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Universidades, colegios, poderes
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Un tono y unas ideas nacionalcatólicas que se siguen arrastrando…36 No se puede estudiar las universidades americanas como trasuntos de Salamanca: aunque se les conceda en parte sus constituciones su realidad es bien distinta.37

Los dos últimos tomos pueden considerarse instrumentales y complementarios de la narración. El cuarto recoge las fuentes y bibliografía, que suelen acompañar las tesis o algunos libros. Como es una síntesis, no una monografía, en lugar de relacionar archivos y fondos utilizados, opta por descripciones del archivo catedralicio, ampliamente el de la universidad, junto a otros –su contenido y organización–. Las fuentes impresas que redactan Juan Luis Polo y Jacinto de Vega, las dividen en historiadores, legislación, reformistas ilustrados y memorias y viajeros. Aparte, la prensa en los últimos siglos… La bibliografía, desde 1800 a 2007 reúne casi tres mil entradas –se ayuda con un índice temático–. Y aún se añaden estudios del pasado arqueológico y se proyecta un futuro centro de documentación… Sin embargo, la crisis acechaba, un año después llegó, cuando el gobierno aseguraba que nuestra banca era fuerte y destinaba unos exiguos fondos para paliarla, como un recuerdo de Keynes…

Era un proyecto minucioso y bien articulado, aprovechando tanto a autores como a colaboradores. Lamentablemente, por cuestiones de política académica –quién sabe–, fue cerrado el centro de historia universitaria Alfonso IX en 2013. Es curioso, una universidad que ensalza tanto su lejano pasado elimina el centro donde se estudia, un instituto con una valiosa biblioteca de unos cinco mil libros y publicaciones, mientras gasta dinero a porrillo para conmemorar su octavo centenario. Parece que las autoridades académicas gustan de propagandas y papel cuché, pero la investigación –barata en historia– les importa menos… Los libros se almacenaron o apilaron en un almacén –increíble–. En vísperas del centenario se destruía el Alfonso IX y se nombraba una comisión que de inmediato publicó un libro un tanto pretencioso…38

El quinto tomo tardó unos años en publicarse, se completó la obra aprovechando el centenario, gracias al esfuerzo de Ángel Weruaga, que confeccionó los índices, general y onomástico. Se añadió el extenso repertorio de profesores que se contiene en el segundo tomo de Esperabé de Arteaga y del archivero Amalio Huarte y Echenique. No se había podido realizar un estudio detallado de los catedráticos, y se quiso remediar de este triste modo. Como en todos los volúmenes, las ilustraciones elegidas por Rodríguez-San Pedro dotaban este con un precioso elenco de vítores y cabezas de medallones renacentistas y barrocos universitarios.

La investigación sobre universidades se encadena en una tradición que acumula y va profundizando en diversos sectores: poderes internos y externos –reyes y pontífices–, sus miembros –escolares y doctores–, su enseñanza y estudio, su patrimonio, sus ritos y costumbres… La inserción en la sociedad de sus profesores y graduados, de sus saberes… Exige especialistas diversos, que aporten su conocimiento sobre diversas épocas y disciplinas. Intercambio y crítica… Contacto con la comunidad científica a través de la lectura y de relación con otros investigadores. Esta comunidad se divide en sectores, no cerrados, sino amplios, flexibles; cada investigador se relaciona con quienes cultivan su campo y otros cercanos. Son como «colegios invisibles» que se reconocen entre sí; no incluyen a todos los titulares de una asignatura, sino a quienes laboran con resultado en un sector –que se extiende al plano internacional–. Por razones geográficas y cercanía del campo investigado se forman grupos –los programas del ministerio también cohesionan equipos, a veces una revista–. Nada que ver con los grupos de presión y reparto de puestos que había en nuestras universidades; menos aún con las antiguas cátedras jerarquizadas… En historia de las universidades se formaron varios grupos, con una investigación continuada, crítica, sin apologías provincianas –cosa que no suele ser usual–.

En Valencia hubo dos etapas: en la primera conectamos con especialistas de historia de otras facultades y universidades. La segunda se inició en el congreso de 1987 –Claustros y estudiantes– gracias a la concesión de un programa del ministerio, conectado con el CSIC, que nos permitió reunirnos y viajar a México, Argentina, Chile… Se fijaron objetivos39 y se alcanzó un buen nivel de investigación sobre la historia de Valencia y de otras universidades… El grupo se consolidó, relacionado con otros centros. Ahora abordamos la primera etapa, dejamos la segunda para el futuro, donde veremos la formación y trabajo de estos grupos en distintas universidades.

***

Recordaremos la prehistoria del grupo surgido en Valencia. En fecha temprana Mariano y José Luis Peset iniciaron sus estudios sobre las estructuras y enseñanzas de Valencia y Salamanca. Leyeron, ordenaron materiales de archivo y publicaron primeros resultados.40 Eran buenos tiempos para los historiadores, aunque por aquel entonces arreciaba la rebeldía de los estudiantes contra Franco. En la facultad de letras había profesores valiosos, Joan Reglà, Emili Giralt… Jóvenes doctorandos, Alfons Cucó, Sebastián García Martínez, Manolo Ardit, que creían y colaboraban en investigación. José María López Piñero formaba un grupo de medicina y ciencia, de bibliografía.41

En 1969 López Piñero convocó a todos los historiadores al tercer congreso de historia de la medicina –con puertas abiertas, ponencias libres–.42 En él aparecieron algunos trabajos sobre historia universitaria. Un par de años después se convocó el primer y único congreso de historia del país valenciano, también abierto a todos.43 El almirante Julio Guillén Tato, conocedor de la historia náutica, abrió las sesiones para respaldar el uso del valenciano o catalán. Hubo de nuevo ponencias sobre historia de la universidad… Es curioso que en estos congresos se admitiera hasta tres ponencias por persona, señal de la dificultad de publicar que había. La universidad además de vigilada carecía de medios… A finales de la década, Juan García González mejoró las publicaciones, hasta entonces reducidas a mínimos: los discursos de apertura y los Anales.44

Por estas fechas los hermanos Peset analizaron los índices condenatorio y expurgatorio del cardenal Gaspar de Quiroga para precisar el aislamiento y decadencia de la ciencia hispana.45 La inquisición contra judíos, erasmistas y protestantes limitó la circulación de libros, de ideas y pensamiento. Por otra parte, las universidades sufrieron honda caída de sus rentas, la corona no fundó ya nuevos estudios generales. Las cátedras de Salamanca, Valladolid y Alcalá eran ocupadas por los colegiales mayores, que pasaban pronto a mejores destinos en los consejos y audiencias, en cabildos y prelaturas: a fines del XVII se elimina la votación por los estudiantes… En Valencia se crearon pavordías en leyes, cánones y teología, clérigos con altos salarios de diezmos de la catedral que brillaron poco, aspirantes a canónigos y obispos. Decadencia y aislamiento en un marco general de crisis económica y guerras interminables,46 que culminarán con la invasión napoleónica y la independencia americana, y continuarán con guerras carlistas, alzamientos y juntas en los cambios de partido –en el XX, dos dictaduras y la guerra civil–. Brevísimo resumen de la historia de España.

En la Europa del XVII se formaron academias científicas, contrapuestas al viejo saber, amurallado en las universidades. Hubo academias filosóficas y de arte desde el renacimiento en Florencia o Roma, pero los primeros avances de la nueva ciencia se debieron en buena parte a hombres aislados, como Copérnico o el canciller Francis Bacon, Descartes… La filosofía moderna surgió en estrecho contacto con las matemáticas y la física fuera de las aulas: Kepler, Gassendi, el oratoriano Malebranche y Pascal, Spinoza y Leibniz… En 1589 Gian Battista Della Porta reunió en Nápoles la primera Academia secretorum naturae. Años después el príncipe Aquasparta creó en Roma la Academia dei Lincei, más ambiciosa, que pretendía extenderse por todo el continente. La condena de Galileo las condicionó, aunque se fundaron otras, en 1714 la academia de ciencias romana en el palacio Poggi… Hubo tertulias o reuniones de científicos en los colegios de Oxford y Cambridge. En 1662 se unieron en la Royal Society of Sciences, aprobada un año después por Carlos II Estuardo «para gloria de Dios creador y utilidad del género humano», bajo la presidencia de Isaac Newton –solo Holanda y Estados Unidos adoptaron el modelo inglés–. En 1666 Luis XIV funda la Académie des sciences de París, más centralizada. Ambas instituciones orientarán las ciencias, junto a otras numerosas academias –también las escuelas militares–. En Alemania se crea en 1657 una academia en Schweinfurt, sin sede fija, itinerante; aceptada por el emperador se denominaría «Leopoldina». En Berlín, Federico I –a propuesta de Leibniz– erige la academia prusiana de las ciencias (1711), que engrandecería Federico II –en Gotinga otra ligada a la universidad–. En Rusia Pedro I inicia la academia imperial de las ciencias en San Petersburgo, aprobada por Catalina I en 1725. Después, la academia sueca en 1739 y la danesa en 1742; siguieron Múnich (1759), Bonn (1777). Portugal abrió su academia de ciencias en 1779. Víctor Amadeo III de Saboya en 1783 erigió la Accademia delle scienze. Una red múltiple y extensa, mientras las universidades procuraban introducir en sus aulas las nuevas ciencias.47

En España hubo algunas tertulias o academias que se reunían y debatían sobre la nueva ciencia. La Regia sociedad de medicina y demás ciencias de Sevilla fue aprobada por Carlos II en 1700 y revalidada por Felipe V. El primer Borbón fundó las reales academias de la lengua y de historia, y aparecieron otras, la academia de medicina matritense o la medicopráctica de Barcelona, en Valladolid la Real academia de medicina y cirugía; en el colegio jesuita de Cordelles se reunían alumnos en una conferencia de física experimental, que con la expulsión se convirtió en academia de ciencias y artes. Pero hasta 1847 no se creó una academia de ciencias central, aunque hubo intentos del marqués de la Ensenada y del conde de Floridablanca. Se construyó el edificio del Prado, que al fin fue museo de bellas artes.48 La ciencia pugnó por entrar en las universidades, en los planes de Olavide o de Blasco, con escaso resultado; hasta Pidal no se separa una sección de ciencias en la facultad de filosofía, Moyano crea la facultad. Las polémicas de la ciencia española no deben ser desdeñadas, a pesar de las exageraciones en uno y otro bando.49

Fue importante que José Luis Peset fuera a doctorarse a Salamanca, que trabajase sus claustros y papeles durante el reinado de Carlos IV.50 Y en 1974 Mariano y José Luis publicaron La universidad española (siglos XVIII y XIX),51 época que no alcanzaban las viejas historias de nuestras universidades, Vicente de la Fuente o Ajo Zúñiga; solo Antonio

Álvarez de Morales había cubierto ese periodo.52 En aquel libro, tras una primera caracterización de las principales universidades, examinaban las reformas ilustradas –después las liberales–, centrados sobre todo en las facultades, en los profesores y escolares, en las ciencias y saberes que enseñaban y aprendían… En derecho sirvió de ayuda Gregorio Mayans, sus cartas, escritos y planes de estudio,53 junto a Vinio o Heinecio, mientras que en medicina se enfrentaron con Andrés Piquer, Herman Boerhaave o Cullen; el padre Tosca proporcionó física y matemáticas, mientras que en teología recurrieron a la bibliografía. En el XIX liberal, se orientaron a través de manuales y apuntes, Juan Sala o Pedro Gómez de la Serna, Pedro Mata o Letamendi, Bails… Una universidad no es solo una estructura –una osamenta institucional–, ni las biografías de sus profesores, sino unos conocimientos que aprenden y enseñan, su actividad conforme a derecho, o mejor, en la realidad, que puede ser distinta… Interesa en todo caso la ciencia que cultiva, con mayor o menor altura, ya que su proyección social, como juristas o teólogos, como médicos o ideólogos se hace por sus conocimientos. Por lo demás las universidades requieren una hacienda o finanzas, que también abordaron.

Luego fueron completando, retocaron algún punto, y ampliaron las consecuencias de la nueva planta en la universidad de Valencia.54 Es más, tuvieron que plantearse los métodos de la historia del derecho, carentes de crítica y hondura. Se centraba en las leyes, cómo se generaban y regulaban las instituciones, un positivismo trasladado a la historia que limitaba la investigación. Si a esto añadimos su dedicación a los siglos medievales y su escaso trabajo de archivo, su horizonte era bien corto. Hubo que destruir todo el montaje nacionalcatólico de la «escuela de Hinojosa».55 Debatíamos entonces sobre la miseria de la historia del derecho; ahora hemos tenido hasta un rector y director del Anuario que plagia sin vergüenza alguna –remitimos a Sebastián Martín y Bartolomé Clavero, a Manuel J. Peláez, en la red–. La decadencia o entropía hispana no cesa…

La historia de las instituciones, originaria de Francia, había enriquecido el relato tradicional de reyes, batallas y santos, con nuevos enfoques. Eduardo de Hinojosa la cultivó en sus monografías, mientras que Rafael Altamira la recogió en su Historia de España y de la civilización española (Barcelona, 1900-1911), extendiendo el relato a clases sociales y organización del poder, la legislación, la iglesia, la economía y la cultura, ciencias y artes, en distintos apartados. Historia de la civilización, denominada también historia interna o de las instituciones…56 Jaume Vicens Vives había estudiado como Hinojosa las guerras de remensa en torno a su tesis doctoral sobre Fernando el católico en Cataluña;57 en 1950 asiste al décimo congreso internacional de París, e introduce en parte avances de los Annales d’histoire économique et sociale, fundados en 1929 por Marc Bloch y Lucien Febvre, que continúa Fernand Braudel.58 Una historia geográfica, social y económica bien trabada, que se impone –en Inglaterra desde la revista Past and Present–.

En aquel tiempo de historia social y económica, cuantitativa, Lawrence Stone, buen conocedor de la aristocracia y la historia inglesa, analizó la matrícula de Oxford y Cambridge, su notable incremento en el siglo XVI –una «revolución educativa»–, con máximos a mediados del XVII y descenso posterior. La nobleza abandona las aulas, quedan los clérigos…59 Surgen seminarios o colegios de nobles en Inglaterra y en los demás países europeos, con una formación más adaptada, equitación, matemáticas, derecho… En España se encargaron los colegios jesuitas, el más notorio, el imperial de Madrid fundado en 1623.60

Tiempo antes, en 1904, Franz Eulenburg había elaborado con técnica estadística la curva de las matrículas alemanas, que no coincidía.61 Richard L. Kagan62 analizó el número de escolares en las universidades castellanas modernas: Salamanca era la primera, su prestigio indudable atraía contingentes de toda la península, aunque escasos del exterior, salvo portugueses. Estos estudios se prodigaron aquellos años,63 y en esta línea se analizó la peregrinatio escolar medieval64 o se contaron estudiantes de Valencia y de México,65 comparando con otras peninsulares para determinar su respectivo tamaño, su tendencia: México y las de la corona de Aragón ascienden, mientras que bajan las castellanas; las oscilaciones en todo caso no presentan correlación con las crisis de precios del maíz o el trigo… Son universidades de clérigos, con predominio de teología y cánones, frente a leyes y medicina. Mortalidad o fracaso escolar: porciento de graduados respecto a matriculados. Origen geográfico… Salamanca va perdiendo su vis atractiva.66 En estos trabajos participaron María Fernanda Mancebo y Fernanda Peset, se puede decir que era una especie de empresa familiar.67

En ocasiones se recogen listas o datos de graduados que pueden aportar referencias sobre personas más o menos conocidas, quizá de menor valor para ponderar la dimensión de la universidad.68 Porque hay fugas académicas, desplazamientos para obtener el grado con mayor facilidad: Mayans estudió y se examinó de bachiller en Salamanca, pero el doctorado de leyes lo hizo en Valencia.69 Otro sector o ámbito en que no nos detendremos ahora es la vida y costumbres de los estudiantes universitarios.70

***

Hemos hablado de alumnos o escolares, veamos ahora los catedráticos o profesores universitarios. Su número es menor, pueden rastrearse sus huellas en los archivos universitarios; y para tiempos más cercanos sus expedientes se guardan en el archivo de Alcalá de Henares. Salamanca y Valladolid cuentan con amplios repertorios,71 del rector Esperabé y de Mariano Alcocer Martínez. Es posible reconstruir sus grados y estudios, la carrera académica, publicaciones, cargos y prebendas que alcanzaron…

Los colegiales mayores, por su lado, han sido recogidos también en varios catálogos, ordenados alfabéticamente o por siglos, separados, como disecados, en espera de una consulta… Significa un paso más el reciente estudio de conjunto de Dámaso de Lario sobre los siete colegios mayores.72 Los presenta sobre un fondo de los colegios europeos, fundados para acoger estudiantes pobres, mientras que los de órdenes facilitaban a los regulares el estudio en las aulas universitarias. Pronto suavizaron la exigencia de pobreza e introdujeron el estatuto de limpieza de sangre, lo que les convirtió en un grupo poderoso, que copaba cátedras de leyes y cánones y desempeñaba altos cargos de la administración real y de la iglesia. En las facultades de artes y teología dominaban las órdenes, con cátedras separadas de cada opinión o escuela para evitar enfrentamientos. Colegiales y frailes opositaban y alcanzaban la cátedra en las universidades mayores, que conducía a los mejores puestos de la monarquía y de la iglesia, aunque las familias poderosas los obtenían directos. Las familias juegan cierto papel, numerosos colegiales son parientes; incluso hay afinidades regionales o de naciones: San Bartolomé estaba dominado por vizcaínos y montañeses o santanderinos. El autor reconstruye su presencia y carrera en los diversos reinos de la península, en Italia o en las Indias…

Pues bien, al igual que los colegiales, los demás catedráticos de estas u otras universidades aspiran a disfrutar cargos y prebendas en la iglesia –en Valencia hubo obispos y hasta un cardenal–; o colocarse en la administración de la monarquía, en los consejos y en las secretarías de estado y despacho, en las chancillerías y audiencias, incluso en corregimientos que despreciaban los colegiales.73 Es más, los bachilleres y doctores graduados en las facultades de teología, cánones y leyes también pretendían hacer carrera en la iglesia o la corona; los juristas, al menos ejercer como abogados de mayor o menor categoría.74 Margarita Menegus y Rodolfo Aguirre buscaron fuentes apropiadas para abordar este colectivo más amplio de graduados en algunas series del archivo general de la nación. Pronto encontró Margarita la vía adecuada: las relaciones de méritos del archivo de Indias en Sevilla, y analizó una muestra para conocer carreras, aspiraciones y cargos.75 Dirigió la tesis de Rodolfo Aguirre sobre los graduados de la Nueva España en el setecientos, y firmó con él Los indios, el sacerdocio y la universidad en Nueva España. Siglos XVI-XVIII (2006).76

Esta biografía colectiva o prosopografía enlaza con los estudiosos de la administración real y eclesiástica, de los consejos y audiencias, de los intendentes y corregidores o alcaldes, colegios de abogados…77 Los altos cargos de virreyes o capitanes generales se reservan a poderosas familias nobles en una sociedad estamental –con frecuencia militares–. En las audiencias hay cierta presencia, aunque la mayoría de los novohispanos comprasen el cargo. En el ámbito eclesiástico logran obispados, pero sobre todo canon jías y curatos…78 El ayuntamiento de México hizo una representación a Carlos III en 1771 en queja por los escasos nombramientos de americanos que consideraba más convenientes que peninsulares; la universidad se dirigió al rey en 1777 en ese sentido.79 Vísperas de la independencia…

Los políticos ilustrados, Campomanes desde el consejo real y Manuel de Roda, secretario del rey –ambos manteístas–, quisieron abatir aquel sistema cerrado, dominado por los jesuitas y los colegiales, que habían conseguido un turno en las cátedras salmantinas, de cada cinco solo una quedaba para manteístas. Desde el poder, promovieron hondos cambios en las universidades; Francisco Pérez Bayer presentó su memorial Por la libertad de la literatura española al rey Carlos III, quien reformó los colegios y quebrantó su fuerza.80 Mientras, la expulsión de los jesuitas y la supresión de la alternativa liberaron las aulas, lo que propició la intervención y reformas regias. Apenas se alteró la organización de algunas universidades –en Alcalá o Gandía–, aunque regularon los grados y oposiciones, y establecieron planes de estudio en cada una de las universidades americanas o peninsulares, impusieron manuales, versiones sencillas y panorámicas de la materia… O al menos lo intentaron.81

Sin duda los universitarios poseían unos conocimientos que favorecían sus aspiraciones y carreras. Las disciplinas académicas y los grados fueron comunes en todos los estudios generales desde su fundación medieval. Una misma lengua, el latín, unos mismos textos para la enseñanza, un método… Su materia procede de viejos textos, completados o reinterpretados: la Biblia y las sentencias de Pedro Lombardo, con las distintas escuelas, Hipócrates y Galeno, el corpus iuris de Justiniano, completado por libros canónicos y feudales, la glosa y la postglosa, la doctrina canónica… Las cátedras llevaron nombre de los viejos textos –Digesto o Código–, que se exponían conforme a constituciones.82 Los escolares aprendían a manejarlos, a interpretarlos y alcanzar soluciones… Bártolo o Baldo explicaban el derecho común, junto al particular de un reino o ciudad, que consideraban estatuto con menor importancia, aunque tuviera aplicación preferente. Pero los reyes pretendieron un orden propio: primero sus preceptos, incluso si faltaba se recurriría al bon seny e egualdat83 o se consultaría al monarca, para que diera solución.84 Es evidente que no logran imponerse, domina el derecho común y los autores, que se citan en las clases y en los pleitos con frecuencia hasta el setecientos, ya que la communis opinio era determinante.85 Aunque los historiadores del derecho español se creyeron el mandato real y relegaron el derecho común y los autores a mínimos en sus manuales y publicaciones.86

Los diccionarios, en la línea desde Nicolás Antonio hasta la Enciclopedia Espasa o Wikipedia, poseen un valor secundario. Hasta la academia de la historia pensó que un diccionario suponía una gran investigación, y nos obsequió con una apología de Franco… En derecho se han publicado varios, de distinto valor;87 solo son breves vidas aisladas con algunos datos del autor, la relación de sus libros y publicaciones. La tarea del historiador no es amontonar datos, sino comprender y explicar.

Mayor interés tiene la biografía bien hecha sobre algún jurista, por ejemplo, las de Mayans sobre Francisco Ramos del Manzano o José Fernández de Retes, porque se ocupa de sus obras,88 aunque es más frecuente que se ocupen de detalles y aspectos externos de sus vidas, sin apenas entrar en sus escritos, que sería más esencial para entenderlos.89

Con todo, la ciencia del derecho o doctrina de autores ha ido logrando presencia en nuestra asignatura. Se utilizan sus obras para construir la historia jurídica, de instituciones y universidades,90 aun cuando no se alcancen los niveles de Alemania, Wieacker o Coing, o de Italia.91 La historia de la medicina o de las ciencias están más centradas en sabios y descubridores.92

En Salamanca se ha hecho un gran esfuerzo por recuperar la voz de antiguos catedráticos, manejando sus viejos infolios latinos. Esta universidad, como Bolonia, fue el centro de leyes y cánones durante siglos. M.ª Paz Alonso Romero afirma que el olvido en el que están los juristas castellanos modernos es todo un reto para el historiador del derecho, un deber casi para quien vive en Salamanca, donde aprendió historia del derecho con Valiente. Habrá que continuar afrontándolo. Y así lo ha hecho durante años, con buenos resultados, contraponiendo el derecho común y las leyes reales.93 Es imprescindible conocer esa savia jurídica que nutre a los juristas e inerva la administración y los pleitos de viejos siglos. Mientras, Salustiano de Dios repasa las ideas de numerosos juristas en torno al poder del príncipe,94 que justifican, como el jesuita Rivadeneira frente a Maquiavelo, o el dominico Vitoria en sus reelecciones acerca del dominio sobre las Indias…

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