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Glitter Season
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El minúsculo corredor que unía el área pública con el baño y las dos habitaciones era oscuro y angosto, pero su fantástica amiga diseñadora de interiores ya había llamado a su albañil de confianza para hacer instalar lámparas alógenas en el techo.

El baño era pequeño, pero tenía el espacio necesario para un lavarropas y para las necesidades de Otelo.

Finalmente, las dos habitaciones completaban el apartamento.

Una era un poco más grande, pero en ambas había una cama matrimonial y un pequeño armario. Abigail ya había pensado separar la ropa en base a la estación y poner una en la habitación que habría usado para dormir, mientras lo demás lo hubiera dejado en la habitación de Otelo y de los otros.

Volvió a mirar toda la casa y se sintió a gusto.

Había sólo un elemento extraño: esa alma que vagaba y curioseaba entre la vajilla y el refrigerador, buscando quien sabe qué cosa.

“ ¿Qué estás buscando?”, le preguntó con cautela, acercándose.

“ Platos.”

“ ¿Platos?”, repitió confundida.

“ Sí, yo no tengo y la vieja me dijo que me habría dejado alguno, pero no los veo.”

“ Habría que comprarlos. En el Al Backtable’s siempre tienen ofertas de decoración”, dijo con la voz apagada. Estaba deprimida por esa situación que se había creado y ya no tenía energía.

“ Quizás…”, suspiró Ethan ausente. Por lo que parecía no era la única que sufría por ese desastre.

“ ¡Aquí estoy!”, dijo una voz a sus espaldas, haciéndolos sobresaltar. “Discúlpenme, pero después del hospital me llamaron del trabajo y ahora tengo que irme rápidamente.”

Era la hija de la señora Rosemary Dowson.

“ Buen día”, la saludaron, intentando mostrar una sonrisa, a pesar del temor de ser descartados y dejados fuera para dar lugar al otro.

“ Buenos días, muchachos. ¿Han visto la suciedad que hay aquí afuera? Alguien ha fumado y ha tirado todo al piso. ¿Saben quién fue?”, se quejó la mujer.

“ No sabría. Yo no fumo”, se apresuró de inmediato Ethan, ganándose la clásica mirada homicida de Abigail.

“ Yo tampoco fumo”, dijo Abigail, pero por la expresión de la señora se dio cuenta que no le había creído.

“” ¿Prefieres creerle a este tonto antes que a mí? ¡Machista!””, gritó su mente rencorosa.

“ ¿Entonces, la casa está bien? Les gusta, ¿no? ¿Está todo en orden?”, se apresuró a decir la mujer, sacando de la enorme cartera el contrato de alquiler arrugado.

“ En realidad, hay un problema”, dijeron al unísono Abigail y Ethan.

“ Lo sé, lo sé… los platos. Sí, mi madre se olvidó, aunque lo ha escrito en el inventario del contrato. Con todo lo que sucedió, temo que tendrán que ocuparse ustedes, pero no se preocupen. Siéntanse libres de cambiar lo que quieran de la decoración, ya que es muy vieja. Decidan ustedes. Yo estoy aquí a su disposición para cualquier aclaración o problema.”

“ ¡Exacto! De hecho, el problema es otro”, continuó severo Ethan.

“ Miren, el contrato está aquí”, les avisó la mujer irritada, apoyando en la mesa el contrato con la firma del propietario. Sólo faltaban los detalles del propietario. “Pero si no te gusta la casa como está, sólo tienes que devolverle las llaves a mi tía y marcharte. Mañana vendrá a ver el piso otra pareja con un niño de cinco años y ya le han dicho a mi madre que la quieren urgentemente. Con o sin vajilla”.

“ Los platos no tienen nada que ver”, se alteró Ethan preocupado.

Aunque si le resultara antipático ese muchacho, Abigail tenía que admitir que entendía completamente su malestar, pero no pudo pronunciar una palabra por miedo a ser echada de la casa.

“ Entonces, no me queda otra opción que decirles que tomen una decisión, porque mañana quiero el contrato firmado con el dinero del alquiler o las llaves del apartamento”, dijo nerviosa la mujer dirigiéndose a la salida. “Y ahora, si me disculpan, ¡tengo que irme corriendo en este día terrible! ¡Luego mi madre, ahora el trabajo! No puedo más.”

Ni siquiera les dio tiempo de responder o saludarla que ya había corrido hacia las escaleras dirigiéndose al automóvil aparcado en doble fila.

“” Menos mal que estaba disponible para cualquier aclaración””, pensó la muchacha furibunda.

“ ¿Y ahora qué hacemos?”, murmuró enojada, sentándose en el diván polvoriento y lleno de ondulaciones. Probablemente estaba lleno de ácaros, pero estaba demasiado cansada y abatida como para limpiarlo antes de sentarse.

“ De verdad, no lo sé. Lo único de lo que estoy seguro es que no puedo seguir durmiendo en el diván del pub por mucho más tiempo.”

“ ¿No tienes una casa donde estar?”

“ No. El último apartamento donde viví lo compartía con un amigo, pero hemos peleado y prácticamente me ha echado”, confesó Ethan, sentándose a su lado.

“ ¿Cómo es posible?”, preguntó curiosa. Estaba obsesionada con los detalles de la vida de los demás, que después le gustaba adaptar y usarlos para escribir historias. Le faltaban tres meses antes del vencimiento de la fecha del concurso literario “Vagando entre líneas”, y todavía no había escrito una sola página. De verdad necesitaba una inspiración.

Ethan la miró enmudecido, antes de responderle con otra de sus falsas sonrisas.

“ ¿No sabes que la curiosidad mata al gato?”.

“ Sí, pero la satisfacción lo trajo de vuelta, como dice el proverbio”, respondió, haciéndolo sonreír.

Finalmente, una sonrisa sincera, incluso si fue breve como un relámpago en el cielo.

“ ¿Tú? ¿Por qué quieres tanto esta casa? ¿No puedes buscarte otra?”, cambió de tema Ethan.

“ Me llevó un mes encontrarla. Me gustó desde un principio y hay espacio para todos nosotros”. Además, podía ir y venir de las casas de Rachel y Emma como había hecho durante esos dos meses, desde que había escapado de casa.

“ ¿Nosotros?”, repitió el muchacho alarmado.

“ Sí. Otelo, mis tesoros y yo.”

“ ¿Te refieres a tu novio y tus hijos?”

“ Mi novio felino”, admitió enrojeciendo. No era su culpa si adoraba locamente a ese diablillo. “Y los otros animales que tengo, pero están todos en jaula.”

No le gustó la mirada de asombro y burla de Ethan, pero sabía que aquellos que no tenían animales no podían entender el amor por un gato o un hámster.

“ Imagino que nunca tuviste un animal”, dijo mirándolo como si fuera una persona inútil y carente de sentimientos.

“ No, jamás. A veces no puedo ocuparme siquiera de mí mismo, imagínate si me hago cargo de un perro u otro animal.”

“ Bien, yo tengo muchos animales. Los adoro y, aunque me voy de casa, he decidido llevarlos conmigo. Jamás podría dejarle Otelo a mi madre después de ocho años de convivencia llenos de ronroneos y mimos. Además, él me necesita. No podría abandonarlo... nadie lo entiende como yo”, intentó explicarle, pero Ethan por respuesta resopló, levantando los ojos al cielo.

“” ¡Insensible ignorante!””

“ De todas formas, no tengo otro lugar adonde ir, mientras tú tienes a tu madre, ¿verdad? ¿No puedes quedarte con ella?”

Hablar de su madre la hizo estar mal y volver a pensar en su última pelea y al motivo por el cual había escapado de casa, literalmente.

Su traición todavía dolía. Todavía no había sido capaz de olvidarlo y realmente esperaba que tener su propia independencia la ayudara a olvidar o al menos a perdonarla.

“ No, no puedo”, susurró entre lágrimas.

“ ¿Por qué?”

“ No tengo ganas de hablar de eso”, murmuró de repente triste y sola.

“ ¿Y tu padre?”

“” ¿Mi padre? Sí, él… quien sabe dónde está.””

“ Murió antes de que naciera”, respondió como había hecho siempre hasta dos meses antes, mientras intentaba contener la ansiedad que sentía desde que había sabido la verdad.

“ Lo lamento. Disculpa.”

“ No te preocupes. Ni siquiera lo conocí, por lo que no tengo recuerdos tristes de él”, suspiró, dándose cuenta de que era la única cosa sincera y verdadera que le había quedado después de ese terrible episodio.

“ Escucha, entiendo que tú también tienes problemas, pero para mí es verdaderamente muy importante mudarme aquí lo antes posible.”

“ También para mí.”, resopló desesperada, intentando que él se apiadara.

Por un momento sus respiraciones se mezclaron por la cercanía, pero luego él se levantó de golpe y tomó otro cigarrillo con gesto nervioso.

¡No conseguía entender a ese muchacho!

“ ¿No puedes dejar de fumar?”, se quejó asustada de las posibles consecuencias del humo en sus pulmones.

“ Me ayuda a pensar.”

“ Te ayuda a morir, en todo caso”, lo corrigió.

“ No tengo miedo de morir”, sentenció, encendiendo el cigarrillo.

“ Yo sí”, confesó aterrorizada. “Entonces si quieres matarte, ve a la terraza, por favor. Y ten en cuenta que si te tiras harás menos daño al agujero de ozono y es una muerte más rápida y menos dolorosa.”

“ ¡Qué molesta!”, gruñó Ethan, yendo a la terraza.

Desesperada y sola, intentó llamar a las únicas dos personas en el mundo que eran capaces de entenderla: Emma y Rachel. Necesitaba su consejo y que le dijeran qué hacer. Nunca había sido buena en tomar decisiones autónomamente.

Lamentablemente Emma tenía el teléfono ocupado y no le respondió, así que le dejó un mensaje, mientras en la oficina de Rachel respondió Kerry, la secretaria, diciéndole que su amiga estaba en una reunión y no podía ser molestada.

Desilusionada y amargada más que nunca, se dirigió deprimida hacia el balcón, preguntándose cuanto podía doler golpearse contra el pavimento cayendo del segundo piso.

“ Mejor lo dejamos así… desafortunada como soy, corro el riesgo de sobrevivir y quedar paralítica por el resto de mi vida”, reflexionó mientras Ethan apagaba el cigarrillo en la baranda de la terraza.

“ ¿Puedes fumar sin ensuciar toda la casa?”, le dijo molesta.

Lo vio mirarla como si fuera una pobre loca.

“ Tú encuéntrame un cenicero y yo te llevo a vivir conmigo”, exclamó después de un largo momento de duda.

“ ¡¿Qué cosa?! ¡Además, como máximo sería yo quien te lleve a vivir conmigo y no el contrario! Pero, de todas formas, ¡no sucederá! Olvídate de vivir aquí conmigo”, se preocupó sorprendida.

Ya se imaginaba: la Cenicienta del siglo veintiuno. Cubierta por cenizas de cigarrillo de su príncipe misántropo y sucio.

“ Te diré la verdad: en realidad no podría pagar un alquilar tan caro yo solo, ya que en el pub el sueldo es de hambre. Ya había pensado buscar un compañero de apartamento. Por eso había querido dos habitaciones. Seguramente mi idea de compañero de apartamento no consideraba a una muchacha que parece una niña, con problemas mentales y que encima tiene un gato… sin embargo, uno necesita conformarse en la vida y saber adaptarse a cada situación, ¿no?”, reflexionó Ethan, ignorando sus protestas. “Además, estoy seguro de que contigo no encontraré nunca la casa sucia o desordenada y cada tanto podrías cocinar para los dos. Quizás incluso podrías serme útil.”

“ ¡Yo no soy y no seré jamás tu sierva! ¡Pero ten por sentado que conmigo la casa siempre estará impecable y también soy una muy buena cocinera!

“ ¡Bien! Entonces, piénsalo. Te propongo que vivamos juntos. De esa manera, estamos todos contentos.”

“ Todos, excepto yo. Yo quiero estar sola. Y además contigo en casa, ¿dónde pondré a Otelo y los demás?”, se lamentó.

“ Nos acomodaremos. Lo importante es que tus animales no me molesten cuando duermo. El pub está abierto de noche, por lo que duermo de día hasta la hora del almuerzo y no quiero ser molestado.”

¿Cómo podía hacerlo tan fácil? ¿Sólo ella veía problemas y peligros en todas partes?

““ Nuestra convivencia sería una guerra permanente, basada en la incompatibilidad de carácter””, hubiera querido responder.

“ Hay algo que no has considerado”, reflexionó dándose un aire de sabiduría y conocimiento.

“ Te escucho.”

“ Yo no te conozco y no confío en ti.”

“ Yo, por el contrario, te conozco, por lo que sé en qué lío me estoy metiendo y no confío en nadie. Y con eso”.

“ Tú no me conoces.”

“ Sí. Eres la prueba viviente de que nosotros, los hombres, seres con errores que pensamos principalmente con las partes bajas, no somos tan estúpidos como para estar con una loca ambientalista, hipocondríaca y aterrorizada hasta de su sombra, como tú.”

“ ¿Qué estás insinuando?”, respondió.

“ Nada. Digo sólo que la belleza no lo es todo. Mírate, eres hermosa y estás soltera. Algún motivo habrá, ¿no? Por lo que parece, tus hermosos ojos azules no son suficientes como para hacer olvidar la locura que hay detrás de tu hermoso rostro”, le respondió pasando el dedo índice por su mentón como para remarcar sus propias palabras.

Si por un momento su toque combinado con ese medio cumplido en su rostro la había hecho vacilar, se encontró soplando como una víbora a la que le hubieran pisado la cola.

“ ¿Y tú como sabes que yo no tengo novio?”, explotó preguntándose si lo tenía escrito en la cara que estaba tristemente soltera, después de una marea de historias fallidas.

“ Si así fuera, ya habrías corrido hacia él, en lugar de estar aquí suplicándome que te deje este apartamento.”

“ Ya no te soporto. ¡Piensa si vamos a vivir juntos!”, dijo enojada.

“ Alcanzará con mantener los espacios separados. Admítelo, nunca has vivido sola o lejos de tu madre hasta ahora.”

“ Es la primera vez, ¿ok? Y tú la estas transformando en una pesadilla.”

“ Si eso es lo que piensas, la puerta está allá. Vete.”

“ No, espera”, se alarmó. “Intenta entenderme. Yo no te conozco.”

“ Me llamo Ethan Campert. Soy barman en el pub Misothis, aquí enfrente. Estoy felizmente soltero pero cada tanto me gusta divertirme por lo que, sí, podrías encontrar alguna muchacha que se queda a tomar el desayuno con nosotros. Si te tranquiliza, no me gusta acostarme con las mujeres en contra de su voluntad y además del cigarrillo, no tengo otros vicios. Además, no robo y no he asesinado nunca a un compañero de apartamento mientras dormía… por ahora.”

¿Por qué esa última frase la hizo entrar en pánico, en lugar de calmarla?

Preocupada, hizo la única cosa que podía calmarla: encontrarse con sus amigas. Estaba segura de que Rachel le habría dado el mejor consejo gracias a su lado práctico y objetivo, mientras que Emma tenía el don de quitarle todas sus dudas.

8

“ Estaba en una reunión, Abby”, le respondió Rachel, que siempre conseguía permanecer impasible ante sus lágrimas.

“ Tendrás otra”, murmuró Abigail, llorando desesperadamente.

“ Soy la directora de la serie de narraciones de la Carter House, ahora. No puedo dejar a mi equipo en mitad de una reunión sobre las tres próximas ediciones, incluida la edición económica para quioscos de la novela de Emma. Es más, todavía no recibí la edición de La esposa del príncipe , que tienes que enviarme con las modificaciones que te pedí.”

“ ¡Rachel, ahora no! ¡No ves que estoy en plena crisis existencial!”, gritó destruida, llevándose el frasco de flores de Bach, que siempre llevaba consigo en caso de un ataque de pánico.

“ ¡Deja esas gotas y háblame! Me has hecho cancelar una reunión. ¡Al menos explícame qué pasó! Es obvio que, si no has podido esperar hasta la noche para encontrarnos con Emma, significa que algo pasó… algo poco agradable.”

“ ¡Poco agradable es un eufemismo! ¡Fue un auténtico desastre, Rachel! ¡Anduvo todo mal!”.

“ ¿Pero cómo puede ser? Habías dicho que la señora Dowson estaba contenta de alquilarte su apartamento.”

“ ¡Precisamente es culpa de esa vieja sorda! ¿Te acuerdas de que siempre me llamaba Abigail Campert?”

“ Sí, nos reíamos de eso. Pobrecita, es un poco sorda. Sabes, con la edad…”

“ ¡La edad un demonio! Existe de verdad un Campert, pero no soy yo. Se trata de Ethan Campert.”

“ ¡¿Ethan Campert?!”, repitió confundida Rachel.

“ ¡Sí! Y él dijo que quiere esa casa a cualquier precio porque no puede seguir durmiendo en el sofá del pub.”

“ Abigail, cálmate. ¡No estoy entendiendo nada! Ahora, ¿qué tiene que ver un pub contigo? ¿Y quién es este Ethan Campert?”

“ Ethan es el presumido muchacho maloliente que encontré fumando delante de la casa. La señora Rosemary le prometió la casa también a él, pensando que nosotros fuéramos la señora y el señor Campert.”

“ ¿Marido y mujer?”, comprendió Rachel.

Abigail asintió decidida y la amiga se puso a reír.

“ No hay nada de qué reírse. ¡Es una tragedia! ¿Sabes lo que me dijo? Ha dicho que soy la prueba viviente de que los hombres no son tan estúpidos como para estar con una loca ambientalista hipocondríaca y aterrorizada de la propia sombra, como yo, aunque si soy guapa”, le dijo molesta y ofendida, pero la otra se puso a reír aún más fuerte. “Rachel, así no me estás ayudando. Yo estoy muy mal y tú te ríes.”

“ Disculpa, es sólo que este Ethan, parece ser alguien que ya has visto antes, ¡ha sabido describirte muy bien! Tienes que haber dado lo mejor de ti.”

“ Tú no entiendes. Él es sólo un maleducado y, ahora que me ha pedido que compartamos el apartamento, entré en crisis.”

“ ¿Te pidió que fueras a vivir con él, a pesar de haberse dado cuenta de que eres hipocondríaca y todo lo demás?”, se maravilló Rachel, pero Abigail le respondió con una mirada homicida que quitó la sonrisa divertida de la amiga del rostro. “En definitiva, ¡es un tipo con coraje!”

“ ¡Rachel! ¿Eres amiga suya o mía?”, la regañó.

“ ¡Tuya! ¡Siempre y a pesar de todo!”, aseveró Rachel.

“ ¿Qué está pasando?”, las interrumpió la voz cálida y dulce de Emma que entró en la oficina.

“ Oh, ¡Emma!”, se puso a llorar de nuevo Abigail, sabiendo cuánto era sensible Emma, al contrario de Rachel.

“ Tesoro, ¿qué sucedió? Rachel sólo me escribió que viniera lo antes posible”, le explicó, abrazándola dulcemente. “Yo ya había organizado una noche de festejo en el Bounce y hoy a la tarde ya había concertado una cita con mi personal de mantenimiento para elegir las lámparas para tu lúgubre pasillo y para llevar las cajas al nuevo apartamento, que no veo la hora de conocer.”

Abigail se puso a llorar aún más fuerte. Sólo Emma sabía cómo hacerla sentir siempre adorada y mimada. Adoraba estar con ella.

Amaba también a Rachel, pero Emma era especial.

Sin embargo, ambas eran extraordinarias: si Emma tenía el don de saber consolar y dar afecto, Rachel por el contrario sabía motivar e impulsar a las personas para que tengan confianza en sí mismas… y odiaba las lágrimas. Gracias a ella se había dado cuenta que tenía talento como editor, por lo que Rachel la había contratado y le había confiado las ediciones de su serie. Por el contrario, en lo que refería a la escritura, según Rachel, todavía era inmadura porque los personajes de sus historias eran demasiado superficiales y falsos. “Tienes que dejar de idealizar a las personas. Intenta darles un enfoque realista a tus personajes. Eres inteligente, Abigail. Escribes bien y tus cuentos capturan la atención, pero todavía no estás lista para una novela real”, le decía a menudo.

“ Por lo que parece, se entrometió un cierto Ethan Campert y ahora son dos los que quieren el apartamento”, le explicó brevemente Rachel.

“ ¿Cómo pudo pasar?”

“ La querida Rosemary, sorda como es, entendió Campert en lugar de Camberg y así dio por supuesto que Abigail fuera la pareja de este Ethan.”

“ Un simpático e inesperado juego del destino”, respondió Emma.

“ Ahora él le pidió que compartan el apartamento y así, aquí estamos”, se entrometió de nuevo Rachel.

“ ¿Y tú qué has decido?”, le preguntó Emma un poco preocupada por su amiga.

“ Yo… yo… no lo sé. Ni siquiera conozco a este Ethan Campert. ¿Y si fuera un asesino serial y me mata mientras duermo?”, respondió Abigail asaltada por el miedo que le llenaba la cabeza.

“ Encontrar asesinos seriales en Portland en más difícil de lo que parece, ¿sabes?”

“ Sin embargo, él la conoce bien”, dijo Rachel. “Dijo que Abigail es hipocondríaca y que se aterroriza de su propia sombra.”

Incluso Emma se puso a reír seguida por Rachel, dejando atónita a la joven. ¡No podía ponerse a reír ella también!

“ No hay nada divertido”, mintió Emma frente a su mirada. “Abigail, tesoro, ¿cómo estás? ¿Qué piensas de éste tipo? ¿Es un tipo confiable, por lo menos?”

“ Ethan Campert es odioso”, declaró solemne. “Es antipático, insensible, frío, estúpido, malo, sucio y… fuma”, precisó, bajando la voz sobre la última palabra como si fuera un insulto.

“ ¡Terrible!”, respondió Emma que no quería tomarla demasiado en serio, pero que a pesar de eso, volvió a abrazarla con afecto.

“ Sí, estoy segura de que ya tengo células tumorales en los pulmones por su culpa”, se angustió.

“ Oh Dios, ¿no me digas que has hecho una escena por el humo?”, dijo Rachel.

“ ¡Claro! ¡Ensució toda la casa y ahora yo también corro el riesgo de tener serios daños en los pulmones por lo que me ha hecho respirar hoy en su presencia! Ni hablar del calentamiento global y…”

“ ¡Oh, no! ¡Abigail, te lo ruego, no puedes hacer siempre esas historias! Ya te lo expliqué que los hombres se asustan”, la interrumpió Emma, que sus relaciones terminaban muchas veces por culpa de sus propias ansiedades, que la llevaban a tener miedo a enfermedades y catástrofes naturales por la contaminación.

“ ¡Pero es verdad!”, protestó.

“ Lo sé, pero mucha gente prefiere vivir en la ignorancia y tener cerca a una bella muchacha, antes que a una reportera de la CNN que aterroriza a todos con hipótesis apocalípticas o probabilidades de contraer enfermedades degenerativas o mortales.”

“ ¡Yo no soy así!”, se defendió Abigail ofendida.

“ ¡Tú eres así!”, la contradijo Rachel. “Eres la única persona que conozco que tiene una lista llamada “Enfermedades a no contraer jamás”. Generalmente las mujeres tienen listas como “Sueños en el cajón” o “Cualidades del hombre ideal.””

“ Yo también tenía una lista con las características del hombre ideal y quisiera recordarles que fueron precisamente ustedes dos quienes hicieron que la tirara a la basura el año pasado, después de haberme obligado a leérselas.”

“ Tu hombre no podía ser real”, le dijo Rachel.

“ No es verdad.”

“ ¿Abigail, tengo que recordarte al hombre musculoso sin hacer gimnasia, riquísimo y jefe de una gran multinacional pero que no trabaje, inteligente y audaz pero jamás haya abierto un diario, celoso, pero no posesivo, rudo pero tierno, delincuente pero honesto… de tu loca lista?”

“ Sin tener en cuenta que tenía que tener ojos azules con tonalidades verdes, cabello negro o rubio, piel citrina ligeramente bronceada, alto un metro ochenta para que sea más alto que tú pero no demasiado, siempre sano, no fumador, vampiro, pero no alérgico al sol…”, se acordó Emma.

“ Ok, ok. Entendí”, le dijo con disgusto, sintiéndose humillada. Sabía que tenían razón, pero no quería admitirlo. “¿Podemos volver al punto principal? ¿Acepto o no compartir el apartamento con ese monstruo arrogante y lleno de vicios?

“ ¿Al menos es guapo?”, preguntó Emma curiosa.

“ Bastante, pero no tanto como para no ver sus defectos”, admitió.

“ Claro que ir a vivir con un perfecto desconocido puede ser arriesgado”, susurró preocupada Rachel.

“ Emma, ¿no puedes pedirle al detective que has contratado hace un tiempo para saber si tu marido te traicionaba, que investigue también sobre Ethan Campert?”

“ Pasó sólo una vez y me prometí a mí misma que no lo habría hecho de nuevo”, se puso a la defensiva Emma completamente avergonzada y repentinamente triste. Daba tanta pena y rabia verla así. Emma era la mujer más dulce, sensible y hermosa que hubiera existido jamás. No se merecía un marido ausente y traidor como el suyo. Cada vez que le preguntaban por qué no se divorciaba, ella no respondía, pero sabían que en realidad no estaba perdidamente enamorada.

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