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Derecho internacional: investigación, estudio y enseñanza
Ha emergido una tendencia entre los historiadores del derecho internacional a creer que se trata de una cuestión autoevidenciable. Es como pensar que viene un taxi a la vuelta de la esquina, te montas en él y sigues tu camino. Pero, en realidad, eso no es así. En el paso de alrededor de ciento cincuenta años hemos desarrollado una forma determinada de abordar esa pregunta: Westfalia es uno de los elementos que debe contener la respuesta a esa pregunta, la Liga de las Naciones, las Naciones Unidas y otra serie de instituciones que tenemos allí. No es un género bien desarrollado y, a veces, se vuelve aburrido y predecible, y yo quiero que eso cambie.
La imaginación jurídica produce una serie de interesantes y apasionadas definiciones del derecho internacional. ¿Por qué no las usamos cuando vamos a responder a la pregunta por lo que es la historia del derecho internacional? No es solo en un estilo schmittsiano; la historia del imperio se continúa sucesivamente: el Imperio español colapsa ante el Imperio francés, el cual colapsa ante el Imperio británico, el que colapsa ante lo que Schmitt llama condominio angloamericano en el siglo XX. Así que esa es una narrativa y hay todo tipo de problemas al respecto, así como hay todo tipo de percepciones. Pero eso ya lo sabemos, se trata de instituciones que se suceden las unas a las otras, así que empieza con las uniones internacionales en el siglo XIX, después crecen como la Liga de las Naciones y etcétera. Sin embargo, nada de ello es interesante. Nada de eso tiene que ver con lo que los historiadores piensan sobre el derecho o del derecho internacional. En teoría, ellos aprenden de nosotros; pero nosotros no les hemos enseñado muy bien. Deberíamos poder enseñarles mucho mejor, en los muchos sentidos que nuestra imaginación nos lo permite.
Podría seguir mucho más porque me han abierto una puerta, pero en realidad debo cerrarla con dos puntos de vista. El primero, lo que se debería hacer hoy en América Latina, en términos de la historia del derecho internacional, pues las preguntas deberían concentrarse en el poder. Estas historias solo son interesantes en la medida en que nos cuentan cómo se utiliza el poder, cómo los hombres y las mujeres que ejercen autoridad usan el lenguaje y operan en las instituciones públicas y privadas para ejercer, obtener u oponerse al poder o cómo operan con el poder. No se trata de contar estas narrativas por razones estéticas. A veces, las historias son pasionales y nos perdemos a nosotros mismos cuando pensamos en la Conquista, por ejemplo, olvidándonos de que lo importante en ellas es el poder que ejercen unos sobre otros. Por ello, cuando estudiemos la historia del derecho internacional en América Latina (y en cualquier otra parte del mundo), tenemos que recordar que estamos lidiando con la historia de cómo se ha usado el poder.
Mi segundo punto de vista es la imaginación jurídica. Los abogados son artesanos en utilizar todas las alternativas que el discurso jurídico tiene para ofrecer. La alternativa de pensar en el derecho como una serie de prácticas o pensar en el derecho como un conjunto de ideas. El derecho es un trabajo constante de imaginar y reimaginar. Una forma en la que la imaginación jurídica se ha vuelto obsoleta es que haya llegado a creer en sus propias distinciones (público y privado), como entidades eternas. Hay dos taxis y debemos elegir en cuál de los dos montarnos, porque sus direcciones son diferentes. Constantemente, reproducimos ese tipo de distinciones a través de nuestra imaginación y ahora la historia del derecho internacional debería concentrarse en cómo las identificamos. No deberíamos entender esas distinciones como si estuvieran dadas, sino las narrativas de cada una de ellas, por ejemplo, las narrativas de soberanía.
¿Cómo podemos pensar en la soberanía? Para responder a esa pregunta, tendríamos que ir más allá de lo que es la soberanía. Pero entonces ¿la historia del derecho internacional es una historia de qué? Es la historia de cómo los abogados han usado el poder a través de sus diferentes y complejos mecanismos. Creo que el corazón de cada uno de esos mecanismos, un importante camino dentro de ellos, es la forma en la que vinculamos la soberanía con la propiedad. Y si estamos interesados en la historia del poder, deberíamos ver cómo se han relacionado unos con otros la soberanía y la propiedad, la jurisdicción y la titularidad y el dinero y el gobierno. ¿Cuáles son las configuraciones específicas que mediante la imaginación los abogados han usado para decirnos que existe una relación natural entre esas dos formas del poder (el poder público y el poder privado)? ¿Cómo han sido formulados y reformulados una y otra vez en periodos específicos? Necesitamos esos relatos para liberarnos de las presunciones actuales sobre las relaciones entre la soberanía y la propiedad y cómo están organizadas hoy; la forma en que el poder público y privado están organizados hoy; la manera en que los Estados y las empresas están hoy en día relacionados. No existe un vínculo natural entre esos dos tipos de poder. Entonces, la historia del derecho internacional es la historia de cómo los abogados han usado imaginariamente esos conceptos que les han dado.
Anthony Anghie: Con relación a la pregunta sobre la relación entre la historia y el derecho internacional, debo dividir mi experiencia personal en dos fases. La primera es la que yo llamo la fase “inocente”. En esa, en algún momento quise ser historiador, pero al venir de un contexto asiático terminé preguntándome cómo subsistir siendo historiador. Estudiar derecho me dio una “coartada” que respaldaba mi interés por la historia. Me gusta tanto la historia que frecuentemente cito a historiadores en mis trabajos. Esto fue en un momento de inocencia cuando creía en algún tipo de amigable cooperación, pero en términos intelectuales podemos ver que los grandes temas con los que lidiamos (propiedad, civilización, soberanía, por ejemplo) los han tratado tanto historiadores como abogados internacionalistas. En tal sentido, Hugo Grocio está por todas partes, es decir, ¿qué es él? ¿Cómo deberíamos categorizarlo? ¿Como teórico político, como abogado internacionalista o como teólogo en algunos aspectos?
Este fue un momento inocente y feliz en el que utilizaba la historia ingenuamente. Debo confesar que me alegro de haberlo hecho así, pues ahora que han surgido todos los debates metodológicos, me encuentro cada vez más con estudiantes que deben enfrentarse a esas discusiones antes de comprender la diferencia entre ambas disciplinas. Sin lugar a dudas, no es una situación en la que querría estar.
Me gustaría pensar que esto no siempre fue así. No estoy muy seguro de si Anne y Martti estén de acuerdo, pero me gusta pensar que hubo un momento en el que todo confluía, conectaba el derecho internacional y la historia intelectual, emergía la historia global y se empezaba a hablar de la historia regional. Me gusta pensar en ese momento como un maravilloso carnaval o un jubileo. Pero después fue como una mala cita. Todo el mundo se apresuró a llegar a la fiesta para encontrar que se odiaban los unos a los otros y no pudieron convivir. La metodología fue la complicación mayor aquí.
Pero también debo decir que al final tampoco es así. Algunos de mis mejores amigos son historiadores. Seguimos interactuando de diferentes maneras con ellos, pero algunas de las discusiones metodológicas han acaparado la atención y es algo que no puedo explicar ni puedo deshacer. En realidad, es casi como otra historia con la manzana; esta vez estamos comiéndonosla, pero al final, no sabemos en realidad cómo hacerlo.
Después llegamos al momento de la historia del contexto y trato de explicar por qué me orienté hacia ella. Al respecto, Anne ha mostrado cómo los abogados usan la historia, y al respecto puedo decir que, en buena medida, da cuenta de mi propia experiencia: me involucré haciendo algo práctico, tuve que preparar un caso que defendería ante la Corte Internacional de Justicia. Por supuesto, cuando me adentré en el mundo académico, estudié la historia del derecho internacional de otra manera, pero todavía me afecta el tema de cómo funciona el poder.
Enfoquémonos en la historia del contexto. Anne ha ejemplificado algunas de las principales complicaciones. Creo que mis reservas son un tanto más básicas. Encontré, por ejemplo, que la historia del contexto que leí no era muy reveladora en cuanto al poder o en cuanto a asuntos del Imperio, incluso cuando muchas de las personas estaban estudiando cuestiones relacionadas con el proyecto imperial. Esa complicación puede salir muy mal, y si el objeto de estudio está vivo, puede volverse vergonzoso.
Martti ha hecho las veces de un historiador del contexto en el que ha tenido determinadas perspectivas, y la complicación está en que él puede decir “lo siento, no creo que esto sea así”. Tal complicación paradójica radica en que la historia del contexto parecer ser más sensible a la verdad, cuando en realidad no es así. Es decir, no está Grocio para decirnos que esta es la lectura equivocada de sus ideas. ¿Pueden ver el problema? Es una pregunta interesante, porque si yo soy anacrónico, me gusta pensar que Grocio también lo es. ¡Solo miren cómo usa a Séneca, miren cómo usa sus fuentes! ¿Es acaso sensible al contexto en la forma en la que lidia con todas esas fuentes? Por supuesto, Grocio era un genio y conocía todos los contextos en los que los textos habían sido producidos y tal vez conocía a todos los autores griegos y latinos.
Sin lugar a dudas, podemos ver diferentes complicaciones que supone esta cuestión; sin embargo, tal y como lo he dicho, no quiero que este problema metodológico domine la forma en la que entendemos el trabajo interdisciplinario. La mayoría de los historiadores con los que hablo siempre me dicen que están trabajando en cosas completamente diferentes a las mías, pero que igual es interesante conversar conmigo, y para mí también lo es. En mi trabajo seguiré tratando de escapar de la historia, pero es algo difícil; incluso imposible. Tal vez estoy intentando definir mi argumento, pero aun cuando no quiero, tiene un lado histórico en alguna de sus dimensiones y ahora puedo entender por qué. En cualquier caso, seguiré intentando ser ingenuo y recrear ese momento sobre los aspectos metodológicos en mi trabajo; si voy a ser criticado por ello, que así sea. Es mejor intentar decir algo antes que quedarnos atrapados en la ilusión de los problemas metodológicos; eso es un debate que no nos ayuda mucho y lo siento por los estudiantes doctorales que se sienten atraídos por este debate.
Ahora, sobre la segunda pregunta que tiene que ver el regionalismo y Latinoamérica. De nuevo, no tengo mucho que decir al respecto. Liliana Obregón me ha inspirado, y creo que ella es una pionera en el campo de la historia del derecho internacional, por lo que probablemente respondería mejor que nosotros a esta pregunta.
Yo soy miembro de la Sociedad Asiática de Derecho Internacional, fundada en el 2007. Así que, desde ahí, debemos cuestionarnos qué es el derecho internacional asiático. Es un tipo de institución de iniciativas que llevan a todo tipo de características del derecho internacional y de sus consecuencias internas. A raíz de ello, nos invitan a escribir capítulos sobre lo que es el derecho internacional asiático Pero ¿qué podría ser eso? Desde el Mediterráneo hasta el Pacífico, el islam, el judaísmo y entre otras cosas en las que se pueden apreciar los problemas.
Mi mayor interés en este campo es evitar que cualquier iniciativa del derecho internacional asiático se convierta en una exclusivamente regionalista; además, el concepto de la región no debería ser el tema central, sino que debería prestarse atención a muchos otros conceptos en ese contexto. Hay que estudiar lo que a cada uno le parezca interesante: la historia del azúcar, como hizo Michael Fakhri; la historia de un académico en concreto,11 o cualquier otro tema. ¿Cómo es que pensamos en estas diferentes historias que igual están conectadas?
Puede que eso no sea muy satisfactorio, pero mi interés está en el momento cuando el concepto del Tercer Mundo cobró sentido. No fue en Bandung, porque los Estados latinoamericanos no estuvieron allí, pero es muy interesante leer autores que conectan los problemas de América Latina con los mismos problemas que tienen África y Asia. Me interesan los académicos que intentan conectarse directamente los unos con los otros.
Jimena Sierra: El otro día, en una cena, el plato principal era ajiaco, y mientras le explicábamos a Martti Koskenniemi cómo se hacía, nos dimos cuenta de que había un elemento poscolonial dentro del plato: la papa criolla. A raíz de ello, estábamos preguntándonos cuándo y dónde se introdujo el pensamiento crítico en América Latina y, en especial, en el derecho internacional. En algún momento nos percatamos de que las preguntas y las preocupaciones críticas llegaron antes a otras facultades diferentes a las de derecho, como fue el caso de las de antropología, geografía e historia.
En América Latina hay un gran conocimiento sobre las preguntas que estamos haciendo hoy. Estoy pensando, por ejemplo, en Arturo Escobar, Silvia Rivera Cusicanqui y otros autores decoloniales. ¿Cómo los académicos críticos del derecho pueden dialogar con estas otras formas de pensamiento que ya se han hecho las mismas preguntas? En concreto ¿cómo podemos escribir nuevas historias del derecho que sean interdisciplinarias, intergeográficas y que incluyan los contextos sociales, culturales, económicos y ambientales?
Martti Koskenniemi: Me parece que esta es una reformulación de una cuestión que debatíamos en otra oportunidad: la interdisciplinaridad y qué tipo de pensamientos podemos esperar recibir de otras disciplinas.12 Me parece que en esa ocasión Anne respondió exhaustivamente a lo que podíamos esperar de la historia, por lo que no creo tener nada para añadir. Pero ¿qué hay de las otras disciplinas como la sociología, la filosofía, la ciencia política y las relaciones internacionales? ¿Cómo nos pueden ayudar a hacer trabajo histórico, si es que nos ayudan?
En algún momento de rabia publiqué un artículo en el que estaba en contra de la interdisciplinariedad y sentí que había que terminar esto relacionándose con otras disciplinas bajo la idea de “si funciona, funciona”. Tony suele usar la metáfora de una mala cita, a veces es una mala cita y a veces la cita no está mal. Incluso una relación amorosa puede durar mientras dura. Entonces es realmente difícil decir algo general sobre cómo las personas deberían usar otras disciplinas al hacer historia.
Un aspecto que no ha sido tan explorado es que como abogados trabajamos con unas preguntas centrales del derecho al, por ejemplo, asesorar a un gobierno en la preparación de una conferencia, un caso, inversión, delimitación de fronteras, etcétera. Lo que hacemos como abogados es ir a los archivos. Recuerdo que cuando era consultor jurídico del gobierno finlandés, cuando todos los del Ministerio de Relaciones Exteriores se iban a casa, el único lugar donde todavía se veían luces prendidas era el archivo. Era el abogado que estaba en el archivo preparando la recomendación que daría después. Con seguridad, yo también pasé varias noches en vela preparando tanto casos como recomendaciones, estudiando los archivos del siglo XIX, haciendo interpretaciones y tratando de entender estos documentos para poder realizar un trabajo competente al emitir mi recomendación.
Ahora confronto esto con la pregunta de cómo la lectura interdisciplinaria me ayudó en ese entonces. Supongo que me permitía calcular las expectativas de las otras partes y tener una serie de estándares a la hora de proponer un argumento. En el contexto latinoamericano, un buen ejemplo es cómo usar el uti possideti iuris y cómo fue en los primeros años del siglo XIX. Para ello es preciso saber que ocurrieron un número de revoluciones y determinados hechos, algo sobre cómo los archivos deben ser interpretados, algo de la historia política del otro país, etcétera.
Debo reconocer que nada de esto era crucial o esencial. Podrían decir que nada de eso es interesante y que solo se trata de un montón de asuntos jurídicos burocráticos y que somos un montón de intelectuales reunidos en una universidad establecida en el siglo XVII. Al fin y al cabo, cargamos un legado escolástico y estamos interpretando el mundo para nuestros estudiantes y pensando detenidamente sobre estos asuntos. ¿Qué hay de esa perspectiva? No se trata de pensar que esta universidad se fundó originalmente con la facultad de filosofía y después otras tres facultades y pensar en cómo era que se relacionaban en ese entonces.
Una parte del trabajo histórico que estoy adelantando trata de dar cuenta de cómo se desarrollaron las experticias y cómo emergieron para ser ampliamente apreciadas; de cómo las personas con esa experticia obtienen el poder y de cómo su valor se reduce porque aparecen otras personas con experticias más interesantes y valiosas en otras nuevas disciplinas. Respecto a este punto, hay una historia para contar: cómo durante los últimos quinientos años esto ha pasado con la teología, después con el derecho y después con la economía.
Pienso en el trabajo interdisciplinario también y, sobre todo, como una serie de maniobras hegemónicas en las que personas del lado económico, el lado sociológico y el lado jurídico pugnan constantemente para crear voces que suenen autoritarias en los oídos de aquellos que ejercen el poder. Nunca he sentido que cuando estoy en el contexto interdisciplinar tengamos un propósito común y que sostengamos juntos nuestras manos y meditemos para poder traer una solución y, al final, tomarnos una copa juntos y celebrar que lo logramos. En realidad, no es así; me siento amenazado por esta otra persona a quien no le entiendo nada de lo que dice, pero suena realmente brillante y entonces busco la forma de maniobrar desde mi campo que me permita retomar el poder. Es así, es propio de las relaciones humanas y entonces puede ser una cita buena o una cita mala.
A diario hay dos contextos: el abogado que prepara un servicio jurídico y el abogado que se ve a sí mismo como un intelectual dentro de un ambiente académico. En ambos contextos es diferente la relación con las disciplinas adyacentes. En el primer caso, no se están cuestionando su profesionalismo, su experticia y su poder; por el contrario, se espera que el abogado resuelva el problema y es placentero, por lo que termina instrumentalizando a las demás personas. Pero en el otro caso estamos en una universidad, lidiando con múltiples problemas, viendo cómo el dinero se disipa, cómo se reparte el presupuesto entre facultades o cómo se reparten los cargos, y ese es un contexto de tensión, pese a que haya un momento de emoción en el que puedes estar ganando o puedes estar perdiendo, y tratas de manejar eso lo mejor posible. En ese escenario, todo depende de cómo es que te muestras al mundo en tus publicaciones, en tu trabajo doctoral, en tus libros. ¿Eres alguien al que la gente escucharía? ¿Eres alguien que debería ser invitado a una conferencia para hablar a personas que podrían seguir tus consejos? Pienso en la interdisciplinariedad como encuentros humanos donde todos nosotros tenemos nuestras ambiciones humanas y nuestros temores con los que debemos lidiar.
Antony Anghie: Ya he mencionado mi aproximación personal a la interdisciplinariedad: creo que tomar prestado o “expropiar” otras disciplinas me ayuda a entender mejor el asunto que estoy tratando de abordar. Simplemente, tomo prestadas ideas que me parecen interesantes del poscolonialismo o de André Gunder Frank solo para ayudarme a interpretar materiales jurídicos y el tipo de investigación que estaba haciendo. Es un error creer que la respuesta la vamos a encontrar en otra disciplina. Es como el estudiante doctoral que busca el artículo que resolverá todo el problema de su tesis doctoral; pero luego hay otro problema, porque si encuentra ese artículo, entonces cuál es el sentido de hacer esa investigación doctoral. No voy a decir que la interdisciplinariedad sea obligatoria, pero sí noto que en universidades como la mía se están financiando proyectos que hacen trabajo interdisciplinario. Eso conduce a que diferentes personas se reúnan a hacer proyectos interdisciplinarios y estos pueden salir completamente mal. No quiero usar de nuevo la analogía de la “mala cita”, pero es fácil ver varios ejemplos de esa falsa y oportunista interdisciplinariedad produciendo un mal trabajo.
Anne Orford: Esta es una pregunta sobre el cómo, ¿de qué manera podemos como académicos críticos dialogar con otras formas de pensar que coexisten? Probablemente, pueden darse cuenta de que estoy más interesada en las preguntas acerca del cómo que lo que Tony está. Estoy interesada en la pregunta por el método, porque es una pregunta que me debo plantear antes de cualquier tipo de trabajo y que conduce a qué es la historia del derecho internacional. Es una pregunta que me he hecho constantemente a lo largo del proyecto del que les hablé en otra oportunidad y que estoy por acabar.13
Es una pregunta que no tiene una respuesta inocente. ¿Qué es el derecho internacional? Cada vez que respondemos, estamos replanteando qué entendemos por derecho internacional, haciéndolo siempre a través de una narrativa sobre el progreso. Después nos involucramos con un campo que está organizado en torno al significado de estos densos conceptos retóricos que son nutridos por filósofos, economistas y sociólogos. Ahí es donde busco relacionarme con las otras disciplinas, para entender lo que significa la eficiencia y las grandes luchas políticas detrás de ese término, y tal vez incluirlo en sus constituciones. ¿Cuál economista político o qué economista va a ayudarme a entender no solo lo que significa, sino hacerlo significar algo más? ¿Cómo hacerlo significar lo que yo, mi cliente, mi movimiento o mi país quiere ver? Ese significado siempre será discutido.
Entonces vemos que no podemos imponer una teoría de la historia del derecho internacional, pues ya estamos operando en una dinámica dialógica en términos del cambio en los significados, que tendrán lugar en un campo discutido. Si uno lee un archivo jurídico sin entender que así es como opera, uno terminará reproduciéndolo. Para tomar un ejemplo que he utilizado antes, Isabel V. Hull, en su libro sobre el pensamiento militar en la Alemania imperial, es un buen ejemplo de los cambios de significado en procesos institucionales;14 pero en su último libro, A Scrap of Paper, me parece que participa en la construcción de la historia del derecho internacional, donde en una nota al pie (creo que en el prefacio) dice que será solo la historia de la guerra y la paz y después dice que la toma de tres archivos.15 Como Sheila Fitzpatrick ha comentado al hablar de Rusia, uno se enamora del archivo, uno da cuenta de ese archivo, desde el punto de vista de ese archivo.16 Por eso, ella siempre pensó que la Unión Soviética se había equivocado al cerrar los archivos y que, al contrario, debía abrirlos para que todos los académicos pudieran visitarlos, aprovecharlos y defenderlos. Esa es la actitud al entrar a un archivo. Como académicos del derecho internacional, debemos comprender que ya existe una teoría sobre el cambio y el significado del derecho internacional. Entonces, ¿cómo no es interesante actuar como académico crítico? ¿Cómo no va a ser interesante si como críticos estamos buscando descongelar conceptos que han sido petrificados y hacerlos políticamente volátiles de nuevo? Hay que hacer de la eficiencia no solo una herramienta, sino también una señal de lucha. Al mismo tiempo, piensen en desafiar las historias dominantes y, si parecen naturales, hagan que parezca que no lo son; y si son historias que no parecen naturales (como sería actualmente el caso de Trump), háganlas parecer sobrenaturales. No es una historia la que estamos tratando de contar, estamos intentando trabajar con esto para entender el mundo.
José Manuel Álvarez: Voy a ser algo egoísta con mi pregunta y, en realidad, es bastante ingenua. Al intentar estudiar la historia he encontrado toneladas de información que se me dificulta articular. Así, ¿qué consejo podrían darnos a los principiantes para aproximarnos de manera racional y eficiente a la historia del derecho internacional?
También me gustaría retomar algo de lo que han dicho sobre el poder. Los conceptos y las ideas viajan en maletines cargados por abogados, que los usan para el poder. Entonces ¿qué es lo que cambia la comprensión de esos conceptos a través del tiempo?, ¿es el poder?, ¿está relacionado con intereses económicos? Yo siempre me pregunto dónde está el dinero. ¿Quién quiere el dinero? Creo que encontraremos miles de explicaciones.