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Las Sombras
-Es un dibujo en la pared âdice SofÃa.
-¡Que va! Es un tipo âdigo yo.
-No parece que se mueva âobserva LuÃs mirando de reojo.
-Yo creo que es un dibujo âinsiste SofÃa.
-¡Ya está! No podÃa aguantar más.
-Ya habéis acabado, ¿no?, vamos a ver aquello de cerca, parece muy real âdigo.
La confusión sobre lo que estamos viendo es debido a que aquel rincón se encuentra mal iluminado y a que nosotros estamos relativamente lejos como para distinguir lo que significa aquella sombra. Curiosos, nos acercamos. SofÃa tenÃa razón, es un dibujo:
-¡Está chachi dibujado! âdice LuÃs âdesde lejos parece un tÃo, ¿verdad?
-SÃ, está dabuten, parece que está trepando, ¿no? âdice Ricardo acoplándose a la sombra y colocando manos y piernas en la misma posición que en la pared âdesde allá y con esta piedra que tiene delante parecÃa que estaba meando. ¿Sabes dónde me gustarÃa estar ahora?
-No âcontesta LuÃs.
-En Coruña, en la playa de Riazor. Allà he visto un dibujo como este.
Nada más pronunciar estas palabras desapareció. No habÃa bebido tanto como para tener visiones y, si ni siquiera me habÃa tomado el ácido, no podÃa ser una alucinación producida por él. Realmente Ricardo se habÃa volatilizado. El resto de la banda se estaba riendo pues creÃan que todo era una broma del cachondo de Ricardo:
-Este tipo está colgado, ahora va y se abre âdice SofÃa.
-Vamos a jugar unos chinos mientras se decide a venir, estará en algún bar; ¿qué nos jugamos? âpregunta LuÃs.
-¿Quién paga la próxima ronda si encontramos un sitio abierto?
-Guay.
Cuando están a punto de comenzar la tercera partida aparece por la esquina opuesta a la que nos encontramos, tan campante, como si no hubiera ocurrido nada, y yo estoy segura de que hace un momento lo vi esfumarse delante de mis narices:
-¡Pasa tronco! âgrita LuÃs.
-¡Eh!
-¡Joder tÃo! ¿Dónde te habÃas metido? âpregunta SofÃa mientras le ofrece un cigarrillo de esos sin filtro que fuma ella.
-Me ha debido pegar un subidón increÃble porque cuando me he dado cuenta me encontraba en una tasca gallega que hay cerca de aquà y que no conocÃa.
-¿Una tasca gallega? âse extraña LuÃs.
-SÃ, ¿qué flipe, no?, por allà a la izquierda, la primera calle que cruza.
-No recuerdo ver ninguna por la zona que me dices âdigo yo.
-Pues yo me acabo de beber un vino allÃ, además un Ulla, y tenÃan tapas de cocina, chachi que sà âinsiste Ricardo.
-Pues vamos allá; unos vinitos vendrán de putamadre-dice SofÃa impaciente como siempre en estos casos, cuando hay papeo y priba de por medio. Yo no me lo acabo de creer, pero no cuento a nadie mis sospechas. Asà que guiados por Ricardo vamos en busca de la taberna:
-¡Estaba aquÃ! âdice.
-Pues ya ves que esto es un solar abandonado âdigo yo, casi convencida de que no Ãbamos a encontrar el lugar donde él habÃa estado hace un momento.
-Me habré equivocado de calle, a lo mejor es la siguienteâ¦Tampoco. Tengo que dar con el bar, seguro que está por aquà cerca, sólo tardé un par de minutos en llegar a donde estabais vosotros.
Damos vueltas por las calles próximas pero nada. Ricardo no se lo explica, mi teorÃa, aunque parezca increÃble, es que esa sombra, de alguna manera, es capaz de que la gente viaje en el espacio con sólo desearlo. Los otros no se enteraban de nada con el moco que tenÃan; al final decidimos ir a dormirla cada uno a su queli quedando para comer al dÃa siguiente en nuestra casa, mañana les contarÃa lo que habÃa visto y ya con calma investigarÃamos lo ocurrido.
-Me costó trabajo convencerlos, ¿se imagina, comisario?
-Desde luego.
-Además esa noche tuve un sueño bien extraño: estaba en mi cama durmiendo, en un momento dado me despertaba pero en un sofá y vestida con una túnica de seda blanca; a mi alrededor se encontraba más gente en el mismo estado que yo, me levanté sorprendida. Vi claridad al fondo de un pasillo que se encontraba a la espalda del sofá en que habÃa aparecido. Lo seguà y me topé con una escalera de caracol que descendÃa al piso de abajo; aquello parecÃa un laboratorio, tubos de ensayo y artilugios de todo tipo llenaban la habitación. En una silla estaba doblada perfectamente mi ropa, asà que me cambié y salÃ. Estaba en Riazor, enfrente de mà se encontraba la playa, comencé a caminar y al doblar la esquina me hallé de repente en la plaza de Chueca, en Madrid. Pensé que en lo que habÃa soñado podÃa estar la clave de lo ocurrido anoche, si dormidos podemos viajar en el tiempo y en el espacio ¿no serÃa posible que alguien hubiese descubierto un sistema sencillo de trasladarse más allá de lo que se llama comúnmente realidad? Siempre me han interesado cantidad estos temas, ¿a usted no, comisario Soler?
-La verdad es que mi trabajo no me deja mucho tiempo para soñar. Continúa.
-Eso es imposible âdice Ricardo âestarÃas alucinando, tronca.
-No me comà el tripi, estoy completamente segura: desapareciste por la pared, esta noche os lo mostraré.
-Bueno, no ocurrirá nada; pero no veo la razón para negarle ese capricho a Teresa âdice SofÃa apoyándome, aunque no está, en absoluto, convencida.
-Vale, te haremos caso pero me da la impresión de que te patinan las neuronas âreplica Ricardo.
LuÃs no dice nada, está a la expectativa como siempre, es escéptico por naturaleza y no toma partido en ningún caso. Dejamos de hablar del tema y pasamos la tarde jugando al parchÃs y cosas asÃ. Alrededor de las diez salimos.
Una sombra nos muestra un asesinato
Es sábado. La zona está a tope de gente. Nos metemos en un bar a comer unas tapas, parecemos sardinas en lata, en él ya no cabe nadie más y a pesar de todo una pandilla de cinco ha entrado al mismo tiempo que nosotros. Decidimos esperar unas tres horas para hacer el experimento, ahora hay demasiada gente, ya procuraremos no privar demasiado.
Encontramos a unos cuantos colegas de rule con los que nos bebemos unas litronas, estamos deseando que llegue el momento de ir a ver la sombra; hemos pasado varias veces por allà y, aunque mis compañeros no creen que ocurra nada, también están intrigados por lo que pueda pasar. La música resuena en las calles cada vez que se abre la puerta de un pub, intoxicación etÃlica al por mayor, risas, canutos, alcohol, descontrol, algo de coca en los lavabos, caballo, hashish se oye en las esquinas de Chueca, rÃos de gente de bar en bar, siempre los mismos, ruido. Sobre las dos de la madrugada, más o menos, nos dirigimos hacia la sombra:
-A ver, vamos a comprobar lo que nos contaste, ya verás como no pasa nada âdice Ricardo.
-Si estás tan seguro haz exactamente los mismos gestos y di las mismas palabras, vamos âarguyo medio ofendida aunque sintiendo una ligera aprensión por temor a meternos en un lÃo que no se sabe dónde va a llegar.
-¡Vamos tÃo, demuéstrale que está como una chota! ¡Nadie desaparece asà como asÃ! âdice SofÃa.
-Bueno, me puse asà y dije que me gustarÃa estar en Coruña en la playa de Riazorâ¦
¡Zuuummmm! ¡IncreÃble! ¡Ha desaparecido! ¡Guau! Por un momento nos quedamos anonadados, es para no creérselo pero Ricardo se ha fundido en la pared. Entonces uno a uno hacemos lo mismo. No podemos dejarle solo. Parecemos los protagonistas de una novela de ciencia-ficción pero es la realidad, si lo contáramos creerÃan que estamos chiflados. Nos sentamos en la arena, cerca del muro y detrás de una roca:
-¡Que pasote!
-¡Incredible, colega! Podremos tomar vinos cuando nos pete, ¡tope guay! âdice SofÃa.
Y entonces ocurrió; llevábamos un rato desvariando sobre las infinitas posibilidades de la sombra cuando oÃmos un gemido. Nos quedamos en silencio unos minutos a ver si volvÃamos a oÃrlo, el lamento se repitió, extrañados nos levantamos con el fin de investigar su procedencia; no habÃa nadie en los alrededores pero continuábamos escuchándolo, parecÃa venir del mar asà que nos pusimos a caminar por la orilla, a medida que avanzábamos en dirección a Las Esclavas se hacÃa más nÃtido y claro, no se veÃa nada. A la altura del Playa Club y debajo de una de las barcas, descubrimos un bulto, origen del gemido, un hombre de unos treinta años, desangrándose, con un puñal en el costado derecho: no estaba muerto pero no tardarÃa en estarlo, con gran esfuerzo abrió los ojos y mirando a SofÃa dijo:
-¡Raisâ¦raisâ¦toma, guardaâ¦loâ¦Â¡cof,cof!â¦rais,raisâ¦daâ¦seâ¦lo,â¦noâ¦olvidarâ¦Â¡Rais!-logró articular el hombre antes de morir. Una pequeña caja de metal plateado pasó a manos de SofÃa. Nos disponÃamos a ver el contenido cuando hasta nosotros llegó un rumor, alguien venÃa hacia donde nos encontrábamos, tenÃamos que desaparecer antes de que nos descubrieran al lado del cadáver, podÃa dar lugar a un malentendido; como no tenÃamos mucho tiempo nos deslizamos por detrás de las barcas hasta el muro y entonces oÃmos una conversación que aún nos dejó más perplejos:
-Tiene que estar por aquÃ, sé que Los Otros no lo encontraron, no sirvió de nada el torturar a Abdul, ni siquiera las amenazas de muerte lograron amedrentarlo, era un valiente. Debemos recuperar la caja, la vida de nuestro pueblo depende de ella âoÃmos decir a una voz ronca y bien modulada aunque extranjera.
-Tiene que tenerla encima.
-Lo he registrado bien y no la tiene, sé que ninguno de Los Otros la ha encontrado.
-A lo mejor tuvo tiempo de esconderlo antes de que lo cogieran.
-Es posible pero ¿Dónde está? ¿Dónde ha podido ocultarla?
-Por la mañana podemos, debemos, ir a la playa de la última vez, quizásâ¦
-Puede que tengas razón, larguémonos antes de que pase alguien por aquÃ-replicó el dueño de la voz ronca.
-Vamos.
¡En menudo lÃo nos acabábamos de meter! Lo mejor que podÃamos hacer, por el momento, era buscar un sitio tranquilo y seguro donde pasar la noche y examinar la caja, luego ya pensarÃamos qué hacer con ella. A LuÃs se le ocurrió que el viejo matadero abandonado serÃa un buen sitio y hacia allà encaminamos nuestros pasos, nos sentÃamos confundidos por lo sucedido y durante el camino apenas nos dirigimos la palabra. Resultaba alucinante que hubiera habido un asesinato en la playa de una ciudad en la que, normalmente, esta clase de sucesos era la excepción, ¡pensar que mientras la basca se divierte en una noche de sábado a pocos metros estaba cometiéndose un crimen!
¿A donde nos llevarÃa aquella caja? ¿Por qué era tan importante? Un hombre habÃa muerto por su culpa; me recordaba las antiguas pelÃculas de espÃas con muertos por todas partes y esas cosas. Seguro que la explicación era mucho más simple: algún ajuste de cuentas entre traficantes de droga o algo parecido, peroâ¦estaba aquella extraña conversación que me hacÃa pensar que la anterior interpretación era falsa. De cualquier modo me parecÃa increÃble estar viviendo una de espÃas. Entramos sin dificultad en el edificio ya que la puerta no tenÃa cerradura, no habÃa nadie, sólo escombros por todas partes, aquà y allá algunas mantas y cartones, allà vivÃa gente por lo que decidimos subir al primer piso donde se encontraban las oficinas y nos metimos en una de ellas. Ricardo, que es especialista en coleccionar boberÃas tales como llaveros-navaja, llaveros âcartas de baraja, llaveros-bloc de notas y demás, sacó de su bolsillo una pequeña linterna-llavero:
-A ver, pásame la caja âdijo a SofÃa.
-Toma. ¡Qué cosa más extraña!
-¿El qué?
-Me dio la impresión de que ese hombre me conocÃa pero yo no recuerdo haberlo visto nunca.
-¡Que va, tronca! Simplemente fue al primero que vio.
-Estoy convencida, nos miró a todos pero me la entregó a mÃ, aquà hay algo raroâ¦no sé lo que es pero tiene que ver con alguien que conozco, es sólo una impresión de todas formas.
-Bueno, mira, vamos a ver qué contiene la caja âdijo, impaciente, LuÃs.
Pequeña, de color plateado, tenÃa todos sus resquicios sellados con lacre rojo, el mechero de gasolina de LuÃs ayudó a abrirla y en el interior ¿a qué no se imagina lo que encontramos?
-¡Un simple papel! Un papel en el que estaba escrito una sola palabra: Rais. La misma que habÃa pronunciado el hombre antes de morir âdijo SofÃa-; no tenÃa sentido ¿qué extraño significado encerraba que la gente mataba por ella?
-Como supondrá no pudimos pegar ojo en toda la noche intentando descubrir lo que estaba pasando, barajamos infinidad de teorÃas, incluso el que fuese el nombre de un misil o alguna vacuna imprescindible contra alguna enfermedad raraâ¦Â¡ya qué sé lo que imaginamos!
AmanecÃa y aún estábamos perplejos por lo ocurrido, no sabÃamos qué hacer. Se nos escapaba el significado de aquellas palabras oÃdas a un hombre moribundo, y luego estaba la caja que precisamente le habÃa entregado a SofÃa, ¿por qué a ella?, no podÃamos contarle a nadie lo ocurrido, no nos creerÃan o, si lo hacÃan, lo más probable es que también estuviesen metidos en la historia y habÃa posibilidades de salir malparados de la dichosa movida, ¡en fin, una pasada!
-Lo mejor que podemos hacer es esperar a ver qué pasa âdijo prudentemente LuÃs âtarde o temprano encontrarán el cadáver y es fácil que el periódico lo publique uno de estos dÃas. Lo más recomendable es que volvamos a Madrid esta noche y esperemos ver qué ocurre y quién es ese hombre.
-Por mÃ, de acuerdo ârespondió Ricardo.
-¿A qué playa se referirÃan? âpregunté a SofÃa.
-¡Vete a saber! Hay montones de calitas por toda la costa, no creo que lleguemos a averiguarlo. âcontestó ella.
Ninguna razón nos retenÃa allÃ, es más, alguien podÃa habernos visto y quizás estuviésemos en peligro, asà que volvimos a la sombra y regresamos a Chueca; nos tomamos la noche con calma, bebimos y bebimos intentando frivolizar el asunto, tal vez los periódicos de la mañana nos aclarasen algo. Como es lógico acabamos pedos perdidos, con un cuelgue que no veas. A la mañana siguiente compramos âLa Voz de Galiciaâ en uno de los quioscos de Sol, desayunando en un bar nos pusimos a ojearlo y allÃ, en la página de noticias locales, aparecÃa lo siguiente:
ENCUENTRAN UN HOMBRE APUÃALADO EN LA PLAYA DE RIAZOR
La Coruña, 24 de junio.- Un hombre, al parecer de raza árabe, fue encontrado muerto a primeras horas de la madrugada por una pareja de novios que paseaban a su perro; éste se acercó a las barcas varadas cerca del Playa Club cuando se puso a aullar de forma lastimera, intrigados por el comportamiento del animal se acercaron a ver qué ocurrÃa, y entonces fue cuando lo vieron: un hombre, de unos treinta años, estatura media, tez oscura, yacÃa debajo de una de ellas empapado en lo que se podÃa pensar era agua debido a lo oscuro de la noche pero resultó ser sangre. Rápidamente avisaron a la policÃa que se personó en el lugar de los hechos al momento.
La principal teorÃa, y la más probable, es que se trata de un ajuste de cuentas entre traficantes de droga; no se sabe a ciencia cierta qué es lo que ocurrió, según el forense el hombre llevaba varias horas muerto. En estos momento se procede a su identificación asà como a tomar declaración a la gente que se encontraba alrededor de la medianoche en esa zona, tarea ardua si se tiene en cuenta que la noche del sábado es una de las más concurridas de la semana, por ello la policÃa pide la colaboración de todos los ciudadanos que en la noche de ayer se encontraban en las inmediaciones de la playa.
-¡Bueno, esto es la monda! Los que más sabemos del tema somos nosotros âdijo SofÃa ây sabemos perfectamente que no es un traficante de drogas, no sé quién puede ser el tronco pero tiene más tela el asunto de lo que aparenta, ¿no?
-¡Por supuesto! Sino ¿por qué aquellos hombres dijeron que era fundamental para la supervivencia de su pueblo?
-Puntualicemos âdije yo âlo que dijo fue la vida de nuestro pueblo depende de ella que es bien distinto.
-¡Eres el colmo, tÃa! Estamos metidos en una movida que te cagas y a ti se te ocurre hacer puntualizaciones gramaticales âdice LuÃs perdiendo la paciencia.
-¿Qué te pasa?
-Nada, es que tiene miedo y entonces se pone nervioso âexplica SofÃa.
-¡No es cierto! âprotesta él.
-Bueno, bueno, vamos a dejarlo y ocupémonos del asunto ¿qué más da unas palabras que otras? âhabla Ricardo intentando que el mosqueo no prospere.
-No sé, me parece que sà la tiene âme defiendo.
-Vale tronca, pero lo más urgente es descubrir quién es el tipo ese y por qué lo mataron yâ¦
-Y también por qué me dio a mà la caja.
-SÃ, también, ¡qué cruz de basca! Déjame continuar; como iba diciendo⦠¿Quién es? ¿ConocÃa a SofÃa? Ella dice que nunca lo habÃa visto, luego esto quiere decir que, a lo mejor, SofÃa con todas las relaciones extrañas que tiene por ahà debe saber de alguien común a ella y al hombre de la playa, o puede que sea simple casualidad que le dirigiese la palabra. Creo que debemos esperar unos dÃas antes de contarle nada a la pasma o a quien sea, alguien en quien podamos confiar. ¿Estáis de acuerdo?.
-Parece lo más prudente âdigo yo al tiempo que llamo al camarero para que nos traiga unos cafés con unas magdalenas.
-Si vamos a esperar a que la pasma logre identificarlo, entonces esta puede hacer un poco de memoria y a lo mejorâ¦si sabe realmente algo que ella todavÃa no sabe que lo sabeâ¦
-Te estás liando, colega âcorta SofÃa.
-¡Pasa! ¿Eh? ¿Es que no puede uno hablar aquà sin que le corte alguien?
-¡Vale! Sigue, nadie te dice nada, tronco.
-Ya me he olvidado⦠¡Ah, sÃ! Pues que creo que tiene razón Ricardo.
-¡¿Y para decir eso te has montado este rollo?!
-¡Dejad de discutir de una vez! ¡Basta! âdigo intentando poner orden âtranquilizaos, tenemos que desaparecer, debemos encontrar un sitio seguro donde no puedan localizarnos, y ver cómo se desarrolla todo este mogollón. ¿Dónde os parece que podrÃamos ir? ¡Ideas! ¿Qué se te ocurre, Ricardo?
-Lo que es evidente es que ni en La Coruña ni en Madrid podemos escondernos, llevamos dos dÃas sin aparecer por nuestras respectivas casas, nosotros tenÃamos que haber ido a esperar a mi madrina que llegaba por la mañana en el tren, con lo histérica que es seguro que ya ha llamado a la policÃa; no debemos quedarnos, si alguien se entera que hemos sido testigos de un asesinatoâ¦
-¡No exageres!
-No exactamente, pero alguien puede creer que hemos visto más de lo que decimos, y entonces sà que lo tendrÃamos claro.
-No te equivocabas âdijo el comisario Soler interrumpiendo el relato de Teresa âen efecto, tu madrina vino a la comisarÃa hecha un manojo de nervios, parecÃa que iba a darle un ataque de un momento a otro, pidió una copa de aguardiente para tranquilizarseâ¦
-Se pasa el dÃa tranquilizándose âironizó Ricardo.
-Bueno, en ese momento se veÃa que lo necesitaba; asà fue como me encontré metido en esta historia.
Era domingo, me tocaba estar de guardia, asà que me sorprendió que alguien preguntase por mÃ, y además una señora con un fuerte acento gallego; la hice pasar a mi despacho, se encontraba en un estado lamentable, descompuesto, le pedà que tomase asiento y dijese qué le ocurrÃa:
-No recuerdo haberla visto nunca señora, ¿quién le dio mi nombre? ¿Quién le habló de m�
-Una tÃa suya, una hermana de su madre es amiga mÃa y cuando supo que iba a Madrid para hacerle una visita a mi ahijado entonces me dijo que tenÃa un sobrino aquà que era policÃa y que si necesitaba algo o tenÃa algún problema viniese a verle âlogró decirme, después de haberse tomado su copa.
-¡Ah, se refiere a tÃa Ãngeles! Es verdad, me llamó el sábado por teléfono para contármelo. ¿Qué le ha pasado? ¿Le han robado el equipaje en Norte? Ocurre a menudo pero conozco a los rateros y si es quién pienso le conviene devolvérselo, usted dirá.
-¡No es eso! ¡No es eso! Resulta que él tenÃa que haberme ido a recoger a la estación, el tren llegó con retraso por lo que no esperaba verlo, como asà ocurrió; como tenÃa su dirección cogà un taxi y le di instrucciones al taxista con el fin de que me llevase por el camino más corto a casa de mi ahijado, él siempre me decÃa que los taxistas de Madrid son muy vivos y que si pueden dan una vuelta para sacar más dinero al cliente.
-Algunos, no todos; continúe.
-Llegué, toqué el timbre pero nadie contestó, estuve casi una hora esperando a que apareciese pero nada, él sabÃa que venÃa, no podÃa dejarme plantada. Comisario Soler, estoy segura que le ha ocurrido algo, he llamado a los hospitales pero no saben nada; ¿puede usted ayudarme? He pensado que podÃa estar en alguna de las comisarÃas pues, aunque es un buen muchacho, viste un poco asÃâ¦moderno, ¿me entiende?
-Intente explicarse más claramente.
-Ãl lleva pantalones muy ceñidos y cazadora vaquera, camiseta, y bebe cervezaâ¦bueno, como la mayorÃa de los jóvenes.
-Entiendo ¿cómo se llama?
-Ricardo GarcÃa Olavide, vive aquà con su hermana; los dos están estudiando.
-Esto es lo que vamos a hacer, ahora yo me encargaré de enterarme si alguien con esas señas y nombre ha sido detenido en los últimos dos dÃas, tal vez se hayan metido en algún pequeño follón y los encontremos. Espere aquÃ, enseguida vuelvo.
Miré en el ordenador las detenciones de la semana; están bien estos cacharros, ahorran mucho trabajo, estaba seguro de encontraros en alguna de las redadas que se habÃan efectuado en la semana, pero no aparecÃais por ningún sitio. Volvà a la oficina con dos cafés.
-No aparecen, no creo que les haya ocurrido nada, puede que estén con algún amigo.
-¡No! ¡sé que les ha sucedido algo! ¡Estarán muertos en un callejón, apuñalados! ¡Pobre ahijado mÃo, pobrecito! ¿Qué dirá su madre?
No pudo continuar, comenzó a llorar e hipar, todo el maquillaje se le estaba descomponiendo, paró un momento, parecÃa que se habÃa tranquilizado pero volvió a la carga, más lloros e hipidos, yo también me estaba poniendo nervioso oyéndola. Abrió su bolso y cogiendo un pañuelo comenzó a retorcerlo mientras lloraba, lloraba; entrecortadamente pidió que le trajesen otra copa de aguardiente, lo hice y ya habÃa decidido pedir una orden de registro para entrar en vuestra casa, asà que en cuanto estuvo en mi poder fuimos allÃ. Encontramos una agenda con direcciones y teléfonos, decidimos utilizarla para localizaros, probablemente alguno de los anotados en ella sabrÃa decirnos dónde encontraros; de esta manera nos enteramos que otras dos personas faltaban de sus casas. Realmente no sabÃa por dónde iniciar mis investigaciones, lo primero era interrogar a la gente del barrio, sacamos pocas cosas en claro pero comenzamos a rastrear vuestras andanzas por la zona Centro. Al cabo de una semana decidà contarle el hecho a un periodista amigo mÃo, tal vez alguien supiese dónde buscaros o puede que vosotros mismos leyerais la noticia. Continúa relatando qué ocurrió, ¿dónde os ocultasteis?
-Ricardo tenÃa razón, debÃamos ser prudentes, a casa no podÃamos ir, nuestras familias querrÃan que pusiésemos el caso en manos de la policÃa, si lo hacÃamos posiblemente nuestras vidas corriesen peligro, intentarÃamos averiguar primero quiénes eran aquellos hombres, asà que a SofÃa se le ocurrió una ideaâ¦
-A ver qué os parece: las sombras nos trasladan al instante en el espacio, volvemos a utilizarlas para ir a otro sitio.
-Pero no sabemos cómo funcionan realmente, ¿hace falta una figura gemela o el que funcione tan sólo depende de los deseos que tenga quien la utilice? âobjetó Ricardo âdaos cuenta que hasta ahora sólo tenemos el hecho de que hay una en La Coruña y otra en Madrid, y que, supuestamente, se corresponden pero ¿son las únicas en España?¿hay otras en algún paÃs distinto al nuestro? ¿si las utilizamos erróneamente nos quedaremos colgados en una cuarta dimensión desconocida?