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Pintar la ira del colérico Teobaldo, sería imposible. Repetir sus maldiciones y sus blasfemias, sólo repetirlas, fuera escandaloso é impío. Llamó á grandes voces á sus servidores, y únicamente le contestó el eco en aquellas inmensas soledades, y se arrancó los cabellos y se mesó las barbas, presa de la más espantosa desesperación.—Le seguiré á la carrera, aun cuando haya de reventarme, exclamo al fin, armando de nuevo su ballesta y disponiéndose á seguir á la res; pero en aquel momento sintió ruido á sus espaldas; se entreabrieron las ramas de la espesura, y se presentó á sus ojos un paje que traía del diestro un corcel negro como la noche.

–El cielo me lo envía, dijo el cazador, lanzándose sobre sus lomos ágil como un gamo. El paje, que era delgado, muy delgado, y amarillo como la muerte, se sonrió de una manera extraña al presentarle la brida.

X

El caballo relinchó con una fuerza que hizo estremecer el bosque, dió un bote increíble, un bote en que se levantó más de diez varas del suelo, y el aire comenzó á zumbar en los oídos del jinete, como zumba una piedra arrojada por la honda. Había partido al escape; pero á un escape tan rápido, que temeroso de perder los estribos y caer á tierra turbado por el vértigo, tuvo que cerrar los ojos y agarrarse con ambas manos á sus[1] flotantes crines.

[Footnote 1: sus. The antecedent is logically, but not grammatically evident.]

Y sin agitar sus riendas, sin herirle con el acicate ni animarlo con la voz, el corcel corría, corría sin detenerse. ¿Cuanto tiempo corrió Teobaldo con él, sin saber por donde, sintiendo que las ramas le abofeteaban el rostro al pasar, y los zarzales desgarraban sus vestidos, y el viento silbaba á su alrededor? Nadie lo sabe.

XI

Cuando recobrando el ánimo, abrió los ojos un instante para arrojar en torno suyo una mirada inquieta, se encontró lejos, muy lejos de Montagut, y en unos lugares, para él completamente extraños. El corcel corría, corría sin detenerse, y árboles, rocas, castillos y aldeas pasaban á su lado como una exhalación. Nuevos y nuevos horizontes se abrían ante su vista; horizontes que se borraban para dejar lugar á otros más y más desconocidos. Valles angostos, erizados de colosales fragmentos de granito que las tempestades habian arrancado de la cumbre de las montañas, alegres campiñas, cubiertas de un tapiz de verdura y sembradas de blancos caseríos; desiertos sin límites, donde hervían las arenas calcinadas por los rayos de un sol de fuego; vastas soledades, llanuras inmensas, regiones de eternas nieves, donde los gigantescos témpanos asemejaban, destacándose sobre un cielo gris y obscuro, blancos fantasmas que extendían sus brazos para asirle por los cabellos al pasar; todo esto, y mil y mil otras cosas que yo no podré deciros, vió en su fantástica carrera, hasta tanto que envuelto en una niebla obscura; dejó de percibir el ruido que producían los cascos del caballo al herir la tierra.

I

Nobles caballeros, sencillos pastores, hermosas niñas que escucháis mi relato, si os maravilla lo que os cuento, no creáis que es una fábula tejida á mi antojo para sorprender vuestra credulidad; de boca en boca ha llegado hasta mí esta tradición, y la leyenda del sepulcro[1] que aún subsiste en el monasterio de Montagut, es un testimonio irrecusable de la veracidad de mis palabras.

[Footnote 1: la leyenda del sepulcro. See p. 140, note 1.]

Creed, pues, lo que he dicho, y creed lo que aún me resta por decir, que es tan cierto como lo anterior, aunque más maravilloso. Yo podré acaso adornar con algunas galas de la poesía el desnudo esqueleto de esta sencilla y terrible historia, pero nunca me apartaré un punto de la verdad á sabiendas.

II

Cuando Teobaldo dejó de percibir las pisadas de su corcel y se sintió lanzado en el vacío, no pudo reprimir un involuntario estremecimiento de terror. Hasta entonces había creído que los objetos que se representaban á sus ojos eran fantasmas de su imaginación, turbada por el vértigo, y que su corcel corría desbocado, es verdad, pero corría, sin salir del término de su señorío. Ya no le quedaba duda de que era el juguete de un poder sobrenatural que le arrastraba sin que supiese á dónde, á través de aquellas nieblas obscuras, de aquellas nubes de formas caprichosas y fantásticas, en cuyo seno, que se iluminaba á veces con el resplandor de un relámpago, creía distinguir las hirvientes centellas, próximas á desprenderse.

El corcel corría, ó mejor dicho nadaba en aquel océano de vapores caliginosos y encendidos, y las maravillas del cielo ro comenzaron á desplegarse unas tras otras ante los espantados ojos de su jinete.

III

Cabalgando sobre las nubes, vestidos de luengas túnicas con orlas de fuego, suelta al huracán la encendida cabellera, y blandiendo sus espadas que relampagueaban arrojando chispas de cárdena luz, vio á los ángeles, ministros de la cólera del Señor, cruzar como un formidable ejército sobre alas de la tempestad.

Y subió más alto, y creyó divisar á lo lejos las tormentosas nubes semejantes á un mar de lava, y oyó mugir el trueno á sus pies como muge el océano azotando la roca desde cuya cima le contempla el atónito peregrino.

IV

Y vió el arcángel, blanco como la nieve, que sentado sobre un inmenso globo de cristal,[1] lo dirige por el espacio en las noches serenas, como un bajel de plata sobre la superficie de un lago azul.

[Footnote 1: globo de cristal. The moon. Longfellow thus translates Dante's description of the sphere of the moon in canto II of the Paradiso:

It seemed to me a cloud encompassed us,Luminous, dense, consolidate and brightAs adamant on which the sun is striking.Into itself did the eternal pearlReceive us…]

Y vió el sol volteando encendido sobre ejes de oro en una atmósfera de colores y de fuego, y en su foco á los ígneos espíritus[1] que habitan incólumes entre las llamas, y desde su ardiente seno entonan al Criador himnos de alegría.

[Footnote 1: ígneos espíritus. These are not elemental spirits (see p.47, note 1), but are either angelic beings of a fiery nature, or the spirits of the blessed in the sphere of the sun, of whom Dante speaks as follows:

Lights many saw, vivid and triumphant,  Make us a center and themselves a circle,  More sweet in voice than luminous in aspect,Within the court of Heaven, whence I return,  Are many jewels found, so fair and precious  They cannot be transported from the realm;And of them was the singing of these lights.                Dante's Paradiso, canto X, Longfellow's translation.]

Vió los hilos de luz imperceptibles que atan los hombres á las estrellas,[1] y vió el arco íris, echado como un puente colosal sobre el abismo que separa al primer cielo del segundo.[2]

[Footnote 1: A reference doubtless to the power of the stars to influence the destiny of man, with which subject astrology concerns itself. Compare—

That which Timasus argues of the soul  Doth not resemble that which here is seen,  Because it seems that as he speaks he thinks.He says the soul unto its star returns,  Believing it to have been severed thence  Whenever nature gave it as a form.Perhaps his doctrine is of other guise  Than the words sound, and possibly may be  With meaning that is not to be derided.If he doth mean that to these wheels return  The honor of their influence and the blame,  Perhaps his bow doth hit upon some truth.O glorious stars, O light impregnated  With mighty virtue, from which I acknowledge  All my genius, whatso'er it be.                Idem, canto's IV and XXII.]

[Footnote 2: primer cielo, segundo. Belief in a series of heavenly spheres, such as Dante describes, has characterized most mystical philosophies.]

V

Por una escala[1] misteriosa vió bajar las almas á la tierra; vió bajar muchas, y subir pocas.[2] Cada una de aquellas almas inocentes iba acompañada de un arcángel purísimo que le cubría con la sombra de sus alas. Los que tornaban solos, tornaban en silencio y con lágrimas en los ojos; los que no, subían cantando como suben las alondras en las mañanas de Abril?[3]

[Footnote 1: escala. Dante mentions a similar stairway in canto XXII of the Paradiso, and intimates that the vision of it is disclosed only to true mystics.

He thereupon: "Brother, thy high desire  In the remotest sphere shall be fulfilled,  Where are fulfilled all others and my own.There perfect is, and ripened, and complete,  Every desire; within that one alone  Is every part where it has always been;For it is not in space, nor turns on poles,  And unto it our stairway reaches up,  thus from out thy sight it steals away.Up to that height the Patriarch Jacob saw it  Extending its supernal part, whst time  So thronged with angels it appeared to him.But to ascend it now no one uplifts  His feet from off the earth...."                Longfellow's translation.]

[Footnote 2: pocas. Because, in comparison with the number of souls born into earthly bodies, but few escape the snares of evil and rise again to their original state of innocence.]

[Footnote 3: Though the idea is somewhat different, there is a certain parallelism in the picture evoked by the closing verses of Rossetti's poem "The Blessed Damozel." The Damozel is represented as waiting for her lover on the ramparts of heaven.

She gazed and listened and then said,  Less sad of speech than mild,—"All this is when he comes." She ceased.  The light thrilled towards her, fill'dWith angels in strong level flight.  Her eyes prayed, and she smiled.(I saw her smile.) But soon their path  Was vague in distant spheres:And then she cast her arms along  The golden barriers,And laid her face between her hands,  And wept. (I heard her tears.)]

Después las tinieblas rosadas y azules que flotaban en el espacio, como cortinas de gasa transparente, se rasgaron como el día de gloria[1] se rasga en nuestros templos el velo de los altares, y el paraíso de los justos se ofreció á sus miradas deslumbrador y magnifico.[2]

[Footnote 1: el día de gloria. Called also Sábado de gloria, 'Holy Saturday.' "During the last two weeks of Lent, the pictures and statues throughout the Catholic Church are covered by a purple cloth and uncovered on Holy Saturday. In parts of Spain this unveiling is effected suddenly by rending them with a spear or lance, so as to reveal all the pictures and statues at the same time." Hence the comparison.]

[Footnote 2: Read Dante's description in canto XXXII of the Paradiso]

VI

Allí estaban los santos profetas que habréis visto groseramente esculpidos en las portadas de piedra de nuestras catedrales; allí las vírgenes luminosas,[1] que intenta en vano copiar de sus sueños el pintor en los vidrios de colores de las ojivas; allí los querubines,[2] con sus largas y flotantes vestidura? y sus nimbos de oro, como los de las tablas de los altares; allí, en fin, coronada de estrellas, vestida de luz, rodeada de todas las jerarquías celestes, y hermosa sobre toda ponderación, Nuestra Señora de Monserrat,[3] la Madre de Dios, la Reina de los arcángeles, el amparo de los pecadores y el consuelo de los afligidos.[4]

[Footnote 1: las vírgenes luminosas. Virgin is "one of the titles and grades given by the church, by which are distinguished the choirs of sainted women who have preserved their integrity and purity." Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano. Compare—

… de humildes y penitentes confesores, y de aquel coro-más blanco que lanieve, de vírgenes purísimas.                Rivadeneira.… los estados de los mártires, confesores y vírgenes cantaron unos lostriunfos de los otros.                P. Martín de Roa.

By luminosas is suggested the halo of light that surrounds them, proceeding from their own sanctity and represented in the stained-glass windows.]

[Footnote 2: querubines. Read Dante's description of the heavenly hierarchy in canto XXVIII of the Paradiso. See also p. 47, note 1.]

[Footnote 3: Nuestra Señora de Monserrat = 'Our Lady of Montserrat,' the Virgin as venerated in the famous monastery of this name. "The monastery owes its foundation to the miraculous image of the Virgin, the handiwork of Luke the Apostle, which was brought to Barcelona in the year of our Lord 50, by St. Peter himself. At the time of the Moorish invasion, in 717, the Goths hid it in the hill, where it remained until 880, when Some shepherds were attracted to the spot by heavenly lightd, etc., whereupon Gondemar Bishop of Vique (guided also by a sweet smell) found the image in a cave. Accompanied by his clergy, the good bishop set out on his return to Manresa carrying the holy image with him, but on reaching a certain spot the Virgin obstinately refused to proceed farther; thereupon a small chapel was built over her, where she remained 160 years. The spot where the image first refused to move is still marked by a cross with an appropriate inscription.... A chapel where the image now rests was founded in 1592, and later opened by Philip II in person." Ford, Handbook for Travellers in Spain. The monastery is one of the most picturesquely situated in all Christendom. It stands high up upon the jagged mountain Mons Serratus, or Montserrat, which gives to the monastery its name. See p. 54, note 2.]

[Footnote 4: Compare—

And at that center, with their wings expanded,  More than a thousand jubilant Angels saw I,  Each differing in effolgence and in kind.I saw there at their sports and at their songs  A Beauty[*] smiling, which the gladness was  Within the eyes of all the other saints;And if I had in speaking as much wealth  As in imagining, I should not dare  To attempt the smallest part of its delight.

[Footnote *:

The Virgin]                Dante's Paradiso, canto XXXI, Longfellow's Translation.]

Mas allá el paraíso de los justos, más allá el trono donde se asienta la Virgen Maria.[1] El ánimo de Teobaldo se sobrecogió temeroso, y un hondo pavor se apoderó de su alma. La eterna soledad, el eterno silencio viven en aquellas regiones, que conducen al misterioso santuario del Señor. De cuando en cuando azotaba su frente una ráfaga de aire, frío como la hoja de un puñal, que crispaba sus cabellos de horror y penetraba hasta la médula de sus huesos; ráfagas semejantes a las que anunciaban á los profetas la aproximación del espíritu divino.[2] Al fin llegó á un punto donde creyó percibir un rumor sordo, que pudiera compararse al zumbido lejano de un enjambre de abejas, cuando, en las tardes del otoño, revolotean en derredor de las últimas flores.

[Footnote 1: Is there confusion here between the Virgin Mary and the Virgin of Montserrat, or is the throne her ementioned vacant?]

[Footnote 2: Compare "And, behold, the Lord passed by, and a great and strong wind rent the mountains, and brake in pieces the rocks before the Lord; but the Lord was not in the wind: and after the wind an earthquake; but the Lord was not in the earthquake: and after the earthquake a fire; but the Lord was not in the fire: and after the fire a still small voice. And it was so, when Elijah heard it, that he wrapped his face in his mantle, and went out, and stood in the entering in of the cave." I Kings, xix, part of verses 11–13. "And I looked, and, behold, a whirlwind came out of the north, a great cloud, and a fire.... And when I saw it, I fell upon my face, and I heard a voice of one that spake." Ezekiel, i. 4 and 28.]

VIII

Atravesaba esa fantástica región adonde van todos los acentos de la tierra, los sonidos que decimos que se desvanecen, las palabras que juzgamos que se pierden en el aire, los lamentos que creemos que nadie oye.

Aquí, en un círculo armónico,[1] flotan las plegarias de los niños, las, oraciones de las vírgenes, los salmos de los piadosos eremitas, las peticiones de los humildes, las castas palabras de los limpios de corazón, las resignadas quejas de los que padecen, los ayes de los que sufren y los himnos de los que esperan. Teobaldo oyó entre aquellas voces que palpitaban aún en el éter luminoso, la voz de su santa madre, que pedía á Dios por él; pero no oyó la suya.

[Footnote 1: círculo armónico = 'melodious circle.' A rhythmic circling accompanied by song is characteristic of all of the heavenly choirs in Dante's Paradiso. Compare—

Soon as the blessed flame had taken up  The final word to give it utterance  Began the holy millstone to revolve,And in its gyre had not turned wholly round,  Before another in a ring enclosed it,  And motion joined to motion, song to song;Song that as greatly doth transcend our muses,  Our Sirens, in those dulcet clarions,  As primal splendor that which is reflected.                canto XII, Longfellow's translation.As by a greater gladness urged and drawn  They who are dancing in a ring sometimes  Uplift their voices and their motions quicken;So, at that orison devout and prompt,  The holy circles a new joy displayed  In their revolving and their wondrous Song.                Idem, canto XIV.]

IX

Más allá hirieron sus oídos con un estrépito discordante mil y mil acentos ásperos y roncos, blasfemias, gritos de venganzas, cantares de orgias, palabras lúbricas, maldiciones de la desesperación, amenazas de impotencia y juramentos sacrílegos de la impiedad.[1]

[Footnote 1: This conception of two distinct places in the other world to which all good words and all evil words go and echo eternally seems to be original with Becquer.]

Teobaldo atravesó el segundo círculo con la rapidez que el meteoro cruza el cielo en una tarde de verano, por no oir su voz que vibraba allí sonante y atronadora, sobreponiéndose á las otras voces en media de aquel concierto infernal.

¡ No creo en Dios! ¡ No creo en Dios! decia aún su acento agitándose en aquel océano de blasfemias; y Teobaldo comenzaba á creer.

X

Dejó atrás aquellas regiones y atravesó otras inmensidades llenas de visiones terribles, que ni él pudo comprender ni yo acierto á concebir, y llegó al cabo al último círculo[1] de la espiral de los cielos, donde los serafines[2] adoran al Señor, cubierto el rostro con las triples alas[3] y postrados á sus pies.

[Footnote 1: último circulo. Becquer follows no particular metaphysical system in his description of the various heavenly spheres.]

[Footnote 2: serafines. The seraphim ('burning' or 'flaming ones') are the highest order in the hierarchy of angels. They are mentioned by Isaiah (vi. 2).

Dante speaks of the seraph as "that soul in Heaven which is most enlightened." Paradiso, canto XXI, Charles Eliot Norton's translation. See p. 47, note 1, and also p. 152, note 1.]

[Footnote 3: cubierto el rostro con las triples alas. Becquer does not follow exactly the Biblical description. "Above it stood the seraphim: each one had six wings; with twain he covered his face, and with twain he covered his feet, and with twain he did fly." Isaiah vi. 2. In the famous vision of St. Francis of Assisi, at the time that he received his stigmata, the Seraph appeared to him with two wings raised above his head, with two wings stretched out for flight, and with two wings covering his whole body. See Mrs. Oliphant, Francis of Assisi, London, Macmillan & Co., 1871, pp. 253–255.]

Él quiso mirarlo.

Un aliento de fuego abrasó su cara, un mar de luz obscureció sus ojos, un trueno gigante retumbó en sus oídos, y arrancado del corcel y lanzado al vacío como la piedra candente que arroja un volcán, se sintió bajar, y bajar sin caer nunca, ciego, abrasado y ensordecido, como cayó el ángel rebelde cuando Dios derribó el pedestal de su orgullo con un soplo de sus labios.[1]

[Footnote 1: Compare—

Nine days they fell; confounded Chaos roared,And felt tenfold confusion in their fallThrough his wild anarchy; so huge a routEncumbered him with ruin. Hell at last,Yawning, received them whole, and on them closed—Hell, their fit habitation, fraught with fireUnquenchable, the house of woe and pain.                Milton, Paradise Lost, book vi.]

I

La noche había cerrado, y el viento gemía agitando las hojas de los árboles, por entre cuyas frondosas ramas se deslizaba un suave rayo de luna, cuando Teobaldo, incorporándose sobre el codo y restregándose los ojos como si despertara de un profundo sueño, tendió alrededor una mirada y se encontró en el mismo bosque donde hirió al jabalí, donde cayó muerto su corcel; donde le dieron aquella fantástica cabalgadura que le había arrastrado á unas regiones desconocidas y misteriosas.

Un silencio de muerte reinaba á su alrededor; un silencio que sólo interrumpía el lejano bramido de los ciervos, el temeroso murmullo de las hojas, y el eco de una campana distante que de vez en cuando traía el viento en sus ráfagas.

–Habré soñado, dijo el barón: y emprendió su camino al través del bosque, y salió al fin á la llanura.

II

En lontananza, y sobre las rocas de Montagut, vió destacarse la negra silueta de su castillo, sobre el fondo azulado y transparente del cielo de la noche.—Mi castillo está lejos y estoy cansado, murmuró; esperaré el día en un lugar cercano, y se dirigió al lugar.—Llamó á la puerta.—¿Quien sois? le preguntaron.—El barón de Fortcastell, respondió, y se le rieron en sus barbas.—Llamó á otra.—¿Quién sois y que queréis? tornaron á preguntarle.—Vuestro señor, insistió el caballero, sorprendido de que no le conociesen; Teobaldo de Montagut.[1]—¡Teobaldo de Montagut! dijo colérica su interlocutora, que no era una vieja; ¡Teobaldo de Montagut el del cuento!… ¡Bah!… Seguid vuestro camino, y no vengáis á sacar de su sueño á las gentes honradas para decirles chanzonetas insulsas.

[Footnote 1: Teobaldo de Montagut. See p. 140, note 1.]

III

Teobaldo, lleno de asombro, abandonó la aldea y se dirigió al castillo, á cuyas puertas llego cuando apenas clareaba el día. El foso estaba cegado con los sillares de las derruidas almenas; el puente levadizo, inútil ya, se pudría colgado aún de sus fuertes tirantes de hierro, cubiertos de orín por la acción de los años; en la torre del homenaje tañia lentamente una campana; frente al arco principal de la fortaleza y sobre un pedestal de granito se elevaba una cruz; en los muros no se veía un solo soldado; y confuso, y sordo, parecía que de su seno se elevaba como un murmullo lejano, un himno religioso, grave, solemne y magnífico.

–¡Y este es mi castillo, no hay duda! decía Teobaldo, paseando su inquieta mirada de un punto á otro, sin acertar á comprender lo que le pasaba. ¡Aquel es mi escudo, grabado aún sobre la clave del arco! ¡Ese es el valle de Montagut! Estas tierras que domina, el señorio de Fortcastell....

En aquel instante las pesadas hojas de la puerta giraron sobre sus goznes y apareció en su dintel un religioso.

IV

—¿Quién sois y que hacéis aquí? preguntó Teobaldo al monje.

–Yo soy, contestó éste, un humilde servidor de Dios, religioso del monasterio de Montagut.

–Pero … interrumpió el barón, Montagut ¿no es un señorío?

–Lo fué, prosiguió el monje … hace mucho tiempo. … Á su último señor, según cuentan, se le llevó el diablo; y como no tenía á nadie que le sucediese en el feudo, los condes soberanos[1] hicieron donación de estas tierras á los religiosos de nuestra regla, que están aquí desde hará cosa de ciento á ciento veinte años. Y vos ¿quién sois?

[Footnote 1: condes soberanos. See p. 121, note 1, and p. 123, l. 22.]

—Yo … balbuceó el barón de Fortcastell, después de un largo rato de silencio; yo soy … un miserable pecador, que arrepentido de sus faltas, viene á confesarlas á vuestro abad, y 15 á pedirle que le admita en el seno de su religión.

LAS HOJAS SECAS

El sol se había puesto: las nubes, que cruzaban hechas jirones sobre mi cabeza, iban á amontonarse unas sobre otras en el horizonte lejano. El viento frio de las tardes de otoño arremolinaba las hojas secas á mis pies.

Yo estaba sentado al borde de un camino,[1] por donde siempre vuelven menos de los que van.

[Footnote 1: un camino. The road to the cemetery.]

No sé en qué pensaba, si en efecto pensaba entonces en alguna cosa. Mi alma temblaba á punto de lanzarse al espacio, como el pajáro tiembla y agita ligeramente las alas antes de levantar el vuelo.

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