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Universidades, colegios, poderes
PALERMO: GOLIARDIA Y CIENCIA PARA APOYAR A LA GRAN GUERRA
Stamane, celebrandosi un servizio religioso nella chiesa evangelica […] pel compleanno dell’imperatore di Germania, gli studenti universitari, in numero di 300, si riunirono nell’atrio dell’Università. Al cancello era affissa la scritta «oggi festeggia il compleanno il sacrificatore della umanità». Gli studenti, dopo bruciate alcune bandiere, dai colori germanici, fischiarono all’imperatore e all’Austria, cantando in coro l’inno di Garibaldi, di Mameli e la Marsigliese. Poco dopo tentarono di uscire, in corteo, all’Università, ma ne furono impediti dai cordoni dei militari dell’arma e guardie di città.22
Así, un informe de la prefectura de Palermo, uno de los muchos de ese periodo, registraba la participación de los estudiantes universitarios en las manifestaciones antialemanas y antiaustriacas del 27 de enero de 1915. En Palermo, donde se habían concentrado las manifestaciones más significativas que habían tenido lugar en la isla,23 el clima incandescente que estalló en las «espléndidas jornadas» de mayo había servido como telón de fondo a un contexto académico en el que se había pasado del Gobierno de la academia representado por Federico Raffaele, catedrático de Anatomía Comparada y Zoología, cercano al grupo de Coenobium24 –la revista de Lugano fundada en 1906 por Enrico Bignami y Arcangelo Ghisleri, y rector desde 1911 a 1914–, al del profesor de Historia Antigua Gaetano Mario Columba, que dirigió la Universidad25 durante todo el conflicto armado, comprometido en numerosas actividades colaterales a la acción bélica.26
Ya con ocasión de la inauguración del curso académico 1914-15, el rector Columba había pronunciado un discurso en el que se notaba su inquietud al constatar que:
L’Europa è sconvolta da una guerra di cui non si è vista mai l’eguale. Dalle rive della Vistola a quelle della Marna scorre in copia il sangue umano. L’Italia, nell’immane conflitto, ha potuto tenersi in disparte, seguendo i suoi diritti senza venir meno ad alcuno dei suoi doveri. Ma noi non sappiamo che cosa prepari l’incerto domani.27
Las preocupaciones de Columba se harían realidad al poco tiempo. De hecho, algún mes después, la situación empeoraría y los disturbios callejeros, también en Sicilia, marcarían el final de la actitud de espera de la clase política italiana.
En Palermo, durante los enfrentamientos que caracterizaron las «espléndidas jornadas», casi 20.000 personas, atravesando el casco antiguo de la ciudad, llegaron a la entrada de la Universidad, donde Benedetto Migliore, periodista y crítico literario, daba un apasionado discurso.
Giovanni Alfredo Cesareo, profesor de Literatura Italiana y uno de los primeros intervencionistas28 recordaría ese momento con estas palabras:
Un sole velato di maggio del 1915; la città animata di gente […] di qua e di là […] una duplice siepe aerea di bandiere nazionali […] E davanti questa nostra Università si formava il corteo degli studenti, serii, disciplinati, giocondi, e pur consapevoli dell’improvvisa responsabilità che già pesava su di loro. C’era un comizio in piazza delle Croci. Il governo, incerto d’interpretare la volontà della Nazione, dichiarando la guerra, aveva chiesto una manifestazione collettiva che giustificasse e sorreggesse il suo atto. E Palermo si accingeva a rispondere, in nome della Sicilia.29
Las fuentes disponibles subrayan la masiva participación de los estudiantes palermitanos en esos eventos, pero era en las aulas de la Universidad donde el profesorado analizaba conscientemente los ritmos de una universidad en guerra, a pesar de que no faltaban estudiosos, como el catedrático de pedagogía Giovan Antonio Colozza, el romanista Salvatore Riccobono y Federico Raffaele, que se unían al grupo identificado con el neutralismo de la revista de Enrico Bignami.30
Así, Erminio Troilo, catedrático de Historia de la Filosofía, pronunciaba un discurso titulado La Filosofia e la Guerra, con ocasión de la ceremonia de apertura del curso académico 1915-16. Al año siguiente, el filósofo del derecho Vincenzo Miceli daría una conferencia sobre La filosofia della pace, y si en 1917-18 no tenía lugar la ceremonia, el curso 1918-19 lo inauguraría Giuseppe Oddo con un discurso sobre La chimica nella guerra e nel dopoguerra, en el que, considerando la indudable calidad de la industria química alemana, se preveía una fuerte recuperación económica del país vencido. Bastante distinta era la opinión expresada acerca de la industria química italiana, despreciada a causa de estar constituida por «…reventas de mercancía retirada del extranjero».31
La identificación de esos profesores y de esos asuntos demuestra ser el fruto de una estrategia inteligente para indicar el papel que Palermo y su universidad, en sintonía con el rector Columba, querían desempeñar tanto en el contexto siciliano como nacional, en aquel trágico momento.
No es casual que precisamente un grupo de docentes de materias filosóficas de esa universidad (Miceli, Troilo, Colozza, Guastella, Orestano), en las páginas de la Rivista di Filosofia de 1915, hiciera «un llamamiento muy noble […] a sus colegas italianos ante la inminente participación de Italia en la gran guerra para la defensa de su derecho y la preparación de una Europa más civilizada y más libre».32
En cuanto a Giuseppe Oddo, representante de relieve de la ilustre escuela química palermitana fundada por Stanislao Cannizzaro, su situación demuestra la laceración que produjo la Gran Guerra en muchos intelectuales italianos. Ya se ha mencionado la admiración expresada por ese estudioso sobre la industria química alemana con ocasión de la inauguración del curso 1918-19, acabada la guerra, cuando en el tiempo el restablecimiento de las relaciones entre los diferentes países volvería a establecer la koinè científica europea y a dar fuerza a esos paradigmas científicos internacionales, que el conflicto había destruido en nombre del principio que anteponía el espacio limitado de la nacionalidad al de la pertenencia a la comunidad internacional de científicos, bastante más amplio.33
De hecho, ya en septiembre de 1915 Oddo había denunciado la total dependencia de la química italiana de la alemana, y con una carta al ministro había pedido el despido de la Commissione per i Gas Asfissianti, ya que estaba dominada por germanófilos. Respecto a Emanuele Paternò, alumno de Cannizzaro y maestro del propio Oddo, este último afirmaba que «viéndose cada día más rodeado de alemanes, él también buscó un apoyo alemán y creyó hallarlo en el germano-catanés Peratoner».34
En esos años, Oddo se había comprometido seriamente a contribuir de forma concreta a la movilización y ha enviado al Ministerio de la Guerra una serie de propuestas sobre medios de defensa y de ofensiva como dotación a nuestros soldados. Igualmente lo haría Emanuele Paternò, presidente de la Commissione per i Gas Asfissianti y fundador de la Gazzetta Chimica Italiana, contrario al conflicto pero que, junto a otros «después de la entrada de Italia en la guerra», participaría «activamente en la movilización científica del país».35 Una orientación y un itinerario similar caracterizarían también las decisiones tomadas por Emanuele Olivieri Mandalà, famoso por sus investigaciones sobre los gases asfixiantes, en servicio como oficial de ingenieros.
En definitiva, la Universidad de Palermo expresaba su compromiso a favor del conflicto en un contexto urbano en el que el estallido de la Gran Guerra parecía volver a impulsar una economía desde hacía tiempo débil, como lo demuestra la patente de un camión para el transporte de municiones y víveres en las carreteras de montaña, obtenida en 1916 precisamente en Palermo y usada con éxito en esa circunstancia, y donde los importantes pedidos de ácido cítrico empleado como desinfectante hacían que la fábrica de Arenella trabajara a tope.36
CATANIA, UNA UNIVERSIDAD PREPARADA PARA LA GUERRA
Al observar en esos años la realidad de la Universidad de Catania, la universidad siciliana37 más antigua, se constata que esa institución desde el principio y por diversos motivos desempeñaba un papel determinante dentro del espacio urbano, proponiéndose como «centro de agregación para las muchas almas de la lucha etnea».38
De hecho la Universidad se mostraba como «plataforma virtuosa capaz de gestionar la movilización […] distinguiéndose así el epicentro político –antes que cultural– de una ciudad lejos del conflicto, pero no por ello sin interés por su destino».39
En un informe de abril de 1915 enviado al presidente Salandra, como ministro de Interior, el prefecto Minervini escribía: subrayando, además para Sicilia, un apoyo a la guerra preferentemente burgués o medio burgués.
Mi pare potersi affermare che lo spirito pubblico, in questa provincia, non sia sinceramente e ponderatamente favorevole ad un’entrata in guerra del nostro paese. Una guerra per assicurare i futuri destini della Patria […] qui non è generalmente compresa dalle masse. Esse si commuoverebbero, se qualche potenza straniera minacciasse l’integrità della patria o la vilipendesse. Ma una guerra, dirò così, per misura preventiva, non le appassiona.40
El final de la década giolittiana coincidía para Catania con el final del empuje fuertemente innovador que el alcalde Giuseppe De Felice Giuffrida había sabido dar a la Administración local, a partir de 1902.41 La parábola política del primer ciudadano, exponente de relieve de la democracia cristiana siciliana y nacional, luego partidario de la empresa en Libia y de la intervención en la guerra, parecía coincidir con el itinerario emprendido por la universidad de la ciudad, y si después de las «espléndidas jornadas» el prefecto Minervini señalaba con prudencia la tímida actitud de las masas, en cambio la Universidad se mostraba, desde el principio, ciertamente a favor de la intervención.
Un personaje clave, capaz de gestionar e interpretar la función que desempeñaba en aquellas circunstancias el antiguo Siculorum Gymnasium, era el rector Giuseppe Majorana, representante de una verdadera dinastía, cuyo tiempo lo ocupaba entre «academia, foro y poder político».42
A propósito del relevo de Vadalà Papale con Majorana para dirigir la Universidad de Catania, Corrado Dollo ha señalado cómo ello implicaba una nueva configuración de los equilibrios anteriores, incluso académicos:
prima Vadalà Papale e poi Giuseppe Majorana» –ha scritto lo studioso– «diventano Magnifici, e non è a dire che l’involuzione, nel primo, non fosse abbastanza visibile: bisogna essere forti «per vivere e vincere», diceva, nel mentre ricordava «le epiche lotte delle regioni italiane dell’Istria per avere una università italiana». Ma l’appello alla pubblica opinione e il cauto ricorso all’inventario della topica nazionalista è nulla se si paragona con l’atteggiamento di Giuseppe Majorana, rettore durante gli anni della prima guerra mondiale […].43
En 1890 Majorana, profesor de Estadística en Messina, se trasladaría a Catania, su ciudad natal, donde desarrollaría su vida profesional.44 En 1894 pasaba a la cátedra de Economía Política, hasta entonces ocupada por su padre, Salvatore. Decano durante dos mandatos de la Facultad de Derecho, Majorana dirigiría sin interrupción la Universidad de Catania entre 1911 y 1919, motivado por un fuerte sentimiento de pertenencia a la institución universitaria.45
Durante los años del conflicto, primero demostró ser firme partidario de la agresión a Libia y luego ferviente intervencionista, además de presidente de un Comitato di resistenza civile (junto al prefecto Bonomo y al alcalde Sapuppo), creado en febrero de 1917 para vigilar la difusión de noticias falsas sobre el desarrollo de la guerra.46
En torno al rector Majorana se concentraban, concretamente, todos los miembros de la Universidad de Catania, y no es una casualidad la circunstancia del reclutamiento de 30 docentes y 46 unidades del personal técnico administrativo. Entre los estudiantes resultaba alistado el 60 % de los matriculados en el curso 1915-16, y casi el 80 % de los del curso siguiente, cómplice en parte, una actitud de apertura de las autoridades académicas hacia los estudiantes soldados.47
Sin embargo, es indudable que esos jóvenes que marcharon al frente voluntariamente conocieron dentro de las aulas universitarias una continua llamada a la guerra. De hecho no deja de sorprender la centralidad que el conflicto había asumido en la vida de esa universidad, no solo en las intervenciones de su rector, sino también en los discursos inaugurales, en las conferencias y en otros discursos celebrados en el aula magna de la Universidad en aquellos años. Sirvan de ejemplos el Discorso del profesor Francesco Saverio Giardina Sulla Tripolitania, en 1911-12, y el leído por el internacionalista Eduardo Cimbali, en junio de 1915, sobre I miei quattordici anni di campagna contro la triplice alleanza. La sospirata nostra guerra santa.
L’arte di dopo la guerra es el título del discurso de inauguración del curso académico 1915-16, del docente de Arquitectura Francesco Fichera, y de Inutilità, calamità ed ipocrisia del presente diritto internazionale in pace e in guerra hablaba Eduardo Cimbali en 1915. Con una lección titulada La pace antipacificatrice dei socialisti ufficiali e la pace pacificatrice del nuovo diritto internazionale, Cimbali inauguraría el curso académico 1916-17.48
El itinerario de Eduardo Cimbali, cuya actividad de conferenciante en esos años es frenética, indicaba el paso del rechazo absoluto de la guerra a posiciones totalmente opuestas. Aunque en abril de 1912, o sea, en medio de la agresión a Libia, Cimbali seguía promoviendo la fundación de la Società Universale dei Diritti d’Indipendenza, per la Libertà la Giustizia, la Pace e il Disarmo, sus convicciones necesitaban experimentar una evolución repentina al estallar la Gran Guerra, de manera que el ferviente neutralista se transformaba en un animado intervencionista.49
Del intervencionismo al fascismo el paso sería breve y, precisamente en Catania, Cimbali fundaría en octubre de 1919 la primera organización fascista siciliana, el Fascio dei Combattenti Universitari ed ex Universitari.
En cambio, muy diferente era el itinerario de Achille Pellizzari, pugliese, docente de literatura italiana en Catania entre 1915 y 1919. Durante los años de su magisterio en esta ciudad, Pellizzari, futuro partisano Poe, antifascista, medalla de plata al valor militar y diputado en la constituyente,50 era considerado un sujeto peligroso y gran parte de la comunidad académica51 lo miraba con recelo. Su caso, que debía convertirse en asunto nacional, estaba relacionado con su posición bastante crítica, en 1917, sobre las ayudas para favorecer a los estudiantes militares, respecto a las que Pellizzari había enviado una carta abierta al ministro de Educación Agostino Berenini. Diferentes artículos publicados por Pellizzari en las páginas del Giornale d’Italia, entre 1917 y 1918, posteriormente se reunirían en un librito caracterizado por su sagaz ironía y por su título emblemático, L’Ignoranza obbligatoria, editado en Bolonia en 1920.52
En un artículo titulado «Gli studenti soldati», el profesor de literatura italiana, aun declarando abiertamente su «simpatía más conmovedora» hacia los jóvenes universitarios en el frente, al igual que para los otros combatientes, rechazaba admitir cualquier «equivalencia entre heroismo y cultura».53 En la inevitable bagarre que se producía, a Pellizzari lo calificaban de desertor, yerno indigno de ese Guido Mazzoni, docente de literatura italiana en Padua y en Florencia, que por sentimientos irrendentistas e intervencionistas había solicitado y obtenido su reclutamiento como voluntario, por lo que mereció nada menos que dos cruces de guerra.54
Destinatario de todo tipo de calificativos, además de cartas anónimas,55 Pellizzari, trabajando junto a un grupo de estudiantes de distintas facultades de la Universidad de Catania, desarrollaba un proyecto de ley a favor de los estudiantes militares,56 antes de dejar en 1919 la ciudad del Etna.
El asunto podía dividir la Universidad de Catania, que hasta ese momento el rector Majorana había conseguido presentar como una institución unida y firme en su papel de luz defensora de la guerra y de la patria. La «calma» en la Universidad, según se ha escrito recientemente, volvía «solo en los meses siguientes, con el eco de las noticias del frente».57
MESSINA, UNA UNIVERSIDAD EN CRISIS, ENTRE TERREMOTO Y GRAN GUERRA
A diferencia de las universidades de Palermo y de Catania, la Universidad de Messina se preparaba para enfrentarse a la guerra, junto con la ciudad, en condiciones precarias.
Ante el estallido inminente de la Primera Guerra Mundial, la ciudad del Estrecho mostraba de manera evidente las heridas abiertas provocadas por el desastroso seísmo de 1908 y por los atrasos que caracterizaban por distintos motivos su reconstrucción. En una realidad urbana que había perdido casi el 40 % de sus habitantes, la Universidad había pagado con el terremoto nada menos que un tributo de 29 profesores, 12 empleados y un número impreciso de estudiantes.58
A pesar del contexto bastante difícil, la Universidad había continuado su propia actividad en estructuras precarias, después de que en 1913 se decidiera derribar el antiguo edificio de los jesuitas, sede de la Universidad, que había sufrido daños a causa del seísmo.59
A aquella sede llegaba el joven Piero Calamandrei, para volverse a marchar al frente, como voluntario, apenas nombrado catedrático de Derecho Procesal Civil en Messina.60 Movido por un «purísimo espíritu mazziniano de origen risorgimentale […] ahora convertido en pasión irredentista»,61 renunciaría a estar exento del reclutamiento que le consentía su fuerte miopía.
También el romano Adolfo Marco Ravà, que llegó en octubre de 1911 a la ciudad del Estrecho como profesor de filosofía del derecho,62 se hallaba frente a una ciudad en ruinas. En el diario local L’Avvenire, Ravà publicó en noviembre de 1914 un artículo, «Germania e libertà», donde «la actitud neutral presentaba una connotación característica: la germanofilia».63
Las reflexiones expresadas por Ravà en el periódico de Messina representaban la coherente consecuencia de la adhesión, compartida por otros profesores universitarios italianos, al llamamiento lanzado el 27 de septiembre de 1914, en el Giornale d’Italia, por el arqueólogo Richard Delbruck, que invitaba «a suspender la opinión sobre la noticia del bombardeo alemán de la catedral de Reims, hasta no haber recogido documentos ciertos».64 A pesar de que formara parte del grupo romano de los militantes neutrales» pro Italia nostra, animado por De Lollis, Croce, Jemolo e Chiovenda, al estallar la Gran Guerra Ravà se alistaría y obtendría una «cruz al mérito y otras condecoraciones»,65 siguiendo la visión que el propio Croce, en octubre de 1915, había indicado en las páginas de Italia nostra en una nota titulada «Germanofilia».
Aun expresando, de hecho, su neutralidad y la de los intelectuales que se agrupaban en torno a ese periódico, el filósofo napolitano no había dejado de subrayar que «la última decisión correspondía a quien representaba el estado y que con cualquier decisión tomada, todos obedeceríamos y colaboraríamos en la empresa nacional. Y así hicimos».66
El neutralismo germanófilo declarado por Adolfo Ravà en las páginas de L’Avvenire, fundamentalmente unido a la idea de una comunidad europea de estudiosos amenazada por vientos de guerra, no se podía exportar fuera del ámbito exclusivamente universitario e intelectual, teniendo en cuenta, por otra parte, que en septiembre de 1914, durante una demostración improvisada en Messina, se había silbado fuerte contra las embajadas austriaca y alemana.67 Por el contrario, en enero de 1915 los ciudadanos de Messina, especialmente muchos estudiantes,68 aplaudían con entusiasmo la intervención de Cesare Battisti en el Teatro Mastrojeni, único lugar de discusión y de debate sobre temas tan graves en la Messina de las chabolas.69
Un año después de esa conferencia, el haber dedicado una arteria importante del centro de la ciudad del posterremoto al diputado de Trento apenas ajusticiado,70 y siempre en 1916, el haber dado los nombres de Trento y Trieste a dos calles,71 dice mucho del entusiasmo que despertó Battisti y de la madurez del irredentismo en Messina, donde la asociación «a favor de la Italia irredenta» estaba muy enraizada, uniéndose a la tradición democrática post risorgimento.72
También el filósofo Giuseppe Rensi daba un discurso en el Teatro Mastrojeni, Per la mobilitazione civile, en abril de 1918. El estudioso veneto había vivido la experiencia de Caenobium. Rensi sería colaborador y jefe de redacción hasta 1914 de ese periódico, que ya a comienzos de 1913 había abierto una columna significativa con el título «Guerra a la guerra».
Él mismo reconoció más tarde, mientras ejercía su labor como docente de la universidad peloritana hacia 1916, cómo a causa de la guerra había llegado a ser consciente de su total escepticismo. En los Lineamenti di filosofia scettica, publicados en 1919, definiría la guerra como «el inevitable producto y la necesaria expresión sanguinaria del choque de dos razonamientos opuestos […] de dos “evidencias” […] sobre las cuales […] para establecer cuál de ellas es ciertamente el producto de la “síntesis a priori” no hay […] ningún juez».73 Además, Pasquale Coppa Zuccari,74 abrucés, catedrático de Derecho Civil en Messina desde 1911 a 1918,75 se uniría al «comité international pour la ligue des pays neutres», que desde Lugano en agosto de 1914 Bignami publicaba en las páginas de Coenobium.
Aunque entre los docentes de la Universidad de Messina no faltaran opiniones bastante diferentes respecto al momento que el país estaba viviendo, esta no se propuso como sede para la elaboración y la discusión de ideas y de reflexiones. De hecho, era el Teatro Mastrojeni, hacía poco construido de madera, y no la universidad de chabola, la que acogía un ciclo de conferencias sobre la guerra, promovido por el Comitato pro Interessi Nazionali, presidido por el profesor de Oftalmología Sebastiano Tornatola.
Al contrario de lo que ocurría en esos mismos años en Palermo y en Catania, en la universidad peloritana el único discurso inaugural, entre los del periodo 1914-1918, que ya en su título Guerre e civiltà se refería concretamente al conflicto, era el del abrucés Ettore Ciccotti, docente de literatura latina, con ocasión de la apertura del curso académico 1917-18.
En aquella alocución pronunciada justo después de los días terribles de Caporetto, Ciccotti, ferviente socialista y convencido defensor del intervencionismo democráti co,76 consideraba un deber suyo hablar «de la guerra como se habla de una institución de estudios y de enseñanza, para adentrarse en su sentido más profundo y tratar de comprender su trágica función».77 Calamandrei, Ravà, Coppa Zuccari, Rensi y Ciccotti expresaban algunas ideas a favor y en contra de la intervención en la guerra, en un contexto, hay que decirlo, totalmente peculiar respecto al resto del país.
En la reconstrucción de ese asunto de Messina, tras el terremoto de 1908, es necesario tener en cuenta la difusión de un clima cultural de vanguardia que, precisamente en ese escenario de ruinas y sumido en la emoción que provocaban en toda Italia las tremendas consecuencias del seísmo,78 hallaba una gran inspiración.79
En la Messina de las chabolas el fundador del movimiento futurista, Filippo Tommaso Marinetti, tras la guerra italo-turca decidía difundir el programa político futurista en el que se alababan «todas las libertades excepto la de ser villacos, pacifistas, antitalianos».80 Una vez más, fuera de la Universidad, oponiéndose clara y despectivamente a la academia, Marinetti, con su artículo «La guerra elettrica», y con la llamada «Agli studenti futuristi…», publicados en mayo de 1915 en el periódico mesinense La Balza, órgano oficial del futurismo,81 incitaba a la juventud universitaria a superar cualquier división «con un único objetivo: Italia y su guerra contra Austria».82 Palabras que desde la Messina destruida llegarían a los estudiantes de toda Italia.