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El craneo de Tamerlan
Tamara se dirigió a la reja abierta que conducía a la calle. Tikhon le quitó las fotografías que ella tenía en sus manos y las tiró al suelo, la tomó por el talle y se dirigió hacia un ángulo de la casa.
– No hay que apurarse hacia la calle. Pensemos lógicamente, -le susurró llevándosela hacia el jardín. – Ahora el segundo policía viene ayudar al otro y cuando vean el papelero ahí tirado ante la salida, van a correr hacia la calle. Mientras tanto nosotros nos vamos por el jardín. —
Y así resultó. Los dos policías, maldiciendo, atravesaron la reja de salida. Los dos jóvenes saltaron tranquilamente la valla trasera y, sin ser molestados, salieron a la calle paralela.
Cuando llegaron al apartamento de Kushnir, Tikhon, apartando toda galantería, interrogó a la chica:
– Tamara, es hora de hablar seriamente. Alguna cosa no me has dicho. Quien son los otros que buscan lo mismo que nosotros? —
– Ya te lo dije. Es la KGB. Después del artículo interrogaron a todos. Y hasta me siguieron! —
– Hasta ayer yo también pensaba eso. Pero la seguridad del estado no actúa así. Ellos, simplemente, hubieran arrestado a Kasimov, hubieran utilizado sus métodos acostumbrados y si había que desaparecer a alguien hubieran montado el teatro de un desgraciado accidente. Esto fue el trabajo de unos malandros crueles. —
– Y si alguien de la KGB actúa, sin órdenes, por su propia cuenta? —
– No. A Kasimov no lo visitaron ellos. Por lo que se ve, estos tipos son malos, pero no profesionales y no del sistema. Quien más puede saber acerca del secreto relacionado con el cráneo de Tamerlán? A quien más le contó esta historia el cineasta? —
– A más nadie. Yo fui la primera. Recuerda, yo fui donde él para entrevistarlo acerca de la guerra. Pero ese increíble secreto ya lo estaba quemando. De tal manera que lo dijo y se sintió más aliviado. —
– Ya lo dijo Sócrates, es más fácil para una persona mantener una aguja caliente en la lengua que guardar un secreto. —
– Sí. Y tú, por lo que veo, eres leído. Citas a Shakespeare y a Sócrates. Menos mal que estudias tecnología. —
– La educación técnica es más amplia que la humanitaria. —
– Y eso por qué? —
– Porque un físico o matemático instruido puede dominar todo lo que sabe cualquier periodista. En cambio tú, no sabes por qué se prende un bombillo, por qué trabaja un televisor o por qué vuelan los aviones. —
– Que? Pregúntame… —
– Bueno, por qué vuelan los aviones? Uno grande, pesado. —
– Porque tiene alas, como las aves. —
– El avión no mueve las alas.. —
– No molestes! —
– Te das cuenta?… Ok. Nos distrajimos. Zakolov se secó las cejas y, de nuevo, se dirigió a la muchacha: – Dijiste que todos los ejemplares del periódico con el artículo fueron recogidos. Todos salvo el que tú escondiste. Es así? —
– El jefe de redacción, que destituyeron, también guardó uno. —
– Quien es él? —
– Un tipo normal. David Bakhtangovich. Veinte años en el periodismo. Excelente periodista, si quieres saber! No tuvieron clemencia. Lo botaron sin derecho a trabajar en otros medios de comunicación. Te imaginas? —
– Me imagino lo indignante. —
– Y como! Es georgiano, llevan el orgullo en la sangre. Lo botaron como a cualquier zagaletón. —
– Oye, un georgiano en la capital de Uzbekistán? —
– Epa, tecnólogo, límpiate los ojos, estamos en el siglo veinte! Tashkent siempre fue una ciudad internacional. Y después del terremoto del 66, todo el país vino a ayudar. Yo soy judía, él es georgiano y después que lo sacaron, el periódico lo dirige un armenio. A propósito, te voy a decir un hecho interesante. En el mundo hay dos naciones muy antiguas, las cuales no se ubican en su patria histórica. —
– Espera, ya te lo voy a decir. Los hebreos y…. —
– Y los armenios. Esos pueblos nunca conquistaron a nadie, y si pelearon, fue solo por su tierra. A ellos, por lo contrario, los oprimieron y exterminaron, pero los sufrimientos los endurecieron. Los judíos y los armenios están dispersos por todo el mundo, se les puede encontrar en cualquier país, en cualquier continente. Por todo eso, ellos no olvidan sus raíces históricas y se enorgullecen de su nacionalidad. —
– Enorgullecerse de su nacionalidad es lo mismo que enorgullecerse porque naciste un martes y no un miércoles. La persona debe enorgullecerse por sus propios logros. —
– Si eres obstinado!. Zakolov, olvídate un poco de tu lógica lineal. Hay valores supremos. —
– Si los hay. No lo discuto. Son las cumbres en la ciencia y el arte que alcanzó la humanidad. Y en eso no es importante la nacionalidad de esos gigantes del razonamiento cuyos frutos utilizamos. —
– Como sea. Para mí no es igual. —
– Bueno. Otra vez nos desviamos del asunto. Volvamos al redactor. Que crees tú? A este David Bakhtangovich también se le puede ocurrir ponerse a buscar el cráneo de Tamerlán? —
Tamara arrugó la frente y ponderó la pregunta. Zakolov continuó: – Quizás él también quiere hacer justicia y conservar su trabajo. —
– Yo hablé con él. Bromea, se mantiene alegre, pero se ve que no está bien. Sin embargo, como decirte? Él es un trabajador de oficina, acostumbrado a lidiar con papeles y una aventura real no puede imaginarla. —
– Eso depende de cuál es el objetivo. En cualquier situación mucho se resuelve con la motivación. Nuestros adversarios ya mataron a alguien, eso significa que nos metimos en algo muy serio. Tú te atreverías a matar a alguien solo para que te devuelvan tu trabajo? —
– No. Pero yo soy una mujer. —
– O sea, para esos trabajos sucios existen los hombres? Caballeros andantes como yo? —
– Zakolov, deja de hacerte el payaso! Mejor dime que hacemos ahora. Ya no está Kasimov, botaste las fotografías que tenía en mis manos, y ahí estaban el mausoleo y mezquitas de la época de Tamerlán. Es posible que Kasimov fotografiara estos sitios con alguna intención. —
– Yo me imagino que tú conoces esos lugares muy bien. —
– Claro. —
– Significa que nosotros no necesitamos las fotografías. O en una habría alguna nota y tú olvidaste en cual. —
– Cual nota? —
“– Aquí, bajo estas piedras está el cráneo de Tamerlán. —”
– Muy chistoso. —
– Para que queremos fotografías sin notas? —
Tamara se entristeció. Tikhon se puso pensativo, bajó la cabeza, cruzó sus dedos. Sus labios pronunciaron suavemente: “sin notas, sin notas.”. Y de repente reaccionó:
– En el despacho de Kasimov vi una foto curiosa! Y creo que ahí hay una nota.
– Por qué no lo dijiste? Dónde? Cual foto? —
– En la pared. Recuerdas la pared que tenía aquel montón de fotos? —
– Sí. —
– En una de ellas está Kasimov, en algún museo, mirando un cuadro extraño.
– Y? Que nota viste ahí? —
– En el cuadro hay un dibujo raro con símbolos. Podría ser un mensaje cifrado. —
– Es arte abstracto, Zakolov! Los pintores no se ponen con esas cosas. —
– Es posible. Pero no te dije lo más importante. En el momento de morir, Kasimov no miraba a cualquier lado sino justamente hacia esa foto —
– Tú crees que eso es importante? —
– Claro! Él estaba mirando aquello, por lo cual moría! —
– Y que había ahí? —
– Tengo que recordar el dibujo. —
Zakolov saltó, tomó una hoja de papel y se concentró en dibujar símbolos. Tamara miraba por encima del hombro. Tikhon dibujaba símbolos angulosos, borraba algunos, dibujaba de nuevo, se quedaba pensando y de desesperación mordió el lápiz. Después tiró el papel, rompió el lápiz y apretó el puño.
– No puedo recordar con exactitud! En el cuadro también había puntos. Que probablemente significaban algo también. Lástima que no agarré la foto. Y volver a esa casa no es posible. La policía estará trabajando en las evidencias.-
– Espera. – Tamara apretó el hombro de Tikhon. – Cuando lo entrevisté yo le pedí a Kasimov fotografiarlo para el periódico. Al principio se negó, pero después se paró al lado de esa pared, me dio instrucciones y el mismo estableció la luz. Tomé la foto, pero en el periódico no la colocaron en el artículo. —
– La tienes todavía? —
– Sí. Ayer quería mostrártela. Ya va. – La muchacha abrió un cajón, sacó la foto y se la dio a Zakolov. – Mira, él está al lado de ese cuadro!
15.– La última fotografía de Kasimov
Con agitación, Tikhon tomó la pequeña foto y la miró con atención. Era incómodo observar el rostro vivo de alguien recientemente asesinado. Malik Kasimov miraba el objetivo como desafiando al observador y preguntándole: Yo soy una persona meritoria y tú, quién eres? La sombra que había a la derecha no dejaba ver las fotografías de ese lado de la pared, pero a la izquierda se veía claramente la foto que interesaba a Zakolov.
Tikhon acercó la fotografía a sus ojos, tratando de distinguir los símbolos en el cuadro.
– Tú no conoces el autor de esa pintura? – preguntó a la muchacha.
– No. No parece de la escuela europea y menos, oriental. Por lo menos en ningún museo de Tashkent está. Eso te lo aseguro. —
– Me imagino que en otros museos tampoco. Es posible que eso sea un fotomontaje. Kasimov era un profesional. —
– Y que te dice todo eso? —
– Si fue él mismo que escogió eso para tratar de decir algo, y en el contexto de la conversación sobre Tamerlán entonces… —
Entonces sonó el timbre del apartamento. Zakolov y Kushnir intercambiaron miradas preocupadas.
– La policía no puede involucrarnos tan rápido. – Tikhon trató de tranquilizar a Tamara, pero para sus adentros, pensó: “A menos que se lo hayan dicho nuestros misteriosos adversarios”.
Un nuevo timbrazo insistente puso a temblar a la muchacha. Zakolov tomó sus manos, calculando las posibles variantes. Los habrían visto en la casa de Kasimov o no? Dejaron huellas o no? Debimos habernos cambiado de ropa enseguida.
Enseguida después del tercer timbrazo se oyó la voz impaciente de Evtushenko:
– Tikhon, Tamara, soy yo, Sasha! —
– Como lo olvidé! – Zakolov se golpeó la frente y fue a abrir la puerta.
– No molesto? – sonriendo irónicamente, Evtushenko entró al apartamento.
Involuntariamente, Tamara se arregló el cabello.
– Donde estuviste? – Preguntó Tikhon, sin hacerle caso a la indirecta. – Si yo te contara! —
– Me fui a ver Tashkent. Somos turistas, no? Y ya que ustedes no me llevaron… —
– Pero no sirvió de nada. Si hubieras ido a la casa del cineasta y hubieras vigilado mientras estábamos adentro, muchas cosas serían más claras. —
– En la noche se va el tren. Lo recuerdas, no? —
– La noche es la noche. Ahorita es el día. – Gruñó Tikhon y, de nuevo, se dedicó a mirar la fotografía.
– Que es eso? – Se interesó Alexander. – Kasimov? —
– A mí no me interesa él, sino el cuadro. Pero la foto es muy pequeña. – Hay unos dígitos, pero son difíciles de ver. —
– Dígitos? – se extrañó Evtushenko. – Estamos jugando a los espías? —
– Por ahora, a los arqueólogos. Pero es un juego muy peligroso. Ya hoy mataron a una persona. —
– Kasimov. – dijo Evtushenko.
– Como lo sabes? Ya hablan de eso por ahí? – Se preocupó Tamara.
– Se me ocurrió, porque ustedes fueron para allá. —
– Tienes razón. Unas bestias lo mataron justo antes de nuestra llegada. En su casa encontramos solamente el cadáver. —
– La policía casi nos agarra! – dejó escapar Tamara. – Apenas pudimos salir.
– Vaya, vaya! Buen comienzo. —
– Así es. No pudimos hablar con Kasimov. Mira, él es quien está en la foto. Eso fue hace tres semanas, él estaba bien y sano. Esta, probablemente, es su última fotografía. – Decepcionado, Tikhon apartó la foto.
– Si es muy pequeña, entonces no hay sino que agrandarla. – propuso Alexander.
– Claro! Tamara, todavía tienes el negativo? Dónde está? —
– No fui yo quien la imprimió, sino nuestro fotógrafo de la redacción. Ni siquiera tengo el equipo de impresión. —
– Él te devolvió el negativo? —
– No. Para que yo lo querría. Él se quedó con el rollo. —
– Puedes llamarlo por telefono? Es necesario hacer ese agrandamiento inmediatamente. —
– Voy a llamarlo. Vamos a ver si está en casa. —
– Trabaja en su casa? —
– Román Kireev no es un trabajador fijo del periódico, es contratado, como yo. —
– Espera, voy a ver si no nos están escuchando otra vez. – Zakolov se asomó a la ventana y constató que el patio estaba vacío, entonces le dijo: – Puedes telefonearle. —
Tamara Kushnir marcó el número, le respondieron, coqueteó unos minutos con el interlocutor y, de repente, gritó:
– Román tiene los negativos! Que de qué tamaño quieres la foto? —
– Él vive lejos? —
– No mucho. —
– Dile que vamos para allá. Yo le mostraré. —
Rápidamente, Tamara se puso de acuerdo con Román y colgó la bocina. En sus ojos había chispazos de pasión cazadora:
– Tú crees que estamos en la dirección correcta? —
– Puede ser. —
– Román nos espera.
– Vamos! —
La muchacha se preocupó:
– El policía me vio en la casa de Kasimov. De repente me reconocen. —
– No te preocupes. El policía notó a una muchacha desconocida, la vio de espaldas y, apenas, un segundo. En este caso que mira un tipo? —
– El peinado? – dudó Tamara.
– Y tú, qué opinas Alexander?
– El trasero. – sonriendo, agregó Evtushenko.
– Eso está más cerca de la realidad. En ese momento no tuvo tiempo de ver más arriba de la cintura. Y ahora, nuestro problema es dirigir nuestra atención a otra cosa. Tienes una mini-falda? – preguntó Tikhon a la muchacha. Tamara asintió. – Entonces póntela. Mientras más corta, mejor. No olvides unos zapatos acorde con la mini. Y hazte una cola de caballo con una cinta bien llamativa.
Tamara se dirigió a la habitación pero Tikhon la detuvo en la puerta y le dijo que se volteara.
– Sasha, imagínate que eres un policía. Mírala y trata de recordarla ahorita enseguida. —
Cuando Tamara volvió, en tacones altas y mini-falda de tela de jeans, con una blusa clara suelta y con su cabello recogido en cola de caballo, Zakolov le propuso que posara como en pasarela.
– No se reconoce. Es otra chica. – Evtushenko se entusiasmó.
“Y muy bella”, – quiso agregar Tikhon, apreciando, de nuevo, sus largas piernas y su talle esbelto.
En el piso de arriba del apartamento de Tamara Kushnir un tipo, en impermeable beige, había interceptado la conversación telefónica. Entonces bajó al patio y salió a la calle y, desde un teléfono público se comunicó:
– Ellos van a casa de un fotógrafo de nombre Román. Van a agrandar la fotografía de Kasimov. —
– La dirección del fotógrafo? —
– Ahorita la rastreo. —
– Me la comunicas enseguida y prepárate para la acción. —
– Yo soy un boy scout, siempre listo! —
16.– Doble visita al fotógrafo
La puerta del apartamento del fotógrafo en el séptimo piso se abrió enseguida después del primer toque de timbre. Al muchacho en lentes oscuros, de cabello largo y sin afeitar se le congeló la sonrisa cuando vio a Zakolov y entonces recriminó a Tamara:
– A quién trajiste? —
– Eso no te importa, Román. – Tamara empujó al flaco fotógrafo y entró al apartamento.
– Vamos a suponer que no me importa, – asintió pacíficamente Román, dejando pasar a Zakolov. – Pero es mejor cuando la chica viene sola, sin escolta. —
– Pero no donde un mujeriego como tú. —
– Pero Tamara, que te pasa? Yo soy bueno y cariñoso. —
Tamara paseó su vista por la habitación oscura por las cortinas cerradas, entonces se volteó para enfrentar al fotógrafo con anteojos de sol y le dijo, sarcásticamente:
– El sol aquí adentro no te deja ver? —
– Gajes del oficio, Tamarita. Ya me acostumbré a la penumbra del laboratorio.
– Mira, te presento a Tikhon. Él estudia con mi hermano. —
– Ahhh. Cohetes y aviones. – Román le hizo un medio saludo a Zakolov pero enseguida se concentró en las largas piernas de la joven. – Tamara, hoy estás estupenda! Ven para tomarte una foto al estilo “seducción”. Siéntate aquí. —
Él le señaló un diván bajo, con muchos cojines y había una lámpara sobre un trípode apuntando hacia él. Tamara se acomodó en el suave diván, cruzó las piernas de manera que estaban más expuestas y preguntó:
– Que tal si la tomas al estilo “new”? Román, tú no me habrás confundido con alguien? O estarás haciendo una colección? – Repentinamente señaló con su dedo las grandes fotografías de mujeres semidesnudas que adornaban las paredes del apartamento. Muchas de ellas fueron tomadas, en esas poses frívolas, en este divancito. Es una galería de tus éxitos artísticos o masculinos? —
– Y unos…, y otros. —
– Como consigues los…… otros? —
– En primer lugar, yo soy un artista. Artista de la fotografía. A las mujeres les gustan. En segundo lugar, yo conozco las leyes elementales de la fisiología. —
– Curioso. —
– El color rojo estimula el deseo sexual. Tú no tienes un vestido rojo encendido que te quede ceñido? —
– Creo que no me lo puedo costear. —
– Lástima. Los tipos cuando lo ven se lanzan. Pruébalo. —
– En la edad madura, sin falta, utilizaré tu consejo. Efectivamente, el organismo macho reacciona fuertemente al rojo. Enseguida se piensa en los toros de las corridas. —
– Te equivocas! Las reacciones fisiológicas no dependen del género. Todo sucede a nivel del subconsciente. —
– Ahora entiendo porque los “rojos” le ganaron a los “blancos” en la guerra civil. Tras ellos iban las mujeres, y ellas son la base de cualquier país. Tú recibes las chicas en bata roja, no? —
– Mira por dónde viene! Todo es más sencillo y natural. Primero yo le tomo la foto, y enseguida voy con ella para imprimirla. En el laboratorio estrecho y tibio, bajo la luz de la lámpara roja, la silueta va apareciendo lentamente en el papel y eso actúa de manera irresistible. La luz roja envuelve, está en todas partes, la chica se baña en ella y después, ella misma, me lleva a la cama. – Román lo dice, orgulloso. – Y entonces, te fotografiamos? —
– Será en otra oportunidad, Román. —
– La belleza es un fenómeno momentáneo y el artista es el llamado para fijarlo para la eternidad. —
– Mira tú, Román es Rafael! O más bien te gusta Ticiano? Aunque él tenía preferencias por formas más exuberantes. —
– Cada época tiene su standard de la belleza femenina. —
– Eso contradice lo que acabas de decir sobre la eternidad. – Zakolov se entrometió en el duelo verbal. – Para que fijar la belleza si medio siglo después no va a parecer tan bello? —
– Tikhon es el representante brillante de una nueva generación: El Logicus Sapiens. – Explicó Tamara.
Pero sus palabras confundieron aún más al fotógrafo y sacudiendo su mano dijo:
– De insectos yo no sé nada. —
Para no carcajearse, Kushnir se tapó la boca con la mano. Zakolov sacó la fotografía de Kasimov y llevó la conversación hacia lo que querían:
– Román, necesitamos agrandar esta fotografía. Entiendo que tú tienes el negativo. —
Román miró la foto y se dirigió a la muchacha:
– Tamara, te estás metiendo en asuntos malos otra vez. No te bastó con aquello? No, engañas a los inocentes y le traes este pan al pobre artista. —
– Para este pan hay una cola larga y a mí no me gusta hacer cola. —
– Hacer cola es una tontería. Lo importante es hacer la cola apropiada. —
– Ahí te apartan a codazos. —
– Que quisquillosa! —
– Dónde está el negativo? – Tikhon ya no soportó la conversación.
Román, impotente, movió la mano y se rindió:
– Yo sabía que no te iba a convencer. Vamos al laboratorio. Ya todo está listo.
Bajo el pomposo título de “Laboratorio” se escondía un cuarto de baño lleno de aparatos fotográficos. Tres persona apenas cabían en el cuartucho oscuro. Román cerró la puerta completamente, se quitó los anteojos de sol y prendió la lámpara roja.
– Este es el cuadro. – Román conectó la ampliadora fotográfica y en el rectángulo apareció Malik Kasimov, con cabello y ojos blancos. – Quieren agrandar toda la foto? —
– No. Solamente esta parte. – Tikhon señaló el cuadro al lado del hombro de Kasimov.
Román movió una ruedecita para hacer subir la ampliadora. Poco a poco todo el cuadro estaba ocupado por la borrosa foto de la pared de Kasimov, en la que se veía al cineasta al lado del cuadro extraño. Román apuntó el objetivo hacia el lugar indicado entonces apareció el lienzo gris con sus símbolos geométricos blancos.
– Que son esos signos diabólicos? – murmuró Román.
– Yo pensé que tú podías conocer algo de esa corriente artística. – suspiró Tamara.
– Este no es Rafael. —
– Ya me doy cuenta. —
– Ni siquiera Kandinsky ni Malevich. —
– Imprímela, por favor. – le solicitó Tikhon.
Román colocó en el marco papel para fotografía, quitó, por unos segundos, el filtro del objetivo y lo volvió a poner. El papel fotográfico bajó desde el objetivo hasta el recipiente con la solución.
El fotógrafo empujaba, cuidadosamente, el papel hacia el fondo del recipiente con una pinza. Tres pares de ojos observaban, expectantes, como en el blanco papel aparecían segmentos oscuros y puntos negros y poco a poco llenaban toda hoja. Un momento más tarde, Román sacó la foto con la pinza, dejó que goteara el revelador y colocó el cartoncito en el fijador. Cuando terminó el proceso, encendió la luz.
– Listo. Ahora, puedo contar con un agradecimiento? – dijo el fotógrafo y se le acercó a la muchacha hasta llegar a rozarla.
– Gracias Román. Tú eres un verdadero amigo. —
– Y eso es todo? – Román apretó a Tamara.
Tamara salió del baño, pero Román la siguió.
Tikhon Zakolov se quedó solo, observando con atención la foto húmeda. Lo que estaba representado en el cuadro del museo, era un patrón de incomprensibles y separados símbolos. Todos estaban bien diferenciados y Tikhon pudo observarlos en detalle.
El dibujo completo era este:
Pero qué es esto? Ángulos, cuadrados, puntos. Como se puede descifrar? Además, es que esto es un cifrado? Es que son pocos los pintores que sueñan con la grandeza de Malevich cuando este pintó “El cuadrado negro”? Es posible que el siguiente loco infeliz decida ser el fundador de la nueva dirección bajo la divisa: “El Cubismo” a la basura, ahora viene “El Geometrismo”!
Tikhon trató de traducir el cuadro al acostumbrado lenguaje de los números. 19 puntos, 34 símbolos, 62 ángulos, 93 segmentos. Rápidamente sumo, restó, multiplicó esas cifras en diferentes combinaciones. Ninguno de esos resultados le dio una pista para la solución.
El callejón sin salida.
Zakolov dejó de mirar los signos misteriosos para concentrarse en la figura del cineasta frente al cuadro. Él está de pie medio volteado hacia el cuadro, pero muy atento a la pintura y en su mano tiene un libro grueso. Vas a un museo con un libro? Es extraño, a menos que sea un catálogo de la exposición. Tikhon intenta ver la portada del libro. Un dibujo, parte de una palabra. Muy pequeño y nada claro.
Salió del cuarto de baño y se dirigió a Román, quien estaba tirado en el diván con los infaltables lentes de sol:
– Tú no crees que esto puede ser un fotomontaje? —
– Por la copia, no puedes determinarlo. – se sonrió el fotógrafo, aspirando un cigarrillo. – Si yo viera el original, opinaría. E inclusive así, no sería determinante. Kasimov es un profesional de alto nivel. Para él, hacer esa composición es muy fácil! —
– Y puedes hacer otro agrandamiento? Yo quisiera leer el nombre del libro. —
– Para que molestarse? Que Kushnir le pregunte a Kasimov. Por lo que parece, al viejo le gustó ella. Digo, por todo lo que habló. —
– Desgraciadamente, es imposible. – Zakolov lo dijo como evadiendo cualquier pregunta.
– Entiendo. El viejo se disgustó por lo del artículo. Está bien dame acá! – Román agarró la foto, lentamente exhaló dos anillos de humo y exclamó: – Tamara, tu amigo me pide lo imposible! —
– Inténtalo Romancito. Tú eres un maestro. – Coquetona, le pidió la muchacha, se sentó a su lado y le acarició el cabello.
– Solo por ti lo hago. – Se alegró Román, mirando lujuriosamente, las caderas de la muchacha.
– Dale pues. —
El fotógrafo saltó, apagó la colilla del cigarrillo y llamó a Tikhon:
– Epa, Cohetes y aviones! Ven para mostrarte algo de conocimiento popular.
En el cuarto de baño, Román colocó la ampliadora en un extremo de la mesa, cambió el objetivo por uno más poderoso y apuntó la luz directamente al piso.