bannerbannerbanner
Asesinos Alienígenas
Asesinos Alienígenas

Полная версия

Asesinos Alienígenas

Настройки чтения
Размер шрифта
Высота строк
Поля
На страницу:
2 из 2

“¿El gángster?”

“No, el tendero. Y estamos buscando a otro agente llamado Peter Whitefish. ¿Lo conoce?”

“He hecho algunos negocios con él.”

“¿Y su opinión sobre él?”

“Él representa a sus clientes en el modo que él cree mejor para sus intereses.”

“¿Eso significa?”

“Significa que hay algo como cortesía profesional. ¿Alguien más en la lista?”

“También hay algunas cosas que prefiero no decir.”

“Es una lista corta.”

“Las mujeres siempre dicen que lo importante es la calidad, no la cantidad.”

“Sólo lo hacemos por lástima. ¿Algún nombre afuera de la Tierra?”

“No investigo afuera de la Tierra, sólo aquí. Soy de la Interpol, no de la CPI, ¿recuerda?”

Rabinowitz se puso de pie. “Bien, estuvo bien de su parte el darme una mano durante mi pequeño ataque de pánico—”

“Desearía realmente haber tomado su mano. Eso pudiera haber sido divertido.”

“—pero de verdad sólo tuve dos horas de sueño durante las cuarenta y dos horas anteriores. Mi alarma de enojo se encenderá dentro de unos siete minutos, y no querrá usted estar cerca cuando eso suceda. Hasta mi alarma pre-menstrual se queda corta en comparación.”

“Entonces intentaré atraparla cuando esté de un mejor humor. La puerta está por aquí, ¿verdad?”

“Está aprendiendo. Es una señal positiva.”

Esta vez, Rabinowitz tuvo seis horas de sueño antes de que un oficial de policía llamara.

***

“Sólo deseo alquilar un cuerpo,” dijo Rabinowitz de manera gruñona, “no estoy pidiendo un crédito bancario.”

“Hay normas estrictas,” dijo el alienígena. El jenitharpio no se acobardó, pero el gesto de su imagen virtual reflejaba vulnerabilidad frente a la burocracia. “Si por error yo le diese una talla corporal equivocada, perdería mi licencia. Y mi gobierno tiene leyes estrictas que prohíben a los criminales convictos telepresentarse en Jenithar. Por favor, responda todas las preguntas.”

“Su policía me pidió venir. Desean que yo inspeccione la escena de un homicidio.”

“Entonces es mejor que llene el formulario rápidamente.”

“Me alegra no tener que hacer esto cada vez que visito Jenithar,” murmuró Rabinowitz. “Girar es mucho más civilizado.”

Le entregó su registro biográfico estelar estándar al funcionario y se aseguró de que las respuestas que introdujo se encontraban en los campos adecuados. “Nombre completo: Deborah Esther Rabinowitz. Número de identificación: 5981–5523–5514–2769467–171723. Fecha de nacimiento: 17/46/3/22/54 interestelar. Educación: diploma de primer nivel, Universidad de California en Los Ángeles, Estudios Interestelares; diplomas de primer y segundo nivel, Instituto Policultural en Pna’Fath, Estándares Comerciales Galácticos y Dinámicas Interculturales. Progenitores: Daniel Isaac Rabinowitz y Bárbara Samuelson Rabinowitz. Padre aún vive, madre fallecida. Ocupación de sus progenitores: padre, diplomático, nivel plenipotenciario, asignaciones generales; madre, profesora de comparativa de literatura mundial, Universidad de California en Los Ángeles. Hermanos/as: ninguno. Descendientes: ninguno. Ocupación: agente literario. Banco: Banco Mundial Takashiro. Ingresos: ...”

Hizo una pausa. “Presumo que esto se mantiene confidencial.”

“Ah, sí. Tenemos estrictas normas contra la divulgación no autorizada.”

Le dio la información solicitada, tanto sobre sus finanzas personales como las de sus negocios. Pero se frustró cuando siguió leyendo el cuestionario. “No soporto eso. Mire esta lista. ¿Tiene el sujeto alguna sanción penal?; ¿cuál era la reputación del individuo en la escuela?, ¿cuáles títulos tiene el sujeto?, ¿cuáles premios he ganado?, ¿cuáles son los miembros de mi familia durante dos generaciones hacia adelante y hacia atrás hasta mis primos terceros?, ¿es alguno de ellos un criminal convicto?, ¿quiénes son mis socios de negocios y clientes?, ¿cuáles son sus puntuaciones de estatus?... sólo sigue y sigue. Pregunta por todo, excepto si mis clientes tienen sexo con sus mascotas. Verifique el listado de ¿Quién es quién? de mi padre, si desea saber información sobre mis familiares, pero no le suministraré información acerca de mis clientes.”

“Debo calcular su rango exacto, así podré saber la talla de cuerpo que debe usted tener. Esto sólo debe hacerse una vez. Después de eso, su registro siempre estará en el archivo.”

“No esperéis la orden de vuestra salida. No me interesa... mire, sólo déme cualquier talla de cuerpo que desee. O dígame que no me atenderá y me iré donde uno de sus competidores.”

“Probablemente yo pueda relacionar sus datos con otra información pública para obtener lo que necesito,” dijo el empleado de la tienda de alquileres. Miró fijamente su computador durante varios segundos y luego continuó, “Creo, que posiblemente ya tenga lo suficiente como para analizar su estatura equivalente. Espere un momento mientras le asigno un cuerpo adecuado.”

Rabinowitz esperó durante un rato mucho más largo que un momento. Entonces, el empleado le dijo, “Todo está listo. Prepárese para unirse.”

Sin importar cuántas veces lo haya hecho—y ella lo ha hecho con más frecuencia que la mayoría de los humanos—unirse con un cuerpo alienígena siempre era desorientador. La gente de cada planeta construyó cuerpos mecánicos de alquiler, tan parecidos a sus propios cuerpos como sea posible, lo cual los hace extraños para cualquier persona cuyo cuerpo sea distinto. Algunas razas tienen más de dos brazos, y un ser humano sólo pudiera dejar algunos de ellos colgando débilmente; algunos tienen menos brazos, y un ser humano se sentiría discapacitado. Algunos ven en longitudes de onda incomprensibles para el ser humano, mientras que otros pueden oír en frecuencias que los humanos no pueden alcanzar.

Los peores de todos, sin embargo, son aquellos que son casi humanoides, como los jenitharpios. Tenían dos brazos y dos piernas, pero sus brazos comenzaban en su cintura, a la mitad de su cuerpo, en una disposición articulada que de ninguna manera podría llamarse “hombros”. Las manos, difíciles de encontrar, estaban demasiado lejos de su cabeza. Se sentía como si estuviese viviendo adentro de un espejo de feria.

Rabinowitz se encontró de pie al lado del empleado, mirándolo. “Le notifiqué a la policía,” le dijo el empleado. “Llegarán dentro de poco para escoltarla. Me indicaron que los espere aquí.”

“Bien. Prefiero pasar un poco de tiempo a solas con mi nuevo cuerpo, de manera que pueda aprender a utilizarlo.”

“Si lo desea, ahora que ya tenemos su altura en el archivo, podemos prepararle un cuerpo permanente por un pequeño cargo adicional. Un cuerpo estaría disponible permanentemente para usted y podría visitar Jenithar cada vez que lo desee, sin pasar nuevamente por estos inconvenientes.”

“Gracias. Tendré eso en mente si me veo obligada a hacer más negocios por aquí.”

El empleado se fue, dejándola sola. La habitación estaba repleta de estantes con cuerpos de alquiler en todos los distintos rangos de altura—muchos eran más pequeños que el de ella, algunos otros eran considerablemente más altos. Su cuerpo se sentía pesado. Muchas razas fabricaban sus cuerpos de visitante con plástico u otros materiales ligeros. Algunos incluso los creaban haciendo crecer tejidos orgánicos. Los jenitharpios elaboraban los suyos con metal rechinante e incómodo. Este cuerpo estaba cubierto con un marabú falso verde-parduzco. Por su tamaño y color, ella aparentaba tener un rango decente.

Rabinowitz cojeó hasta un área despejada cercana al centro de la habitación, y comenzó a moverse de un lado a otro. Los movimientos de sus piernas no eran excesivamente malos si daba muchísimos pasos súper cortos, como si estuviese usando un kimono muy estrecho. Los brazos largos y delgados se sentían inútiles y colgantes; parecían caer como mangueras de hule, y ella prácticamente debía dislocar sus hombros para moverlos. Eran más que brazos, tentáculos, sin verdaderas articulaciones. “Debes ser una bailarina balinesa para lograr que estas cosas se muevan bien,” murmuró.

Quince minutos después, se sintió lo suficientemente cómoda como para no avergonzarse en exceso. Afortunadamente, nadie esperaba que un alienígena en un cuerpo alquilado fuese elegante. Cada raza tenía sus propios chistes sobre lo torpes que eran los visitantes de otros planetas.

Un par de novatos ingresó a la habitación, uno era un tanto más alto y más pálido que el otro. No había una forma inmediata de determinar sus sexos. “¿Srta. Rabinowitz?” dijo el más alto, que seguía siendo más bajo que ella. “Permítame presentarme. Soy Feffeti rab Dellor, oficial de tercer nivel. Me siento agradecido de que haya aceptado prestar su asistencia para nuestras investigaciones. Por favor, acompáñeme, visitaremos la escena del crimen.” Ni siquiera se molestó en presentarle a su compañero de menor tamaño.

“Conéctate, MacDuff,” respondió Rabinowitz.

El oficial hizo una pausa. “Disculpe. Eso no lo tradujo bien.”

“No se preocupe. Era una alusión literaria. De todos modos, yo no debería estarlas regalando.”

El oficial Dellor y su compañero condujeron a Rabinowitz por un pasillo repleto de gente hasta un elevador, donde la subieron a un vehículo grande donde iban otras personas. Descendieron dieciséis pisos hasta que Dellor indicó que habían llegado a su nivel. Salieron y caminaron entre más multitudes hacia una parada de transporte público. La gente les abría paso conforme ellos caminaban; posiblemente Dellor tenía alguna insignia policial que Rabinowitz no podía reconocer, o quizás las personas respetaban su estatura, que era mayor a la de casi cualquier otra persona a su alrededor.

Al parecer, hasta los funcionarios policiales usaban el transporte público aquí. Pidieron el próximo taxi en la fila, pasando antes que cualquier otra persona que se encontraba esperando. Dellor le entregó al conductor, quien era mucho más bajo, un código policial de desactivación y un destino, y el taxi aceleró.

La única experiencia anterior de Rabinowitz en Jenithar fue en el espacio de giro de Levexitor, así que sus primeras “vistas” reales, le encantaron. El cielo estaba nublado, e inclusive a pesar de que su cuerpo artificial no podía diferenciar los rangos normales de temperatura o humedad, el clima se sentía húmedo. El cielo brillaba a pesar de las nubes; Rabinowitz había leído que el sol de Jenithar era uno del tipo F, ligeramente más brillante que el de la Tierra. Los filtros de su cuerpo de alquiler limitaban la luz hacia un nivel adecuado, pero hacían extraños cambios a su manera de percibir la profundidad, además, le hacía ver los colores desteñidos y antinaturales.

Esta región en particular era una ciudad con suficientes rascacielos como para hacer sentir cómodo a un habitante de Manhattan, pero ese mismo neoyorquino pudiera gritar de sorpresa por lo limpio que se encontraba todo. Legiones de trabajadores municipales fueron contratadas únicamente para mantener los edificios y calles inmaculadamente pulcros y libres de basura. Rabinowitz pudo haber pensado que esto se derivaba de algún sentido de orgullo cívico, eso si su lectura anterior no le hubiese explicado que era parte de un programa de empleo pleno.

Había gente en todos lados, en constante movimiento. Formaban largas filas de peatones a los lados de la calle, en filas ordenadas de acuerdo a sus estaturas, con cada acera dedicada al tráfico peatonal de un sentido. Había un remolino de colores y formas, pero sorpresivamente, había pocos sonidos. Al estar forzados a vivir juntos tan cercanamente, los jenitharpios desarrollaron normas estrictas sobre la invasión de la privacidad ajena con sus propios ruidos.

“Usted es un agente literario, ¿correcto?” preguntó Dellor mientras iban en camino.

“Sí. Jenithar sigue siendo un mercado muy abierto para la literatura de mi mundo.”

“¿Ha hecho negocios con el Mayor Levexitor durante mucho tiempo?”

“Sólo durante los últimos cuatro meses,” respondió Rabinowitz. “Esperaba que fuera el inicio de una larga relación de negocios, pero ahora parece que tendré que hacer otros contactos.”

“Declaró que cuando fue asesinado, usted se encontraba visitando a Levexitor.”

“Sólo estaba girando. Hubo silencios extraños en nuestra conversación. Sospecho que alguien más estaba físicamente presente en ese mismo momento, pero esa persona no estaba conectada al espacio de giro, así que no se quién fue.”

“¿Sobre qué estaban conversando cuando sucedió la muerte?”

Rabinowitz dudó. “Negocios,” dijo. “Vine para hablar sobre los derechos teatrales submarinos de los trabajos que estuvimos negociando—”

“No hay necesidad de extenderse,” interrumpió Dellor. “No necesito saber los detalles íntimos sobre los asuntos de negocios del Mayor. ¿Conoció usted bien a Dahb Chalnas?”

“¿El asistente de Levexitor? En realidad, no. Generalmente él estaba en el entorno cuando el Mayor y yo nos reuníamos, pero rara vez hablaba.”

“Sin embargo, él no estuvo allí en ese momento.”

“En el espacio de giro, no. Levexitor me dijo que era su día libre.”

El taxi había llegado a un lugar distinto de la ciudad, mucho menos concurrido. Aquí los edificios eran más pequeños y estaban separados uno del otro, y eventualmente su vehículo llegó a una parada en frente de una casa de dos plantas, con una pared baja a su alrededor y un jardín con mini-huerto en el patio frontal. Rabinowitz la miró con fascinación; Levexitor era una de las personas más importantes en Jenithar, y su casa tenía menos de dos tercios del tamaño que la de ella. “Todo es relativo,” murmuró, mientras salía del taxi con sus escoltas policiales.

Los oficiales la condujeron hacia adentro de la casa, y ella miró impactada mientras cruzaba el umbral. El hogar de Levexitor hacía que la simple miseria se viera respetable. Montones de desechos cubrían el piso, lo que hacía difícil encontrar un camino despejado para caminar, y ella debía pisar con cuidado sobre pequeños riachuelos de fluido amarillo-verdoso. Las paredes exudaban glóbulos grasientos de algún material viscoso no identificado. Rabinowitz estaba segura de que el hedor la habría dejado inconsciente si su cuerpo artificial pudiese transmitir un poco más los olores, en lugar de emitir una alarma contra humo o químicos corrosivos.

“¿Quién es el decorador?” preguntó en voz alta. “¿La Oficina Central de Alcantarillado?” Esta casa contrastaba mucho, tanto con la limpieza de las calles de la ciudad, como con la pulcritud del espacio de giro de Levexitor, era difícil creer que pertenecían al mismo planeta. Pero sabía que también muchísima gente en la Tierra tenían un espacio de giro muy distinto a sus verdaderos hogares y oficinas.

“Debe haber tenido un equipo muy incompetente,” continuó.

“El Mayor Levexitor vivía solo aquí,” agregó Dellor. “No tenía personal, además de su empleado, Dahb Chalnas.”

“¿Completamente solo? ¿Sin personal? ¿Un hombre tan alto e importante como el Mayor Levexitor?”

“Una de las ventajas de ser tan alto,” dijo el oficial, “es que se le permite vivir solo.”

Rabinowitz asintió pensativa, o al menos lo intentó; esta acción hizo que su pesado cuerpo metálico se saltara inestablemente. “Supongo. Bien, muéstreme lo que quería que viera, para que pueda irme a devolver este cuerpo a la agencia. Querrán darle un buen baño de ácido antes de que alguien lo use de nuevo.”

Dellor la condujo por varias habitaciones, una más desagradable que la otra, hasta que finalmente se detuvo y dijo, “Aquí es donde el Mayor Levexitor fue asesinado.”

Tanto como Rabinowitz pudo ver, la única semejanza que esta habitación tenía con el espacio de giro de Levexitor era la mesa de trabajo alta con escritorio computarizado, similar a aquél donde se encontraba cuando falleció. “Realmente no es nada como lo que vi.”

“No esperaba eso. Sólo díganos qué vio.”

“El Mayor Levexitor estaba de pie en esta mesa, caminando hacia mí. Hubo pausas ocasionales; pudo haberse estado saliendo momentáneamente del espacio de giro para hablarle a alguien que se encontraba físicamente presente. A mitad de nuestra conversación, miró hacia arriba de repente, dio un pequeño grito y se derrumbó contra la mesa. Miré a mi alrededor, pero no pude ver a ninguna otra persona en el espacio de giro. Luego, el cuerpo del Mayor se sacudió en posición vertical—Supongo que el homicida haló su cuerpo físico hacia arriba hasta llegar al set de giro—y vi que los controles estaban siendo manipulados por manos invisibles. Luego, la conexión se interrumpió y regresé a mi verdadera casa.”

Dellor guardó silencio durante un momento, y dijo, “Esto confirma nuestra teoría. Acepte nuestras gracias por su cooperación. Ahora le llevaremos de regreso a la agencia de alquileres.”

“Espere un minuto. ¿Se trata de esto? ¿Corren con los gastos para traerme aquí, me hacen pasar por toda la palabrería para alquilar este cuerpo y me llevan a esta cloaca infectada para pasar dos minutos mirando una mesa y contándoles la misma historia que conté por teléfono?”

“Eso es correcto.”

“Dígame, ¿cuál es su teoría?”

“En realidad, eso no es de su interés.”

“Bien, me está interesando.” Se paró al lado del oficial y estiró su cuerpo hasta su máxima estatura, mirándolo hacia abajo con lo que ella esperaba que fuera helada prepotencia. “Y si usted alguna vez desease ser más alto, usted también lo haría de mi interés.”

Dellor hizo una pausa. “Es en realidad muy simple para que se moleste usted con eso. Sólo hay una persona que pudo haber cometido el crimen.”

“Dígame.”

“Sólo pudo haber sido su asistente, Dahb Chalnas. Ya se encuentra detenido, y sólo faltan breves momentos para que confiese.”

“Bien. El mayordomo lo hizo. ¿Cómo llegaron a esta sorprendente revelación?”

“No es difícil. Chalnas es la única persona que tenía acceso a la casa.”

“¿Acaso no pudo el Mayor haberle permitido entrar a alguien más?”

“Al igual que la mayoría de las personas de su altura, él valoraba demasiado su intimidad. No habría permitido la presencia física de otra persona cuando simplemente pudo haberse comunicado con esa persona girando.”

“A no ser que haya algo que no hubiese querido discutir a través de canales,” reflexionó Rabinowitz.

Dellor hizo una pausa. “¿Tiene evidencia de algún asunto tan delicado?”

“No. No tengo evidencia. Pero ¿por qué están tan convencidos de que ha sido Chalnas? Siempre me pareció muy tranquilo, muy sumiso.”

“Srta. Rabinowitz, usted es extranjera en Jenithar. No conoce nuestras maneras. Con frecuencia, personas tan bajas como Chalnas ocultan una venenosa envidia hacia sus superiores. Lo he visto suceder con demasiada frecuencia, una persona asesina a otra más alta que ella sin razón aparente más que la frustración y el resentimiento. Posiblemente sea un comentario triste sobre nuestra civilización, pero es un hecho con el que debemos vivir.”

“¿Con qué cosa lo golpeó?”

“¿Disculpe?”

“Si Chalnas era mucho más pequeño que Levexitor, sus manos vacías probablemente no eran lo suficientemente fuertes para matarlo. ¿Qué usó como arma homicida?”

El oficial no era el menos desconcertado. “Pudo fácilmente usar algún objeto pesado en la habitación y después llevárselo para deshacerse del mismo. Como puede ver, es imposible saber si algo se encuentra extraviado. Por favor, créame, sin lugar a dudas, Chalnas es el culpable.”

“Bueno, si están tan seguros... es su problema y su planeta, y no tengo derecho a decirles cómo conducirlo. La próxima vez, sólo hablen conmigo por teléfono en lugar de llevarme por toda la galaxia sólo para hacerme mirar un chiquero.”

***

Rabinowitz se esforzó mucho en concentrarse cuando regresó a casa. Había un ensayo en tan sólo un par de días. Tenía escenas que eliminar para Mac y Lady M. ya que ellos discutieron al planificar el destino de Duncan. Pero otras visiones se le interponían. Cuando no veía el desastre de la casa de Levexitor, pensaba sobre el tranquilo y servil Chalnas encarcelado por el homicidio de su jefe. El repique del teléfono fue, en realidad, una interrupción bendita—especialmente cuando vio el identificador de llamadas antes de aceptar contestar.

Конец ознакомительного фрагмента.

Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

Конец ознакомительного фрагмента
Купить и скачать всю книгу
На страницу:
2 из 2