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Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas
Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas

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Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas

Язык: es
Год издания: 2019
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– Costado duele –, se quejó Toki. – Debo volver… a la… oficina… con aire acondicionado.

Kotaro suspiró en resignación y los dejó para hornearse bajo el calor del sol antes de abrir la nota. Su mano se cerró, arrugando el papel que acababa de recibir de la estación de policía no lejos del campus. Otra chica había desaparecido sin dejar rastro. Había estado gastando un largo tiempo investigando las desapariciones de muchas chicas jóvenes, lo que eventualmente lo llevó a la universidad donde ahora era el nuevo jefe de seguridad.

Sus pensamientos inmediatamente dieron vuelta hacia su amada Kyoko. Kotaro la había encontrado de nuevo y justo como esperaba, Toya no estaba lejos. Una cosa que lo había sorprendido era el hecho de que Toya había renacido normal, humano, o eso parecía.

A veces podía sentir al verdadero Toya descansando justo debajo de la superficie… sin ser consciente de su propia existencia, pero hasta ahora esa parte de él ha permanecido dormida. – Gracias a Dios por los pequeños favores –. Kotaro pasó una mano agitada por su cabello despeinado por el viento.

Le iba bien que ninguno de ellos recordara el pasado, pues era un recuerdo que era mejor que estuviese olvidado. Él deseaba tener el mismo privilegio de olvidar… pero para él, la memoria permanecía, y lo despertaba frecuentemente en la noche sudando frío.

Mientras dejaba el parque se encontró de pie en el camino de piedra en frente del campus. Kotaro levantó sus ojos azules como el hielo en la dirección a donde Kyoko vivía. Frunció el ceño mientras la preocupación dejaba marcas en sus rasgos y tuvo la repentina urgencia de pasar por “su mujer” para asegurarse de que estuviera bien.

Tenía la parte larga de su cabello negro en capas echada hacia atrás con una banda que colgaba baja. El resto de su cabello, desde su flequillo hasta la coronilla se veía constantemente naturalmente despeinado por el viento, dándole la apariencia de un chico malo punk pero que le quedaba muy bien. Esta apariencia le había servido en más de una ocasión en años recientes.

Su cuerpo era alto con músculos delgados, pero las apariencias engañan. No tenía un gramo de grasa extra y era más fuerte que cincuenta hombres humanos juntos. Las únicas personas que conocían de su fuerza inhumana eran los que decidieron darle malos momentos o se atrevían a meterse en su camino. Y esos pocos estaban muy asustados para decir palabra. Nadie en el campus sabía del lado secreto de Kotaro y él quería mantenerlo de esa forma.

Kotaro era responsable de la seguridad de cada persona que caminara en el campus, fuera visitante, estudiante o miembro de la facultad. Algunas mujeres jóvenes habían comenzado a desaparecer a un ritmo alarmante en esta área, sobre todo cerca de la reja eléctrica que rodeaba los suelos de la universidad.

Un rugido grave se formó muy dentro de su pecho mientras inhalaba los aromas que lo rodeaban. El aire había sido contaminado con un antiguo olor, maligno. Kotaro se estaba acercando a quien era responsable de más que solo las chicas perdidas… podía sentirlo. Dejando esos pensamientos a un lado por ahora, comenzó a caminar rápidamente hacia los departamentos de alrededor que ubicaban a muchas de las estudiantes universitarias inocentes.

Él iría a reportarse con Kyoko y si ella lo dejaba, sus ojos se oscurecían atractivamente, él no se iría de su lado por el resto del día, o la noche. Solo esperaba que hoy Toya no estuviera esperándola de nuevo. Él la quería toda para él. Después de todo, ella era de verdad su mujer y ese “chico” tendría que conseguirse una vida.

Sus pasos se enlentecieron por un momento ante la ironía de ello, estaba feliz de que Toya ahora al menos tenía una vida. Una sonrisa de satisfacción casi entretenida apareció mientras mentalmente amenazaba esa vida si Toya no paraba de acosar a Kyoko todo el tiempo.

Solo pensar en ella sentada a su lado en el cómodo sofá, comiendo palomitas y viendo una película cursi sonaba como la tarde perfecta. Ellos compartían algo así al menos una vez a la semana y para él, esa era su parte favorita de la semana. Tenía su tiempo ininterrumpido con la belleza de cabello cobrizo. No importaba si estaban viendo una película o solo se sentaban en su sofá a hablar: él solo amaba la sensación de ella acurrucada a su lado.

Kotaro sonrió para sí mismo con satisfacción mientras se preguntaba cómo sería estar siempre a su lado, día y noche.

Su sonrisa se desvaneció ante su siguiente pensamiento… Kyoko no lo había escogido sobre Toya aún, en realidad. Al menos no en esta vida. – Algunas cosas nunca cambian –, miró hacia arriba como enviando un silencioso y sarcástico “gracias por la ayuda en esa área” a cualquiera que estuviera escuchando. Algo le dijo que los dioses tenían que tener el sentido del humor más perturbador.

*****

Finalmente, los exámenes finales se habían terminado y Kyoko había estado cantando esas palabras toda la tarde. Había sido una chica buena y estudió hasta que se hartó de ello, pero había valido la pena. Ella sabía que había sacado puras ases en esos malvados exámenes. Solo ese pensamiento le había hecho querer bailar felizmente en todo el camino de vuelta a su departamento hoy.

De hecho, la primera cosa que había hecho tan pronto entró por la puerta fue arrojar sus libros como si estuvieran infestados por una enfermedad y finalmente sucumbió a la urgencia, interpretando un “baile feliz” espontáneo justo en la puerta de entrada, como que tenía un poco de friki en ella después de todo.

Esto siguió inmediatamente después de su propia ejecución de un baile de touchdown que le había visto hacer a Toya una vez, sacudiendo sus nalgas todo el camino del pasillo a su baño así ella podría darse un baño caliente de burbujas. Kyoko decidió que si iba a hacer esto entonces lo haría bien, así que fue a encender el estéreo y agarró unas cuantas velas.

Aún hacía lindos sonidos de victoria para el momento en el que la bañera se llenó e hizo un breve trabajo con su ropa quitándosela y lanzándola a donde le complaciera. “Es muy probable que encuentre mi ropa interior colgando del ventilador del techo cuando termine” pensó para sí, luego se encogió de hombros y se metió en el agua.

Se deslizó más abajo en la bañera para dejar que las burbujas que flotaban acompañando la superficie acariciaran su cuello y hombros. Sus ojos verdes esmeralda, que a veces eran conocidos por volverse tormentosos en un instante, brillaban con alegría.

Las ondas de su cabello cobrizo estaban apiladas de cualquier modo encima de su cabeza y su piel sedosa y suave ahora estaba escondida bajo las burbujas. Era una chica feliz… y todo lo que realmente quería hacer era relajarse por el resto del día. Un poco de música suave de fondo, algunas velas de olor dulce encendidas alrededor del baño y era el escenario perfecto.

Cerró sus ojos a sabiendas de que la imagen de él pronto se enfocaría, como si esperara por ella. Era el secreto que ella guardaba.

Los ojos azules como el hielo la observaron desde dentro de su mente. Ella había tenido sueños sobre él en las noches que ahora podía evocar incluso durante sus horas despierta. Mientras más profundo se enrollara en el sueño, más real se hacía, hasta que parecía que él estaba ahí, arrodillado al lado de la bañera.

Sus labios se ladearon en una sonrisita sensual mientras acercaba su brazo y tomaba el paño de ella, sus ojos se volvían tan brillantes como una flama azul.

– Los sueños son agradables –, susurró mientras rodaba su cabeza hacia un lado dejándolo hacer lo que quería.

“Ring, Ring”. Uno de los sonidos más irritantes del mundo hizo eco a través del apartamento. Kyoko se sacudió hacia el frente en la tina derramando el agua sobre la orilla y al suelo de azulejos. Levantando su mano hacia su mejilla, ella pudo sentir el calor ahí y se sonrojó a la vez que el teléfono sonaba de nuevo.

– ¡Chispas! – se levantó rápidamente sabiendo que el teléfono estaba al final en la sala de estar. Saliendo del agua, agarró la bata de seda de la encimera y la envolvió en ella mientras corría para contestarlo.

Dándose cuenta de que dejaba un rastro de agua, hizo una nota mental para recordar llevar el teléfono inalámbrico al baño con ella la próxima vez.

En el otro extremo del repique irritante, Suki tocó con sus uñas en la encimera de la cocina deseando que Kyoko se apurara y tomara el teléfono. Ella tenía esta molesta sensación de que Shinbe estaría aquí en cualquier momento, y ella no quería que él se enterara de nada de lo que estaba planeando.

Escuchó el clic en el otro extremo. – ¡Finalmente!

Kyoko empujó el teléfono lejos de su oreja, lo miró con furia y lo colocó de nuevo en su oreja. – ¡Suki, estaba en el baño! – Kyoko casi se quejó mientras miraba con anhelo hacia atrás a la puerta del baño donde sabía que el agua estaba aún caliente y con aroma a jazmín. La llamaba a volver y disfrutar, y así lo hizo en el sueño. Se mordió el labio inferior mientras arrastraba sus ojos lejos de lo que quería.

– ¿Estás ahí parada desnuda? – Suki se rio disimuladamente sabiendo que Kyoko se sonrojaba fácilmente.

– ¡Suki! – gritó Kyoko al auricular. Su amiga simplemente tenía un sentido del humor retorcido, que probablemente venía de pasar mucho tiempo con Shinbe. Sonrió con picardía mientras replicaba, – ¿necesitabas algo? Tengo un baño caliente y lleno de vapor llamando mi nombre, estás interrumpiendo mi pequeña cita.

– ¿Cita? – Suki miró al teléfono y volteó los ojos. – Definitivamente necesitas ayuda, Kyoko. ¿Quién alguna vez escuchó sobre ponerse romántico en el agua del baño sin alguien más ahí contigo? Al menos ten una chispa de imaginación y piensa en un hombre sexy que limpie tu espalda mientras estás ahí –. Suspiró con un tono exasperado sin ser consciente de que justamente acababa de impactar a Kyoko hasta la médula por lo cerca que estaba de su imagen mental.

– De todos modos, tú y yo vamos a tener una noche de chicas para celebrar que se acabaron los finales –, chirrió Suki. Ella no iba a dejar a Kyoko decir que no.

– No tomaré un no por respuesta, así que comienza a prepararte. Y usa el atuendo que compramos el fin de semana pasado. Yo haré lo mismo –. Suki inhaló profundamente y rápidamente comenzó antes de que Kyoko tuviera oportunidad de decir alguna palabra. – Está lista a las 7:30. Te quiero. ¡Adioooós!

Kyoko parpadeó cuando el teléfono hizo clic señalando que la línea estaba desconectada. Sus labios seguían separados porque había estado lista para decir “no” a la primera oportunidad. Envió una mirada silenciosa a la pared lejana de la sala de estar que separaba los apartamentos de ambas chicas preguntándose si Suki había llamado desde ahí o desde su celular en alguna otra parte.

Suspiró mirando al identificador de llamada. – Celular, con razón –. No hace falta golpear la pared entonces. Pero la imagen de sus manos alrededor del cuello de Suki le puso una sonrisa en el rostro. – Aunque puedo fingir.

Lanzando el teléfono inalámbrico de nuevo a la encimera, Kyoko miró hacia abajo a la bata de seda adherida a su cuerpo húmedo y gruñó. El agua tibia que aún estaba en su piel se había vuelto fría y daba una sensación de hormigueo, haciendo que se le erizara la piel por el frío. Rápidamente se volteó para volver a su baño.

“Ring, Ring”. Kyoko se sacudió.

Giró mientras su ceja izquierda se levantó con frustración. – ¡Espero que sea Suki, así podré decirle cuánto me gusta que me acosen! – Jalando el teléfono con brusquedad, dijo un poco más alto de lo normal. – ¡¡Hola!!

Toya sonrió al saludo de Kyoko. – Vamos, ¿tu mami no te enseñó a ser educada al contestar el teléfono?

Kyoko se sentía como para caminar con calma hacia la ventana, abrirla y dejar que el teléfono se deslizara de su mano hacia lo desconocido. – ¿Por qué será que nadie quiere dejarme terminar mi baño? – se quejó, pisando fuerte con su pie solo para sentir el aire acondicionado meterse debajo de su bata.

La sonrisa de Toya se desvaneció mientras su imaginación enloquecía y visiones explícitas comenzaron a danzar en su mente. – Estás desnu… – se quedó mudo antes de preguntarle si estaba de pie desnuda. Sacudiendo el pensamiento fuera de su cabeza, Toya tomó una respiración profunda para calmarse y con suerte controlar sus ahora intensas hormonas. – Carajo, esa fue una bonita imagen…

Kyoko frunció el ceño preguntándose si Toya estaba de pie al lado de Suki en ese mismo momento.

Toya trató de nuevo. – Eh, no importa. Mira, estoy de camino a buscarte para ir al cine esta noche, así que solo vístete.

Kyoko estrechó sus ojos preguntándose quién proclamó que era “El Día de los Acosadores”. – Este, tengo planes esta noche –. Por supuesto que sus planes habían sido volverse una ciruela pasa en el baño, luego acurrucarse en el sofá y ver una película. Quizá incluso quedarse dormida mientras tanto, no tener a todo el mundo molestándola para “salir”.

– ¿Qué? ¡Cancélalos porque vienes conmigo! – prácticamente ordenó Toya, comenzando a molestarse porque ella no estaba haciendo lo que él quería que ella hiciera… como si alguna vez lo hubiese hecho.

Kyoko cerró los ojos y sostuvo el teléfono lejos de su cántico – no lo lanzaré por la ventana, no lo lanzaré por la ventana –, “Toc, toc” Kyoko se balanceó para encarar la puerta pensando “¡Pero SÍ se lo lanzaré a quien sea que esté en la maldita puerta!” pudo escuchar una risa demente venir de algún lugar muy adentro, donde la malvada hermana residía.

Serenamente caminó hacia la puerta y la abrió, entonces se asomó por la puerta a mirar alrededor para ver quién era. – Kotaro – susurró, un poco sin aliento, luego cerró de golpe su boca con culpa esperando que él no lo hubiera notado.

Los ojos de Kotaro se iluminaron y se oscurecieron al mismo tiempo cuando la puerta se abrió. Estaba feliz de ver a Kyoko a salvo… y obviamente no completamente vestida. Levantó una ceja ante la forma en que ella había dicho su nombre. Presionando la mano contra la parte de encima de su cabeza en la puerta, la terminó de abrir con su usual sonrisa confiada mientras pasaba más allá de ella… casi tocándose.

– ¿Cómo está mi mujer hoy? – Kotaro caminó más allá de ella dentro del apartamento como si perteneciera allí.

“No voy a cometer asesinato, no voy a lanzar el teléfono, no voy…” la mente de Kyoko continuó cantando mientras Kotaro la miraba con su habitual sonrisa de infarto. De repente sintió que el aire acondicionado había dejado de funcionar.

¿Cómo era que este hombre, quién solo podía ser descrito como sexo caminante, le afectara tanto? Ella siempre sentía que estaba tratando de detenerse a sí misma de lanzarlo contra el suelo. Sacudiendo su cabeza, miró hacia abajo y chilló cuando vio que su bata se había abierto parcialmente. No era suficiente para mostrar nada pero era visible suficiente piel para hacerla sonrojar.

Toya se tensó, escuchando la llamada a la puerta en el fondo a través del teléfono y luego la voz de Kotaro. Gritó al teléfono para tener su atención. – ¡Carajo, Kyoko! ¿Qué demonios hace Kotaro ahí? – ladró, molesto de que el guardia de seguridad se apareciera, de nuevo, en el apartamento de “su” Kyoko.

Kyoko se avergonzó cuando el grito desde el teléfono pudo escucharse fuerte y claro dentro de la sala de estar. Mirando sobre el hombro de Kotaro al reloj de pared, supo que debía comenzar a arreglarse o Suki sería la próxima golpeando la puerta. Ya era suficiente. Se volvió y caminó hacia la encimera, teniendo en mente colgar el teléfono.

Levantándolo de nuevo a su oreja gritó: – ¡Te veré luego! – “clic”… uno menos… falta uno.

Kotaro sonrió sabiendo que era a Toya a quien había gritado. Sus ojos viajaron a la seda que colgaba como una segunda piel en un cuerpo muy bien formado y no podría haberse detenido si hubiese intentado moverse hacia adelante, más cerca de ella. Lentamente cerró sus ojos solo por un segundo mientras tomaba aire profundamente, ahora todo su cuerpo a solo centímetros del de ella. El pensamiento de tocar sin contacto lo tenía mentalmente curvando su cuerpo alrededor del de ella y apretándola.

Se inclinó hacia adelante llevando sus labios al hueco de su oreja antes de susurrar su nombre. Sus labios se suavizaron, así como sus ojos azules como el hielo. A menudo se encontraba casi deseando que ella pudiera recordar el pasado y lo cercanos que una vez fueron. ¿Qué haría ella si recordara que solían vivir juntos? Él, ella y Toya… así podían protegerla.

Kyoko perdió el aliento al salírsele rápidamente y sintió la piel de su cuello y mejilla erizarse. Era suficientemente duro mantener sus pensamientos en orden con él cerca, pero ahora ella podía sentirlo tocándola incluso cuando no era así. Recordando lo que estaba haciendo justamente antes de que el teléfono la interrumpiera hizo que el calor se le subiera a la cara.

Sin querer que él notara su culpa, se mantuvo de espaldas a él e intentó con todas sus fuerzas suprimir el recuerdo del baño. Cerrando sus ojos, peleó con la urgencia de recostarse en él y tuvo que agarrar la mesa para sujetarse.

Kotaro quería poner sus manos en la mesa a ambos lados de ella… atrapándola entre sus brazos, pero de repente se quedó quieto. Pudo oler los jabones que ella había usado en el baño, pero un sabor llegó hasta él y su expresión se volvió curiosa, ¿excitación? Él se alejó de ella, sintiendo como se endurecía.

Pasando sus manos por su indomable cabello, se retiró a una distancia más segura tratando con todas sus fuerzas ignorar la sacudida en la boca de su estómago… ¿por qué había venido de nuevo? Era importante.

Sus instintos protectores comenzaron a surtir efecto al recuerdo de las alertas recientes que había recibido. – ¿Pasarías la tarde conmigo? – la pregunta que sonaba inocente resguardaba un doble sentido, mientras saboreaba el deseo.

Kyoko desaceleró su respiración una vez más lista para luchar contra sus sentimientos. Ella frunció el ceño sabiendo que sería muy peligroso quedarse a solas con él. De repente, quería agradecer a Suki por mangonearle.

Viendo su ceño fruncido, Kotaro añadió rápidamente – podemos hacer lo que tú quieras. Rentar una película y quedarnos, o salir.

– Rentar una película y quedarnos en casa… – repitió Kyoko pensando que eso era exactamente lo que quería hacer. Luego, notando cómo se le iluminaban los ojos a Kotaro, rápidamente cambió – al menos, eso era lo que quería hacer si no hubiese sido arrastrada a los planes de alguien más. Me hubiese encantado quedarme viendo películas contigo. Pero lo siento, Kotaro. No puedo –. Le dio una sonrisa de disculpa mentalmente pisando fuerte al pensamiento de perder una tarde acogedora con el apuesto guardia de seguridad.

Los hombros de Kotaro cayeron unos centímetros pero sonrió de todas formas sabiendo que ella no estaba intentando herir sus sentimientos. Incluso se dio cuenta de que ella quería que él se quedara y se peguntó por ese impulso de deseo, ¿eran los mismos deseos que él sentía? Para él, Kyoko era la gema más preciosa sobre la tierra y haría lo que fuera para hacerla sonreír y mantenerla a salvo al mismo tiempo.

Después de todo, había esperado por más de cien años solo para verla de nuevo.

Como necesitaba estar seguro de que estaba protegida y alejada de lo que pudiera dañarla, preguntó: – ¿Y entonces, qué planes tienes? Quizás podría sumarme a la diversión –. Le dio su sonrisa más traviesa esperando que funcionara. Si no, podía recurrir a acosarla… las esquinas de sus labios perfectos se inclinaron en una sonrisa secreta.

Kyoko sabía que Suki no estaría de acuerdo con eso. Noche de chicas significaba noche de “chicas”. También sabía que si Kotaro se enteraba de que ella estaba solo con Suki, de alguna forma las seguiría a todas partes, apareciendo como si fuera accidental. Lo había visto hacerlo muchas veces.

Cuando Toya era agresivo, Kotaro trataba de ser sutil, aunque cuando ponía a ambos chicos en la misma habitación parecían actuar muy similar y constantemente se molestaban. Ambos chicos tenían corazones de oro y ella lo sabía. En una manera los quería a los dos… tanto que era doloroso, por lo que decidió no decidir y solo quedarse soltera por ahora. Ella, honestamente, no quería herir los sentimientos de ninguno.

Pero una cosa que Kyoko sabía a ciencia cierta era que si Kotaro pensaba que iba a salir con Toya esa noche, no se molestaría en seguirla. Al menos esperaba que no.

– Lo siento Kotaro, ya tengo planes con Toya, pero te prometo que otro día rentaremos películas o algo –. Kyoko bajó sus ojos sin gustarle el hecho de que estaba mintiéndole, pero era la única forma de que lo dejara pasar. Mirando al suelo lo notó dar un paso hacia adelante e inmediatamente dio un paso hacia atrás mordiendo su labio inferior cuando sintió la mesa detrás de ella.

Kotaro sintió los celos vibrar dentro de él, aunque los mantuvo en su lugar. Su único consuelo era que si ella estaba con Toya esta noche, al menos podría contar con que ella no sería una de las próximas chicas desaparecidas.

Además, él sabía que Kamui estaba secretamente vigilando a ambos, Toya y Kyoko. Mentalmente, tuvo que admitir que Toya era sobreprotector con ella y la mantendría a salvo. Él quería ser el que estuviera con Kyoko esta noche, el que la protegiera. Pero aunque no le gustara, Toya no dejaría que nada le hiciera daño alguno.

Él la observó levantar sus ojos lentamente hacia los suyos y pudo ver la preocupación en su mirada de que él intentaría detenerla, él quería detenerla pero no lo haría. Con el tiempo ella tomaría su decisión.

Asintiendo con su cabeza con reacia aceptación, Kotaro buscó su mano y la sostuvo por un momento, entrelazando los ojos azules como el hielo con los apasionados ojos de ella pudo notar que ella tuvo un día duro por sus ojos. Siempre podía leer sus sentimientos por el color de sus ojos, lo había aprendido hacía más de cien años atrás. Solo deseaba que ella lo recordara.

– Entonces, tenemos un trato, Kyoko. Vendré a reportarme contigo mañana. Ten cuidado hermosa –. Inclinándose hacia adelante rozó sus labios sobre su frente, luego soltó su mano, y se dio la vuelta para irse.


Kyoko sonrió. – Gracias, Kotaro –. Su frente aún hormigueaba donde sus labios tibios la habían tocado. Estaba feliz de que fuera más sencillo lidiar con él que con Toya. Él a menudo le besaba la mejilla, frente o mano, dejando ese lugar hormigueando y caliente.

Se preguntó qué pensaría él si supiera que ella nunca había sido besada en los labios. Nadie lo creería a la edad de dieciocho, aún era tan pura… bueno, físicamente pura. Se sonrojó de nuevo sabiendo que sus pensamientos no la libraban de culpa. Culparía a la traidora que vive dentro de su pecho y se aceleraba cada vez que pensaba en él.

Kotaro abrió la puerta para deslizarse hacia afuera, no sin antes lanzarle una sonrisa sobre su hombro y añadir. – Solo recuerda, aún eres mi mujer –. Se fue rápidamente, cerrando la puerta detrás de él, sonriendo vorazmente ante el comentario.

Él sabía que no cruzaría la línea con Toya y no estaba preocupado. Incluso en el pasado, cuando él y Toya se han dado cabezazos, ella lo prefería a él por encima de Toya. Ella siempre quiso a Toya, pero Kotaro sabía que era él de quién estaba verdaderamente enamorada. La velocidad de su corazón cuando él estaba cerca siempre le había revelado sus verdaderos sentimientos, en esta vida y en las pasadas. Él solo tenía que esperar a que se diera cuenta de nuevo.

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