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El Viaje De Los Héroes
Su hermano le dio una pequeña patada bajo la mesa y dijo: "No, no mucho, pero tampoco será barato. Digamos que una docena de monedas de oro".
El guerrero se levantó, golpeó su cabeza contra el techo, lanzó una moneda de plata sobre la mesa y tronó, "¡Creo que con esto bastará!" No había acabado de girar sobre la mesa cuando el gnomo la tomó. "Oh, tómelo con calma, señor, creo que con esto no será suficiente, dados los tiempos que vivimos".
Talun miró a Adalomonte de forma divertida. "¿Has oído eso? Has encontrado algo para tus dientes". Levantó una ceja. "Apuesto a que eso lo convencerá". Esta vez su voz no sonaba bien, e incluso Talun estaba alarmado. Rhevi se puso entre el guerrero, el gnomo y se inclinó y ella le dio un montón con diez monedas.
Boddybock las tomó con suficiencia. "Sí, con esto bastará, podemos trasladarlos en nuestra barca, remontando el río, se ahorrarían al menos veinte días a caballo, o si lo prefieren, pueden continuar por este camino, y estarán en las tierras verdes en muchos días más", dijo, señalando con su dedo rechoncho un mapa sobre la mesa.
"¿Cuánto nos costaría hospedarnos aquí y trasladarnos en tu barco?" preguntó la media elfa en un tono meloso, las orejas de Boddybock se pusieron rojas como la lava volcánica, y mirando su escote respondió: "La cena, un catre para dormir, un pasaje río arriba, todo por una moneda de oro".
Ado miró a Rhevi de una manera poco amable. "¡Dile que con lo que le has dado será suficiente!", tronó.
La chica le echo una mirada gélida, pero esta vez no dijo nada. Ni siquiera el gnomo probó suerte por segunda vez, asintiendo tímidamente con su cabeza.
Bimpotin tomó un tazón de zanahorias y ensalada y se lo pasó a Rhevi, mientras que el mago y el guerrero comenzaron el banquete con los dos hermanos que estaban frenéticos en el servicio y felices de haber cerrado un gran trato.
"¿Por qué se dirigen al bosque, si no les importa que pregunte?" preguntó Boddybock con curiosidad mientras encendía una larga pipa, que desprendía un humo bastante fragante.
"Asuntos de negocios, nada peligroso. Hay un pequeño pueblo cerca de allí, ese es en realidad nuestro destino. Como bien sabes, no podemos decir nada más", respondió Rhevi.
"¿Puedo probar un poco de esa hierba aromática? Parece bastante buena", preguntó Talun, extendiendo su mano a Boddybock. El gnomo le pasó la pipa y el mago le dio una Buena fumada, y luego arrojó una gruesa nube de humo. "Mmm, muy bien, felicitaciones, ¿tienes, algunas hojas que puedas venderme? Puedo darte esto", dijo, mostrando una moneda de plata. "Puedes comprar algunas hojas con nuestro amigo Bimpotin".
El gnomo entró en el dormitorio y volvió con una bolsa de cuero. "Aquí tienes, de lo mejorcito", dijo, entregándosela. "¿Puedo pre... preguntar cu... cuál es su... nombre?" añadió.
El chico tomó la bolsa y dijo: "Talun el mago".
Rhevi miró al pequeño gnomo y le dijo: "Rhevi, encantado de conocerte, y este es Adalomonte". Señaló al guerrero que fingía no oír y estaba sentado junto a la ventana mirando hacia afuera.
"Bueno, el placer es todo nuestro. Pasaremos mucho tiempo juntos. Parecen buena gente".
"Por nuestro trabajo a veces tenemos que tratar con bandidos violentos" explicó Boddybock, pero no había terminado la frase cuando su hermano le interrumpió. "Hemos estado en peligro de de... mo... morir un... muchas veces, pero tenemos la piel dura, una vez que escapamos de las garras de un uuubriaco, él no... que…quería pagarnos, pero mi hermano, cuando... se trata dinero, se convierte en una máquina de gueeerra, él... le… le cortó el dedo", dijo con una risa y una expresión divertida mientras sacaba su pipa también.
"¡Felicidades! Pero no les daremos estos problemas", respondió la media elfa.
Pasaron la tarde acordando la hora de salida y los detalles de lo que harían al día siguiente. Finalmente, le dieron las buenas noches a los gnomos y se fueron a dormir a sus camas. Sólo a Rhevi se le permitió dormir en una cama pequeña. Los otros tuvieron que conformarse con el húmedo piso de madera.
La noche transcurrió rápidamente tanto para la media elfa como para el mago, no ocurrió lo mismo con Adalomonte, que fue asaltado por sus pesadillas.
Se encontró en un campo bajo una lluvia torrencial, corriendo, ¿pero de qué estaba huyendo? Sintió el aliento en el cuello de un ser que lo perseguía, diciendo: "¿Pero no entiendes que no puedes escapar? Te encontraré, no puedes esconderte de mí, yo soy tú, soy quien cumplirá tu destino tarde o temprano." La fría voz provenía de su interior. Ado abrió los ojos, para dares cuenta de que aún era de noche, salió a la oscuridad armado tan sólo con su espada. El frío le golpeó con fuerza, se había olvidado de vestirse, pero esto no le molestó, no podía recordar por qué, pero su cuerpo parecía endurecido e inmune al clima.
Se sentó en el muelle mirando el río que fluía debajo de él, acompañado por el sonido del agua, se relajó con su espada, se durmió como un guerrero que muere en su última batalla.
Rhevi oyó abrirse la puerta y vio salir a Adalomonte. Se preguntaba a dónde iba. No perdió tiempo, se levantó en silencio y se acercó a la ventana que daba al pequeño puerto, pequeños copos de nieve caían a través del crepúsculo, el guerrero estaba inmóvil, sus poderosos hombros parecían haber sido forjados para soportar el mundo, y ella lo miró fijamente.
CAPÍTULO 13
¡Navegamos!
Vigésima Era después de la Guerra Sangrienta, el puerto
Llegó el amanecer, los cálidos rayos del sol se filtraban por las ventanas, la luz iluminaba el polvo del aire. Talún abrió los ojos y observó a Rhevi mientras preparaba la embaración con los gnomos.
"Buenos días", dijo mientras se estiraba. "¡Qué frío!" Rhevi le trajo una taza de leche caliente. "Bébelo, te servirá para entrar en calor, ha nevado esta noche. Prepara tu bolso, zarparemos tan pronto como termines de comer", dijo.
Se levantó y cuando se acercó a la ventana vio al guerrero que barría el aire con tal fuerza que la nieve debajo de él se arremolinaba como si el fuerte viento del este estuviera soplando.
"Eso me da escalofríos".
"Durmió toda la noche afuera tan solo con esos pantalones de cuero", dijo Rhevi al acercarse a la ventana.
Talun abrió los ojos. "Rhevi, ¿podemos confiar en él? No parece normal", comentó. "Conozco muchas razas, pero nunca había visto a nadie parecido a él, no creo que sea de las Siete Tierras".
"Por ahora no tenemos elección, y hasta ahora no ha sido un mal amigo. Por el contrario, ha luchado a nuestro lado con valentía", señaló la media elfa.
"No con valentía, más bien con locura en sus ojos", concluyó el mago.
Los gnomos estaban listos, habían cargado la pequeña bodega y los estaban esperando. El guerrero entró en la casa, se secó y se puso su armadura.
"¿Están listos?" preguntó.
"Aquí vamos, podemos zarpar", dijo Talun al salir de la casa. Viendo sólo a los pequeños gnomos, añadió: "¿Pero sólo son ustedes? ¿Cómo van a dirigir la nave? ¿No tienen una tripulación?"
Los gnomos se rieron y Boddybock respondió: "¡Sube, te mostraré algo interesante que responderá a tus preguntas!"
Todos saltaron al barco y el mago siguió al gnomo arriba donde estaba el timón, había una caja rectangular de madera sujeta a extraños artilugios, todos conectados entre sí y a las velas con cuerdas. El gnomo activó un artefacto que el mago no pudo reconocer, el barco desplegó las velas como por arte de magia y comenzó a moverse. "¡Yo controlo todo desde aquí, es nuestro invento, lo llamamos la nave voladora!"
"¡Por el sabio Erymus!" exclamó Talun.
"¡Navegamos!" gritó Bimpotin.
El efecto era muy divertido, normalmente esa frase era gritada por grandes capitanes o piratas, oírla pronunciada por el pequeño gnomo sólo podía hacer sonreír incluso a Adalomon. Rhevi lo notó, pero fingió que no había pasado nada.
El barco salió del puerto, el cielo estaba gris, algunos copos de nieve caían lentamente. Rhevi y Talun estaban impresionados por el ingenio de los dos gnomos.
El mago se paró junto a los gnomos y tomó notas sin ser visto, Rhevi subió al mástil y observó la impresionante vista: las aguas del río eran bastante turbias y la corriente era tranquila, a los lados había un espeso bosque mientras que al norte se veían los picos helados de las imponentes montañas Morgrym. Bajando los ojos vio a Ado apoyado en la balaustrada de proa, descendió y fue hacia él.
"¿Te encuentras bien?" preguntó ella.
"Por supuesto, me preguntaba si una vez que lleguemos al bosque todo esto terminará", respondió el guerrero.
"Siento que me vigilan todo el tiempo, ¿qué es lo que realmente quiere Cortez? ¿Quién es él? Estas son preguntas que haré a estos gnomos, espero que tengan las respuestas", añadió.
Los días pasaron, la vida a bordo era muy agitada, siempre había algo que hacer. Sólo Talun se quedaba encerrado en su habitación y salía únicamente para comer. De vez en cuando se le oía gritar o pronunciar algún conjuro a quién sabe qué dioses, era evidente que el mago estaba probando nuevos hechizos.
Habían pasado siete días desde que zarparon, y desde su partida nunca habían pasado tanto tiempo en paz. Sin embargo, ese silencio se interrumpió inesperadamente cuando Boddybock gritó: "¡Atención! ¡Cuidado!"
Algo golpeó el barco y lo hizo moverse violentamente, Rhevi y Ado inmediatamente miraron para ver lo que habían golpeado, y vieron una enorme sombra nadando bajo las aguas del río.
"Es el Cchuul", gritó Bimpotin, pero no había terminado de hablar cuando el Chuull se adhirió al casco y saltó sobre la cubierta.
Era una criatura similar a un cangrejo pero tenía cuatro patas protegidas por su exoesqueleto tan duro como el acero, sus garras eran muy afiladas, estaba cubierto de algas y tenía largos tentáculos en el hocico. Ado inmediatamente desenvainó su poderosa arma, Rhevi sostuvo su espada y los gnomos se armaron con pequeñas espadas.
La criatura rugií y se lanzó sobre ellos. Era sumamente rápida, hundió sus garras y rompió la armadura del guerrero, mientras que Rhevi lo golpeaba en el poderoso caparazón sin hacer ningún daño. Los gnomos pasaron por debajo de las largas piernas apuñalando y cortando desde abajo, la criatura gritó de dolor.
Ado dejo caer pesadamente su espada sobre la cabeza de la bestia, pero esta con un rápido gesto la golpeó con su garra. El roce de la hoja hizo que salieran chispas de color naranja, de los tentáculos la criatura salió una sustancia verde que roció el rostro de Bimpotin, su hermano, gritando de miedo sacó del cinturón una pequeña arma con un mango de metal y resortes a los lados, apretó el gatillo y disparó, causando un fuerte ruido y una herida mortal al monstruo, que cayó al suelo.
La puerta de la bodega se abrió como una explosión. "¿Qué es todo este alboroto?" preguntó el mago, y luego se fijó en la bestia muerta.
El pequeño gnomo, con la cara cubierta de una sustancia verde y muy viscosa, se dio la vuelta y vio a Ado con un corte en la armadura, que acababa de salvarle la vida, y a Rhevi arrodillada junto a Boddybock, tratando de ayudar a su hermano.
"No toques la baba", gritó. "Es venenosa, tráeme un poco de agua, ¡date prisa!"
Talun pronunció una fórmula y una pequeña cascada de agua clara se materializó en la cara de Bimpotin, limpiándola; aunque el gnomo no se recuperó, su respiración era laboriosa.
El problema no había terminado, debido a la lucha habían perdido el control del barco que se dirigía a una cascada muy alta. Boddybock, recuperado de su trauma, se levantó y tomó el timón. "¡Ado a estribor, Rhevi a babor, Talun a popa! Giren esas manivelas doradas con todas sus fuerzas, a la cuenta de tres... ¡TRES!"
El grupo giró las manivelas, el gnomo manipulaba el timón lleno de botones y pequeñas perillas.
Mientras tanto, el barco había llegado al borde de la cascada y... cayó al vacío.
Algo enorme surgió en la salpicadura, era la nave con su tripulación.
¡Volaban!
Enormes membranas en forma de alas de dragón, colocadas a los lados, más una en la popa, le permitían volar por el cielo.
El color de las membranas era de un azul profundo.
"¡Es fantástico!" gritó el mago, quien inmediatamente se recompuso mientras se dirigía hacia Bimpotin. Una luz verde que surgió sus manos inundó al pequeño gnomo, pero no tuvo ningún efecto.
"No funciona. ¿Por qué esta magia nunca funciona? Tendré que revisar mis notas", dijo, desanimado con voz apenas perceptible.
Ado tomó el pequeño cuerpo en sus brazos y lo llevó a la bodega, Rhevi encendió una vela y lo colocó en una cama, el cuerpo estaba caliente y tenía fiebre alta. "¡Él morirá, mi hermano morirá!" Gimió Boddybock.
"¡No! Lo llevaremos a los elfos de Vesve", respondió Talun. "Ellos sabrán qué hacer, mientras tanto probaré todos los hechizos que conozco".
La media elfa miró a sus amigos y dijo: "Se lo debemos a ellos. Nos dirigimos a los elfos de la luz, Boddybock, siento no habértelo dicho enseguida. No te preocupes, ellos lo salvarán".
Los miró y dijo: "No es culpa tuya, no estamos lejos del bosque, llegaremos esta tarde".
Los tres amigos dejaron la habitación y se dirigieron a la cubierta del barco.
Una vez en la cubierta, todos estaban asombrados, estaban volando, estaban a tal altura que podían ver el río debajo de ellos, la cascada estaba ahora detrás de ellos.
En el fondo se erigía la capital del imperio: Radigast.
Las antiguas leyendas contaban que había sido construida por los siete dioses. Detrás del palacio imperial se encontraba la estatua más grande que el pueblo humano hubiese visto jamás, la cual representaba a un arquero apuntando su arco más allá del cielo. El guerrero estaba de pie sobre todo, gruesas murallas rodeaban toda la ciudad como armas protectoras.
La ciudad estaba distribuida en tres niveles distintos, todos conectados por numerosas escaleras, custodiadas por los guardias imperiales. En el primer nivel vivía la población, en el segundo estaba uno de los mercados más grandes de las Siete Tierras, y en el tercero estaban las enormes villas de los nobles, los únicos que podían acceder a ellas.
Más al norte, había un enorme bosque color esmeralda, con árboles tan altos y densos que resultaba imposible ver el centro.
"Aquí está, el bosque de Vesve, el bosque siempre verde, donde vive la gente olvidada..." dijo Rhevi, suspiró. Allí pronto conocería a los ancestros de su madre, parte de su sangre fluía en ella y se sentía orgullosa de ello.
Se decía que el bosque estaba habitado por elfos, seres agraciados, excelentes jueces, apegados a la naturaleza y enamorados del arte.
"A este ritmo llegaremos por la tarde", dijo el mago emocionado, dando una palmada a la armadura del guerrero, que no se movió. Sus ojos rojos estaban fijos en el bosque.
¿Qué es esta rabia oscura que siento dentro de mí? Si pudiera prenderle fuego a ese bosque, pensó.
"Avisemos al gnomo", dijo Talun en su camino a la bodega.
Entraron todos en la habitación, habían pasado unos minutos desde que lo dejaron al cuidado de Boddybock.
Bimpotin se veía peor, respiraba sin aliento y donde el animal había arrojado el líquido verde ahora se podían ver grandes burbujas llenas de pus.
"Déjénme a solas con él". Los otros salieron y el mago comenzó a formular varios hechizos de curación que parecían tener efecto, pero poco después Bimpotin volvía a caer en la enfermedad.
Talun insistió durante varias horas, pero finalmente cedió.
"Estoy exhausto, hice todo lo que pude". Se levantó y fue a llamar a Rhevi y Ado, que entretanto habían subido con Boddybock para corregir el rumbo de la nave voladora.
Tan pronto como el mago los alcanzó en la cubierta, se quedó sin aliento, las nubes a su alrededor eran de color naranja cuando el sol se ponía y creó una imagen que sólo un dios podía pintar, el aire estaba muy frío.
Se acercó a Rhevi diciendo: "Nunca había visto nada como esto, sé que algunos magos han viajado en naves voladoras construidas por otras razas pero pensaba que eran sólo leyendas, sin embargo, aquí estoy. ¡Cuando se lo cuente a Gregor, no lo creerá!" Cuando miró hacia afuera vio la tierra debajo de él, a varios metros de distancia, y estaba un poco molesto, pero tomó coraje y miró hacia el oeste. "¡Ahí está, el bosque! Ya casi llegamos", exclamó contento.
Boddybock, que estaba al mando del barco, comenzó a bajar el barco, se detuvo justo encima del bosque, empujando una cosa redonda con una gran ancla en ella, la desenganchó y la deslizó hasta el suelo. Esto en el impacto, con el suelo, creó un gran agujero en la tierra, la nave voladora estaba ahora amarrada.
"Hemos llegado", anunció en un tono sombrío y lanzó una escalera de cuerda.
"No te preocupes, traeremos a tu hermano también. ¿Alguien sabe cómo bajarlo de aquí arriba?" preguntó Rhevi.
"Ve a por él, yo me encargaré del resto", aceptó el mago. Ado entró en la bodega, cargó a Bimpotin y lo llevó al puente.
El mago cruzó sus manos y una cuna etérea con reflejos brillantes se formó bajo el cuerpo del gnomo, el chico se concentró y la cuna se levantó y luego se posó en tierra. La escena fue seguida en silencio pero con gran aprensión por Rhevi y Boddybock, Ado fue el único que no mostró preocupación.
Una vez que el gnomo llegó al suelo, el resto de la compañía descendió de la escalera.
"Los esperaré aquí, por favor, hagan todo lo que puedan para salvar a mi hermano", gritó Boddybock desde arriba.
Ado tomó el gnomo, lo envolvió en una manta, lo puso sobre sus hombros y se adentró al bosque junto con los otros.
Desde lejos, Cortez los vio partir.
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