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EL MISTERIO DE LA BELLEZA EXACTA
– Te mudaste a la casa nueva? – Como sin querer se interesó Vishnevskaia, pensando en la casa recién construida por Arkhangelskaia.
– Ahora pateo los almacenes. Arreglamos cuentas y puedo pensar en mi misma. Ya trabajo por costumbre y no por necesidad. Me gusta visitar a la gente. Si me quedo en casa, me fastidio. Todos los vecinos tienen cercas, como en Petropavlosk. Nos saludamos a través de los vidrios del automóvil. Si alguien se las echa, ni lo vemos. —
– Piensa Tania, como podemos ayudar a Kostia? – La maestra volvió a la conversación importante. – Él es inocente, para mi es evidente. Discúlpame, pero levantarle la mano a la madre… Además, era maestra de matemáticas, y tú sabes cómo lo emocionaba todo lo relacionado con números. —
– Demasiado lo emocionaba, anormalmente, yo diría. – con énfasis dijo Arkhangelskaia.
– Tanechka, hablas como un fiscal malo. —
– Y necesitamos un buen abogado. Es necesario encontrar uno bueno rápido. —
– Si, se gasta más dinero para que le cambien una condena fuerte por una más suave? La mató porque la amaba! Qué lindo. —
– Que sugiere usted? – Arkhangelskaia comenzó a molestarse. – Yo quiero ayudarlo. Sinceramente. Yo lo amaba.—
Se volvió bruscamente. Buscó en la cartera algo para maquillarse. En sus largos dedos apareció un espejito y una polvera. Para darle tiempo a Tatiana de arreglarse, Valentina Ippolitovna tomó un trapo y lentamente comenzó a limpiar la mesa. – Mira Tania, Tanechka. Tú siempre fuiste muy pragmática, y calculabas quien te era más conveniente. Si eso, ahora, lo llaman amor entonces el mundo cambió fuertemente. Pero efectivamente, tú puedes ayudar a Kostia.-
– Ahora recuerdo un detalle importante. – Dijo, de repente, la maestra e hizo una pausa significativa. Con ese truco, que ya practicaba en la escuela, ella, sin levantar la voz, sacudía hasta los compañeros más soñolientos.
– Cuál? – Tatiana preguntó incrédula, y llevó un nuevo cigarrillo hacia el cenicero.
– Fermat! —
La brasa del cigarrillo tembló y cayeron cenizas a medio camino del cenicero. Y las cejas de Tania se levantaron interrogativamente.
– Cuando se llevaron a Konstantin, el recordó el Teorema de Fermat. —
– Fermat? – Tatiana apagó el cigarrillo y una delgada columna de humo se desvaneció en el aire. La mujer, pensativamente, la vio desaparecer.
– Aquel Gran Teorema de Fermat? —
– Sí. Tu sabes que Konstantin volvía a él a cada rato. —
– Su cerebro siempre estaba ocupado en algo. Que tiene que ver en esto el teorema? —
– Todavía no sé. Pero para todos es evidente que en el apartamento no hay cosas de valor que hubieran sido atractivas para un ladrón. Es por eso que la policía cree que fue una disputa doméstica. Según ellos homicidios parecidos no son infrecuentes entre familiares que viven en condiciones incómodas y apretados. —
– Eso es raro, habría que ver… Y Fermat se menciona ahí? – Dijo Arkhangelskaia.
– Algo que noté, fue que el escritorio de Konstantin estaba desordenado. Cuando entró vio algo ahí y se rio nerviosamente. —
– Valentina Ippolitovna, de otras cosas él no sabe reírse. —
– Después él dijo algo sobre el Teorema de Fermat y yo pensé… —
– Que Danin encontró la demostración y el ladrón se la robó! —
– Y por qué no? – A su vez se extrañó Vishnevskaia. – Tanechka, tu comprendes bien el valor de ese logro.
– Sí.., el premio, la gloria… Pero ninguna de las dos cosas le interesan a Danin. —
– Ahorita no estoy hablando de él. Siempre existieron matemáticos dispuestos hasta vender el alma para conseguir la demostración. O no? —
– Danin no sabe medir el beneficio de sus descubrimientos. Él hubiera podido contarle al primero que se encontrara. —
– Pero eso es importante. – Insistió la maestra. – Los últimos tiempos él no tenía interlocutores. Él se alejó de todo el mundo. —
– Inclusive de las mujeres? – Se le aguzaron los ojos a Arkhangelskaia.
– Eso no lo sé. —
– Pero yo recuerdo, que él, a veces, necesitaba su descarga. Mecánica, pero muy tempestuosa. —
– Eso no tiene nada que ver ahorita. Además… —
Valentina Ippolitovna dudó si decirle a Tania las últimas palabras de Konstantin, pronunciadas sólo para ella: “Ahí no estaba todo”. Ella misma no comprendió eso, por completo. Sólo sintió que esas palabras ocultaban algo importante. Y si lo dijo en un susurro, significaba que no quería que lo escucharan los otros.
– Y que más? – preguntó Arkhangelskaia.
– En la mesa de Danin encontré el libro sobre el Teorema de Fermat que yo le regalé en la escuela. Los otros libros estaban en los estantes. —
– Qué significa? —
– Yo pensé… Por ahora son sólo mis conclusiones… Bueno, en el apartamento estuvo alguien que conoce bien el valor de la demostración del Gran Teorema y era conocido de Sofía Evseevna. Por eso la mató. Cualquier otro hubiera podido empujar a la viejita e irse corriendo.
– Ningún delincuente quiere testigos. —
– No. – Valentina Ippolitovna dijo con convicción. – Un profesional encontraría la manera de no asesinar. Esto fue un amateur. Un amateur asustado. —
– Y que dicen las evidencias? No hay huellas digitales? —
– Evidencias… Encontraron huellas en el florero… de Konstantin. Poreso se lo llevaron. Para ellos es como dos por dos, cuatro. —
– Si usted está en lo correcto, el mismo Danin les explicará sobre el teorema. Y los investigadores hurgarán. —
– Precisamente, eso yo lo pongo en duda. Primero: difícilmente nuestros policías han escuchado algo sobre el Teorema de Fermat. Segundo: al responder preguntas no todo el mundo entiende la lógica de Konstantin. —
– Es verdad. – Los ojos de Tatiana se movieron juguetonamente, como si recordara algo divertido. —Entonces se necesita que usted vaya como traductor y les explique todo. —
– Para eso quiero prepararme bien. Pero necesito tu ayuda. —
– Valentina Ippolitovna, cuando me negué a hacerlo? —
– Quien de tus colegas matemáticos estaba verdaderamente interesado en el teorema de Fermat? —
– Estoy segura, que en su momento, muchos se contagiaron en esa epidemia. – se burló Tatiana. – Pero cuando entendieron que era una liga superior, lo dejaron. —
– Solo me interesan los que conocían bien a Konstantin y a su mamá. Y quien podría cometer algo ilegal por la demostración del teorema. Piensa, a quien podrías señalar? —
– Como lo dice usted. —
– Qué? Acaso entre los científicos no hay gente de poca ética? —
– Si los hay. – aceptó Arkhangelskaia y se puso pensativa.
– Necesito aquellos quienes se hayan encontrado, últimamente, con Danin o su madre. – dijo Vishnevskaia.
– Quizás, entonces, Levon Ambartsumov. Ya estaba con nosotros en la escuela, en un curso paralelo. —
– Recuerdo a Leva. Amaba el dinero y no le gustaba resolver ejercicios difíciles. —
– Sí. Y la demostración del Teorema de Fermat puede aportar buen dinero.– Tatiana, pensativa, prendía y apagaba el encendedor. – A propósito, Efim Zdanovsky me dijo que hacía poco se había encontrado con Danin. Él vive por aquí cerca. —
– Quién es? Lo conozco? —
– Poco probable. Zdanovsky envidiaba a muerte a Danin. Es un mentiroso, torpe y basto. En alguna época trató de hacerse amigo y no excluyo que haya estado en su casa. No me cae bien. Tiene un tic nervioso y es un entrometido. —
Tatiana se puso de pie, se acercó a la ventana y rozó las flores. – Estas nunca me florecieron. —
– Después te explico con qué fertilizarlas. Entonces, solamente recuerdas a dos personas? —
– Hay uno más, quizás, Mikhail Fishuk. Nos conocimos en la universidad. El entendió perfectamente la genialidad de Danin, lo respetaba y todo el tiempo le pedía ayuda con sus trabajos. Si Danin encontraba algún error, él no se ofendía, sino todo lo contrario, se entusiasmaba más. No me gustaba en absoluto, inclusive alguna vez sentí celos por la manera en que miraba a Danin. Era muy inoportuno y resbaladizo. Pero me divorcié de Danin y ya no tuve que soportar la presencia de Fishuk. Pero seguro que siguió frecuentándolo. —
Valentina Ippolitovna se arregló los anteojos y escribió el apellido en una hojita y preguntó:
– Alguno más? —
– No. Son todos. – Tatiana se arregló el moderno peinado y aspiró el cigarrillo.
– Y Félix? —
– Que tiene que ver Félix? – A Arkhangelskaia le tembló la mano y la ceniza cayó al lado de la ventana. Se estiró y desde esa altura miró amenazadoramente a la pequeña maestra. – Félix, hace tiempo, dejó el trabajo científico. Ahora, solamente, piensa en dólares. —
– Se relacionaba con Konstantín? —
– Trató de llamar algunas veces. Decía que los amigos de la escuela no se olvidan. Pero todo eso en vano. Ya eran personas diferentes. —
– Y como te va con Félix? —
– Normal. – Tatiana manoteó negligentemente. – Vivimos mejor que otros. Hoy llegó de España y prometió traerme una sorpresa. Todavía no lo he visto. —
– Oh, te estoy deteniendo. – La anciana maestra golpeó la hojita con los apellidos. – Necesito saber dónde viven. —
– Para qué? —
– Voy a tratar de visitarlos. Comunicarme con ellos. Konstantín Danin compartió el gran descubrimiento con su maestra preferida? Bueno, les hablaré sobre el Teorema de Fermat, para ver su reacción. —
Tatiana Arkhangelskaia miró con admiración a la valiente maestra.
– Usted está decidida a llevar su propia investigación? —
– No…, que te pasa? Que gano yo con eso? – Vishnevskaia llevó una mirada irónica a su pierna coja. – Hablar solamente. Como contigo. Puede ser que me digan algo. —
– Yo sé dónde vive Efim Arkadievich Zdanovsky. Escriba. – Arkhangelskaia dictó la dirección y se dirigió a la salida. – Disculpe Valentina Ippolitovna, pero tengo que irme. Las direcciones de Ambartsumov y Fishuk las buscaré en mis papeles. De todas maneras piense en un abogado. Ahorita son necesarios.
11
Valentina Ippolitovna verificó el número del apartamento en la hoja con la dirección de Efim Arkadevich Zdanovsky y presionó el botón del timbre. Ella había decidido no posponer la visita a un colega de Danin sospechoso, sobre todo porque no vivía lejos. A ella le parecía que un homicida difícilmente podría esconder sus emociones el mismo día del crimen.
La puerta fue abierta por un hombre de unos cuarenta y cinco años, de contextura media y con una barba redonda como las que se le forman a los niños que meten la cara en una torta de chocolate. Estaba vestido con un mono deportivo, de esos, que ya no se encuentran en las tiendas hace diez años y miró a la visitante inesperada con desconfianza.
– Efim Arkadevich? – preguntó sonriendo la maestra y se presentó. – Yo soy Valentina Ippolitovna Vishnevskaia, antigua maestra de Danin. Pasó algo malo con él. Yo quisiera hablar con usted. —
– Y yo que tengo que ver? —
– Usted es buen conocido suyo y trabajaron juntos en el mismo lugar muchos años. —
– Y? —
– Efim Arkadevich, ni siquiera pregunta que le pasó a Konstantin? —
Zdanovsky sintió el regaño. Bajó los pequeños ojos oscuros hacia el escalón y estudió por algún momento los zapatos de la visitante.
– Es obvio. Seguramente se enfermó y necesita dinero para la clínica. – murmuró Zdanovsky, se haló la barba y con la misma actitud que en la frase anterior y como si se sintiera orgulloso de ella, dijo: – Pero yo no tengo dinero, mejor pídale a su exesposa. —
– Acabo de hablar con ella. Pero Danin no está enfermo, Efim Arkadevich. Está preso. —
– Qué? – Incrédulo preguntó Zdanovsky. – Danin, preso? —
Vishnevskaia observó su reacción: “Está actuando?”
– Me permite pasar? —
Zdanovsky se apartó con desgano.
– Bueno… No esperaba visitas. —
– Fima, quién es? – Se oyó una voz femenina desde la cocina.
– Es para mí! Del trabajo! – Efim Arkadevich le mostró la puerta de la sala a la maestra. – Pase. Será poco tiempo. —
El dueño de casa la invitó a sentarse. Era una mesa redonda que estaba en el medio de la sala y se interesó en los manuscritos con fórmulas que había sobre ella. Zdanovsky se apresuró a recogerlos y los puso en el, ya lleno, armario de libros. Era claro que la sala servía también de biblioteca y estudio.
– Valentina… —
– Ippolitovna, – dijo Vishnevskaia.
– Si, si. Valentina Ippolitovna, entonces que pasa con Danin? —
Ahora, el dueño de casa, quería dar una buena impresión. Inclusive trató de sonreír, pero con una barba demoníaca como esa, la sonrisa era helada. Su postura orgullosa hacía pensar que en sus años juveniles había sido buenmozo, pero insensible y altivo. Ahora el viejo sweater del mono deportivo mostraba que los mejores años de Efim Arkadevich ya habían pasado.
Valentina Ippolitovna hizo una pausa observando tranquilamente a su interlocutor.
– Un suceso trágico. Su madre murió. Y arrestaron a Konstantín como sospechoso de asesinato. —
– Acusan a Danin de homicidio? – Zadanovsky arrugó el rostro, como si le hubieran clavado una aguja. Vishnevskaia, ahora podía contemplar su altivo perfil, pero no vio ninguna expresión en sus ojos.
– Tonterías. No. Danin es un debilucho. Bueno… hace tiempo no lo veo. —
– Cuando fue la última vez que se encontraron? —
– Ya le dije: hace tiempo! —
– Si? Usted vive muy cerca de su casa. —
– Bueno, una vez nos tropezamos… No recuerdo cuando. Inclusive hablamos de algo. —
– Sobre qué? —
– Que importa? Del tiempo, seguramente. Su vida no me interesa! – Zdanovsky la miró. – Pero usted, realmente, a que vino? —
– Acusan a Konstantín, injustamente, de un crimen muy feo. Pero él, por supuesto, no es culpable. Nosotros: usted y yo, y todos los que lo conocen, debemos declarar eso a la policía. Danin es un científico excepcional y sólo piensa en matemáticas. Nuestra ciencia no debe perderlo.
– Nuestra ciencia, – Zdanovsky tuvo una mueca de desprecio y de repente explotó. – No tenemos ninguna ciencia y desde hace tiempo! – Sólo hay intrigantes y burócratas metidos en cubículos académicos. De que ciencia habla usted? Ahora el pensamiento científico solo late en occidente. Aquí, hace tiempo lo enterraron. Mire cuantos premios Nobel de Estados Unidos y Europa Occidental, y aquí cuantos? Una sexta parte de la población compuesta de funcionarios deshonestos, una masa de inteligencia gris sin personalidad y una gran cantidad de borrachos y prostitutas. Solo un puñado de valientes, que antes llamaron disidentes, es capaz de informar sobre esto. Y algunos inconformes, que actúan como jesuitas de la patria podrida, alegóricamente hablando, y se creen los nuevos La Fontaine, son todo el desenfreno de mentes en este país enorme. Y usted me viene a hablar de ciencia. —
En el proceso de su discurso tempestuoso Zdanovsky se levantó, anduvo por la habitación y movía las manos. Parecía que Vishnevskaia se afincaba en su callo más doloroso. Este era uno de esos labriegos científicos que eternamente se golpean en el mismo sitio, sueñan con una inalcanzable tesis doctoral y convencidos que alrededor todo está mal.
Inesperadamente Efim Arkadevich se inclinó hacia Valentina Ippolitovna y le susurró:
– Sólo en la FSB queda gente inteligente. Ellos dirigen el país. Si a ellos antes se le ocurrían “prohibiciones” para la prensa, ahora apoyan la apariencia de la pluralidad de partidos y permiten la publicación de artículos críticos para que los trabajadores piensen que viven en un país libre. Eso es lo que comemos y usted dice: Ciencia! Dónde está? Aquí todo el mundo se olvidó de ella. La ciencia se fue a occidente! – Zdanovsky se sentó pesadamente y con rabia movió la cabeza. – Lástima que no me fui a tiempo. Estaría dando clases en una tranquila universidad norteamericana. Y por las noches me sentaría frente a la chimenea con una taza de té, razonando profundamente acerca de las ventajas del sistema fiscal de los republicanos contra el de los demócratas. O lo contrario, dependiendo de quién estaría en el poder en ese momento. Y cada ocho años cambiarían de lugar. Democracia! —
– No son todos. Danin es un matemático de Dios. —
– Y que hizo él? Todos sus trabajos son en coautoría. Es un advenedizo! Cuando vino a nosotros, robó mi idea, pregonó acerca de ella y Basilievich adornó un articulito. Varios años trabajé en el tema y se robó mis resultados! —
– Konstantín no pudo haber actuado así. Él tiene sus ideas, y son más que suficientes. —
– Claro. Apenas cambió para la imagen, para que yo no le pusiera la mano encima. —
Zdanovsky calló. De nuevo sufriendo por una viejo reconcomio. Pasó varios años tratando de resolver un problema complicado, lo cual hubiera sido un trampolín para su carrera científica. Pero el recién egresado de la universidad Danin, jugando, lo resolvió. De este golpe, Efim Arkadevich, como matemático, no se recuperó. En cualquier problema matemático que él se metiera, le parecía, que en la recta final algún juguetón le quitaría su victoria. Y el trabajo no caminaba. Entonces Efim Zdanovsky decidió que tenía el derecho moral de robar los resultados de su investigación al descuidado Danin. Tomó de su mesa papeles con cálculos, y aquel, parecía, que ni se daba cuenta.
Seis meses después Zdanovsky intervino con una exposición en un seminario. Ya estaba preparado para recibir las felicitaciones de sus colegas cuando se levantó Danin. Zdanovsky lo miró con una mirada helada e incisiva. Estaba preparado para resistir decisivamente cualquier acusación de plagio. Sin embargo Danin ni siquiera pensó en eso. El joven matemático informó que ese problema podía resolverse mucho más fácilmente. Y enseguida en el pizarrón delineo la solución efectiva. Los matemáticos se lanzaron a discutir el método nuevo. Todos olvidaron a Zdanovsky, y este debió abandonar el auditórium con la cabeza baja.
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Примечания
1
Nota del traductor: Piter es la denominación usual de los rusos para San Petersburgo.
2
Pitágoras. (c. 570—500 AC) Matemático y filósofo de la Antigua Grecia. Nació y vivió en la isla de Samos. Después se trasladó a la ciudad de Crotona (Sur de Italia) donde fundó una escuela filosófico-científica.
3
Pierre de Fermat (17 de Agosto de 1601 – 12 de Enero de 1665) Matemático francés. Abogado de profesión. Es autor de una serie de trabajos excepcionales, pero la mayoría de ellos fueron publicados, por su hijo, después de su muerte. Mientras vivía, algunos resultados fueron conocidos por correspondencia epistolar o directamente comunicados a amigos.
4
Diofanto de Alejandría. Matemático de la Antigua Grecia, vivió en el siglo III. Escribió la “Aritmética” en 13 libros, de los cuales se conservan solo los 6 primeros.