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Pedagogía y literatura: enseñar a pensar
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Pedagogía y literatura: enseñar a pensar

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Aceptemos que la ciudad surge y se crea cuando deja atrás el pueblo, lo rural, se deja atrás los seres sin tiempo y sin historia. Esta mutación o paso a la ciudad, no es un progreso, porque no se establece sobre una continuidad, es un salto al vacío, es llegar a otra cosa porque es otro tiempo, el lugar de los seres de tiempo y memoria, que saben que van a morir, porque ya saben del pasado y del presente. Ciudad significa dejar atrás ese mundo tranquilo de lo rural, mundo hermoso, el mundo de lo mismo, para llegar al mundo de lo otro, del lenguaje, un mundo donde el hombre se encuentra consigo mismo a estar con los otros. Este mundo otro es el mundo de la sociedad, el mundo de los otros que viven afuera de nosotros.

Aceptemos que la idea de sociedad es lo que permite dar ese paso hacia delante, que es la búsqueda de lo otro, y el dejar lo mismo y que por ello merece la pena de vivirlo. Pues bien, la sociedad no es, como parece, una idea económica o social, la sociedad es la idea de que existen dos cosas y no solo una, existe una cosa y la otra, existe otro más que yo, existen dos realidades, la que veo y la que no puedo ver. Para que exista sociedad lo más importante es lo que no puedo ver, la búsqueda de que existe algo más allá de lo que veo. Si se habla de imagen es porque es la imagen, no de lo mismo, sino de lo otro. La imagen es de otra cosa de la que veo. Por eso crear imágenes no es tan fácil, porque es aceptar el otro y dejar de existir solo para uno. Es en la escritura que se refleja este juego de imágenes, lo escrito es la imagen de lo que no veo, lo escrito me dice que esa es la verdadera imagen. Si acepto lo que me dice lo que ya está escrito, a pesar de que yo vea otra cosa, entro a la sociedad, que es entrar al lenguaje, a un lenguaje que me habla de otro mundo, que no es el mío, “viendo en un espejo hablado”.

La imagen está en el lenguaje, es la idea de la representación, yo me represento lo que existe, una cosa es lo que existe y otra, lo que yo me represento, la representación es la reunión de cosas y objetos, en una sola unidad, en una imagen que vale por igual para todos los objetos. Todas las cosas, las que veo y las que no veo, en una sola imagen, que yo me represento, es lo que produce la idea de sociedad. Esta imagen se define como la representación, una imagen que representa todas las cosas. Esta representación es la idea o la idea de las cosas. Para llegar a la idea de las cosas, a la idea, hay que destruir el mundo de las cosas, que es como destruir la realidad, la realidad de las cosas, destruir lo que veo y aceptar como creíble y verídico lo que no veo.

Esta descripción que hacemos de la sociedad, de la idea, y de la destrucción de las cosas, es lo que podemos leer en Cien años de soledad. El final de la novela es la destrucción del pueblo de Macondo, en el mismo momento en que Aureliano Buendía lee los manuscritos de Melquíades y comprende, al leerlos, que los textos hablan de esa misma destrucción y de su propia muerte. El pueblo es borrado de la faz de la tierra, el pueblo desaparece por la fuerza de una cosa, del “huracán bíblico”, después ya no hay más pueblo, se acaba lo rural y se acaba porque alguien lee lo que pasa, alguien lee lo que está escrito y lo escrito dice que el pueblo, lo rural, debe desaparecer. La escritura antecede lo que va a pasar, los hombres no saben lo que va a pasar, si no leen lo que va a pasar. La idea de sociedad nace o se crea, cuando los hombres se dan cuenta que la escritura es lo que dice lo que va a pasar.

La escritura es lo que marca la diferencia entre lo rural y la sociedad, que luego adquirirá los nombres de la ciudad, lo urbano, la urbe y el último nombre, que es de modernidad. Una vez se instale la modernidad o la sociedad, en el mundo, por efecto de la escritura, desaparece lo rural. Decir rural es poder decir que no existe la escritura para ver reflejado el mundo, lo que existe, al no darse la escritura, es vivir continuamente es una “ciudad de espejismos”, ver el espejo que devuelve el ver sin saber lo que pasa en el ver. La Alicia de Carroll atraviesa el espejo para ver qué está detrás de él. Escribir es atravesar el espejo de la realidad, y ver que detrás hay otra imagen, no la que devuelve del espejo, sino la imagen que el hombre se hace de sí mismo. El hombre se imagina y al hacerlo rompe la imaginación producida por las cosas. Escribir es imaginar el mundo sobre la imagen del mundo. Sobre ese mundo y su imagen, el hombre crea sus propios signos, crea la escritura que solo él reconoce.

La modernidad empezó por esta preocupación de la escritura, empezó por donde terminó Cien años de soledad. En Colombia, esta modernidad empezó igual, por enseñar a escribir. La Escuela Mutua fue la primera escuela que enseñó la escritura, que enseñó a escribir a los colombianos, a principios del siglo XIX, que eran, en ese entonces, granadinos. La enseñanza de ese entonces y cien años después, primera mitad del siglo XX, era copiar las cosas, los objetos, los signos. Repetir, imitar y asemejar la realidad, y no ver diferencia entre la realidad y la realidad misma. Esta enseñanza nunca entendió que la escritura “es irrepetible desde siempre y para siempre” y que, si no se aprendía a escribir, no se saldría de la soledad y no habría forma de tener “una segunda oportunidad sobre la tierra”. Escribir es interpretar, es ver detrás del espejo, es descubrir las claves de los textos, es ver con otros ojos, es crear la imagen de las cosas, que las mismas cosas no lo pueden hacer. Copiar la realidad es vivir eternamente en la soledad y no poder pasar a la sociedad. Lo que hoy debemos descubrir es si la escuela logró enseñar a escribir como lo dice la sociedad moderna o sigue repitiendo la vida y la forma de vivir de un pueblo como Macondo. Es rural cualquier lugar, cualquier persona, cualquier institución, que no entienda que escribir es interpretar los textos, los libros, los discursos. Decir rural no es decir algo malo, es decir que se vive en completa soledad, donde no hay comunicación, reunión y presencia del otro. En esta soledad no solo no se entiende el mundo, no se sabe para qué uno está en el mundo.

Para pensar lo rural lo haremos desde la cultura escrita y no escrita. En todo caso, nuestra aproximación al tema es la escritura. De paso, es una crítica a la cultura escrita de la escuela, a la divulgación de la escritura desde su cultura escolar que, con la ausencia de la escritura, no ha hecho otra cosa, que ruralizar la ciudad, o sea, extender la ausencia de escritura a la ciudad. Ese es uno de efectos de la escuela en Colombia: impedir que haya escritura en la sociedad, mantener la falsa identidad entre enseñar escritura y la escritura, y con ello lograr que la sociedad no pueda conocer su historia y saber de sus límites, no conozca su presente y no sepa cómo construir su futuro y reconstruir su pasado.

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Una sociedad se mide y mide su valor por las ideas que ha tenido, así mismo, podemos pensar que escribir y saber escribir es tener ideas, partir de ellas. No solo de cosas, objetos o experiencias, es tener ideas de las cosas. El pueblo griego fue maestro en tener ideas, ellos crearon la idea de los rivales, del simulacro, de lo abierto, de lo interior, de lo masculino, de la penetración. Colombia ha tenido pocas ideas y superficiales, primero, fue la idea de ser católico o cristiano, luego, la idea de ser liberal o conservador, idea que se mantuvo por dos siglos, en el siglo XX, apareció la idea de lo público y lo privado. Hasta García Márquez, que no solo fue un gran escritor, sino un gran filósofo, no apareció una gran idea: la diferencia entre el amor y la muerte, idea que recorre toda su obra. Botero quizás logró construir una nueva idea, que es la de los gordos. Hasta allí este país sin ideas.

La escritura no consiste en hacer copias de las cosas o de los signos, que es lo que nos enseñan en la escuela, la escritura tiene el sentido de crear ideas y de crearlas porque se hace sobre la escritura, que no hay que entender como copia, sino cómo establecer un orden preciso con signos, sobre los signos. En la escuela hay que dar y crear ideas y hacer escribir sobre ellas, no sobre cosas y objetos. Hay que crear ideas de objetos que se vuelvan signos. Se sabe que tener ideas es muy difícil, sobre todo para una sociedad y una cultura. La soledad de Macondo es que no tuvo una sola idea. La riqueza de la Cartagena de principios del siglo XX está en que tuvo una idea, la idea del amor. Sin ideas no hay escritura y sin escritura no hay ideas. Los hombres y mujeres deben tener ideas y no solo puntos de vistas. La idea es una imagen total y vertical del mundo, como lo es la contemplación, gran idea medieval, como la conducción, el gobernar, que, por su parte, es una idea moderna, o la dialéctica, la fuerza, la energía que son las ideas del siglo XX.

La idea parte el mundo y la vida, trazando una raya de lado a lado, haciendo una ruptura, estableciendo un antes y un después, es una fuerza que se impone de fuera, que nace de la historia. Es la fuerza de la idea. Quizás la idea primordial de la modernidad y que es muy importante para la educación y para la escuela, es la idea del saber empezar y saber terminar, la idea de saber cuándo algo comienza y cuándo llega a su final, lo que no es otra cosa, que saber cuál es nuestro destino en la tierra. Es en la escritura que está escrito el destino de los hombres, como lo dice muy bien García Márquez en Cien años de soledad.

Estas palabras preliminares son para pensar lo rural en Colombia, saber la diferencia entre rural y ciudad. Nuestra hipótesis inicial es que lo rural tiene que ver con una cultura que no tiene ideas, y que no las tiene, por falta de escritura. La vida rural, tiene muchas cosas: pasiones, luchas, avatares, desafíos, pero no tiene ideas, porque no tiene escritura de ideas. Para tener ideas se necesita que varias generaciones de hombres y mujeres busquen la idea, la idea que explica sus vidas y la historia de sus vidas. Esa es la primera idea, conocer el destino propio, antes de vivirlo. La escritura es eso: conocer antes, lo que uno es, conocer la historia, sin haberla vivido, uno es, antes de ser, uno sabe lo vivido para poder vivir, sabe de la vida para conocer la vida. Saber de la vida es saber (representársela) la vida, antes de vivirla. La idea es pues una representación que está fuera de uno, fuera del sujeto. Esa representación es una imagen, muchas imágenes, redes de imágenes, que enlazan cosas, objetos y acciones, que no es la imagen que uno se hace, sino otra, una imagen que viene de otra parte. La representación es una imagen del otro lado de las cosas, el lado desconocido, el lado oscuro, el lado oculto. Escribir es dar con la idea oculta, con la imagen que se escapa, con la representación que uno no puede tener por sí mismo, con sus propias percepciones, sino que requiere creer que vienen de otra parte, de una parte, que uno no conoce. Tener ideas es llegar a este mundo que se oculta y se desconoce. Es llegar a las cosas secretas o al secreto de las cosas.

Tener ideas y buscar secretos es convertir las cosas y los objetos en textos, en “textos sagrados”, como se dice en Cien años de soledad, cuando José Arcadio vio y tocó el hielo por primera vez. Partir entonces del texto, convertir las cosas en textos, los signos en textura, en discursos. Eso es lo que se usa en la disertación, que se ha empleado en las escuelas para enseñar a tener ideas y pensar en ellas. La disertación es un esquema de escritura que parte de empezar a escribir anteponiendo dos ideas, una idea que se enfrenta con otra idea distinta, el método consiste en buscar sus diferencias. El ensayo es otro esquema o composición de escritura para aprender a escribir, trata de buscar la idea, surge de poder saber plantear una idea, que es situarla, construirla y darle forma. El problema es otro esquema de escritura, alude a la posibilidad de construir una idea y darle un desarrollo tensionado, largo y consistente. Finalmente, tenemos la interpretación, que va a ser muy importante porque lleva a la búsqueda de la idea, el que interpreta sabe que hay una idea a perseguir, que detrás de las cosas y los objetos, está el mundo de la idea. ¿Cómo hacer para poder conocer la escuela rural y poder diferenciarla de la escuela de la ciudad? Para ello hay que partir de una idea, es la idea de la diferencia entre ciudad y ruralidad. Ciudad es una idea y ruralidad es otra idea. ¿Cuál es la diferencia? pensar la diferencia es empezar a hacerlo por pensar la escritura. Una sociedad rural es aquella que no escribe y una sociedad urbana es aquella que escribe. En Macondo (pueblo rural), no hay escritura, mientras que en la ciudad de Cartagena sí la hay. Ciudad puede asimilarse a cultura escrita y ruralidad a cultura no escrita. No es que no haya en ésta última escritos o cuadernos de escritura, es que no hay interpretación de los signos que tienen las cosas. Interpretación, quiere decir: no se parte de los textos para poder descifrar con ellos la realidad. Macondo tiene ante sí, los textos manuscritos que les dejó Melquíades, y ninguno de sus habitantes supo leerlos para saber, por anticipado, cuál sería su destino. Leerlos, desde el comienzo de su historia, como pueblo, les hubiera dado dos oportunidades, anticipar su final y luchar por cambiar ese destino. Interpretar es leer y descifrar lo que una sociedad puede llegar a ser al cabo de su historia, antes que esa historia se cumpla. Aunque esa misma sociedad no pueda impedir que esa historia se haga realidad, como dice Hegel, una vez se cumple como tragedia y otra, como comedia. Macondo no conoció sino la tragedia, por no haber interpretado la escritura de Melquíades, que le hubiera dado la oportunidad de reírse de sí misma.

Rural no es zona, campo o sector, rural es la condición de no saber escribir y escribir, es saber que la realidad es un texto que hay que interpretar. Todo es texto, primero que todo, todo es discurso, para que todo se pueda volver realidad, sino es así, la realidad es confundible, imposible de saber si es real o no. Esto lo dijo Comenio, el primer pedagogo que puso en la escuela la escritura. Comenio dijo que enseñar es saber representar con imágenes (textos), las cosas y, además, que enseñar es saber organizar la imagen en textos que puedan ser leídos para luego ser escritos. Dicho de otra manera, la realidad son relatos sobre las cosas. Saber organizar los relatos, como lo hizo Melquíades, que ordenó, distribuyó, separó, clasificó y organizó la historia de los Buendía, que nadie supo descifrar, porque no conocieron las claves de la escritura. Comenio fue el primer maestro que llevó a la escuela el orden que necesitan las cosas y los objetos para que la realidad pueda ser descifrada, comprendida, aprendida. Sin este orden, la realidad es indescifrable y lo que le pasa al hombre también.

Introducción

En este libro se piensa la pedagogía desde una metáfora temporal, la que uno se imagina cuando dice que han pasado cien años. Estos largos años son un siglo, pero si uno dice cien años, parece decir algo más, es mucho tiempo, un largo tiempo, y si a estos años le agregamos que son de soledad, el tiempo es aún más largo, casi infinito, un tiempo que no se puede contar. Esta metáfora la usamos para pensar la pedagogía en Europa y la pedagogía en Colombia. No es para hacer una comparación entre las dos culturas, es sólo trazar una línea entre ellas, que permita ver cómo se construyó la pedagogía. Me sitúo en la Europa del siglo XVII, exactamente en 1667, y en la Colombia de 1886. En estas dos fechas aparecen dos libros de pedagogía, uno de Didáctica y otro de Elementos de pedagogía. Pienso en este comienzo de lo que podríamos denominar pedagogía, que es la pedagogía que se creó para pensar la nueva sociedad, con un nuevo Estado y una nueva forma de producción económica. Pedagogía que representa un corte en el saber sobre el individuo, la escuela y la educación, pues por primera vez el objeto de la pedagogía es la escritura y su enseñanza. La pedagogía antigua y aún la medioeval, en Europa, no tenía estas características, era una pedagogía fuera de la escuela y no era para enseñar, en la antigüedad era para conducir un joven, y en el medioevo era para conducir la vida espiritual y religiosa. En Colombia no existió la palabra pedagogía antes de 1886, lo que se representaba como tal era la enseñanza y la instrucción.

La metáfora de cien años

La metáfora de cien años la tomo del libro Cien años de soledad, de García Márquez, allí la soledad se refiere al aislamiento de Macondo, que es la figura mítica del libro, una sociedad agraria y campesina, este aislamiento no es geográfico, sino lingüístico, es el aislamiento y la soledad por no poder descifrar los libros, no poder leerlos, Macondo es un pueblo que no tiene escritura y por eso está aislado, solo. El no saber escribir aísla, nos envuelve en un manto de soledad, que es la de la palabra, la de la cultura oral. El libro describe el comienzo y el final de una cultura y una sociedad que no escribe y que siente como una destrucción de sí misma el encuentro con la escritura. Esta destrucción no solo le acontece a este pueblo y a esta sociedad, la vamos a encontrar en otro libro de García Márquez, El amor en los tiempos del cólera, Florentino, el personaje de la obra, ha de pasar por destruirse así mismo para construirse después. El acceso a la escritura tiene una condición: llegar a ser otro, distinto al ser que se es. Macondo no llega a ser otro, pues perece en la aventura de no poder interpretar lo escrito, Florentino no perece, llega a ser escritor.

En Europa, y en relación con la pedagogía, encontramos un fenómeno parecido al acontecimiento de Macondo en el libro de García Márquez. En 1632 Juan A. Comenio escribe la Didáctica magna1 y su gran libro Pampedia2 que representa el paso de la pedagogía antigua y medioeval, a la pedagogía moderna, a la didáctica, al arte de enseñar, a la ciencia del enseñar. Este acontecimiento, como en Macondo, representa la transformación de una cultura oral y de una pedagogía oral, desde estos años la pedagogía se vuelve escritura, se puede decir que lo que se representaba hasta ese entonces en Occidente como pedagogía, desapareció de la cultura, si bien se mantuvo el nombre, éste ya no representa lo que era, la palabra pedagogía pasó a significar otra cosa, pedagogía era instruir, ahora pasa a saber escribir lo que se dice con instruir. La pedagogía antigua y medioeval había nacido en una cultura que no era escrita, era una cultura oral, y si lo escrito figuraba en esa cultura no era para definir la pedagogía, sino para darle sentido e importancia, al lado de otras experiencias de más valor, como la política, la moral y la religión. La pedagogía tenía como finalidad llegar a la escritura, pero ella misma no estaba escrita. Cuestión muy distinta a lo que ocurre en el momento de Comenio, aquí la pedagogía es escrita, es un tratado, y no busca descubrir la escritura, llegar a ella, sino que la escritura es su condición, es lo que la explica. Esta figura discursiva nos revela que, si la pedagogía es escrita, con ella y desde ella, se puede enseñar a escribir.

La Didáctica magna de Comenio enseña a escribir, y el sentido de su pedagogía es que el sujeto adquiera la cultura escrita. La escuela, el tratado, el arte y la ciencia se ponen al servicio de la escritura. Un siglo más tarde las cosas van a cambiar, el enseñar a escribir no se hace solo en la escuela, el individuo puede aprender a escribir apoyándose en el arte y en la literatura, podemos decir que, en el siglo XVIII, en el paso al siglo XIX, nace el escritor, el hombre que sabe escribir por sí mismo. Este el comienzo de la novela de formación de Goethe, que leemos en la saga de Wilhmer Meister. García Márquez, el que escribió Cien años de soledad, también escribió una novela de formación, que es El amor en los tiempos del cólera, que es la saga de Florentino Ariza, en este libro él aprende a escribir por sí mismo.

Comenio escribe la Didáctica magna al comienzo de la modernidad, en 1632, que es el encuentro de la escuela con la escritura, es la pedagogía la que propicia este encuentro, bajo el nombre de la didáctica. En Colombia, García Márquez, en Cien años de soledad, nos explica qué sucede cuando se pasa de la cultura oral a la escrita. La sociedad que es descrita en la obra es la Nueva Granada, una sociedad que existe entre los años 1730 y 1830, que es el período colonial, es también la Colombia de 1830 a 1930, que es una sociedad agraria, conservadora y católica; estas dos sociedades forman una única sociedad, la sociedad que no escribe, sino que habla, la sociedad que no ha inventado la escritura, la sociedad que no tiene una pedagogía escrita, sino una pedagogía oral. Desde 1730 hasta 1930, la pedagogía de la Nueva Granada y de Colombia, es de la conducción católica, que no es una pedagogía escrita, que, si bien esta pedagogía se propone enseñar a escribir, no lo puede cumplir, porque esta enseñanza hunde sus raíces en la cultura y la pedagogía oral. En 1930 se crean las condiciones para que surja la pedagogía escrita, la didáctica, el arte y la ciencia del enseñar, 1930 tiene un parecido con el momento Comenio, pues fue en esos años que se pasó de la pedagogía oral a la pedagogía escrita, con el nombre de Didáctica magna.

La sociedad que sirve de fondo a Años de enseñanza y aprendizaje de Goethe es muy parecida a la sociedad que sirve de horizonte a García Márquez para situar las aventuras de Florentino en El amor en los tiempos de cólera. Las dos obras son de aventuras, aprendizajes y andanzas, son experiencias donde Guillermo y Florentino aprenden a escribir y a ser escritores. Para que esto ocurra, para que nazca la escritura y emerja el escritor, se necesita que haya amor, desamor, tragedia y dolor, en una palabra, soledad. Florentino vivió cincuenta años solo, antes de poder ser escritor, por vencer esta soledad es que aprendió a escribir. En el libro Cien años de soledad, los Buendía, la estirpe Buendía, desaparece, como también la sociedad Macondo, y solo queda un último descendiente de la familia, que es aquel que sobrevive porque sabe escribir, sabe interpretar los libros. Se mantiene vivo el que sabe leer lo escrito, este saber tiene la propiedad de revelar, la historia, el pasado, el presente y revelar el misterio de saber quién es uno.

Didáctica y escritura

La didáctica, desde Comenio, no es solo saber enseñar, es también saber enseñar el escribir. Este saber consiste en saber cómo se construyó el pasado, lo que ha pasado y no deja de pasar. La frase escrita habla del pasado, de lo que fue imagen, recuerdo, memoria, el significado de la frase ya pasó, cuando se lee la frase, el significado ya no existe porque lo escrito separa lo que fue y lo que es. Se sabe lo que fue porque está escrito y lo que fue es el pasado más lejano y el más cercano. Cuando Comenio establece la didáctica, separa la pedagogía de lo que fue y de lo que es y por esta separación sabemos qué es la pedagogía, sabemos de su pasado, sin necesidad de ir a su pasado, al solo leer lo escrito, ya sabemos lo que fue, aunque lo que fue se nos escape, porque ya no es. Solo cuando desaparece la pedagogía oral, del diálogo, la conversación y la amistad, sabemos qué es la pedagogía, porque pedagogía es escribir y no hablar.. Este efecto de la escritura ilumina lo que es la historia, el tiempo, el espacio y la vida de las sociedades. Creo que este efecto fue el que aconteció en la cultura europea cuando Comenio escribe la Didáctica magna. Un efecto claramente pedagógico, si por ello entendemos la manera como se puede llegar a ser otro, que fue el sentido de la pedagogía antigua y medioeval, formar a alguien para que llegue a ser otro. La escuela que se ve en este libro pretende formar el hombre católico para que llegue a ser otro y esta formación se produce al aprender a escribir. La escuela es la que enseña a escribir y la pedagogía es la que, al dirigirse al hombre, lo conduce para que aprenda a escribir. En la novela de formación y después en la Bildung, pedagogía es la conducción que uno se hace así mismo para llegar a leer lo escrito y poder llegar a ser escritor. La escritura es una multiplicidad de separaciones, nos separa de lo que fuimos, nos separa de la escuela, nos separa del amor, nos separa en el tiempo.

En Colombia, la pedagogía como didáctica, la pedagogía como el arte de enseñar a escribir y la escuela como la institución que enseña a escribir fue un acontecimiento que se aplazó históricamente y fue ese acontecimiento el que investigó García Márquez en sus dos libros citados. En Cien años de soledad nos da una versión de la sociedad colombiana, desde la Colonia, el siglo XIX hasta 1930, para mostrar lo que significa el no poder entender que las cosas existen en sus separaciones naturales, sociales y culturales, que amar se da cuando algo se separa, que pensar es establecer divisiones, que hablar se produce al construir unidades distintas, que todo está en relación con el adentro y el afuera, el interior y el exterior, el pasado y el presente, lo que fue y ya no es. En una cultura oral esta potencia de las divisiones y las separaciones no existe, todo, el ser, las cosas están unidas. Existe un solo ser, contrario a lo que nos enseña la escritura que es la multiplicidad del ser. Saber leer lo escrito es poder entender y comprender el no ser, la negatividad, la diferencia, lo otro. En El amor en los tiempos del cólera, lo que estudia García Márquez es cómo Florentino llega a ser escritor, cuál es la pedagogía que forma el ser escritor y la escritura. Para llegar a ser escritor, Florentino pasa por múltiples separaciones en su vida: de sus padres, de su familia, de su casa, de su oficio, de su imagen social, de su identidad, de sus relaciones con los otros, de sus aventuras, y, finalmente, de su amor y de sus amistades. La escritura separa la imagen del signo, el significado del significante, la visión de la cosa y nos separa también de nosotros mismos, nos separa del tiempo pasado, nos separa, y en ello nos deja solos, para que podamos volver a unir, nuevamente, todo lo separado. Escribir es entender la separación y unir de otro modo lo separado, pegarlo a nuestro modo y con nuestro estilo de vida, es decir, con nuestra ética y estética.

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