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Nieve De Colores
A mi llegada a Moscú todo fue bien, a pesar de ver mucha vigilancia armada en el aeropuerto, y a pesar de tener que identificarme un par de veces no hubo mayores problemas para embarcar en el siguiente vuelo a San Petersburgo.
El cambio de caracteres gráficos con que estaban escritos todos los letreros me supuso un verdadero suplicio para entender cómo funcionaba todo.
Pero tras preguntar a unos turistas que tenían pinta de saber inglés, conseguí llegar hasta una oficina de información y ahí me indicaron en qué sala y a qué hora iba a salir mi vuelo.
Después de casi dos horas de espera entre vuelo y vuelo, llegué al aeropuerto, ya era tarde, y a pesar de haber quedado con una persona del periódico no creí que llegaría a esas horas, pero para mi sorpresa después de recoger mi equipaje y dirigirme hacia la salida, me encontré con un letrero que portaba una persona joven, era una chica con un pelo muy negro y de una tez blanquecina, mostrando un gran contraste.
Había otras personas portando letreros probablemente de turistas despistados como yo, e incluso alguna hacía referencia a agencias de viajes.
Me acerqué a donde estaba y me identifiqué intentando decirla mediante mímica que yo era el del letrero, pero para mi sorpresa ella me respondió,
–Hablo su idioma perfectamente, es por lo que me han enviado a recogerle, seré su guía en su breve estancia.
–¿Quién dijo breve? ―pregunté entre asombrado y molesto.
–Me comentaron que sería una estancia de dos o a lo mucho tres días, es como suelen hacer los periodistas extranjeros, llegan, ven la noticia y regresan a su país para publicarlo.
–Bueno sí, esa es la idea, pero además querría buscar a una amiga.
–No sé nada de su amiga ―me dijo desconcertada.
–No les conté todo al periódico, verá estoy buscando a una compañera la cual ha desaparecido.
–Bueno, si es así el periódico deberá de saber su última posición.
–Ella no trabaja para ningún periódico, estaba realizando una investigación en la Antártida.
–No entiendo nada, me lo tendrá que contar todo si quiere que le ayude ―me dijo mientras nos dirigíamos con las maletas a la salida.
Tras dejar atrás la parada de taxis fuimos hacia el aparcamiento, donde después de pasar por varias filas de coches me dijo,
–Este es mi coche, deje las maletas en los asientos de atrás, el maletero lo tengo ocupado.
Lo hice y me senté en el asiento del copiloto, y salimos del aeropuerto internacional Púlkovo en dirección a la ciudad.
Aunque no era tarde pues apenas eran las seis ya parecía una noche cerrada, quizás era por el cambio horario o quizás por las horas de vuelo, pero ya estaba bastante cansado, a pesar de la hora.
–Verá, me he tomado la libertad de cancelar su reserva de hotel.
–¿Qué ha hecho qué? ―pregunté extrañado.
–Mire tengo un alquiler que pagar y me vendría muy bien ese dinero, con lo que usted gastaría en un día me puedo pagar medio mes, mi piso es grande y limpio, se lo pido como favor de compañero a compañero.
–No lo sé, me suena muy extraño.
–Si está un tiempo aquí se dará cuenta que somos buena gente, a pesar de la fama que tenemos en occidente.
»Aunque también tenemos muchas carencias a pesar de tener una gran economía, la riqueza se concentra en unos pocos, y es muy difícil mantener un nivel aceptable de vida, pues muchos tienen dos y hasta tres trabajos.
»Ahora estoy estudiando y trabajando en el periódico, pero como ello no me da para vivir lo suficiente a veces realizo otro tipo de trabajo como de guía para turistas, pues conozco varios idiomas.
–Me sorprendes con lo que me dices, creía que este país que tantos temen estaba mejor.
–Sí lo está, bueno dependiendo de a lo que te dediques, los trabajadores del gobierno reciben buenos salarios, pero el resto, debemos de ganarnos el pan poco a poco.
Después de un momento de pensármelo, la dije,
–Está bien, pero con una condición, me acompañará y me hará de traductora todo el tiempo que necesite, si son tres días como si es un mes.
Ella me miró con los ojos muy abiertos, y sorprendida me preguntó,
–¿Me va a pagar un mes de hotel?, eso sería una millonada aquí.
–Bueno, no, el periódico me ha mandado como máximo una semana, es todo lo que le puedo pagar ―dije recordando la conversación con mi jefe.
–Trato hecho ―me dijo extendiéndome la mano para que se la estrechase.
–Otra cosa más ―dije antes de dar le la mano.
–¿No me había dicho una sola condición? ―me preguntó extrañada.
–Lo que consuma el coche de gasolina se lo pago ―dije mostrándola una leve sonrisa.
–Usted es el que paga, usted sabrá ―dijo devolviéndome el gesto con un guiño.
No entendí muy bien ese gesto, pero parecía que al final empezaba a tener algo de claridad ante todo ese mundo de incertidumbre, había conseguido una traductora que, me servía de chofer y de guía turística, todo el tiempo que necesitase.
Supongo que a ella le venía muy bien, por el aspecto económico, pero para mí había sido un alivio haberla encontrado.
Llegamos a la ciudad, la cual estaba iluminada, cruzamos el centro, bastante despacio, señalándome ella los principales edificios y calles, y aunque ella me repetía varias veces los nombres para que los aprendiese para mí se me hacían impronunciables.
No es sólo porque estuviesen en ruso, sino porque nunca conseguía orientarme cuando iba de copiloto, ya me había pasado con anterioridad que a pesar de llevar meses en algún lugar en que me habían llevado o iba en taxi, no me aprendía ningún nombre de calle o plaza.
En cambio, si era el que conducía en apenas tres meses me sabía todas las calles por las que tenía que ir desde donde vivía al trabajo.
Tras pasar por la parte céntrica nos dirigimos a un barrio escasamente iluminado en donde apenas existían farolas, y las que había iluminaban a poco más de un metro o dos desde donde se encontraba.
Tras este se extendía unos grandes edificios de viviendas de varias alturas, pisos como colmenas donde vivía la mayoría de la población trabajadora según me dijo ella.
Tras dejar el coche en el aparcamiento subimos por las escaleras hasta la tercera planta que es donde se encontraba su piso, y tras pasar varias puertas cerradas, se paró delante de mí y me dijo,
–Recuerda tu trato, voy a cumplir mi parte, pues te toca cumplir la tuya.
–Está bien ―la dije ofreciéndole mi mano.
Ella después de estrechármela, abrió la puerta y dijo,
–Adelante.
Entré sin saber muy bien lo que me podría encontrar, ella vestía de forma moderna, aunque sin ninguna excentricidad, ni piercings, ni tatuajes que se le viesen, ni siquiera pelos de colores.
Sobre el piso, este era pequeño a pesar de lo que ella me había dicho, eso sí, estaba todo limpio y muy ordenado.
Tenía dos grandes habitáculos, el salón, con un sillón que llegaba de pared a pared, con una pequeña televisión, y una estantería de libros, y el cuarto del dormitorio, que tenía el mismo tamaño que el salón.
En éste había una cama doble que ocupaba casi todo el espacio y un armario de ropa, con una minúscula cocina, y el cuarto de baño, y no más.
Las paredes estaban decoradas con papel pintado, y daban un poco de color en contraste con un techo blanco, y un suelo de solería.
Se veía que los muebles no eran nuevos, aunque sí estaban bien cuidados, y el sillón tenía encima una pequeña tela que la adornaba, protegía y cubría.
Eché en falta sillas o mesas donde comer, y se lo comenté y ella me dijo,
–Me sorprende que digas que el piso es pequeño, este es de los más grandes de mi edificio, y además es sólo para mí, normalmente, en un piso como éste, y aún más chicos, conviven una familia de cinco o seis miembros.
»No creo que te puedas quejar, y con respecto a las sillas y mesas para comer, normalmente, lo hago en cerca del trabajo, y la cena la hago delante del televisor, pues no necesito más para ello.
Quizás era una respuesta muy simple pues más parecía un piso de estudiante que no en el que estuviese alguien todo el año, pero como ella decía, tenía todo lo necesario para vivir y de eso se trataba.
En una encimera sobre la televisión tenía un par de figuritas, y un trozo de madera tallado con forma de oso, era bastante rudimentario, pero me llamó la atención y la pregunté sobre lo que significaba.
–Es uno de los pocos recuerdos que tengo de mi casa, soy de una región próxima, del campo y para mí es muy especial por quien me lo hizo con sus propias manos.
»Además, me recuerda mis orígenes humildes y la suerte que he tenido de tener la vida que conoces, pues muchos quedarán allá en mi pueblo sin más futuro que el sobrevivir con las ayudas del gobierno.
En ella estaba descubriendo un sentimiento de ambivalencia, por una parte, se sentía unida a sus raíces, pero a la vez se sentía orgullosa de haber salido de allí y haberse labrado su propio futuro, pero a la vez se sentía triste por los que no lo pudieron hacer.
Notaba cuando hablaba de su gobierno, que por una parte parecía estar muy agradecida, sobre todo por las oportunidades que a ella se le habían brindado que mientras que por otra tenía un fuerte sentimiento de crítica por la situación económica de los trabajadores y gentes del campo.
Personalmente creo que en ningún país se le da el justo reconocimiento que tiene al sector primario, ya que la agricultura es el sustento y la base de cualquier economía, un sector que empleaba a gran parte de la población rural hasta que llegó la mecanización, así lo que antes hacía una veintena de braceros, ahora uno de ellos con una máquina hace el mismo trabajo en la mitad de tiempo, y con ello llegó el paro en los pueblos.
Esto ha creado grandes problemas sociales en algunas localidades, pues algunos gobiernos no han sabido qué hacer con esta población que tenía difícil dedicarse a otra actividad distinta a la que conocía y practicaba desde hace generaciones.
Así hay países que han resuelto estas dificultades subvencionando a los antiguos agricultores para que permanezcan en sus casas recibiendo alguna ayuda, asumiendo la dificultad de su reconversión.
Pensando en ello, la pregunté si podía utilizar el baño a lo que dijo que sí. Ella estuvo preparando algo de cena mientras me daba una ducha, para quedarme relajado antes de dormir.
Aunque al principio me había insistido a que permaneciese despierto para que me costase menos regular el sueño y acostumbrarme al nuevo horario, tenía demasiadas turbulencias y horas de asiento de avión en el cuerpo para pasar otras tantas horas más despierto.
Además, ¿qué podría hacer ahora?, si era de noche y todo estaba cerrado, quizás ver la televisión, pero si no entendí al idioma, ¿de qué me serviría hacerlo?
Muchas dudas para tan tarde, pues tras estar cenando con ella viendo la televisión, aún sin entender nada, la dije,
–Bueno, quisiera ahora terminar el día, dime ¿cuál es mi habitación?, por favor.
–Pues lo que has visto es todo lo que hay, siéntete como en tu casa, pero no hay más habitación que la mía.
–Entonces dormiré en el sillón, ¿te parece?
–¿Cómo tú elijas? ―me dijo con una sonrisa.
No sé si es que ella no sabía cómo decírmelo, pero esa sonrisa me había parecido de satisfacción por su parte, como si ya tuviese preparada la respuesta.
Aquella noche se me hizo muy corta, pues a las tres ya estaba despierto como si fuese medio día y no podía dormirme.
A pesar de lo cual procuré estar quieto para no despertar a mi anfitriona, pero no pude hacerlo por mucho tiempo pues me levanté y me fui al servicio a esperar pasar el tiempo a ver si con el aburrimiento me llegaba el sueño.
Tras ello me dirigí a la cocina para tomar algo frío que calmase mis nervios, encontré un poco de leche y me lo tomé, pero no parecía que me hiciese efecto.
Me dirigí hacia una ventana para mirar las estrellas, y al menos aprovechar el tiempo admirándolas, pero el cielo estaba gris y lleno de nubes que apenas dejaban ver un poco más allá del edificio.
No quería resignarme a quedarme quieto así que empecé a rebuscar entre mis cosas, sacando objeto por objeto de mi maleta, sin ningún interés más que el de hacer tiempo hasta que madrugase.
De repente encontré esa foto que me había enviado mi amiga, la cual había imprimido y apuntado por detrás de la misma la región a la que me dirigía. No sé si es que hice ruido porque se levantó mi anfitriona y me dijo,
–¿Qué pasa que no paras quieto?, ¿por qué no se duerme?
–Disculpa, pero es que estoy desvelado por el cambio de hora.
–Pues tome algo para dormir ―dijo señalándome la nevera.
–Ya he tomado leche, gracias.
–Si prefiere vodka en ese cajón de ahí hay una botella.
–No, gracias, no se moleste, y disculpe si la he despertado.
–Bueno, ahora que he perdido el sueño dígame, ¿de qué va todo esto?, pues lo que me ha dicho me parece demasiado increíble.
–Miré, esta es la foto de la que la hablé, es la única pista que tengo de la mujer a la que busco de la cual llevo sin saber de ella años, y creo que me lo ha enviado porque necesita ayuda.
–¿Y por qué no acudió a las autoridades?
–Eso no lo sé, lo primero que quiero es confirmar que ha entrado en el país, y que no sigue en la Antártida como afirma su director de tesis.
–¿Por qué le iba a mentir ese señor?, ¿qué gana con ello?
–Quizás ni siquiera él sepa donde se encuentra, si la embajada me confirma que ha entrado al país el siguiente paso es buscarla en el lugar que indica en el reverso de la foto.
Ella le dio la vuelta y preguntó sorprendida,
–Pero ¿sabe cuántos kilómetros tiene esta región?, es una gran llanura inhóspita que cubre la tercera parte de Siberia, sería muy difícil dar con ella y menos con las condiciones climáticas en que estamos, vuelva en verano, cuando haga menos frío y las nieves se hayan descongelado.
–Para entonces puede que esté muerta ―la dije mirándola directamente a los ojos.
–Debía de quererla usted mucho para venir hasta aquí tan rápidamente ―devolviéndome la mirada.
Bajé los ojos, para no confirmarla lo que la había querido y la seguía queriendo a pesar del tiempo, y de mis posteriores relaciones.
Me sorprendía de mis sentimientos, a medida que me acercaba al lugar desde donde podría encontrarme con ella, más y más nervioso me ponía.
Al principio lo había achacado al viaje, es cierto que, a pesar de gustarme mucho volar, para conocer nuevos lugares, a veces, sobre todo los viajes a largas distancias se me hacen pesados e incluso incómodos, habiendo sufrido en algún momento contratiempos como sudores o mucho frío, pero todos achacables a la temperatura con que mantienen adormilados a los pasajeros.
Quizás era demasiado prematuro confesarle esos sentimientos a mi anfitriona, aunque no lo tenía demasiado claro, no sé si se trataba simplemente de un viejo amor con el que, por supuesto siempre queda un cariño, o algo más, pero primero y ante todo tenía que localizarla, y luego el tiempo diría.
La anfitriona aprovechó para comentarme sobre los peces del rio Nevá, me dijo que estaban acostumbrados a tener de vez en cuando algún escándalo de este tipo, de forma que los ríos eran poco saludables, por los vertidos que los contaminaban sin mayores controles.
Habían avanzado mucho en cuanto a medidas ecológicas, según me decía, pero estas al parecer eran poco efectivas, sobre todo cuando se trataba de industrias estatales o de monopolios.
La concentración de estas industrias en una persona u holding hacía que nadie pudiese atacarlas jurídicamente, pues el suministro de su producto y los puestos de trabajo que conllevaban dependían de su buena marcha.
Según me comentó hubo algún intento de multar a alguna fábrica por su contaminación, pero lo único que consiguieron después de mucho presionar fue que cerrase, y se trasladase a otro lugar, con el consiguiente despido de toda la plantilla, hecho que movilizó a parte de la población en contra del gobierno, e hizo que no se volviesen a aplicar estas sanciones lo que legitimó el descuido de cualquier ley ecologista.
–A pesar de ello ―continuó la anfitriona―, nuestro país ha ido adaptándose a los cambios tecnológicos, y procurando no perder el tren de los biocombustibles, las energías alternativas y los motores no contaminantes.
»No tanto por una conciencia ecológica y de cuidado del medioambiente como de competitividad con el exterior, como es lo que se demanda, es lo que se ha de producir.
–¡Adaptarse o morir! ―exclamé usando una frase hecha.
–Sí, así es, sobre todo por la competencia con China, nos ha quitado buena parte del mercado de nuestro país, con lo que hemos tenido que mejorar nuestra producción para poder competir.
»A pesar de lo cual todavía quedan muchas zonas rurales, o de antiguas explotaciones ahora en ruina, nuestro gobierno a pesar de querer dar solución a todos a veces no le queda más remedio que priorizar.
»La vieja industria y las producciones agrícolas apenas dan beneficios ahora, pues el esfuerzo económico y tecnológico se está centrando en aquello que económicamente nos beneficie.
–Pero conozco que tenéis una gran industria petrolífera ―dije extrañado por ese comentario en el que parecía añorar mejores tiempos.
–Sobre todo de explotación de gas natural que exportamos a Europa y China, pero ya habrás visto cómo unos pocos se aprovechan de ello.
–No te entiendo ―dije extrañado.
–Algunos de nuestros antiguos países aliados se han querido aprovechar de que nuestros gaseoductos pasan por sus tierras para poner aranceles y con ello enriquecerse sin hacer absolutamente nada, pues ni ellos pusieron los conductos ni suministran el gas, únicamente por estar ahí en medio se están enriqueciendo.
–Bueno eso es política, cada uno tiende a quedarse con parte del pastel.
–Sí, pero eso no es bueno, pues todos quieren la parte que no les corresponde por su esfuerzo.
Veía que cada vez ella se iba molestando más con el tema, no sé si tendría razón o no en lo que decía, pero lo que parecía claro es que tenía un fuerte sentimiento nacionalista que le llevaba a ver y pensar en el beneficio de su pueblo, y poco más, por lo que di por terminada la conversación antes de que fuese a molestarse por algo que dijese.
Era mucho lo que la necesitaba, estaba totalmente dependiente de ella en cuanto al idioma, y eso cuando te quieres mover de un lado a otro y hablar con unos y con otros es muy importante.
Por fin amaneció, y pedí a mi anfitriona que me enseñase la ciudad de San Petersburgo, haciendo hincapié en el área del río, para ver si todavía se podían ver los residuos de aquellos efectos devastadores.
Sabiendo que los peces no eran sino una señal de la calidad el agua, la cual se empleaba para mezclar con vodka, sobre todo en las marcas de menor calidad, por lo que el riesgo de contaminación en humanos a través de esa bebida era bastante probable.
Ella aprovechó que iba a dedicarme el día a hacer turismo, así me llevó por el Jardín de Verano, pasando a visitar la iglesia de San Salvador de la Sangre Derramada también llamada catedral de la Resurrección, cuya belleza se puede observar desde fuera con sus nueve cúpulas recubiertas de láminas de oro y de esmalte policromado o por dentro, donde admiramos los espléndidos mosaicos.
Luego fuimos a la Plaza de las Artes, para pasar a contemplar la catedral de Kazán, para terminar la visita en el museo del emigrante, uno de los museos más grandes y famosos del mundo que, cuenta con más de tres millones de obras repartidas en cuatrocientas salas.
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