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El craneo de Tamerlan
– Ok. Y entonces? —
– Al kan y a sus hijos no los vieron más nunca. Se dice que murieron en las trampas que ellos mismos ordenaron construir. Mi madre contaba que siempre hubo desesperados que querían hallar los tesoros que escondió el kan. Algunos hicieron aberturas entre el montón de cráneos, otros buscaron diferentes caminos, pero todo aquel que cayó en la Ciudad de los Muertos despareció sin dejar rastro.
– Y el tío Simeon de Moscú, también se dirigió hacia allá? —
– Él dijo que a él no le interesaba ningún tesoro. Él es un gran especialista de huesos y quería comprobar una vieja leyenda. Mi padre le mostró la vieja entrada al subterráneo la cual, Tamerlán, llenó con las cabezas cortadas. Pero este lugar, hace muchos años, lo habían tapiado con cemento, para quitarle la costumbre a todo el mundo de venir a probar suerte. Simeón simuló olvidarse de ese cometido, pero no fue así. Yo estaba pequeño y a mí me gustaba seguirlo. Él estudió todas las construcciones antiguas en la ciudad y, con frecuencia, llevaba instrumentos extraños, pero regresaba sin ellos. Algunas él fue al cementerio con mi papá y preguntaba cosas sobre las tumbas. Una vez fue, quien sabe dónde, y regresó con una caja pequeña metálica. Él estaba muy nervioso. Esa caja estuvo toda la noche en la casa. Yo recuerdo ese día. Esa fue la primera vez que mi papá le pegó a mi mamá. —
Bakhtliar calló. Averianov le dio un nuevo cigarrillo.
– De qué tamaño era la caja? —
– Ah? La caja? Como una caja para enviar cosas por correo, pero bien hecha. Era como un pequeño ataúd. Con una abrazadera arriba y una presilla por un lado. —
– Él la abrió? —
– No. Enseguida la metió bajo la cama. —
– Que más recuerdas de Simeón? —
– Al día siguiente, tomó la caja y se fue a la ciudad. En la casa había tristeza y yo, por costumbre, me fui tras él. Él se metió en una vieja torre de la fortaleza, yo no quise esconderme y entré también. Pero entonces sucedió algo extrañísimo. En la torre había una sola entrada. Simeón no salió por ahí, pero adentro tampoco estaba. Las paredes peladas, una escalera para subir; subí y llegué a un espacio techado y con almenas, no había nadie! El científico había desaparecido. —
– Pudo haber saltado. —
– Una persona no cabe por las almenas. —
– Y no lo viste más? —
– Claro que lo vi! Simeón volvió pero por otro lugar. En la mañana yo estaba en la casa y en la tarde fui al cementerio, donde mi padre. Yo quería que mis padres se contentaran. Mi papá salió del cementerio de último, cuando me lo llevé a casa. Nosotros ya estábamos cerca de la salida cuando, de repente, Simeón, desde adentro, nos alcanzó. Él estaba sin la caja y todo lleno de tierra, como si hubiera salido de una tumba. Mi padre estaba disgustado y no puso atención a eso, pero Simeón sonrió y dijo que ya había cumplido su asunto y se iría al día siguiente.
– Se fue? —
– Si, al día siguiente. Yo me quedé pensando: “Como llegó al cementerio?”. Desde la ciudad no podía llegar, está en el otro extremo. Yo recordaba la dirección, desde la cual, él llegó a las puertas. Ahí, en una esquina, estaba una cripta abandonada. Yo fui hasta allá, la lápida estaba ladeada, miré el interior y, en vez de un muerto lo que había era un vacío negro. —
– Como que un vacío? —
– Un hueco! El fondo no se veía. Yo creo que era una entrada a la Ciudad de lo Muertos. —
Averianov ladeó la cabeza para mirar a Bakhtliar y, por supuesto, le preguntó:
– Claro que entraste ahí, no? —
– Al principio me dio miedo entrar, pero al mes fui ahí de nuevo, moví la lápida y miré el foso profundo, parecido a un pozo. No quería bajar solo y se me ocurrió algo. Nosotros teníamos una perra, Zhulia, la cual tirábamos en cualquier lado, pero ella siempre volvía a casa. Yo la bajé a la fosa. Los primeros días ladraba, mirando hacia arriba. No le dí ni agua ni comida así, que tuvo que meterse más adentro. Yo pensé que si ella encontraba otra salida, volvería a casa. Era una perra muy inteligente. Si ella volvía al pozo, yo la hubiera sacado. Y la esperé una semana, pero Zhulia no volvió. —
– Y tú no te arriesgaste? —
– Nooo, jefe. Yo recordaba muy bien los cuentos terribles de mi mamá sobre la Ciudad de los Muertos. – Literalmente, Bakhtliar volvió a los recuerdos de su infancia, pero enseguida se compuso y volvió a ser el duro convicto.
– Me mostrarías ese pozo? —
– Todavía tengo siete años para pasar aquí. – se sonrió Ashmuratov.
– Te ayudaré a salir de aquí si bajas a ese pozo y encuentras la caja metálica que tenía Simeón. —
Bakhtliar se rio nerviosamente.
– No jefe. Yo todavía quiero vivir. Búscate otros pendejos. De la Ciudad de los Muertos nadie ha regresado. —
– Y Simeón? Como lo consiguió él? —
– Pregúntale. —
– Está muerto. —
– De muerte natural? —
– No exactamente. —
– Viste? Los espíritus malos de la Ciudad se vengaron. —
Grigori Averianov se disgustó.
– No me vengas con esas estupideces de espíritus! Tú lo que tienes es miedo. Muéstrame dónde está ese pozo y yo consigo unos tipos más arrechos que tú! —
– Candidatos a morirse siempre sobran. —
– Entonces, vas a decirme donde está el pozo? —
– Oye jefe, tenemos pocos cigarrillos. —
Averianov sacó la caja de cigarrillos, ya abierta, y trató de entregársela al convicto.
– Eso es poco. Jefe. —
– Te voy a dar veinte cajas. —
– Y cañita nunca tenemos. El cuerpo lo pide. —
– Dime donde está el pozo y tendrás licor. —
– No me estás engañando? —
– Yo no soy policía. —
– Lo adiviné. Dame un papel. Aquí está la muralla de la ciudad y aquí el viejo cementerio. En la esquina había una cripta, pero en vez de una tumba hay una fosa profunda. Mi padre me dijo que, en tiempos antiguos, así escondían los pozos de los enemigos. Pero yo te digo que ese hueco no se parece a un pozo. Por ahí salió Simeón.
12.– El cadáver en el sillón
Cuando constató que era una persona muerta lo que estaba frente al parpadeante televisor, Tikhon Zakolov palideció de terror. Él había olvidado completamente que a su espalda estaba la puerta de la entrada principal, la cual él no se había molestado en revisar.
Y ahí, en impermeable y con guantes, muy atento al que había entrado a la habitación, estaba escondida una persona. Cuando se dio cuenta de que habían descubierto el cadáver, se puso el sombrero, tomó el maletín negro, lleno de papeles y, sin hacer ruido, salió de la casa por la puerta principal. En una esquina de la calle, el tipo en impermeable, halló un teléfono público, comprobó que no hubiera gente cerca y marcó el número 02 de la policía. Tapando el micrófono con un pañuelo y hablando atropelladamente, el tipo del impermeable informó que en la casa del conocido cineasta se escucharon gritos horribles como si hubieran matado a alguien y colgó la bocina.
Después de la primera ola de pánico, Zakolov se tranquilizó y apagó el televisor. En el centro de la habitación se formó un cono de luz sobre el cadáver. Tikhon corrió la cortina de la ventana un poquito. La luz natural que se coló por la abertura hizo que el cuadro del asesinato no fuera tan dramático. El joven llamó a la muchacha y la encontró en el umbral de la puerta de la habitación.
– Tamara, llegamos tarde. Aquí mataron a alguien. Ahorita lo verás… respira tranquila, Tamara. – Zakolov tomó a la muchacha pálida. – No te vayas a desmayar. No me gustaría. Aguanta. Es necesario que reconozcas a Kasimov. Después nos iremos. —
Él llevó a la muchacha hacia el sillón sosteniéndola por la cintura.
– Es Malik Kasimov? —
Tamara asintió nerviosamente, se pegó a Zakolov y, con voz temblorosa, preguntó:
– Que pasó aquí? —
Tikhon suspiró fuertemente.
– Yo creo que todo fue muy sencillo. A Kasimov lo levantaron de la cama en el medio de la noche. Lo amarraron del sillón y empezaron a torturarlo. La tortura no fue sutil. Le ponen una bolsa en la cabeza, esperan que se empiece a ahogar, se la quitan. Y, de nuevo, le hacen la pregunta. Actuaron calculadamente y a sangre fría. Observa, lo trajeron desde el dormitorio a esta oficina. Esta habitación está en el centro de la casa y aquí hay una sola ventana. Para que no se escuchara nada, cerraron las cortinas y encendieron el televisor. – Zakolov hizo un recorrido con la vista de la habitación revuelta. – Ellos buscaban algo, y él no quiso entregarlo. Kasimov tendría dinero? —
– Poco probable. —
– Y yo lo creo. Juzgando por el papelero regado, los asesinos no buscaban cosas valiosas, sino documentos. —
– Asesinos? Eran varios? —
– Por lo menos, dos. —
– Explícate. —
Tikhon miró con asombro a Tamara, la cual, minutos antes, temblaba de miedo. Ahora, se desentendió del cadáver y, con curiosidad, examinaba la habitación. Una verdadera periodista. Nada que decir.
– Dos. Porque, mientras uno lo sostenía, el otro lo amarraba. Mira, el rostro de la víctima no tiene golpes. El pijama no está roto. Inclusive todos los botones están en su sitio. Si hubiera actuado uno solo, tendría que haberlo ahorcado o golpearlo fuertemente antes de atarlo.
– Que documentos buscarían? —
– Se me ocurre que ellos están interesados en lo mismo que nosotros. —
– Por qué crees eso? —
– Ayer alguien, fuera de la ventana, nos escuchó. Nosotros dijimos que hoy vendríamos donde Kasimov. Y decidieron adelantársenos. —
– Que mala suerte! Llegamos tarde! —
– Tú lo sientes porque mataron a una persona o porque se perdieron unos documentos? —
– Que clase de pregunta idiota es esa? —
– Solo quiero entenderte mejor. —
– Yo necesito saber dónde está el cráneo de Tamerlán! —
– Gracias por la sinceridad. —
– Te gustan las palabritas, no? Los asesinos pudieron haber venido después de nosotros. Y torturar, y matar. —
– Eso es lógico. A propósito, te puedes quedar tranquila. Los asesinos no consiguieron la información. —
– Por qué estás tan seguro? – Una alicaída Tamara se alegró y miró, esperanzada, a los ojos de Zakolov.
– A Malik Kasimov lo torturaron hasta nuestra llegada. Significa que él no dijo nada a los asesinos. Y él no murió asfixiado. —
– Y de que murió entonces? Tiene una bolsa en la cabeza. —
– Antes de morir asfixiada, la persona pierde el conocimiento. Los ojos y la boca estarían cerrados. Kasimov murió instantáneamente. Mira la mancha oscura en el lado izquierdo del pecho. Le dieron una cuchillada directamente en el corazón. Yo traté de sentirle el pulso en el cuello. La piel todavía estaba tibia. Los asesinos oyeron nuestros timbrazos, le cortaron el sonido al televisor y le pusieron la bolsa de plástico a Kasimov. Cuando vieron que de todas maneras entramos, para mayor seguridad lo acuchillaron y se fueron por el jardín. Por cierto, yo escuché sus pasos. – Tikhon reflexionó y recordó algo. Con decepción se mordió los labios y dijo: – Espera…, yo escuché los pasos de una sola persona. —
Se volteó y abrió la puerta del pequeño zaguán. La puerta de entrada a la casa estaba abierta.
– Como no se me ocurrió revisar toda la habitación! Ellos se fueron por caminos diferentes. Y uno de ellos se quedó hasta el final observándonos. Él vio cuando pasamos al jardín. Esperó para ver si entrábamos a la casa. Para ver si encontrábamos el cadáver. Si es así, – Zakolov pasó su mano por la frente. – Si es así, debemos salir de aquí lo más rápido posible. —
– Espera. Debemos averiguar dónde está el cráneo de Tamerlán. – Tamara estaba arrodillada revolviendo y buscando entre las fotografías.
– No toques nada! No hay que dejar huellas digitales! —
– Ya yo estuve aquí. Kasimov me mostró las fotografías. – la joven movió los hombros, indiferente. – Él sugirió que conoce el camino al secreto. —
– Como que sugirió? —
– No dijo nada concreto. Pero en los ojos se le vio seguridad. —
– Temo que tenemos poco tiempo. —
– Claro. Hay que ponerse a buscar. —
Zakolov quiso insistir, pero tuvo dudas. Veinte minutos antes, él invadió la propiedad y después se metió en la casa, sin invitación. La muchacha está buscando y no la molesta el cadáver presente, y él…
Zakolov paseó la vista por la habitación. Buscar en el desorden de los papeles no tiene sentido, pasarían horas. Entre los libros notó a los autores Conan Doyle, Agatha Christie y George Simenon. Quiere decir que al difunto cineasta le interesaban los policiales clásicos. Y alguno de los grandes autores escribió: la mejor manera de esconder algo, es ponerlo en el sitio más visible. Vamos a partir de eso. Que es lo primero que salta a la vista cuando se entra en la habitación?
Tikhon se fue hacia el umbral.
– Te vas? – irónica, preguntó Kushnir y siguió buscando entre los papeles, de manera desordenada.
– No molestes. Tienes algo que hacer, hazlo. —
De nuevo, Zakolov revisó con la vista el desordenado despacho del cineasta. Además del gran escritorio y el armario para libros, donde se concentraron los asesinos, a la vista se manifestaba la pared, llena de fotografías. Había fotos interesantes del trabajo de Kasimov así como fotografías del cineasta con amigos y colegas.
Tikhon se paseó a lo largo de la pared mirando los paisajes, los monumentos arquitectónicos y los rostros de las personas. Había una treintena de fotografías. En algunas se veían construcciones de la edad media. Es posible que, entre ellas, el cineasta hubiera colocado el sitio concreto donde estaba el cráneo de Tamerlán. Pero Kasimov había dicho que él no sabía dónde estaba el sitio, y eso seguramente era verdad. Él también mencionó a la gente de la KGB y al arqueólogo. Ellos están directamente relacionados con el secreto. En las fotografías había militares, pero esas eran del tiempo de la Gran Guerra Patria. También había fotos de grupos de arqueólogos. Se les podía reconocer por la ropa polvorienta, las barbas, el tipo de sombreros y la piel tostada por el sol.
Cuál era la fotografía importante? Donde estaba la pista?
Zakolov volvió la espalda a la pared y miró los ojos muertos de Kasimov. Hacía media hora esta persona estaba viva. Pero lo que era asombroso es que en el instante antes de morir él no miraba al asesino! El que sostenía la bolsa plástica estaba a su espalda y el que lo acuchilló estaba de frente o a su izquierda. La cabeza estaba, claramente, ladeada a su derecha y miraba las fotografías en la pared!
Tikhon trató de determinar la dirección exacta de la mirada. Se empezó a mover a lo largo y a espaldas de la pared, agachándose o estirándose, mientras no sintió los ojos muertos dirigidos directamente a sus ojos. Tratando de no mover la cabeza, mientras estaba semiagachado, se volteó. Su nariz apuntaba a una extraña fotografía.
Era la foto de Malik Kasimov en algún museo de pintura frente a un cuadro abstracto. El cineasta tenía un libro en su mano y miraba ese cuadro. En él estaban representados diferentes figuras geométricas y puntos. Las figuras formaban un patrón incomprensible. El cuadro no recordaba ningún trabajo conocido de los abstraccionistas.
Alguna nueva dirección en el arte contemporáneo, simbolismo o geometrismo, pensó Tikhon. Solo, que hace aquí esa fotografía ordinaria?
Zakolov se volteó para preguntarle a Kushnir sobre la fotografía. Entre ellos había una banda de luz solar desde la ventana. Él pronunció el nombre de la muchacha al mismo tiempo que vio pasar una sombra por la zona iluminada. Hay alguien en el patio. Los asesinos? Solo eso faltaba!
Tikhon le hizo señas de silencio a la muchacha y de no levantarse y, sin hacer ruido, se dirigió a la puerta trasera. Cuando vio hacia afuera, se dio cuenta de que la situación nueva era peor que el regreso de los asesinos. Desde afuera se acercaba un policía. El funcionario caminaba agachado pero había olvidado la gorra alta que se movía en la parte baja de la ventana como una decoración en un teatro de marionetas.
Salir al patio por la puerta de atrás, no era posible.
Zakolov tomó la mano de la muchacha y se dirigió hacia la puerta principal. Tamara agarró la paca de fotografías. Llegaron rápido al zaguán cuando notaron, con pánico, que la puerta principal se abría lentamente. La policía, sorpresivamente, había calculado bien esta vez. Los dos caminos de escape, estaban bloqueados.
Zakolov y Kushnir estaban en una trampa junto al cadáver del respetado cineasta, el cual, todavía no se había puesto rígido.
13.– Entrada a la Ciudad de los Muertos
Por el dibujo sencillo que hizo el convicto Bakhtliar Ashmuratov, el capitán de la KGB, Grigori Averianov, encontró, aunque no enseguida, en uno de los cementerios de Khiva una antigua y singular tumba sin cadáver. Él corrió la lápida y vio una fosa rectangular oscura. El rayo de luz de la potente linterna se movió por las paredes de piedra y apuntó hacia lo profundo. Con una escalera de cuerdas el capitán bajó. Abajo en el fondo, en la pared se abría un estrecho agujero, a través del cual la luz de la linterna se ahogaba en la impenetrable oscuridad.
Averianov retrocedió ante el agujero y se limpió el sudor frío con su mano temblorosa. Un olvidado hecho que le causó terror en la infancia se instaló de nuevo en su cerebro y le aprisionó los hombros. Estando de visita donde los abuelos, el pequeño Grigori se quedó encerrado en un sótano oscuro. Solo estuvo preso en la húmeda mazmorra dos horas pero a él le pareció que había pasado toda una semana. No importa cuanto lo tranquilizaron después, esa fobia infantil, quedarse encerrado bajo tierra y sin luz, se instaló para siempre en la conciencia de Grigori Averianov. Él se avergonzaba de eso, pero no podía hacer nada, el terror era más fuerte.
El capitán subió de nuevo a la superficie y tapó la tumba. Lo más importante es que él había encontrado una entrada a la misteriosa Ciudad de los Muertos. Ahora él podría encomendar el trabajo a los especialistas. Y con eso se tranquilizó.
A la semana siguiente, un arqueólogo experimentado bajó al subterráneo. Los ojos de este brillaron de éxtasis anticipando descubrimientos importantes. El capitán solo necesitaba la caja de metal en forma de urna. Él estaba listo para conceder el honor del descubridor al científico.
Grigori Averianov esperó al arqueólogo 24 horas seguidas. Después tres largos días. Él temía, alejándose de la tumba, no estar presente cuando regresara el científico con ese hallazgo valioso para el estado. Pero pasó una semana completa y no apareció nadie desde el foso.
Siguiendo la opinión generalizada de que, para el estudio de los subterráneos era absolutamente necesario un especialista en cuevas, Averianov se trajo a la Ciudad de los Muertos a otro arqueólogo junto con un espeleólogo. El capitán esperó en la cripta, mirando constantemente el reloj. Al principio habían acordado ocho horas para regresar, pero estas pasaron y nadie apareció. El minutero dio todavía igual cantidad de vueltas y no hubo ni un sonido desde el subterráneo. Pasaron tres días y ya fue claro que los científicos también desaparecieron.
Averianov recordaba las horribles historias que oyó sobre la Ciudad de los Muertos y preparó la siguiente expedición muy cuidadosamente. El capitán halló al mejor escalador, a un experimentado espeleólogo y a un alpinista, vencedor de varias montañas de siete mil metros. Para su protección le fueron asignados dos miembros armados de las fuerzas especiales de la KGB. En calidad de especialista de conservación de antigüedades, Averianov escogió a un joven arqueólogo. A esa expedición se le suministro los aparatos de radio más modernos. El grupo fue unido con una cuerda de nylon, uno de cuyos extremos se quedó en la superficie.
La expedición, la cual constaba de seis personas bajó a lo desconocido al amanecer. Averianov notó que el escalador y el alpinista se persignaron. Averianov, comunista él, lo hubiera hecho también si eso hubiera ayudado al éxito de la empresa. Los primeros minutos se escuchaban las voces alegres, después se cortó la conexión de radio. Pero esto era de esperarse ya que el espesor de tierra entre ellos era grande. Averianov contaba con el restablecimiento de la señal si, de repente, la expedición salía a la superficie en otro lugar.
Grigori Averianov controlaba el movimiento del grupo con la cuerda de nylon. La gruesa bobina giraba tranquilamente, eso quería decir que la expedición avanzaba en la profundidad. Cada quince minutos había dos tirones de la cuerda, entonces todo iba como planeado, sin accidentes.
Pero después del quinto lapso de un cuarto de hora correspondiente, hubo tres fuertes tirones de la cuerda. Peligro! Entonces la bobina giró más rápido y de nuevo, tres tirones! Y el capitán sintió que la cuerda se aflojó, que ya no tenía tensión. Sería que estaban regresando?
Él recogió algunos metros de la cuerda y entonces haló con fuerza. Esto era una pregunta: Todo está bien? En lugar de respuesta la cuerda cayó al piso sin fuerza. El capitán haló otra vez y no hubo ninguna resistencia. Entonces, de una manera desesperada, empezó a halar y halar hasta que apareció la punta ennegrecida de la delgada cuerda.
Después de la desaparición de los miembros de las fuerzas especiales, la alta jefatura de la KGB llamó la atención de lo desordenado del comportamiento del capitán Averianov. Por añadidura, en Uzbekistan corrieron los rumores de que la KGB resuelve el problema de los ciudadanos “incómodos” con secretas cárceles subterráneas. El detallado informe de Averianov sobre las no exitosas expediciones no satisfizo a las autoridades de la KGB. Era difícil creer en la desaparición de nueve personas sin dejar rastros. En cualquier caso dieron la orden de buscar a los desaparecidos en todo el país; lo cual no dio resultado. A Grigori Averianov le prohibieron ir a Asia Media durante varios años, a pesar de sus argumentos sobre la importancia para el país de seguir buscando el cráneo del poderoso Tamerlán. En esos años ya Khrushchev no gobernaba la Unión Soviética y los nuevos gobernantes creían más en la fuerza de las cabezas termonucleares que en la de huesos antiguos.
“Para nosotros es suficiente el poder de los difuntos en la Plaza Roja, – bromeó el alto miembro del Comité Central del PCUS en una conversación con el director de la KGB. – Stalin y Lenin protegen al Kremlin de cualquier peligro.”
El director de la KGB no discutió. Pero como buen pragmático pensó que, reprimir al pueblo dentro del país, es un tipo de fuerza; y conquistar países extranjeros es, absolutamente, otro. Tras largos años de servicio en la seguridad del estado, se había encontrado con hechos tan improbables que no descartaba nada místico. Cualquier milagro debía servir al país, por eso, el director de la KGB emitió una orden secreta y fue enviada en un sobre especial a la sección de la KGB en Samarkanda.
Antes del envío, eliminó la prohibición a Grigori Averianov:
– Como muestra de respeto hacia tu padre te nombro coordinador de este asunto. En cuanto nuestra paloma mensajera llegue a su nido, tú serás notificado. Espera y ármate de paciencia. —
La espera de Grigori Grigorievich Averianov se estiró largos años.
14.– Escape de la trampa
Tikhon tomó a la muchacha por el codo, mirando hacia la puerta que se estaba abriendo. Ahorita los encuentran en el lugar del crimen y entonces los arrestarán. Demostrar su no participación en el horrendo crimen del cineasta va a ser difícil, sino imposible. Correr hacia el jardín no tiene sentido, allá también hay un policía. Y si se meten al dormitorio y salen por la ventana? El ruido va a ser inevitable. Te van a agarrar al tratar de salir por ella. No, por ahí no podemos escapar.
La puerta se está abriendo, un instante más y ellos caerán en las manos de los funcionarios armados, como pajaritos.
Y entonces Zakolov tuvo una idea. Le susurra a Tamara:
– Ponte de espaldas a la puerta y quédate quieta hasta que yo te llame.-
No quedaba tiempo para más explicaciones. Tikhon expuso el cuerpo de la muchacha frente a la puerta y él se escondió tras el batiente que se abría. Este ya estaba perpendicular a la salida cuando el policía, viendo a Tamara, ordenó:
– Detente, no te muevas! —
El funcionario dio un paso adelante. Zakolov esperaba justamente eso. Haló suavemente la pesada puerta, para que pareciera que fuera por inercia y entonces la devolvió violentamente. La puerta vibró por el fuerte golpe contra la frente del policía. Este cayó noqueado. La pistola rodó por el suelo y se detuvo a los pies de la muchacha. Tikhon tomó a la desconcertada muchacha la empujó hacia la puerta y pasaron ambos sobre el policía desmayado.