerviosa de lo que había empezado. Terminó de manera atropellada y apenas prestó atención a lo que le dijo Jukka. Tan solo miraba la puerta como queriendo huir. Salió rápidamente, en cuanto pudo.

– Lamento lo que pasó —dijo Lorena sacando a Jukka de su recuerdo.

– No pasó nada —añadió él, pero pensándolo bien se corrigió— Créeme si te digo que siento que no pasara nada.

– ¿Jukka? —preguntó ella sorprendida— ¿Estás seguro de lo que dices?

– Ya lo creo.

– Lorena, lo siento. Iba hasta arriba de ansiolíticos —aclaró Jukka, intentando justificar en este momento algo que había ocurrido hacía ya dos años.

– Me lo podías haber explicado —dijo Lorena—, lo hubiera entendido. Te hubiera ayudado, lo sabes ¿verdad?

– Lo sé. Pero me costaba pensar, me costaba actuar. Me pasaban las horas muertas en el despacho, mirando por la ventana. Te aseguro que el mejor momento de la semana era cuando os daba clase a los de tu grupo y te tenía cerca. O cuando venías a tutoría y nos poníamos a hablar.

– ¿Te acuerdas cuando lo de la matrícula de honor? —preguntó ella con ojos brillantes.

– Claro. Como olvidarlo. Recuerdo que te dije “¿si te pongo una matrícula de honor que me das?” —Lorena comenzó a reír al recordar la escena—, me soltaste un “Lo que tú quieras” mientras me mirabas de una manera seductora. Te aseguro que me costó no saltar por encima de le mesa, a pesar de las pastillas, la pose que tenía y como dijiste la frase. ¡Joder! Me hubiera fundido contigo en un abrazo.

– Pero eso sí lo hiciste al día siguiente ¿no? Con Giovanna. —le preguntó entre la curiosidad y el reproche refiriéndose a una alumna italiana.

– ¿Celos, Lorena?

– Me dijeron que estuviste con ella en un aula y que luego os fuisteis juntos en tu coche.

Jukka también recordó este momento. Le vino a la memoria Giovanna, una joven italiana, alta, con cuerpo de modelo —de hecho, había desfilado en alguna pasarela en Italia— y un rostro marmóreo de perfil clásico adornado por dos ojos de color celeste. Los compañeros de Jukka le lanzaban puyas siempre que podían con frases como “tío, te has quedado con la tía más buena de la tercera promoción” a lo que él solía responder con un irónico “no es mía, pero si crees que tienes posibilidades con ella inténtalo”. Desde luego recordaba el día que le había indicado Lorena ya que tenía el coche aparcado al lado del de un colega y los vio meterse en el coche y salir en dirección a la ciudad.

– Te voy a contar lo que pasó —empezó Jukka—. Giovanna era la alumna a la que le dirigía el trabajo final de la carrera. Estuvo trabajando muy duro durante todo el curso. Al día siguiente de lo que me cuentas era su examen ante el tribunal. Simplemente preparamos la defensa. Cuando terminó me pidió si la podía bajar a Alicante y dejarla al lado del Puerto ya que yo pasaba por ahí.

– Y… ¿lo del día siguiente?

– ¿Lo del día siguiente? No entiendo a qué te refieres Lorena.

– Al acabar el examen. Ella se echó en tus brazos…

Jukka recordó que el día del examen de Giovanna uno de los compañeros de Lorena se presentó en el aula con una cámara para “tomar nota de cómo es el procedimiento para cuando me toque el próximo año”. Ahora recordó que el chico también grabó la reacción de Giovanna fuera del aula cuando emocionada de alegría al haber sido calificada con una matrícula de honor abrazó y dio varios besos a Jukka. “Ya podía haber grabado este chaval la misma situación quince días después cuando, tras la ceremonia de graduación, quien me daba abrazos y las gracias era el padre de Giovanna, agradecido por haber tutelado a su hija y haberla ayudado a evaluar con éxito”.

– Lorena… Sabes que lo que estás diciendo es una tontería. Sabes bien lo que pasó porque Alberto lo grabó todo y es más que evidente que una cosa es la alegría y otra muy distinta la pasión desenfrenada.

– Disculpa —dijo Lorena—. No tiene sentido salir con estas cosas ahora. Ha sido una bobada, una chiquillería.

No pensaba lo mismo Jukka, quien se argumentó a sí mismo que era lo normal. Seguro que Lorena sabía en su interior que estaba viviendo los últimos momentos de su vida y quería respuestas, quería sobre todo saber el por qué de tantas cosas que había vivido y la razón de las que no iba a vivir.

– ¿Y tienes alguna alumna especial ahora?

– ¡No! —contestó Jukka enfadado—, ¿Pero ¿qué piensas? Mira. Lo tuyo fue algo especial. No le des más vueltas. No sabes lo mucho que has significado para mí.

– Significado —dijo con tono melancólico—. En pasado.

– Y en presente. Tenlo por seguro. De verdad.

– Comprende que me sintiera confusa… Me había hecho ilusiones y desapareciste.

– No me siento orgulloso de ello ya te lo he dicho. ¿Sabes por qué me fui? Estaba harto. Lábaro no paraba de insistir en despedir profesores, en tomar medidas punitivas contra quien reivindicara algo por insignificante que fuera. ¿Te acuerdas el día que todos los alumnos pedisteis acceso a más equipos ya que los tenían guardados en un armario sin uso? Pues su respuesta fue que había que expulsar al delegado de los alumnos. ¿Sabes quién paralizó esta estupidez? —Jukka tomó aire. Lorena lo observaba en silencio—. ¿Te acuerdas de un compañero de cuarto curso, Javi, al que llamabais Obiwan? —ella asintió en silencio— ¿Recuerdas que en 2007 se fue de Erasmus a la Universidad de Leeds? Pues le pilló las inundaciones de ese año. Me puso un mensaje diciendo que había perdido todo, y que no tenía como volver. ¿Sabes cuál fue la reacción de Lábaro? “¡Que se joda! ¡Ese tío es un caradura!”, eso es lo que dijo. Me tocó contactar con la familia, y con la embajada española en Londres hasta que al final conseguimos traerlo de vuelta. ¿Sabes quién fue al aeropuerto a esperarlo junto a la familia para presumir de que la Academia cuida a sus alumnos?

– Tú —dijo Lorena con voz apenas audible.

– No, estimada, fue Lábaro. A sacarse una bonita foto —volvió a respirar profundamente y continuó—. ¿Te acuerdas de Julio, Manolo, Marían, Joan, Leyre? —Lorena miraba en silencio, recordaba que eran profesores que le habían dado clases—. Durante tres años, desde 2004, Lábaro me insistía en que había que despedirlos. No había motivos ¿sabes? Sólo porque a él le daba la gana. Esgrimía razones como el sobrepeso de alguno de ellos, o el físico de alguna profesora. ¿Sabes para qué? Para poder enchufar a algún amigo o devolver algún favor a sus amigos políticos. —instintivamente Jukka cogió una botella de agua que había en la mesita junto a la cama de Lorena y bebió—. ¿Te acuerdas de tus compañeros que fueron a Ucrania? Con ese absurdo convenio firmado con la Universidad de Sebastopol —Lorena asintió de nuevo— ¿Sabes lo que es recibir una llamada a las cuatro de la madrugada desde Ucrania, hecha por Nekane, la profesora que los acompañó, acojonada porque habían hospedado al grupo en un albergue ubicado en un polígono industrial lleno de tíos borrachos? Se suponía que iban a un hotel de lujo, pero los metieron en un tugurio. ¿Sabes lo que es escuchar a una colega diciendo que tiene miedo a que la violen una pandilla de los tipos que pululan por ahí? Que te cuenten con voz angustiada que su habitación no tiene ni puerta no es precisamente algo que desees escuchar. ¿Lo sabes verdad?

– Sí —contestó Lorena— mis compañeros nos contaban cosas y nos mandaron fotos. También que te avisaron.

– Pues entonces ya sabes quién buscó un hotel para que pudieran irse y al menos estar tranquilos. ¿Sabes la bronca que me cayó al día siguiente, que vine sin apenas dormir, por haber tomado esa decisión? ¿Sabes que Lábaro obligó a todo el grupo a dejar el hotel para que se trasladaran a otro que le buscó una agencia de viajes de un amigo? ¿Sabes que luego presumió ante las altas jerarquías de la Generalitat de haber arreglado una situación tensa que se había presentado? —Jukka tenía los ojos enrojecidos mezcla de la rabia y de la indignación que le producía recordar todo esto—. Cuando regresaron todos, Lábaro llamó a Nekane al despacho y ¿sabes que ocurrió? Los gritos de la bronca se escuchaban hasta en la cafetería. La conclusión era que debería haberse dejado violar si hubiese llegado el caso. Luego me llamó a mí y me empezó a abroncar. No quieras saber. Pero me levanté y lo dejé con la palabra en la boca. Dos días antes había conseguido la plaza que ahora ocupo en Burgos.

– Jukka, lo siento. Nunca me contastes…

– Lorena —repuso más calmado Jukka— eras una alumna. Tú no tenías porqué saber todo esto. Era parte de mi trabajo. Me afectaba, me consumía, me hundió. Un buen día acabé en el medico. Deshecho. Desorientado.

– Y… es cuando te dieron las pastillas para poder soportarlo.

– Así es.

Jukka volvió a sentarse junto a ella, en el borde de la cama. Sintió como la mano de Lorena rozaba la suya. Sintió paz. Tranquilidad. Sus dedos empezaron a entrelazarse y acabaron unidos. Ella lo miró fijamente.

– Quiero sentirte Jukka —dijo Lorena en voz baja.

– Lorena, mi estimada —repuso él acariciándole el cabello.

– Me refiero a algo más… —añadió ella con voz apagada.

Jukka se percató de ese detalle. La voz había sonado extraña. Casi como un quejido. También notó que estaba más pálida de lo que hasta ese momento se encontraba, resaltando el color de los moratones.

– ¿Te encuentras bien? —dijo él preocupado y sacando el móvil del bolsillo— ¿Llamo a una enfermera? ¿Llamo a tu hermana, a tus padres?

– No. Estoy bien. Estoy cansada.

– Duerme si quieres.

– Jukka… Es que… —Lorena titubeaba.

– Dime.

– No te lo tomes a mal… es que… Tengo novio.

Jukka sonrió. Volvió a acariciar la melena de Lorena y le habló.

– Pues lo normal. Alguien como tú, inteligente, guapa y simpática es normal que tenga a alguien a su lado ¿no?

– Sí. Pero… no sé si… —Jukka no la dejó terminar. Suavemente le puso el índice sobre los labios. Sabía lo que iba a decir y creía que era producto del shock, de la medicación, de la vida que se escapaba. No quería que dijera algo de lo que pudiera arrepentirse o no tuviera tiempo de hacerlo.

– Vale —dijo ella—, pero por favor quiero sentirte. Muy cerca, por favor.

Jukka la miró. Reflexionó un momento “Y si… La responsabilidad del pasado hay que asumirla. Puede que sea una estupidez, pero si le hice daño en el pasado no hay que quedarse únicamente en un lo siento”. Sin decir nada acercó el sillón a la cama, se percató de la ubicación del gotero y de la vía que descendía hasta conectarse en la mano de Lorena. Mentalmente ensayó los movimientos con precisión milimétrica para no hacerle ningún daño. Cuando se sintió preparado retiró la sábana. Las piernas de Lorena quedaron al descubierto y ocultaban las brutales señales del accidente bajo unos vendajes. Su cuerpo, cubierto por la bata en la que aparecía el logo del hospital, parecía extremadamente frágil. Jukka notó que la respiración de Lorena era entrecortada, como aquel día en el aula. Ella lo miraba a los ojos, como aquel día.

Con mucho cuidado Jukka pasó los brazos por debajo de las piernas y la espalda de Lorena y la levantó poco a poco. La tomó en brazos y asegurándose de que la vía no se enredara ni se soltara de su mano, se sentó suavemente en el borde de la cama. Apoyó a Lorena contra su pecho y luego mientras con una mano sostenía su cabeza con la otra le acarició el rostro. Ella sonreía y Jukka notó como la palidez desapareció momentáneamente y su rostro se ruborizó. Aunque tenía el brazo escayolado, Lorena hizo el esfuerzo y con los dedos acarició la cabeza de Jukka. Ella intentó incorporarse un poco pero un gesto de dolor se dibujó en su rostro. Jukka entendió y acomodó mejor el cuerpo de ella sobre su pecho. La boca de Lorena, entreabierta permitía ver unos dientes blancos. Jukka acercó sus labios a los de ella y la besó. Sus labios se fundieron, sus lenguas se buscaban. Jukka notaba como el cuerpo de Lorena se erizó por un instante. Luego, se miraron a los ojos. Lorena sonreía y entornó los ojos. Tomó la mano de Jukka y la llevó a su pecho, para sentirla sobre el corazón. Jukka notaba los latidos y esa rítmica cadencia lo cautivó. Imitando a Lorena también cerró los ojos. Se quedó profundamente dormido, el cansancio pudo con él. Apenas unos segundos que le hicieron sentir como si hubiera dormido días enteros.

El ruido de pasos agitados, voces alteradas y gritos entrecortados, un lastimero quejido que poco a poco se convirtió en un llanto desolador lo volvió a la realidad. Abrió los ojos y se encontró con la causa de este panorama que había oído antes que visto. Se percató que su mano seguía sobre el pecho de Lorena. Pero no notaba los latidos del corazón. Bajó la vista y la vio. Con los ojos cerrados, pálida, inerte. Pero con una sonrisa en el rostro. Una expresión de felicidad. Jukka intentó moverse, pero en ese momento y sin que supiera muy bien cómo, Melero se acercó corriendo y le quitó el cuerpo de su hija de encima y entre lágrimas lo depositó en la cama. Observó como la madre se abalanzaba sobre ella y lloraba mientras repetía como una letanía la frase “mi pobre niña”. Sandra también lloraba, pero tuvo un momento para hacerle un gesto de aprobación a Jukka que estaba desconcertado. Despacio y tratando de pasar desapercibido recogió su cazadora y se dirigió a la puerta. No se había percatado que otra persona había presenciado la escena en la que él sostenía el cuerpo inerte de Lorena. Leopoldo, el novio de Lorena. Jukka lo miró y sin que mediara ni una sola palabra ni un gesto, éste le dio un puñetazo en el rostro al tiempo que comenzaba a insultarlo. Jukka sintió junto al golpe como empezaba a salir sangre que escurrió entre sus dedos y comenzó a gotear en el suelo.

Una enfermera entró en la habitación y con voz autoritaria puso orden en la habitación. Los únicos que parecían ajenos eran los padres de Lorena. Leopoldo seguía intentando encararse con Jukka y sólo la persistencia de Sandra consiguió detenerlo. La enfermera le indicó a Jukka que lo siguiera hasta la sala de urgencias donde le realizarían una cura.

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