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Encuentro Con Nibiru
El Presidente hizo un gesto a su asistente más alto y robusto que se encontraba en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Le mostró los números que habÃan aparecido sobre el teléfono móvil y susurró algo al oÃdo. El hombre, que vestÃa un traje negro, una camisa blanquÃsima y una corbata gris a rayas de color claro, se acercó la muñeca a la boca e impartió una serie de órdenes.
«Presidente» continuó Jack. «La situación es bastante seria. Nuestro planeta está a punto de verse envuelto en un cataclismo de proporciones gigantescas, con la ayuda de estas personas que han venido desde tan lejos podremos hacer algo para evitarlo. Entiendo perfectamente todas sus dudas pero están realmente aquà y se lo puedo demostrar.»
Petri activó los sensores de corto alcance sobre las coordenadas que le habÃa indicado anteriormente el coronel y sobre la pantalla del puente de mando apareció una panorámica desde arriba del Despacho Oval.
«Señor, en este momento usted tiene la mano derecha apoyada sobre el escritorio, a su lado está el almirante y hay otras dos personas en la habitación.»
El Presidente miró instintivamente a su alrededor intentando descubrir al intruso que lo estaba espiando. Dudó un momento, después dijo desconcertado «Es absurdo. ¿Cómo ha podido saber estas cosas?»
«Simplemente, le estoy observando.»
«Es absolutamente imposible. No existe nada capaz de penetrar el blindaje de esta habitación.»
«Nada que sea terrestre, Presidente» lo corrigió Jack. A continuación Petri se le acercó y le susurró algo en el oÃdo. El coronel abrió los ojos desmesuradamente, a continuación, con tono decidido, dijo. «Creo que esto no lo puede hacer ninguna otra tecnologÃa.»
No habÃa terminado de decir la frase que el histórico escritorio del siglo XIX, conocido como el escritorio Resolute, comenzó poco a poco a levantarse. El Presidente pegó un salto hacia atrás y miró estupefacto en dirección del almirante que le respondió con una mirada igualmente asombrada.
«El escritorio está flotando» exclamó. «Es como si la fuerza de gravedad no tuviese ningún efecto sobre ella.»
El otro hombre que estaba en la habitación, un poco más bajo que el anterior pero también muy macizo, extrajo instintivamente la pistola de la funda escondida debajo de la axila para proteger a su jefe. Miró rápidamente a derecha y a izquierda intentando descubrir una sombra, pero no vio nada sospechoso.
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