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Papi Toma El Mando
Papi toma el mando
––––––––
Por
Kelly Dawson
Copyright © 2018 por Stormy Night Publications y Kelly Dawson
Copyright © 2018 por Stormy Night Publications y Kelly Dawson
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de ninguna forma o por ningún medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabaciones, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso escrito del editor.
Publicado por Stormy Night Publications and Design, LLC.
www.StormyNightPublications.com
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Dawson, Kelly
Papi toma el mando
Diseño de la portada por Oliviaprodesign
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Este libro es sólo para adultos. Los azotes y otras actividades sexuales representadas en este libro son sólo fantasías, destinadas a los adultos.
Tabla de Contenido
Derechos de Autor
Derechos de Autor
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo trece
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo dieciséis
Epílogo
FIN
Capítulo uno
Sarah Taylor respiró profundamente el frío aire de finales de otoño y se envolvió su abrigo con más fuerza mientras dejaba caer monedas en el parquímetro ubicado en las afueras del hospital. Hacía mucho más frío aquí en Dunedin que en Wellington, y durante los pocos años que estuvo fuera, su cuerpo se había adaptado a un clima más cálido. El sur de Nueva Zelanda no estaba tan lejos de la Antártida y ahora mismo se daba cuenta de que el gélido aire la atravesaba, helándola hasta los huesos.
Contuvo un bostezo. Había conducido durante toda la noche para llegar aquí, solo había dormido un poco durante el viaje en ferry a través del Estrecho de Cook, y Harriet, su Suzuki Swift naranja brillante, no era el auto más cómodo del mundo para conducir. Especialmente en el estrecho y sinuoso paso de montaña donde apenas había espacio para evitar los camiones que hacían temblar su pequeño auto mientras pasaban a toda velocidad. La carretera de montaña no había sido diseñada para el volumen de tráfico que estaba soportando actualmente desde que el terremoto cerró la ruta principal, y el viaje hacia el sur había sido espeluznante, por decir lo menos. Lo que necesitaba era cafeína y un buen descanso, no una visita a su padre, que estaba de mal humor en los mejores momentos y que sin duda estaría ahora como un oso gruñón.
Las puertas automáticas se abrieron cuando se acercó. Vio a Karen, su madre la divisó en la entrada del hospital, estaba pálida, desaliñada y con ojeras. Pero a pesar de su evidente estado de agotamiento, abrazó a Sarah con fuerza.
"Gracias por venir", dijo en voz baja.
"¿Pensaste que no lo haría?".
Karen suspiró y miró hacia otro lado. "Sé que tú y tu padre no se llevan muy bien", dijo resignada.
Sarah resopló. ¡Ni que lo digas!
"Pero sigue siendo tu padre, y sé que te quiere, a su manera".
"Sí", dijo Sarah quien no creía que su padre la quisiera en absoluto, pero sabía que su madre se sentía mejor al pensarlo, así que le seguiría la corriente.
Mientras seguía a su madre a través del laberinto de largos pasillos, se preguntaba por qué había venido, en realidad. ¿Su padre valoraría sus esfuerzos? ¿O los desestimaría, como siempre solía hacerlo? Desde la muerte de Jason, sentía que su padre deseaba que ella nunca hubiera existido.
Sarah respiró hondo mientras seguía a su madre a la habitación del hospital y hasta la cama donde se encontraba su padre. Se veía muy mal; su rostro y parte su cuerpo tenían hematomas, había tubos por todas partes, y había una máquina junto a su cama que titilaba y sonaba, monitoreando algo, pero ella no estaba segura de qué.
“Hola, papá”, dijo ella con una calidez que realmente no sentía, luego se sentó en la cama junto a él. Tomó su mano, teniendo cuidado con la aguja clavada en el dorso de la misma, y la sostuvo suavemente entre las suyas.
"Tardaste mucho para venir", dijo su padre, con voz ronca.
La falta de afecto en sus palabras no la sorprendió, pero sin embargo le dolió. Ni siquiera un saludo, sólo críticas... muy lindo de tu parte, papá. Pero ella no esperaba nada más.
"Vine tan pronto como pude", dijo Sarah en voz baja, tratando de ser paciente. "Ahora toma un poco más de tiempo, ya sabes, la carretera de Kaikoura está cerrada”, dijo ella suspirando. "De todos modos, sólo han pasado... ¿un par de días? Creo que menos de eso".
"Ella está aquí ahora, Jack, eso es todo lo que importa”, dijo Karen tratando de calmar los ánimos.
Su padre sólo gruñó y cerró los ojos. Ella lo estudió; su rostro estaba curtido y arrugado, parecía haber envejecido mucho durante los pocos años que ella había estado fuera. Ya no era el hombre fuerte y vigoroso que recordaba de su infancia. Los años de trabajo duro, el sufrimiento y la angustia que había padecido estaban escritos en cada pliegue de su rostro. No parecía una persona frágil, pero definitivamente se veía más viejo.
Sarah soltó la mano de su padre y la puso suavemente en la cama, apoyada contra su cuerpo.
"De todas formas, lo único que importa es que mejores pronto", le dijo, tratando de forzar un tono alentador en su voz. "Puedo ocuparme de todo en casa durante el tiempo que necesites".
Los ojos de Jack se abrieron bruscamente. "¿Tú? No seas estúpida", su voz, aunque ronca, era fuerte, y su tono era frío.
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No me darás ni una oportunidad, ¿verdad? Nunca me perdonarás. Ella no pudo evitar sentirse herida por el rechazo de su padre. Pero contuvo las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos y se obligó a sonreír alegremente.
"Los perros van a necesitar que alguien los alimente, ¿no es así? Yo puedo hacerlo".
"Y también harás un buen trabajo", dijo Karen, con mucho entusiasmo. Sarah se puso tensa cuando su madre le tocó el hombro. "Vamos, cariño, está cansado, debemos dejarlo descansar. Te acompañaré a la salida".
De vuelta a la entrada del hospital, la tristeza en el rostro de su madre le produjo escalofríos a Sarah. "¿Cuánto tiempo puedes quedarte?", preguntó ella.
Sarah se encogió de hombros. No podía quedarse, no si quería aprobar este semestre. Soñaba con ser veterinaria desde que era una niña. Y si faltaba muchos días, se le haría muy difícil aprobar.
"Porque tu padre va a estar en el hospital durante mucho tiempo", dijo Karen, con seriedad. "Es probable que se quede paralizado de pecho para abajo. No lo sabrán con certeza por unos días, pero no hay muchas esperanzas". La voz de su madre sonaba sofocada, pero siguió hablando. "Incluso cuando salga del hospital, deberá estar en rehabilitación durante mucho tiempo. Nunca volverá a la granja, Sarah".
Su mente era un caos mientras veía a su madre enjugarse los ojos con un pañuelo de encaje arrugado. Se quedó paralizada y le costaba asimilar lo que acababa de oír.
Ella tragó saliva. "Oh". Y no pudo decir nada más, se quedó sin palabras. El pronóstico acerca de la salud de su padre lo cambiaba todo. Su viejo siempre había parecido infalible; casi inmortal. Pero no lo era. Su corazón se rompió, pensando en el efecto que su parálisis tendría en su trabajador y físicamente activo padre. Lo destruiría. Lo destruiría aún más que la muerte de Jason. Pero su estancia aquí no cambiaría las cosas. Ella podría volver a la universidad y seguir con su vida.
"¿Cuál es el punto, mamá?", dijo Sarah con la voz quebrada. "Él no me quiere aquí".
"Sabes que eso no es verdad", insistió Karen. "Él sólo expresa su dolor de una manera diferente a como lo hacemos nosotras".
"Todavía me culpa por la muerte de Jason, es lo que quieres decir".
Karen no discutió, sólo suspiró y miró hacia abajo. Cuando se encontró con la mirada de Sarah de nuevo, había lágrimas en sus ojos. Sarah tuvo que contener sus propias lágrimas. A decir verdad, ella se sentía un poco responsable por la muerte de Jason, pero la culpa no traería a su hermano de vuelta. Él se había ido. Todos tenían que seguir adelante.
"Lo que hagas depende de ti, por supuesto, pero quería que supieras la verdad de la condición de tu padre antes de tomar cualquier decisión".
Sarah sacudió la cabeza lentamente. Ni siquiera podía pensar. No en este momento; estaba demasiado cansada y conmocionada. "Está bien", murmuró, pero no era así. En absoluto. Nada estaba bien.
* * *
Era media mañana cuando la luz del sol que se filtraba a través de las cortinas la despertó. Su estómago gruñó; ¿cuándo fue la última vez que tuvo una comida decente? Se detuvo en la estación de servicio para comer un pastel de camino a casa desde el hospital, y antes de eso... su mente se quedó en blanco. Anoche estaba demasiado cansada para hacer nada excepto arrastrarse a la cama que había preparado con prisa en su antigua habitación, pero no logró conciliar el sueño tan fácilmente. Lo que su madre le había dicho sobre el estado de salud de su padre la seguía atormentando.
Estaba demasiado exhausta para bajar su maleta del auto, así que durmió en ropa interior y en cuanto sus pies tocaron el suelo se puso la ropa de nuevo para combatir el frío. A pesar del sol, el aire estaba helado. Echando las cortinas, miró por la ventana, vio el jardín de su madre y más allá, la extensión de tierra verde que parecía no tener fin. Estuvo a punto de sonreír. Estaba en casa.
En estas fértiles colinas se podía cultivar cualquier cosa, incluyendo el frágil sentido de pertenencia que empezaba a brotar de nuevo en su interior. Hacía mucho tiempo que no sentía nada parecido. Ni por las verdes colinas que habían pertenecido a su familia durante generaciones, ni por su frío y distante padre... no después de la muerte de Jason. Su mirada se dirigió a los corrales, ahora vacíos, pero que le traían tantos recuerdos. Millones de ovejas habían pasado por esos rieles; incluso desde niña había ayudado a empujar a las criaturas lanudas hacia arriba, haciendo sonar con fuerza su perro de hojalata, mientras el olor de las ovejas la rodeaba. Abrió la ventana e inhaló profundamente. Si cerraba los ojos y se concentraba, todavía podía percibir ese olor acre.
Él no va a volver a la granja. La predicción de su madre hizo que el calor del sol de la mañana se transformara en frío de forma inmediata. ¿Qué iba a hacer ahora? Anoche, su primera reacción había sido regresar a la ciudad, terminar su carrera, convertirse en veterinaria, seguir sus sueños. Pero ahora... ahora mismo, a la luz del día, contemplando la tierra que llevaba en la sangre, estaba indecisa. Su tatarabuelo había limpiado los matorrales con sus propias manos, ayudado por sus caballos. Su tátara-tatarabuela había criado a sus hijos aquí, y a sus nietos. Con los pequeños aferrados a sus faldas, había cultivado la comida para alimentar a su familia mientras su esposo limpiaba y cultivaba la tierra. Los Taylors habían trabajado duro y progresado aquí, desde que se bajaron del barco que los trajo de Inglaterra hace muchos años. Ella creció aquí, con su hermano. Y ahora era la única que quedaba. ¿Cómo podía darle la espalda a todo el legado familiar? Su madre no había dicho mucho, pero para ella era evidente: sin su padre dirigiendo este lugar, tendrían que venderlo. No podía permitir que eso sucediera.
Cerró la ventana para protegerse del frío, sacudió la cabeza, se dio la vuelta y fue a prepararse el desayuno.
* * *
Sarah pasó el resto del día con los perros, revisando el ganado en la vieja Hilux roja que había visto mejores días, se aseguró de que todos los animales tuviesen suficiente pasto, que los abrevaderos funcionasen correctamente y revisó los caballos. Se rio en voz alta de los potrillos que pataleaban y corcoveaban, desafiándola a una batalla. Necesitarían ser domados pronto. Al menos eso era algo que sabía hacer, había estado ayudando a su madre a domar caballos desde que tenía memoria. Domar a un joven caballo era tan natural para ella como respirar. Extendiendo su mano, sonrió cuando el potro más cercano la olfateó, sus bigotes le hacían cosquillas en la palma de su mano, luego resopló y retrocedió nerviosamente mientras ella acariciaba su hocico aterciopelado. Contemplando la tierra en la que había crecido, no pudo evitar sonreír. Estar con los caballos era bueno para su alma.
Tendría que ir a ver a su padre mañana, aunque sólo fuera para tranquilizar a su madre. Karen esperaba que hiciera el papel de hija obediente, así que haría su mejor esfuerzo. Ella tenía toda una lista de preguntas para hacerle; diferentes cosas se le habían ocurrido mientras conducía por la granja. Aunque había crecido aquí, y ayudar con las ovejas y los caballos era algo natural para ella, no le habían enseñado a dirigir el lugar. Su padre nunca creyó que la agricultura fuera una ocupación para una dama, y la verdad es que no tuvo ningún deseo de aprender. Además, era Jason quien estaba destinado a hacerse cargo de la granja un día. Como lo había hecho su padre, y el padre de su padre, y así... era la tradición.
Aunque tenía miedo de la inminente conversación, debido al resentimiento tajante de su padre, su completa falta no sólo de perdón sino de fe en sus habilidades... Sarah sabía que no tenía elección. No sabía hacer mucho y tenía que aprender todo en tiempo record.
Dando una última mirada a la granja, se dirigió de nuevo a la casa.
Capítulo dos
Sarah temblaba mientras ponía monedas en el parquímetro fuera del hospital. La calefacción de Harriet era más eficiente de lo que ella pensaba y ahora el marcado contraste con el frío aire exterior le resultaba chocante. Agarrando el cuaderno en el que había garabateado las preguntas que tenía que hacerle a su padre, metió las llaves en el bolsillo de su abrigo y se dirigió a la habitación del hospital. Se sentía fatal, ir a encontrarse con su padre así, con el miedo alojado en la boca del estómago, preparándose a cada paso para el aluvión de negatividad que sabía que encontraría. Aun estando en el hospital, visitar a su padre debería ser una ocasión feliz. Siempre lo había sido, antes del accidente. Pero después de eso, todo había cambiado. Se encontró a sí misma dividiendo su vida en dos partes: "antes" y "después" de la muerte de Jason. El "antes" había sido mejor, en todos los sentidos. La vida sin su hermano era dura. Habían sido muy cercanos y ella lo extrañaba. Por eso se había ido a la Universidad de Wellington, en lugar de quedarse en casa e ir a Otago como podría haber hecho, quería seguir adelante con su vida, quería un nuevo comienzo. Pero ahora había vuelto, y la amargura de su padre la mantenía atada al pasado.
Con una sonrisa alegre, abrió la puerta de la pequeña habitación privada de la sala del hospital. Sus padres levantaron la vista cuando entró; su madre sonrió cálidamente, pero su padre frunció el ceño. Aunque sabía que ella lo visitaría, él mostró una hostilidad tan evidente que sintió una puñalada en su corazón" ¿Qué quieres?", gruñó su padre.
Sarah hizo un gesto de dolor. "Vine a verte, obviamente. ¿No está permitido?".
Su padre gruñó en respuesta.
"Y tengo algunas preguntas sobre la granja. El ganado".
"Olvídate de eso".
"¿Qué?".
"He dicho que te olvides de eso. Déjalo todo. No puedes dirigir ese lugar, eres una maldita inútil. No tienes ni idea de lo que estás haciendo. Nunca fuiste muy buena en la granja, vivías siempre en tu pequeño mundo, soñando con tonterías".
Ella se sintió desfallecer al escuchar las palabras hirientes de su padre. No estaba preparada para una hostilidad tan evidente. Su pecho se contrajo y su boca se abrió conmocionada, pero cuando intentó hablar, no pudo decir ni una palabra. Las lágrimas amenazaban con brotar, pero ella las contuvo. Se negó a llorar delante de su padre.
Respiró hondo, tratando de fingir que sus palabras no surtieron ningún efecto en ella.
"¿Así que quieres que los animales se mueran de hambre?", dijo cuadrando sus hombros, observando a su padre con una mirada de acero, pero se encontró con el silencio.
"¿Qué sugieres que le pase a la granja entonces, papá?".
Jack la miró entonces, con una fría furia en su mirada. "Jason debería dirigir el lugar. Él lo hubiese hecho si tú hubieras estado donde debías estar".
"Pero Jason no está aquí, ¿verdad?", dijo ella gruñendo con los dientes apretados, cada nervio y tendón de su cuerpo estaba tenso por la ira.
"No, no está con nosotros, gracias a ti".
Cerrando los ojos, Sarah controló su temperamento. Está atormentado por el dolor, se recordó a sí misma, como lo había hecho tantas veces antes. En realidad no quiere decir nada de eso. Durante años, ella había estado excusando el mal comportamiento de su padre recordando lo mucho que le había afectado la muerte de Jason. Estaba acostumbrada a desestimar las palabras hirientes y las acusaciones injustas que salían de su boca. En el pasado fue un hombre tan amable, un padre cariñoso, pero el hombre que estaba ante ella ahora era tan distinto al hombre que había sido que ya no lo reconocía.
Abrió sus puños apretados, flexionando sus dedos, forzando los músculos de sus manos a relajarse. Respirando profundamente, exhaló lentamente a través de sus fosas nasales, y luego lo hizo de nuevo, sintiendo que la tensión abandonaba lentamente su cuerpo. Los segundos se sintieron como minutos mientras la furia ardiente que la atravesaba se enfriaba lentamente.
Cuando estuvo lo suficientemente calmada como para no golpear nada, miró a su padre. "A Tus ovejas y a tus vacas, pronto se les acabara el pasto ¿Ahora vas a decirme qué es lo que debo hacer por ellas o no?".
"No".
"Está bien”, dijo con voz ahogada, sintiendo como si le hubieran arrancado el corazón del pecho y lo hubieran pisoteado. Sin mirar atrás, salió de la habitación, secándose las lágrimas de frustración. Lo intentaba, lo intentaba con todas sus fuerzas. ¿No podía darle una sola oportunidad?
Si él quería seguir actuando así, de manera tan terca y caprichosa, ya no podía hacer más nada. Volvería a la granja esta noche y abriría todas las puertas y daría a los animales el pasto que quedaba, antes de empacar sus cosas y regresar a Wellington. De vuelta a su apartamento y a sus compañeros que se habían convertido en buenos amigos; de vuelta a la universidad, de vuelta para seguir luchando por sus sueños. ¡Qué su padre se fuera al infierno!
Se había sentido tan bien al volver a la granja, Incluso había sentido que regresaba al lugar donde realmente pertenecía. Pero claramente, se había equivocado. Se le rompió el corazón, al decidir que tenía que marcharse, pero con la amargura de su padre, no había manera de que pudiera quedarse.
No se había dado cuenta de que su madre la había seguido, pero ahora sentía la calidez de su suave mano en el hombro. Enfadada, se encogió de hombros. Su madre no la había defendido ahí dentro, delante de él, ¿qué sentido tenía que la consolara ahora?
"Volveré a Wellington mañana", dijo Sarah.
Su madre negó con la cabeza. "Por favor, quédate por un tiempo". Había súplica en su voz y en sus ojos, pero Sarah negó también con la cabeza.
"¿Por qué? Ya lo has oído. No quiere que yo me haga cargo, es obvio. No cree que pueda hacerlo y no quiere que lo intente. Podría ayudarme, decirme qué hacer, pero no lo hará. Es como si quisiera verme fracasar, y ver la granja arruinarse".
"Sabes que eso no es verdad".
"¡Oh, sí que lo es!", insistió Sarah, levantando la voz. "¡Deja de justificarlo! Todos extrañamos a Jason, pero ¿de qué sirve su amargura? ¿Va a guardarme rencor para siempre?".
La mirada de dolor en los ojos de Karen la hizo sentir culpable, así que bajó la voz, y suavizó su tono. "No puedo dirigir la granja, no sin su ayuda, y él no está dispuesto a ayudarme. Puedo volver a la universidad ahora, y tratar de pasar este semestre, mientras pueda".
Su madre puso una mano en su hombro otra vez, y esta vez Sarah no se encogió de hombros, pero permaneció rígida. Sabía que su madre también podía sentir su tensión.
"Tu sangre corre por ese lugar", dijo Karen. "Eres la única que queda".
"¿Y qué?"
"No la abandones ahora. Esto no se trata sólo de tu padre. Esa tierra, es todo lo que nos queda de Jason. Él está en la granja". La voz de Karen se quebró y se tapó la boca con la mano.
Al mencionar a Jason, la mente de Sarah volvió a ese terrible día; el día en que se despidieron de su hermano. Recordó que había esparcido sus cenizas, las había liberado al viento desde el punto más alto de la granja y había visto cómo las diminutas partículas de lo que quedaba de su hermano se alejaban flotando, a la deriva sobre las sinuosas colinas, para finalmente descansar en los prados que Jason había amado. Una vez que las cenizas se asentaron, se mezclaron con la tierra, para nunca más ser vistas, pero Sarah sabía que estaban allí, uniéndose a las cenizas de muchas generaciones de los Taylors. Karen tenía razón, Jason era parte de la granja.
Ella contuvo las lágrimas. No lloraría. No aquí. "Lo pensaré".
Su madre la abrazó, pero seguía estando demasiado rígida y tensa para devolverle el abrazo. Le dolía demasiado, tenía demasiado dolor, por dentro y por eso no podía mostrar afecto.
"Gracias", susurró Karen.
* * *
Tu sangre corre por ese lugar. Las palabras de su madre resonaron en su mente durante todo el camino a casa. Aunque intentaba dirigir sus pensamientos a otros temas, no dejaba de pensar en sus antepasados. Esos fuertes y recios hombres y mujeres que trabajaron la tierra con tanto esfuerzo. Recordó la vieja guadaña que aún estaba colgada en el cobertizo. La habían usado para cortar heno. Incluso ahora, con un tractor nuevo, les llevaba días cortar y empacar el heno. ¿Cuánto tiempo les habría llevado con la guadaña?