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Los Secretos Del Rubicón
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Язык: es
Год издания: 2021
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Ivo Ragazzini

LOS SECRETOS DEL RUBICÓN

La frontera rojo púrpura de Roma

Título original: I Segreti del Rubicone

Traducido por: Mariano Bas

Título original: I segreti del Rubicone

© 2018 Ivo Ragazzini

Primera edición en papel: noviembre de 2018 – Montag Edizioni

Segunda edición en papel: septiembre de 2020

Primera edición en formato electrónico: agosto de 2019

Segunda edición en formato electrónico: septiembre de 2020

Traducido por: Mariano Bas

Editorial: Tektime – www.traduzionelibri.it

Todos los derechos, incluida la reproducción y la traducción incluso parcial en cualquier otro idioma están reservados al autor.

La reproducción y uso de la obra, aunque sea parcial y por cualquier medio, ya sea gráfico, electrónico o mecánico, no está permitida sin la autorización escrita del autor.

Igualmente, no se autoriza la modificación ni la traducción a cualquier otro idioma de una o más partes de esta.

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Prólogo

Había una vez una tierra que los romanos atravesaban y defendían como una frontera sagrada e infranqueable que conducía a Roma.

A esa tierra antiguamente se la llamaba Flaminia, luego fue rebautizada como Romaña por motivos que pronto descubriréis vosotros mismos.

Hoy esa frontera sagrada e infranqueable para los dioses de Roma ya no existe, pero entonces existía y en sus parajes ocurrieron muchas cosas.

Los romanos entonces sabían qué era esa frontera y por qué motivo la habían construido, pero, desde la Edad Media hasta hoy, nadie sabe ya dónde se encontraba realmente y muchos han tratado de descubrirla.

Pero la búsqueda no fue única y aparecieron tres o cuatro hipótesis opuestas entre sí sobre dónde pudo encontrarse ese lugar.

Pero ¿dónde estaba esa frontera? Y, sobre todo, ¿qué ocurrió realmente en sus alrededores?

Muchas personas se lo preguntan todavía hoy y, desde hace siglos, diversos círculos y academias cada cierto tiempo se reúnen en tumultuosas conferencias para decidir, ahora a favor de un lugar, ahora a favor de otro, ahora a favor de un tercero.

Pero a preguntas del tipo:

¿Qué y por qué motivo se construyó por primera vez en esa frontera?

¿Con que objetivo y cómo se construyó?

¿Por qué la llamaban los romanos Puniceus Rubicon?

¿Por qué había arenas rojas que hoy ya no existen?

¿Había un lugar llamado «Malanoche» al borde de esa frontera?

¿César y muchos legionarios romanos tuvieron pesadillas o una mala noche antes de cruzar esa frontera?

Parece que sobre estas y otras muchas preguntas nadie ha tratado de llegar nunca hasta el fondo.

Y es una lástima, porque habrían llegado a descubrir por esas respuestas y muchas más qué era y para qué servía el Rubicón, lo que habría llevado a descubrir también por qué y por quién fue construida esa frontera, más muchas otras cosas que también descubriréis al leer este libro.

En resumen, se lleva siglos discutiendo e investigando dónde estaba el Rubicón, pero antes de descubrir dónde estuvo esta frontera, muchos han omitido averiguar para qué servía y quién y por qué lo construyó originalmente cuando César no había nacido todavía.

Y quien hubiera investigado a fondo estas cosas, estoy convencido de que habría descubierto inevitablemente esto y muchas otras cosas.

Solo añado que este libro, al no ser una reconstrucción de otros trabajos, os llevará a descubrir por primera vez muchos otros misterios y datos sobre la historia de Roma, el Rubicón y la Romaña antigua que no sospechabais.

A caballo entre el ensayo y el relato histórico, abriéndose paso entre veinte siglos de historia y por caminos inexplorados antes, este libro, usando investigación histórica, historias locales olvidadas, investigación etimológica y observaciones no realizadas antes, arroja por primera vez bastantes ráfagas de luz sobre las sombras de aquellos acontecimientos que se disputaron en una frontera rojo púrpura llamada el Rubicón, creando un relato único que no reproduce nada de lo escrito hasta ahora sobre el tema.

Este libro en concreto os explicará por primera vez:

¿Qué era realmente el Rubicón?

¿Por qué se llamaba así?

¿Quién y por qué creó esa frontera mucho antes de César?

¿Qué era la Romaña en esa época?

¿Qué símbolos y enseñas tenían las legiones galas de César?

¿Qué insultos usaban los legionarios y guerreros romanos de la época?

¿Qué era la fiesta de año nuevo en los tiempos de César?

¿Por qué César cruzó el Rubicón inmediatamente después de las elecciones de año nuevo?

Y, a decir verdad, muchas otras cosas que no creo que hayáis sospechado en un crescendo de hechos y revelaciones que os desvelarán muchos hechos y lugares olvidados por la historia en ese periodo turbulento del paso de la república al imperio romano.

Por todo ello, buena lectura y buen redescubrimiento de la historia del Rubicón y de muchas otras cosas más.

Ivo Ragazzini

Donde estaba el Rubicón, estaba también el camino hacia Roma

Romaña, hacia finales del año 50 a.C.

Julio César y su escolta militar se dirigen desde Rávena hacia Cesena

Ubi est Rubico finis, etiam est Roman Via (Donde estaba el Rubicón, estaba también el camino hacia Roma) —dijo César al joven comandante de escolta Quinto Hortensio, que se sentaba a su lado sobre un carro militar, mientras atravesaban desde Rávena la calle custodiada por la Décima Legión1 que conducía a Cesena, uno de los lugares que César, con una deuda de más de cien millones de sestercios, estaba construyendo en la Romaña en las cercanías de la frontera del Rubicón—. ¿Lo sabías, Hortensio? —añadió César.

—Antes de ahora no, pero una vez un centurión me contó algo —respondió el comandante Hortensio en un latín mezclado con galo.

—¿Te dijo al menos quién los creó y por qué se lo llamó Puniceus Rubicon?2 —preguntó César.

—No.

—Entonces no te explicó gran cosa ese centurión —Cesar sonrió.

—¿Quieres ser mi maestro, general César?

—Está bien, comandante Hortensio.

»Hace muchos años, cuando la Romanvia3 todavía no existía, un tribuno llamado Flaminio construyó un camino que conducía de Roma a Rímini en esta tierra a la que se llamó Flaminia en su honor.

»Sin embargo, pocos años después, un general púnico llamado Aníbal atravesó los Alpes y sorprendió a Roma desde el norte de Italia.

»Así que el tribuno Flaminio es nombrado cónsul y el senado le ordenó que defendiera a marchas forzadas el camino hacia Roma que acababa de finalizar y construir una línea defensiva para impedir el acceso y cerrar el paso de Aníbal hacia Roma.

»Y así el cónsul Flaminio construyó esa serie de líneas defensivas sobre algunos ríos y arroyos entre la actual Caes Arena y Ariminium y llamó Puniceus Rubico4 a aquellas defensas colocadas a toda prisa porque debía impedir el acceso del púnico Aníbal a la vía Flaminia, el único camino fácil que desde el norte conducía directamente a Roma —explicó César.

—Muchas gracias, César. ¿Por qué hoy lo llamamos Rubico finis? —preguntó Hortensio.

—Porque todavía hoy hay una línea rojo púrpura inexpugnable a los enemigos y protegida por los dioses de Roma.

»Esas defensas se cerraron como empalizadas de pinos marítimos talados en los enormes pinares que ves que nos rodean, luego pintados de rúbico,5 el color sagrado de Roma y hecho inviolable para los Dioses con un ritual sagrado de algunos sacerdotes flamines,6 que colocaron los espíritus de nuestros Patres a guardar esa frontera para castigar a cualquiera que hubiera osado atravesarla en armas.

—¿Así que es por eso por lo que está prohibido cruzar armado el Rubicón? —preguntó un poco espantado Hortensio.

—Cierto, pero añadieron también los legionarios para custodiarlo, porque a veces los dioses solos no bastan. Y visto que ahora ha desaparecido la amenaza púnica, la mayoría lo llamamos solo Rubicón y lo mantenemos en pie para evitar el acceso hacia Roma por parte de bárbaros y enemigos desde el norte.

»Legionarios romanos y galos incluidos, naturalmente —añadió César sonriendo.

—¿Así que Rubicón significa rojo púrpura, noble César?

—Sí, es el color sagrado de Roma, el color rúbico que ves todavía en todos nuestros mensajes y notas bordeadas de rojo que enviamos y recibimos de Roma7 —respondió César.

—Gracias, César, no lo sabía. ¿Me explicarías también por qué los legionarios romanos tienen miedo de atravesarlo, mientras que los de origen galo no?

—Porque quien es romano y lo atraviesa se convierte en un traidor y se dice que será fulminado por los dioses de Roma, mientras que quien no es romano se verá derrotado con la ayuda de los dioses por los soldados de Roma. O al menos eso dicen algunos sacerdotes flamines que cada cierto tiempo hacen un rito de maldición contra aquellos que traten de atravesarlo en armas —responde todavía sonriendo César.

—¿Y con todas estas maldiciones que lo rodean, no tendrías tú también miedo de atravesarlo, noble César?

—Un poco sí, pero no mucho —respondió César tras pensarlo un poco.

—¿Por tanto es solo por la protección sagrada de los sacerdotes flamines por lo que nuestros legionarios galos estarían dispuestos a atacarlo, mientras que los legionarios romanos no querrían hacerlo? —preguntó reflexionando para sí Hortensio.

—Sí, el problema no es solo militar, sino también religioso —respondió sonriendo César

—¿Entonces el Rubicón se defiende desde esa empalizada roja?

—Sí. Esos palos pintados de rojo púrpura se reponen y reconsagran cada cierto tiempo con la intervención de un flamen Dialis8 y deben eternamente proteger y dar a conocer a los hombres dónde se encuentra la frontera de Roma, más allá de la cual está prohibido marchar armados. Esa frontera, una vez derrotado Aníbal, fue llamado sencillamente Rubicón y ahora permanece como una frontera de entrada y salida del territorio romano —explicó César.

—He leído un informe que dice: hay dos legiones de Pompeyo que han salido del Rubicón y han formado casi justo debajo de Cesena —comentó Hortensio, cada vez con más curiosidad por aprender cosas nuevas.

—Sí, pero no es exacto que hayan salido del Rubicón: se han desplegado sobre las tres líneas defensivas que siempre ha tenido el Rubicón desde los tiempos de Flaminio, cuando intentó detener a Aníbal entre Rímini y Cesena.

—¿El Rubicón tiene tres líneas defensivas entre Rímini y Cesena? —preguntó un poco sorprendido Hortensio.

—Sí, comandante Hortensio. El Rubicón se construyó sobre tres líneas defensivas, distanciadas lo suficiente entre sí como para poder maniobrar cómodamente entre ellas y responder a los ataques enemigos, como nuestra táctica bélica romana debería haberte enseñado desde hace mucho tiempo —César sonrió ligeramente, viendo a Hortensio como un alumno joven.

—¿Y cuál de las tres líneas sería entonces el Rubicón?

—Son las tres líneas defensivas del Rubicón, pero solo la última línea roja, la que se encuentra poco antes de Ariminium, construida sobre el río Pluso9 es la protegida por una empalizada y no se puede cruzar en armas contra Roma —explicó César.

Hortensio se quedó pensativo un momento y luego añadió:

—¿Y si la pasáramos armados?

—Seríamos inmediatamente declarados traidores y enemigos de Roma.

—Entiendo. ¿Por qué se llama Romandía a esa zona? —preguntó Hortensio, como incasable curioso que era.

—Se la llama Romandía porque significa cruce y mandato romano y sirve en tiempo de paz para disolver las legiones antes de entrar en Roma o rearmarlas y reorganizarlas para dirigirse al norte.

»Por otro lado, si has leído el último informe militar, tienen miedo de que atravesemos esa línea y han mandado a toda velocidad dos legiones pompeyanas para situarlas sobre la primera línea al lado de Cesena y reforzar esa zona para impedirnos atravesarla —explicó César.

—Sí, también yo he leído ese informe. Dice que las legiones pompeyanas han salido del Rubicón y se han dispuesto sobre algunos ríos y arroyos bien defendidos y están prácticamente a las puertas de Cesena —respondió Hortensio.

—Exacto, pero quiero mostrarte mejor la situación —dijo César mientras sacaba un mapa del lugar dibujado sobre un pergamino que abrió delante de Hortensio—. Los legionarios de Pompeyo están colocados más o menos aquí, en las cercanías de Caes Arena, como hizo el cónsul Flaminio contra Aníbal. Y su primera línea se encuentra junto a este río que puede acrecentarse desviando las aguas gracias a las esclusas y canales descendientes que se encuentran a unas millas sobre los montes que hay sobre Caes Arena —dijo César mientras indicaba el lugar sobre el mapa.

—¿Y dónde está la segunda línea del Rubicón? —preguntó Hortensio.

—Está aquí, a unas millas más atrás sobre otro riachuelo, en un lugar llamado Ad Confluentes, que puede acrecentarse también desviando las aguas del monte —César mostró el punto sobre el mapa a Hortensio.

—¿Y la última línea dónde está?

—Es esta línea roja que ves dibujada aquí, unas millas todavía más al sur, junto a Ariminium10 y está defendida por una empalizada de madera roja de hasta cuatro metros de altura por los motivos que ya te he dicho. Y esta es la frontera inviolable, que con o sin el favor de los dioses, pretendo violar —concluyó amenazante César.

¿Cuál era el verdadero Rubicón?

Ya deberíais haberlo entendido por el diálogo entre César y Hortensio, pero tratemos de resumir un poco lo que había sucedido a lo largo del tiempo.

Los historiadores han debatido y se han devanado los sesos durante siglos sobre qué pudo ser el verdadero Rubicón debido al hecho de que, según fuentes históricas, relatos y reconstrucciones geológicas, a veces parecía ser un río que pasaba cerca de Cesena, a veces otros ríos entre Savignano y Santarcangelo di Romagna,11 lo que era verdad en cierto sentido, pero faltaban algunos detalles que creaban algo de confusión.

La confusión se debió al hecho de que hace mucho tiempo, en los tiempos del cónsul Flaminio, los romanos habían creado una defensa compuesta por tres líneas defensivas dispuestas una detrás de la otra, como indicaba la técnica militar de la época, para cerrar el paso nada menos que al cartaginés, o púnico, Aníbal,12 que había atravesado los Alpes con sus tropas y algunos elefantes y podía descender hacia Roma pasando por la vía Flaminia, que acababa de construirse unos pocos años antes, llamada por el pueblo Roman-Dia y también Roman-Via, que significaba Travesía Romana o Vía a Roma, si así os parece.

De esos términos derivaron después los nombres Romània, Romandiola y la actual Romaña.

La última línea defensiva del Rubicón se trazó casi toda sobre el río que hoy se llama Uso.

Las otras dos líneas del Rubicón eran: una sobre el río Pressatellum, hoy llamado Pisciatello, y la otra sobre el río hoy llamado Fiumicino. Y probablemente ambas, si no las tres, estaban conectadas mediante canales y compuertas hidráulicas con las fuentes montañosas del Urgon, otro río cuyo nombre los historiadores creen que significaba Rubicón en dialecto romañolo, pero que en etrusco significaba algo muy distinto, como leeréis más delante.13

Bastantes millas de esa frontera sobre el río Uso estaban cerradas por una hilera de altas estacas y tablas de madera engarzadas mediante hierros y abrazaderas metálicas y, hasta 1750, todavía existían restos de esas empalizadas sobre las orillas del río Uso, hasta el punto de que los campesinos del lugar solían tomarlos para fabricar aperos agrícolas.

Si pensáis que una obra de este tipo sería bastante grande o imposible para los romanos, deberíais saber que Craso, triunviro contemporáneo de César, hizo en torno al año 70 a.C. una obra similar, dividiendo en dos la Calabria, desde la costa del Tirreno al Jónico, como una empalizada de cuatro metros de alto, para aislar la revuelta de Espartaco y sus gladiadores rebeldes que se habían refugiado en el Aspromonte.

Además, el Rubicón tenía piedras y arenas coloreadas de rojo sobre el río Uso que hoy ya no existen, pero que hasta el siglo XVIII todavía existían, como los historiadores académicos de la época refirieron y discutieron durante mucho tiempo, llegando a suponer que habían sido los romanos los que las habían coloreado de rojo para que se supiera que aquello era el Rubicón.

Sin embargo, no eran realmente piedras y arenas coloreadas a propósito de rojo por los romanos, sino el pigmento rojo púrpura caído al suelo que en su momento coloreaba la empalizada de madera y que poco a poco se fue desprendiendo por las lluvias y las riadas, a medida que pasaba el tiempo y se descomponía la madera de dicha empalizada.

Además, el Rubicón podía acrecentarse abriendo diques y canales de agua de las montañas de las fuentes del Urgon y tenía bordes escarpados levantados artificialmente14 para hundir en el lodo los ataques de quien intentara atravesarlo a pie y a caballo, por no hablar de los elefantes de Aníbal.

A las tierras donde se encontraba el Rubicón se las llamó Roman-dia, diámetro, entorno o área romana, porque servían a las legiones para atravesar o estacionar unidades enteras de legionarios antes de entrar en territorio romano o para reconstituir nuevas legiones, entre veteranos y personajes a la espera de enrolarse que estaban en los parajes antes de marchar hacia el norte o las Galias.

Por eso, cuando alguien dice que la Romaña siempre ha sido una tierra alegre y hospitalaria, llena de fiestas y diversión, está diciendo la verdad, porque también lo era entonces, como lo fueron todas las tierras de frontera, donde los legionarios de diversos lugares dejaban las armas, recogían su estipendio y se dedicaban a fiestas y ocios diversos, mientras esperaban nuevos reclutamientos y reemplazos.

Y tal vez tampoco sea casual que desde hace siglos muchos ciudadanos germánicos y del norte de Europa continúen viniendo a la Romaña para sus vacaciones y la consideren como una segunda patria, pero eso que lo averigüe otro.

Continúa el diálogo de César y Hortensio

—Debes saber que, como Pompeyo está haciendo con nosotros, también Gayo Flaminio se desplegó en el Puniceus Rubicon en formación de defensa cuando se puso a esperar la llegada de Aníbal —dijo César a Hortensio mientras continuaban atravesando la Romaña.

—¿Y cómo acabaron las cosas entre Flaminio y Aníbal? —preguntó Hortensio.

—Acabaron mal. El tribuno Flaminio era bueno como constructor y político, pero algo menos como militar. Primero construyó la vía Flaminia y luego, usando los mismos ingenieros militares, creó una espléndida línea defensiva contra Aníbal. Pero cometió un feo error estratégico y tuvo un mal fin.

—¿Qué error cometió?

—Cuando algunas unidades de Aníbal llegaron de avanzada delante del Rubicón, vieron las líneas bien organizadas y las defensas que les cortaban el camino hacia Roma. Así que decidieron evitar un encuentro desventajoso y cruzar los Apeninos, desviándose de Cesena a Sassinia y Balneum, continuando luego por Arretium en el valle del Tíber,15 mientras el grueso del ejército de Aníbal pasaba por los montes cerca de Módena y se reunía con las unidades avanzadas.

—¿Y luego?

—Flaminio se sintió engañado y cometió el error de salir con sus tropas del Rubicón y se puso a perseguir a Aníbal por los Apeninos. Fue un grave error táctico, porque Aníbal, al haber cruzado sus tropas los Alpes, era en esos senderos montañosos tácticamente superior, mientras que las legiones de Flaminio habían sido entrenadas y estaban acostumbradas a guardar un puesto y a marchar y maniobrar en formación compacta por caminos llanos y anchos —explicó César.

—¿Y cómo acabaron las cosas? —preguntó Hortensio.

—Acabaron muy mal. Flaminio se puso a perseguir a Aníbal, que lo atrajo a un paso largo y estrecho, donde de un lado estaban los montes y del otro el lago Trasimeno, lo que les impedía maniobrar.

»Mientras Aníbal fingía huir, había hecho subir su caballería sobre las montañas para esperar a las tropas romanas y así, cuando llegó Flaminio, se vio sorprendido por dicha caballería de Aníbal, que empezó a lanzar rodando grandes rocas sobre la formación romana, la rompió y luego cayeron sobre ellos a caballo aprovechando la fuerza y la velocidad del descenso de las montañas para cargar sobre ellos y arrollarlos.

»Al mismo tiempo, una parte del ejército de Aníbal, que fingía huir, se dio la vuelta y fue al encuentro del ejército romano para acabar con él en combate hombre a hombre. Murieron millares de romanos, incluido Flaminio —explicó César.

—¿Cómo es posible que Flaminio cometiera un error táctico de ese calibre? —preguntó Hortensio.

—No lo sé. Probablemente fue el senado de Roma que, preso del temor, ordenó a Flaminio salir del Rubicón para unirse a las legiones de otro cónsul que esperaba a Aníbal antes de Roma, para luego atacarlos juntos en campo abierto.

»Sin embargo, Flaminio, durante la marcha, alcanzó mucho antes al ejército de Aníbal y se puso a acosarlo de cerca, lo que es muy peligroso de hacer mientras se está en movimiento en espacios y caminos estrechos, por los contraataques y las maniobras que puede realizar el adversario que tienes delante.

—¿Qué contraataques?

—Vamos, comandante Hortensio. Contraataques del tipo pararse por sorpresa, darse la vuelta y prepararse rápidamente para la batalla y esperar al ejército enemigo que, al continuar avanzando velozmente, cae solo en tus manos, con su vanguardia empujada por las unidades que vienen después, que avanzan y se estrellan veloces sin ni siquiera saber qué pasa en la cabeza —César sonrió por haber visto y realizado juegos tácticos de ese estilo durante las campañas militares en las Galias.

—Ingenioso. ¿Qué habrías hecho en su lugar, César?

—El senado debería haber ordenado a Flaminio solo seguir a Aníbal un poco más lejos, sin entrar en contacto, y que al mismo tiempo el otro cónsul que estaba esperando a Aníbal antes de Roma creara una pequeña línea defensiva, para atraparlo así en campo abierto con un ejército al frente y otro a las espaldas —explicó César.

—Buena táctica —dijo Hortensio.

—Hoy es simple escuela militar romana. Cuando un ejército que se mueve contra otro al atacarlo se ve encerrado de alguna manera, está ya tácticamente derrotado. Y eso es lo que hizo Flaminio contra Aníbal.

»Y cuando un ejército que está quieto al defender algo se ve de alguna manera desplazado, ya está tácticamente derrotado. Y ese fue el otro error que cometieron Flaminio y el Senado contra Aníbal, cuando les ordenaron salir del Rubicón y se pudieron a perseguirlo entre los montes —dijo César sonriendo para sí—. Pero yo, si es necesario, no cometeré errores similares contra Pompeyo —concluyó.

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