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El Baile De La Luna: Libro Uno Dela Serie ”Lazos De Sangre”
El Baile De La Luna: Libro Uno Dela Serie ”Lazos De Sangre”

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El Baile De La Luna: Libro Uno Dela Serie ”Lazos De Sangre”

Язык: es
Год издания: 2019
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Ella le había salvado dos veces sin saberlo. El recuerdo de su voz asustada aún tenía el poder de sacarle de su sueño más profundo. Él desearía haberla visto... para tener aunque fuera un atisbo de la persona que acompañaba la voz que le atormentaba.

Metió la mano en el bolsillo y sacó el pequeño collar de perro con una etiqueta en forma de hueso colgando. Ya sabía el nombre de la familia, pero la dirección ya no era válida... no lo había sido en años. Cuando al fin aprendió a utilizar un ordenador, buscó a los padres de la chica, pero habían muerto y la casa había sido vendida. La hija, él estaba seguro que fue quien lo liberó, se había desvanecido sin dejar pistas.

Kane tiró el cigarro al lado del pie izquierdo y lo pisoteó. Cuando regresó a Los Ángeles, inmediatamente volvió a la discoteca donde Malachi vivió y la cual regentó. Pero lo habían vendido y sus hijos se habían cambiado de dirección. El nuevo lugar fue una vez un almacén abandonado, pero los jaguares recientemente lo habían renovado, convirtiéndolo en una discoteca que se ajustaba a los nuevos tiempos. Los hijos de Malachi era quienes sacaban el negocio adelante.

Agitó la cabeza preguntándose cómo fue capaz Malachi de casarse por segunda vez, después de todo lo que había amado a su primera mujer. Ella fue su alma gemela, incluso aunque los cambiantes eran conocidos por su apetito sexual, una vez conocen a su alma gemela les resultaba casi imposible amar a otra.

Cuando Kane buscó información, descubrió que la nueva mujer de Malachi había dado a luz a cuatro hijos, pero murió dando a luz al más joven, Nick.

Malachi murió la noche que él oyó los gruñidos desde su tumba, pero Kane aún sentía la necesidad de vengarse que le quemaba desde el interior. Casi todos los vampiros nacen de la oscuridad y, tal vez, Syn estaba equivocado sobre sí mismo y no eran tan diferente de sus malvados hermanos. A lo mejor, perder la cabeza durante treinta tortuosos años ya le había dañado lo suficiente como para no ser una excepción. Su mente seguía estando en el lugar oscuro donde Malachi la había dejado.

Por lo que Kane sabía, fueron los jaguares los primeros en derramar sangre. Ahora, él había vuelto para presentar sus respetos en especie... a la maldita raza entera de cambiantes, empezando por los hijos de Malachi. Ah, pero él no se detendría ahí. Los siguientes serían los hijos del cambiante que le tendió una trampa... Nataniel Wilder.

No le resultó difícil hacerse con algunos seguidores que le ofrecieran sangre. A Kane aún le fascinaba el movimiento alternativo–gótico que se movía en el centro de la ciudad. Muchos de ellos soñaban con convertirse en lo que él realmente era... un vampiro auténtico en lugar de un aspirante a gótico.

Todo lo que tenía que hacer era convertir a uno y dejar a su subordinado sin alma vagando a su suerte. Eligió al más peligroso del grupo... el que parecía haber perdido ya su alma en la oscuridad. Raven, un canalla, que era casi un psicópata como humano... un gótico marginado, con sed de sangre mucho antes de ni siquiera sentir una necesidad verdadera.

Raven era la única persona a la que Kane le había contado todo sobre la trampa que le tendieron los cambiantes y cómo lo enterraron vivo. No sabía por qué se lo había contado a Raven... por aburrimiento quizás.

Kane dejó al canalla suelto por la ciudad. Raven estaba enfadado con el mundo mucho antes de renacer como hijo de la noche, y ahora Kane le había proporcionado una vía de escape para era ira. Raven había aceptado vengarse en nombre de Kane y el vampiro desalmado era capaz de utilizar sus nuevas habilidades a fondo.

Ni se molestó en intentar disuadir a Raven porque se ajustaba totalmente a sus planes de tender una trampa al resto de la familia de Malachi. ¿Por qué iba a proteger a los cambiantes de Raven? Lo máximo que hizo fue decirle al chico que no tenía que matar humanos para alimentarse, que no tenía que causar ningún daño, si no quería. No fue culpa suya que, en lugar de eso, Raven decidiera matar a su antojo.

La primera vez que Raven mató fue la única en la que Kane intervino, agarrando al chico antes de que dejara el cuerpo sin vida con la marca del vampiro a la vista de cualquier humano. A los vampiros se les inculcaba que debían ocultar este tipo de secretos para asegurar su preservación y a Kane se le había olvidado compartirlo con Raven. Kane entonces le enseñó cómo cortar a través de las marcas de los colmillos para que solo pareciera un asesinato sádico.

Raven se encargaba de dejar a sus víctimas en los alrededores del Moon Dance para que las autoridades pudieran encontrarlos. Era el plan perfecto. La mayoría de los vampiros eran diabólicos de manera innata, así que Kane pasó la mayor parte de su vida eterna al alcance de asesinos. Al ver a este chico matar, era como si le resultara de lo más natural.

Si Syn hubiera estado despierto para contemplar la oleada de asesinatos, el habría acabado con todo aquello matando a Raven o condenándolo bajo tierra en una tumba. Ahora que Kane había experimentado tal castigo, preferiría mil veces antes una muerte rápida.

Antes de su destierro, llegó a tener un amigo más... Michael. Ellos habían estado juntos mucho más tiempo del que podían o querían recordar. Ambos habían sido obsequiados con el heliotropo porque mantenían sus almas... ellos y el hermano de Michael, Damon.

Michael era un buen hombre. Aunque estuviera del lado de los ángeles, como ellos mismos decían, había escuchado por ahí que Damon había desarrollado un lado oscuro y quería atraer a su hermano hacia la oscuridad también. A lo mejor decidía hacerle una pequeña visita a Damon antes de terminar lo que había venido a hacer y así le enseñaba algunos modales. Kane se preguntó de dónde salió aquella rivalidad repentina entre hermanos porque Michael siempre había querido a su hermano... aunque las cosas siempre pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos.

Kane no quería que Michael conociera el demonio que habitaba dentro de él desde que fue enterrado vivo. Había pasado algún tiempo en las últimas dos semanas observando a Michael desde la distancia. Él sabía que Michael y el hijo mayor del jaguar, Warren, eran amigos... justo como él y Malachi llegaron a serlo una vez.

Los cambiantes eran unos traidores y Michael todavía tendría que averiguar este pequeño detalle. Al acabar con los cambiantes, hasta le estaría haciendo un último favor a Michael... por los viejos tiempos.

Kane alzó la mano, tocó el pendiente que contenía el heliotropo sabiendo que este no le permitía matar humanos. Si su alma fuera totalmente demoníaca, entonces la magia contenida en el heliotropo no funcionaría con él. A menudo se preguntaba cómo Malachi podría haber pasado por alto ese simple hecho... la prueba de su inocencia estaba justo delante de sus narices.

Da igual... Se había pasado treinta años en su prisión por algo que no había hecho.

–La venganza será un infierno para vosotros, amigos míos.

*****

–¿Vendedor telefónico? –Preguntó Chad tratando de esconder su mueca de burla mientras su hermana pequeña cerraba la puerta de un sonoro portazo que hizo que esta cayera al suelo. Se estrelló contra el suelo con gran estruendo.

Envy le dio una patada al teléfono en el pasillo imaginándose que era la cabeza de su novio antes de darse la vuelta hacia su hermano. –¿Es que todos sois unos cerdos o solo los tíos con los que salgo?

Chad levantó las manos con gesto de rendición.

–En mi opinión, las chicas sois igual de malas. Ahora cálmate y cuéntale a tu hermano mayor qué ha pasado.

Envy apoyó la frente en la pared. Se negaba a verter ni una sola lágrima. Trevor no le gustaba lo suficiente como para llorar por él y ella se estaba empezando a cansar seriamente de todos los chicos de un modo o de otro.

–Jason me acaba de pedir salir. Él creía que estaba soltera de nuevo porque se encontró con Trevor en la nueva discoteca. Prácticamente, se estaba tirando a otra en la pista de baile.

Chad agitó la cabeza. No sentiría ninguna pena por Trevor cuando su hermana le pusiera las manos encima.

–¿Y por qué no salimos por ahí entonces? –arqueó una ceja, no quería perdérselo por nada del mundo.

Envy sonrió, le había gustado la idea.

–Dame diez minutos y estoy lista.

Chad asintió y se sentó en la punta del sofá. Cogió el mando a distancia para ver las noticias, aunque no les prestó mucha atención. Él no quería que su hermana saliera con Trevor. Él sabía que el tipo actuaba como un completo americano, el típico niño rico de bachillerato que trata de despistar a todo el mundo; pero eso no significaba que le gustara que mintiera a su hermana sobre su verdadero ser. Si Trevor iba a acostarse con ella, entonces necesitaba saber por lo menos la verdad sobre la persona con la que se acostaba su hermana.

Empezar una relación con una mentira no era la mejor manera. Si ibas a mentir, entonces, en primer lugar, no deberías verte involucrado. Él arrinconó a Trevor la última vez que se vieron en la estación y le dijo al “agente secreto” que le contara a Envy toda la verdad sobre lo que estaba haciendo o, si no, que se alejara de ella. No era culpa suya que Trevor no escuchara a nadie más que a sí mismo.

Le enfadaba pensar que Trevor pudiera estar utilizando a Envy mientras llevaba a cabo sus negocios encubiertos en los locales nocturnos de moda. Como ella era camarera en muchas discotecas, Trevor podía seguirla a cualquier edificio antes de que abrieran al público y quedarse hasta que cerraban. Al estar allí, entre la multitud, Trevor podía husmear mucho mejor sin que Envy se enterara de nada.

Chad rechazó desvelar la verdad, incluso aunque el equipo de Fuerzas Especiales había estado intentando que lo hiciera por la fuerza hasta entonces. Lo más cerca que había estado de hacerlo era siendo su chico favorito para llamar cuando era el momento de tumbar puertas de una patada y bajarle los humos a la gente. Y a él le parecía bien. Él prefería mucho antes dale una patada en el culo a uno de los malos y después escabullirse, charlar con la gente y remover papeles para intentar encontrar la porquería de alguien.

Ahora, su amigo Jason, por el contrario, sería mucho mejor novio para Envy. Ella había ido al colegio con Envy, y eso era un problema. Jason se había colgado por Envy durante toda la secundaria y había pasado tanto tiempo en su casa, que Envy lo consideraba un hermano... no alguien con quien salir.

Jason se unió a los guardabosques del Bosque Nacional Ángeles justo cuando acabó la escuela y nunca cambió de oficio. A Envy aún le gustaba salir por ahí con Jason. También solía ver a su mejor amiga Tabatha, ya que Tabatha era compañera de unidad de Jason.

Chad se levantó del sofá y esperó en al otro lado de la puerta de la habitación de Envy. Habían sido compañeros de habitación durante los últimos cuatro años, desde que sus padres murieron en un accidente de coche, y se las habían apañado bastante bien. Él era policía y ella estaba en nómina en bastantes discotecas de la ciudad como camarera.

La única razón por la que él no le había dicho lo típico de “búscate un trabajo de verdad” era porque la mayoría de las noches ella ganaba más dinero que él. Lo que hacía las cosas más fáciles porque, cuando llegaba el día de pagar el alquiler, Envy era quien solía pagarlo mientras que él se preocupaba de todo lo demás.

–¿A qué discoteca vamos? –preguntó él al otro lado de la puerta.

–La nueva. Moon Dance, –Envy se hizo una coleta con algunas capas del pelo mientras las de abajo le colgaban por la espalda. –Puede que también me ofrezca como camarera ya que vamos.

Chad frunció el ceño.

–Es la que está casi a las afueras de la ciudad, ¿verdad? –Él volvió a su habitación sin esperar su respuesta. Últimamente, las cosas se habían vuelto un poco peligrosas por aquella zona de la ciudad. Las desapariciones eran el mayor peligro, y ya se habían encontrado unos cuantos cuerpos a una manzana de esa discoteca.

Hasta entonces, no habían encontrado nada que pudiera vincularse directamente con el Moon Dance, excepto que todas las víctimas escogidas eran asiduos de la discoteca. Era el lapso de tiempo entre asesinatos lo que hacía sospechar a Chad y a tantos otros. Se habían hecho algunas preguntas para averiguar si había un asesino en serie paseándose por el bar. Varias de las últimas víctimas habían sido vistas por la discoteca. Como policía, no podía dejar pasar la posibilidad de que existiera algún tipo de conexión.

Como su pistola y su placa ya estaban en el coche, Chad cogió la pistola paralizante y se la metió entre el cinturón. Con todas las atrocidades que estaban ocurriendo por allí, quería que Envy la tuviera solo por si algo malo ocurría mientras ella estuviera en la discoteca.

Al salir de su habitación, echó un vistazo al pasillo y se quedó de piedra cuando vio a su hermana. Una falda negra de cuero con encaje asomando hasta la mitad del muslo cubría sus piernas a conjunto con una camisa de encaje a la altura del ombligo. algunos parches de cuero estratégicamente colocados cubrían lo necesario... lo justo para esconder sus pechos y mostrar su vientre y su ombligo.

También llevaba puestas unas botas negras de cuero hasta justo por encima de las rodillas con unas cadenas elegantes de adorno alrededor de los tobillos. Un colgante que su madre le había regalado hacía años adornaba su cuello con una bonita pieza de cuarzo de amatista. La mayoría de su pelo rojo lo llevaba recogido en una coleta alta con algunos mechones cayendo por un hombro.

Llevaba también un maquillaje elegante con delineador de ojos y sombra negros, así como un tono oscuro de lápiz de labios. Parecía una dominatriz.

–¡Joder! ¿Salimos a por sangre? –Chad levantó una ceja echándole un vistazo... dos veces. Se estaba planteando cancelar la salida nocturna y hacerla volver a su habitación por razones de seguridad.

–Bueno, he decidido –Envy levanté una ceja con delicadeza, –que después de encargarme de Trevor, ¡me lo voy a pasar bien! Desde ahora en adelante, me niego a quedar solo con un tío. No quiero un novio… ¡quiero MUCHOS! Así, cuando uno de ellos se comporte como un gilipollas, me dará igual porque tendré otros que estarán más que contentos por darle una patada.

–Sí, recuerdo lo bien que funcionaba eso en el instituto. –Chad movió la cabeza con gesto de disgusto porque sabía que su hermana era mucho más frágil de lo que fingía ser, –Iremos en mi coche por si llaman desde la central.

–Solo si me dejas jugar con las luces azules –Envy sonrió porque sabía que le dejaría.

Chad suspiró y caminó hacia el coche. –Te juro que eres peor que un crío en una tienda de juguetes apretando todos y cada uno de los peluches que hacen ruido y volviendo a todos locos.

–¿Qué? –rio ella–. Me gustan las luces azules. La gente se aparta de nuestro camino cuando las enciendo.

–¿Cómo aquella vez que las encendiste porque nos habíamos quedado sin café? – preguntó. –Sabes que eso es gastar dinero de los contribuyentes, ¿verdad?

–Si no te callas conduciré yo. Y entonces tendrás que lidiar con las luces rojas y la sirena –le advirtió con un guiño de ojo juguetón.

Chad se calló inmediatamente porque la última vez que ocurrió, ella llegaba tarde al trabajo y él se encontraba demasiado enfermo como para conducir, así que se sentó en el asiento del pasajero medio dormido. El jefe todavía enfurecía al recordarlo.

*****

Envy apagó las luces azules a una manzana de la discoteca y miró hacia arriba a los focos que bailaban a través del cielo cubierto de nubes. Observó como el edificio de dos plantas entraba en su campo de visión.

Había estado trabajando tanto últimamente que no había tenido un momento para observar el Moon Dance, aunque algunos de sus clientes ya lo habían puesto por las nubes anteriormente. Por fuera no era nada sofisticado. Parecía simplemente un almacén de ladrillo con pocas ventanas y un enorme letrero de neón púrpura en la fachada frontal.

La gente hacía cola a medio camino entre el enorme aparcamiento, iban vestidos con sus mejores prendas para la discoteca y hablaban entre ellos de manera animada. El hecho de que fueran las diez de la noche y siguiera habiendo cola para entrar le hacía pensar que trabajar allí podía ser muy lucrativo.

–Sí, sin duda voy a presentarme al puesto de camarera– sonrió valorando la posibilidad de trabajar allí.

–Por lo menos ya no hay casi cola –Chad dijo con sarcasmo. No quería esperar para ver como Trevor se llevaba una buena dosis de la adrenalina de su hermana.

Aparcó al fondo del aparcamiento, en el lugar más oscuro, al lado del coche de Trevor. Antes de que Envy pudiera abrir la puerta del coche, Chad se acercó y cogió a su hermana por el brazo.

–Toma –le dio la pistola paralizante y, sin pronunciar una sola palabra más, abrió la puerta y salió del coche.

Envy rodeó el pequeño aparato con sus dedos y sonrió. Su hermano le había enseñado técnicas de defensa personal hasta tal punto que, probablemente, ella podría derribar a la mayoría de los policías con los que él trabajaba sin sudar una gota. Pero Chad siempre decía, ‘¿Por qué pelear, cuando puedes apretar un botón?’

Ella deslizó la pistola en el pequeño bolsillo de la falda de cuero al lado de su DNI. A ella no le importaría apretarle bien "los botones" a Trevor. De hecho, aceptaría de buen grado apretar el botón del ascensor que va al infierno solo por verlo a él allí mismo en aquel momento. Nadie engañaba a Envy Sexton y se libraba de sufrir las consecuencias.

Caminaron en paralelo a la cola y Envy se alegró especialmente cuando la cola empezó a avanzar rápido, solo les costó un par de minutos entrar.

El portero iba vestido con unos pantalones Armani y una chaqueta de traje a juego. La camisa que llevaba debajo se ajustaba a su cuerpo y dejaba intuir su pecho esculpido. El pelo castaño caía a ambos lados de su cara haciendo ondas. Llevaba barba de varios días y sus penetrantes ojos oscuros casi brillaban más que el cartel de luces de neón.

Chad pagó y mostraron sus carnets de identidad antes de que el hombre les pusiera el sello en la mano y desabrochara la catenaria de terciopelo para permitirles el paso. Entraron por la puerta principal y se aproximaron por un pequeño pasillo a otra puerta que se abrió automáticamente a su paso. Ambos se detuvieron cuando entraron en la sala principal y observaron sus alrededores. Se parecía mucho a entrar en otra dimensión.

Como el aparcamiento estaba lleno, cualquiera pensaría que el local estaría repleto de gente por todas partes, pero no era así. Los labios de Envy se entreabrieron mientras caminada por la pista de baile hasta el enorme hueco vacío en el centro de la sala.

Se acercó a la barandilla y observó la pista de baile que tenía bajo sus pies. A ambos lados de donde se encontraban había una pasarela que atravesaba el nivel principal con una barra que recorría toda la distancia. La barra se componía de una lámina de cristal templado y unas luces de neón suaves zigzagueando por toda la superficie.

Dos escaleras conectaban con el piso inferior por la izquierda y por la derecha y se encontraban en medio antes de llegar finalmente a la pista de baile. La pista de baile brillaba con luces suaves, lo suficiente como para fundir los pies de la gente en una especie de luz negra. Todo esto añadido a la confusión que se creaba gracias a la luz estroboscópica y los focos que se movían en todas direcciones sin enfocar directamente a los bailarines.

De la forma en la que estaba configurado, podías ver las rodillas y los pies de los bailarines, pero el resto de sus cuerpos permanecía entre las sombras.

Envy se apoyó en la barandilla y miró buscando más barras en el nivel inferior, pero allí no había nada más que pista de baile. De algún modo le recordaba a un foso. Una vez bajabas esas escaleras, estabas al amparo de la oscuridad que ensombrecía a los bailarines aportándoles privacidad.

–¿Tiene tres pisos? –preguntó ella mirando al techo sobre sus cabezas. Contando el sótano, ese sería el tercer piso. Ella se preguntaba si también sería parte de la discoteca o si se encontraba fuera del alcance de los clientes.

Vítores y abucheos llamaron su atención y miró de nuevo al piso de abajo. Observó con incredulidad como un foco de luz azul pálido iluminaba una jaula en medio del foso. En seguida, se sintió cautivada por el hombre que estaba detrás de los barrotes.

La mirada de Chad también se paró en la jaula. Parecía una celda pequeña de una cárcel. Dentro había un hombre y una mujer acechándose en círculos. Incluso desde la distancia a la que se encontraban, de podía sentir el ardor de sus movimientos. Los nudillos de Chad se volvieron blancos al agarrarse con fuerza al pasamanos mientras el tío de la jaula empujó a su compañera de baile hacia los barrotes solo para que ella tuviera que escurrirse por debajo de su brazo mientras él intentaba sujetarla contra los barrotes.

Girando, él agarró a la chica por la muñeca y la atrajo hacia él de espaldas antes de guiar sus manos hacia las barras que tenía delante. Haciendo que agarrara las barras, él se restregó por su cuerpo casi desnudo hasta que ella echó la cabeza hacia atrás contra su pecho como si lo estuviera disfrutando.

Todo aquello mostraba una naturaleza animal, casi como una danza ritual de apareamiento. Chad y Envy se vieron cautivados por el espectáculo, cada uno de ellos afectado de manera diferente.

Chad los observó durante unos pocos minutos más en silencio mientras la pareja principal se apartaba de un salto el uno del otro para que el hombre atrapara a la chica en una posición diferente. El calor de sus movimientos hizo que la bragueta de sus vaqueros creciera mientras las caderas del hombre se sacudían contra el culo de la chica. Chad se forzó a mirar hacia otro lado, como por ejemplo a las decoraciones de las paredes superiores que podía ver desde donde estaban.

La mayoría eran luces intermitentes con una luz negra fija cerca de pinturas que parecían retratos sobre jaguares en posición elegante, algunos luchando y otros depredadores solitarios de caza. Aquellos animales mortales parecían tener vida propia. Las pinturas estáticas casi se movían con las luces, dando la impresión de que aquellos animales estaban vivos y les observaban.

Tenía que admitir que el tema era único, pero funcionaba. Sus ojos siguieron el movimiento de las luces por las paredes y se dio cuenta de que unas cadenas colgaban entre las pinturas, algunas de ellas con collares de pinchos y látigos de cuero negro.

Volvió de nuevo la mirada hacia la jaula y estaba a punto de ir en busca de Jason cuando vio a Trevor en la pista de baile cerca de uno de los focos. El muy idiota estaba bailando entre dos chicas y parecía que se lo estaba pasando de maravilla. Miró hacia Envy, pero Chad supo que no tenía que decirle ni una palabra ya que ella estaba observando directamente al trío.

Envy ladeó la cabeza intentando estudiar a Trevor como si no lo conociera lo suficiente. Para empezar, aquello le hizo replantearse por qué había empezado a salir con él.

Tenía que reconocer que él era agradable a la vista. Asquerosamente guapo sería una frase más adecuada. Parecía el típico surfista californiano de pelo rubio y liso, moreno dorado y ojos azules. Estaba para chuparse los dedos, lo que resultaría bastante divertido.

Pero si quitabas esa belleza, no tenía mucho más para atraer a una chica. Lo único que quedaba era el típico niño rico de alguna fraternidad universitaria. Cuando estaba cerca, era muy atento con los demás, pero también desaparecía de repente, a veces durante días.

La única otra cosa buena que ella podría decir de él era que se movía bastante bien en la cama y, gracias a eso, ella había pasado algunos de los mejores momentos de su vida.

En realidad, ella había llegado a creer que a él le gustaba mucho... puede que incluso algo más que eso. Eso demuestra lo poco que sabía ella de los hombres. A decir verdad, se estaba empezando a cansar de estar sola... pero entonces, eso no era razón suficiente como para empezar a quedar con otro tío.

Suspiró con nostalgia mientras observaba como agarraba el culo de la chica que tenía pegada a él. De repente se dio cuenta de que no estaba celosa. Si realmente hubiera estado enamorada de él, ¿no debería estar totalmente cabreada en lugar de sentirse herida? Lo que más le molestaba era que él había mentido sobre quererla a ella con exclusividad.

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