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Retrato de la Lozana Andaluza
Auctor. Allí junto moraba un herrero, el cual se levantó á media noche y no les dexaba dormir, y él se levantó á ver si era de dia, y tornándose á la cama, la despertó, y dixo ella: ¿De dó venis? que no os sentí levantar.
Ramp. Fuí allí fuera, que estos vecinos hacen de la noche dia, están las cabrillas sobre este horno, que es la punta de la media noche y no nos dexan dormir.
Loz. ¿Y en cueros salisteis? frio venis.
Ramp. Vos me escalentaréis.
Loz. Sí haré, mas no de esa manera, no más, que estoy harta y me gastaréis la cena.
Ramp. Tarde acordaste, que dentro yaz que no rabea; harta me decis que estais, y parece que comenzais agora, cansada creeria yo más presto que no harta.
Loz. Pues ¿quién se harta que no dexe un rincon para lo que viniere? por mi vida, que tan bien batís vos el hierro como aquel herrero, á tiempo y fuerte, que es acero; mi vida, ya no más, que basta hasta otria dia, que yo no puedo mantener la tela, y lo demas sería gastar lo bueno; dormí, que almozar quiero en levantándome.
Ramp. No cureis, que mi tia tiene gallina y nos dará de los huevos, y muncha manteca y la calabaza llena.
Loz. Señor, sí diré yo, como decia la buena mujer despues de bien harta.
Ramp. ¿Y cómo decia?
Loz. Dixo harta de duelos con muncha mancilla; como lo sabe aquella, que no me dexará mentir.
Auctor. Y señaló á la calabaza.
Ramp. Puta vieja era ésa; á la manteca llamaba mancilla lobos.
Loz. Luenga vala, júralo mozo, y ser de Córdoba me salva; el sueño me viene, reposemos.
Ramp. Soy contento, á este lado y metamos la ilesia sobre el campanario.
Auctor. Era mediodia cuando vino la tia á despertallos, y dice: sobrino, abrí, catá el sol que entra por todo, buenos dias, ¿cómo habeis dormido?
Loz. Señora, muy bien, y vuestro sobrino como lechon de viuda, que no ha meneado pié ni pierna hasta agora, que yo ya me sería levantada sino por no despertallo; que no he hecho sino llorar pensando en mi marido, qué hace ó dó está, que no viene.
Tia. No tomeis fatiga; andad acá, que quiero que veais mi casa agora que no está aquí mi marido, veis aquí en qué paso tiempo; ¿quereis que os la quite á vos?
Loz. Señora, sí, despues yo os pelaré á vos, porque veais qué mano tengo.
Tia. Esperá, traeré aquel pelador ó escoriador, y veréis que no dexa bello ninguno, que las jodías lo usan muncho.
Loz. ¿Y de qué se hace este pegote ó pellejador?
Tia. ¿De qué? de trementina y de pez greca, y de calcina vírgen y cera.
Loz. Aquí do me lo posistes se me ha hinchado y es cosa sucia; mejor se hace con vidrio sotil y muy delgado, que lleva el vello y hace mejor cara, y luégo un poco de olio de pepitas de calabaza y agua de flor de habas á la veneciana, que hace una cara muy linda.
Tia. Eso quiero, que me vecéis.
Loz. Buscá una redomilla quebrada, mirá que suave que es, y es cosa limpia.
Tia. No habréis, que si os caen en el Rastro las cortesanas, todas querrán probar, y con eso que vos le sabeis dar con ligereza, ganaréis cuanto quisiéredes, Dios delante; veis aquí do viene mi marido.
Viejo. Estéis en buen hora.
Loz. Seais bien venido.
Viej. Señora, ¿qué os ha parecido de mi sobrino?
Loz. Señor, ni amarga ni sabe á fumo.
Tio. Por mi vida, que teneis razon, mas yo fuera más al propósito que no él.
Tia. Mirá que se dexará decir; se pasan los dos meses que no me dice qué tienes ahí, y se quiere ahora hacer gallo, para quien no os conoce teneis vos palabra.
Loz. Señora, no os altereis que mi bondad es tanta, que ni sus palabras, ni su sobrino no me empreñarán; vamos, hijo Rampin, que es tarde para lo que tenemos de hacer.
Tia. Señora, id sana y salva, y tornarme á ver con sanidad.
MAMOTRETO XV
Cómo fueron mirando por Roma, hasta que vinieron á la judería, y cómo ordenó de poner casa.
Loz. ¿Por dó hemos de ir?
Ramp. Por aquí, por plaza Redonda, y verés el templo de Panteon, y la sepultura de Lucrecia Romana, y el aguja de piedra que tiene la ceniza de Rómulo y Rémulo, y la Coluna labrada, cosa maravillosa, y veréis setemzoneis (sic), y reposarés en casa de un compañero mio que me conoce.
Loz. Vamos, que aquel vuestro tio sin pecado podria traer albarda, ella parece de buena condicion, yo la tengo de vezar muchas cosas que sé.
Ramp. Deso os guardá; no vezeis á ninguna lo que sabeis, guardadlo para cuando lo habréis menester, y si no viene vuestro marido, podréis vos ganar la vida, que yo diré á todas que sabeis más que mi madre, y si quereis que esté con vos os iré á vender lo que hiciéredes, y os pregonaré que traés secretos de Levante.
Loz. Pues vení acá, que eso mismo quiero yo, que vos esteis comigo, mirá que yo no tengo marido, ni péname el amor, y de aquí os digo que os tomé vestido y harto como barba de rey, y no quiero que fatigueis, sino que os hagais sordo y bobo, y calleis aunque yo os riña y os trate de mozo, que vos llevaréis lo mejor, y lo que yo ganáre sabeldo vos guardar, y veréis si habrémos menester á nadie: á mí me quedan aquí cuatro ducados para remediarme, id, compráme vos soliman, y lo haré labrado, que no lo sepan mirar cuantas lo hacen en esta tierra que lo hago á la cordobesa, con saliva y al sol, que esto dicen que es lo que hace la madre á la hija, esotro es lo que hace la cuñada á la cuñada, con agua y al fuego, y si miran que no falte, ni sé qué me sería bueno, y desto haré yo para el comun, mas agora he menester que sea loada, y cómo la primera vez les hará buena cara siempre diré que lo paguen bien que es de muncha costa y gran trabajo.
Ramp. Aquí es el Aduana, mirá si querés algo.
Loz. ¿Que aduanaré? vos me habés llevado la flor.
Ramp. ¿Veis allí una casa que se alquila?
Loz. Veámosla.
Ramp. Ya yo la he visto; que moraba una putilla allí, y tiene una cámara y una saleta, y paga diez ducados de carlines al año, que son siete é medio de oro, y ella la pagaba de en tres en tres meses, que serien veinte é cinco carlines por tres meses; y buscarémos un colchon y una silla para que hincha la sala, y así pasaréis hasta que vais entendiendo y conosciendo.
Loz. Bien decís; pues vamos á mercar un morterito chiquito, para comenzar á hacer qualque cosa que dé principio al arte.
Ramp. Sea ansí, yo os lo traeré. Vamos primero á hablar con un jodío, que se llama Trigo, que él os alquilará todo lo que habeis menester, y áun tomará la casa sobre sí.
Loz. Vamos, ¿conoces alguno?
Ramp. Mirá, es judío plático, dexá hacer á él, que él os publicará entre hombres de bien que paguen la casa y áun el comer.
Loz. Pues eso hemos menester; decíme, ¿es aquél?
Ramp. No, que él no trae señal, que es judío que tiene favor, y lleva ropas de seda vendiendo, y ese no lleva sino ropa vieja y zulfaroles.
Loz. ¿Qué plaza es ésta?
Ramp. Aquí se llama Nagona, y si venís el miércoles veréis el mercado, que quizá desde que nacistes no habés visto mejor órden en todas las cosas, y mirá que es lo que quereis, que no falta nada de cuantas cosas nacen en la tierra y en el agua, y cuantas cosas se pueden pensar que sean menester, abundantemente, como en Venecia y como en cualquier tierra de acarreto.
Loz. Pues eso quiero yo que me mostreis, en Córdoba se hace los juéves, si bien me recuerdo:
Juéves, era juéves,dia de mercado,convidó Hernandolos Comendadores;¡oh, si me muriera cuando esta endecha oí! No lo quisiera tampoco, que bueno es vivir, quien vive loa el Señor; ¿quién son aquellos que me miraron? ¡para ellos es el mundo, y lóbregos de aquellos que van á pié, que van sudando, y las mulas van á matacaballo, y sus mujeres llevan á las ancas!
Ramp. Eso de sus mujeres son cortesanas, y ellos deben de ser grandes señores, pues mirá que por eso se dice Roma, triunfo de grandes señores, paraíso de putanas, purgatorio de jóvenes, infierno de todos, fatiga de bestias, engaño de pobres, peciguería de bellacos.
Loz. ¿Qué predica aquél? vamos allá.
Ramp. Predica cómo se tiene de perder Roma, destruirse el año del XXVII, mas dícelo burlando. Éste es Campo de Flor, aquí es en medio de la cibdad; éstos son charlatanes, sacamuelas y gastapotras, que engañan á los villanos y á los que son nuevamente venidos, que aquí los llaman bisoños.
Loz. ¿Y con qué los engañan?
Ramp. ¿Veis aquella raíz que él tiene en la mano? está diciendo que quita el dolor de los dientes, y que lo dará por un bayoque, que es cuatro cuatrines, hará más de ciento de aquellos, si halla quien los compre tantos bayoques hará; y mirá el otro cuero hinchado aquel papel que muestra, está diciendo que tiene polvos para vérmes, que son lombrices, y mirá qué priesa tiene, y despues será qualque cosa que no vale un cuatrin, y dice mill faranduras, y á la fin todo nada; vamos, que un loco hace ciento.
Loz. Por mi vida, que no son locos. Decíme, ¿quién mejor sabio que quien sabe sacar dinero de bolsa ajena sin fatiga? ¿Qu’es aquello que están allí tantos en torno aquél?
Ramp. Son mozos que buscan amos.
Loz. ¿Y aquí vienen?
Ramp. Señora si, veis allí do van dos con aquel caballero que no ture más el mal año, que ellos turáran con él.
Loz. ¿Cómo lo sabeis vos? aquella agüela de las otras lavanderas me lo dixo ayer, que cada dia en esta tierra toman gente nueva.
Ramp. ¿Qué sabe la puta vieja, cinturiona segundina? cuándo son buenos los famillos, y guardan la ropa de sus amos no se parten cada dia, mas si quieren ser ellos patrones de la ropa que sus amos trabajan, cierto es que los enviarán á turullote; mirá, los mozos y las fantescas son los que difaman las casas, que siempre van diciendo mal del patron y siempre roban más que ganan, y siempre tienen una caxa fuera de casa, para lo que hurtan, y ellas quieren tener un amigo que venga de noche, y otramente no estarán, y la gran nescesidad que tienen los amos se lo hacen comportar, y por eso mudan, pensando hallar mejor, y solamente son bien servidos el primer mes. No hay mayor fatiga en esta tierra que es mudar mozos, y no se curan, porque la tierra lo lleva, que si uno los dexa, otro los ruega, y así ni los mozos hacen casa con dos solares, ni los amos los dexan sus herederos, como hacen en otras tierras; pensá que yo he servido dos amos en tres meses, que estos zapatos de seda me dió el postrero, que era escudero, y tinie una puta, y comiamos comprado de la taberna, y ella era golosa, y él pensaba que yo me comia unas sorbas que habian quedado en la tabla, y por eso me despidió; y como no hice partido con él, que estaba á discricion, no saqué sino estos zapatos á la francesa, esperanza tenía que me habia de hacer del bien si le sobraba á él.
Loz. ¿Decísmelo de verdad? luego vos no sabeis que se dice que la esperanza es fruta de necios como vos, y majaderos como vuestro amo.
MAMOTRETO XVI
Cómo entran á la judería y veen las sinogas, y cómo viene Trigo, judío, á ponelle casa.
Loz. Aquí bien huele, convite se debe hacer, por mi vida, que huele á porqueta asada.
Ramp. ¿No veis que todos estos son judíos, y es mañana sábado, que hacen el adafina? mirá los braseros y las ollas encima.
Loz. Sí, por vuestra vida, ellos sabios en guisar á carbon que no hay tal comer como lo que se cocina á fuego de carbon y en olla de tierra; decíme, ¿qué es aquella casa que tantos entran?
Ramp. Vamos allá y vello hés; ésta es sinoga de catalanes, y esta de abaxo es de mujeres, y allí son tudescos, y la otra franceses, y ésta de romanescos é italianos, que son los más necios judíos que todas las otras naciones, que tiran al gentílico, y no saben su ley; más saben los nuestros españoles que todos, porque hay entre ellos letrados y ricos, y son muy resabidos; mirá allá donde están, ¿qué os paresce? ésta se lleva la flor; aquellos dos son muy amigos nuestros, y sus mujeres las conozco yo, que van por Roma rezando oraciones para quien se ha de casar, y ayunos á las mozas para que paran el primer año.
Loz. Yo sé mejor que no ellas hacer eso espeso con el plomo derretido; por ahí no me llevarán, que las moras de Levante me vezaron engañar bobas; en una cosa de vidrio, como es un orinal bien limpio y la clara de un huevo, les haré ver maravillas para sacar dinero de bolsa ajena diciendo los hurtos.
Ramp. Si yo sabía eso cuando me hurtaron unos guantes que yo los habia tomado á aquel mi amo (por mi salario), fueran agora para vos, que eran muy lindos, y una piedra se le cayó á su amiga, y halléla, veisla aquí, que ha expendido dos ducados en judíos que endevinasen, y no le han sabido decir que yo la tenía.
Loz. Mostrá; éste diamante es, vendámoslo, y diré yo que lo traigo de Levante.
Ramp. Sea ansí; vamos al mesmo jodío, que se llama Trigo, ¿veislo? allá sale, vamos tras él que aquí no hablará si no dice la primera palabra, oro, porque lo tienen por buen agüero.
Loz. ¿No es oro lo que oro vale?
Trigo. ¿Qué es eso que decís, señora ginovesa? el buen jodío, de la paja hace oro; ya no me puede faltar el Dio, pues que de oro habló. Y vos, pariente, ¿qué buscais? ¿venís con esta señora? ¿qué ha menester? que ya sabeis vos que todo se remediará, porque su cara muestra que es persona de bien; vamos á mi casa, entrá. Tina, Tina, vén abaxo, daca un coxin para esta señora, y apareja que coman algo de bueno.
Loz. No aparejeis nada, que hemos comido.
Judío. Haga buen pro, como hizo á Jacó.
Loz. Hermano, ¿qué le dirémos primero?
Ramp. Decilde de la piedra.
Loz. ¿Veis aquí? querria vender esta joya.
Jud. Esto en la mano lo teneis, buen diamante, fino parece.
Loz. ¿Qué podria valer?
Jud. Yo os diré; si fuese aquí qualque gran señor veneciano que lo tomasse, presto haríamos á despachallo; vos, ¿en qué precio lo teneis?
Loz. En veinte ducados.
Jud. No los hallaréis por él; mas yo os diré que dexeme acá hasta mañana, y verémos de serviros, que cuando halláremos quien quiera desbolsar diez, será maravilla.
Ramp. Mirá, si los hallais luégo, daldo.
Jud. Esperáme aquí; ¿traés otra cosa de joyas?
Loz. No agora.
Ramp. ¿Veis qué judío tan diligente? Veislo aquí torna.
Jud. Señora, ya se ha mirado y visto, el platero da seis solamente, y si no, veislo aquí sano y salvo, y no dará más, y áun dice que vos me habeis de pagar mi fatiga ó corretaje, y dixo que tornase luégo, si no, que no daria despues un cuatrin.
Loz. Dé siete, y págueos á vos, que yo tambien haré mi débito.
Jud. Desa manera ocho serán.
Loz. ¿A qué modo?
Jud. Siete por la piedra, y uno á mí por el corretaje; caro sería, y el primer lance no se debe perder, que cinco ducados buenos son en Roma.
Loz. ¿Cómo cinco?
Jud. Si me pagais á mí uno, no le quedan á vuestra merced sino cinco, que es el caudal de un judío.
Ramp. Vaya, déselo, que estos jodíos si se arrepienten no harémos nada. Andá Trigo, daldo y mirá si podeis sacalle más.
Jud. Eso por amor de vos lo trabajaré yo.
Ramp. Vení presto.
Loz. Mirá qué casa tiene este judío, este tabardo quiero que me cambie.
Ramp. Sí hará, veislo viene.
Jud. Ya se era ido, hicístesme detener, agora no hallaré quien lo tome sino fiado. Tina, vén acá, dáme tres ducados de la caxa, que mañana yo me fatigaré aunque sepa perder cualque cosilla; señora, ¿dó morais, para que os lleve el resto? y mirá qué otra cosa os puedo yo servir.
Loz. Este mancebito me dice que os conosce y que sois muy bueno y muy honrado.
Jud. Honrados dias vivan vos y él.
Loz. Yo no tengo casa, vos me habeis de remediar de vuestra mano.
Jud. Sí, bien, y ¿á qué parte la quereis de Roma?
Loz. Do veais vos que estaré mejor.
Jud. Dexá hacer á mí, vení vos comigo, que sois hombre. Tina, apareja un almofrex ó matalace y un xergon limpio y esa silla pintada y aquel forcel.
Tina. ¿Qué forcel? no os entiendo.
Jud. Aquel que me daba diez y ocho carlines por él la portuguesa que vino aquí ayer.
Tin. Ya, ya.
Jud. ¿Quereis mudar vestidos?
Loz. Sí, tambien.
Jud. Dexáme hacer, que esto os está mejor, volveos, si para vos se hiciera no estuviera más á propósito, esperá: Tina, daca aquel paño listado que compré de la Imperia, que yo te la haré á esta señora única en Roma.
Loz. No cureis que todo se pagará.
Jud. Todo os dice bien, si no fuese por esa picadura de mosca gracia teneis vos, que vale más que todo.
Loz. Yo haré de modo que cegará quien bien me quisiere, que los duelos con pan son buenos; nunca me mataré por nadie.
Jud. Procurávos de no haber menester á ninguno, que, como dice el judío, no me veas mal pasar, que no me verás pelear.
Loz. Son locuras decir eso.
Jud. Mirá porque lo digo, porque yo querria, si pudiese ser, que hoy en este dia fuésedes rica.
Loz. ¿Es el culantro hervir, hervir?
Jud. Por vida desa cara honrada que más valeis que pensais, vamos á traer un ganapan que lleve todo esto.
Ramp. Veis allí uno, llamaldo vos, que la casa yo sé dó está, tres tanto pareceis mejor desa manera; id vos delante, buen judío, que nosotros nos irémos tras vos.
Jud. ¿Y dónde es esa casa que decís?
Ramp. A la Aduana.
Jud. Bueno ansí gocen de vos; pues no tardeis, que yo la pagaré, y esta escoba para limpialla con buena man derecha.
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1
«Biblioteca de Autores Españoles. Libros de Caballerías, con un discurso preliminar y un catálogo razonado, por D. Pascual de Gayángos.» Madrid, M. Rivadeneyra, 1857.
2
La Lozana Andaluza, pág. 239.
3
«El modo de adoperare el legno de India occidentale salutifero remedio a ogni piaga et mal incurabile, et si guarisca il mal Franceso; operina de misser pre. Francisco Delicado.» Al fin: «Impressum Venetiis sumptibus vener. presbiteri Francisci Delicati Hispani de opido Martos, die 10 Februarii 1529.» En 4.º, de ocho fólios y letra gótica.
4
«Los cuatro libros de Amadis de Gaula nuevamente impresos y historiados, 1533.» Al fin: «Fué empresa en la muy ínclita y singular ciudad de Venecia, por maestro Juan Antonio de Sabia, impresor de libros, á las espesas de M. Juan Bautista Pedrazana é Compañon, mercadante de libros. Está al pié del puente de Rialto, é tiene por enseña una torre. Acabóse en el año 1533, á dias siete del mes de Setiembre. Fué revisto, corrigiéndolo de las letras que trocadas de los impresores eran, por el vicario del Valle de Cabezuela, Francisco Delicado, natural de la Peña de Martos.»
5
«Los tres libros del muy esforzado caballero Primaleon et Polendos, su hermano, hijos del emperador Palmerin de Oliva.» Al fin: «Acabóse de imprimir en la ínclita ciudad del Senado veneciano, hoy primero dia de Hebrero del presente año de mil y quinientos et treinta quatro del nacimiento del nuestro Redemptor, y fué impreso por M. Juan Antonio de Nicolini de Sabio. Á las espesas de M. Juan Batista Pedrezan, mercader de libros que está al pié del puente de Rialto, é tiene por enseña la Torre. Estos tres libros, como arriba vos diximos, fueron corregidos y enmendados de las letras que trastrocadas eran por el vicario del Valle de Cabezuela, Francisco Delicado, natural de la Peña de Martos.»
6
Gayángos en su discurso preliminar á Los libros de Caballerías, nota en la pág. XXXIX.