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— Si les contara qué es lo que hace en realidad Larry Belfiori durante, digámoslo así, su «servicio», no me creerían, pero en el fondo no hay de qué sorprenderse.
— ¿Qué? Explíquese.
— En este momento, por encargo de algunas multinacionales, está trabajando para traer inmigrantes clandestinos directamente de sus lugares de origen o al menos de Libia y Egipto, haciéndolo de una manera que no entren en Reino Unido. Sigue completamente la logística de esos lugares, mediante la colaboración con diversos traficantes y reparte a los clandestinos sobre todo en otras naciones europeas.
— Pero tendrá una sede desde la que dirigir todo eso.
— Sí, tiene su base en Bruselas, precisamente a un par de pasos del Parlamento Europeo, pero, que quede claro, señores, ¿puedo confiar en ustedes en lo que respecta a la recuperación de esas fotos?
— Esté tranquilo, juez, es uno de los motivos por los que se hace necesario encontrar cuanto antes a Larry Belfiori
— Mi secretaria les dará luego las direcciones exactas donde reside Larry Belfiori, serán más de una pues normalmente suele cambiar de lugar y domicilio y siempre está controlado por nosotros.
5.
Bruselas, marzo de 2017
Desde el primer momento, para descubrir realmente de qué naturaleza eran las acciones de Larry Belfiori, se pensó en una trampa, pero, a pesar de micrófonos y cámaras escondidos, no se descubrió ningún contacto con contrabandistas o criminales de otro tipo.
Hasta que un día, que para los agentes se presentaba como el enésimo que iba a transcurrir entres cafés, cigarrillos y un continuo sorber de bebidas, una explosión en el interior de uno de sus muchos pisos facilitó lo que luego resultaría ser su fuga.
Como si de repente el espiado no hubiera sido Larry Belfiori y cualquiera que hubiera estado a su lado, sino los propios agentes que lo vigilaban.
Se hilvana así una investigación improductiva para recabar información de la frontera belga, de Francia y otros países limítrofes, pero ninguno parecía saber dónde se encontraba Larry Belfiori.
Lo habitual era pasar horas en lo que los agentes del FBI habían identificado como su oficina.
Que se encontraba dentro de una de sus viviendas.
En estas casas, aparte de él, la única persona que tenía siempre acceso libre era la que se suponía que era su mujer.
Que tras investigaciones más profundas se descubrirá que era Danielle Hudson, ciudadana belga y estadounidense.
Pero también podría haber sido un nombre falso, una tapadera.
Los agentes sabían dónde se alojaba y extrañamente tampoco ella tenía contactos con otras personas distintas de Larry Belfiori.
Salvo pasar con él alguna noche, no solían convivir; ella tenía su casa, de la cual pagaba el alquiler.
Aparte de algún beso excepcional (que los agentes luego relacionaron sobre todo con el hecho de que los dos sabían que estaban siendo espiados) en el interior de las paredes domésticas, no había nada que hiciera pensar que fueran pareja, ni un contacto, ni una discusión concreta.
Y los agentes querían ver hasta qué punto Danielle Hudson era una cómplice.
Se apostaron durante días delante de la que entonces debería haber sido su casa.
Finalmente notaron algo: un hombre, no muy joven, que entraba en el piso, forzando rápidamente la cerradura de la entrada.
De inmediato, Joseph Nicosia, de acuerdo con Paul Mary, se puso la ropa de agente de policía y, haciendo uso de su francés casi perfecto, se preparó para detener, arrestar y eventualmente interrogar a quien en condiciones normales se habría podido considerar como un ladrón a todos los efectos.
Convencidos los agentes de que en un piso como ese no se podía tratar de un ladrón, decidieron actuar de inmediato.
Por el contrario, increíblemente, se producirá un breve tiroteo del que ambos salieron ilesos y luego los agentes buscaron encontrar alguna pista adicional después de que su objetivo tuviera tiempo de huir por piernas.
Pero no hubo ningún éxito, ni en la búsqueda del fugitivo, ni en las pistas, imposibles de encontrar en los muebles y puertas del piso.
Un detalle que se les había pasado por alto era que el hombre llevaba gruesos guantes de piel.
Un detalle en todo caso de poca importancia, porque lo importante habría sido detenerlo.
Podía ser un hombre de Larry Belfiori y por los indicios no se averiguó gran cosa.
Pero al FBI llegó una comunicación a través de Internet donde se especificaba que el hombre en cuestión se encontraba en ese piso para una operación encubierta en relación con la investigación secreta promovida por el juez Price en sus enfrentamientos con Larry Belfiori.
Además, resultó que alguien había contactado con la policía de Bruselas para saber si algún agente de policía se encontraba en ese piso para impedir un robo, y se le dijo que no había ningún agente en una operación similar.
Eso explicaba el enfrentamiento con los hombres de Paul Mary.
Se hizo el retrato robot del hombre con el que se había topado Joseph Nicosia, un hombre aparentemente de los servicios secretos británicos, contra quien se formularon las acusaciones con no pocas dudas.
6.
Londres, abril de 2017
— Se trata de las fotos, agente Mary.
— ¿Las fotos de su chantaje?
— Sí, eso. Lo que más me ha sorprendido es el hecho de que a las fotos le han añadido un mensaje: parece que han considerado necesario hacerme saber que la devolución de estas fotos es una mera y simple formalidad, casi una tontería, porque de todos modos podrían haber tenido más copias; ¿usted cómo entendería esto, como una tentativa, una solicitud de poner fin a este asunto?; mi impresión es esa.
— Es probable, Dr. Price, que nuestros sospechosos sepan quiénes somos y que de igual manera sepan o incluso vean que los estamos vigilando y esta carta, ya le digo, llega precisamente en el día en el que hemos conseguido del fiscal Richardson la autorización para proceder con respecto a estos individuos; no solo Larry Belfiori, sino también sus posibles secuaces Webb y Merries, de quienes todavía sabemos poco o nada; ¿supongo en este momento que las informaciones, el correo electrónico que ha llegado con respecto a un agente británico que actuaba de incógnito a su solicitud, no venían de usted?
— En realidad, no; ¿de qué estamos hablando?
— Era lo que yo pensaba, ahora tengo la certeza de que Larry Belfiori sabe todo de nosotros, de nosotros y también de usted, Dr. Price; debe saber que el motivo principal por el que hoy he venido aquí, además de la carta, de la que supe a través de un SMS, es sobre todo por el correo electrónico sospechoso que le decía, que parece llegar por su cuenta directamente a nuestra sede de Nueva York; ¿usted, además de no haber enviado este correo, ha hablado a alguien de esta carta o pedido a alguno de sus hombres que advirtieran a aquel de la existencia y la llegada de esta carta sospechosa?
— Agente Mary, yo no esperaba ni su presencia aquí hoy, sobre todo en relación con la carta, ni mucho menos (ni siquiera mi secretaria, que ha recibido el encargo de entregármela «cerrada», repito, «cerrada») he mencionado nunca esta carta a nadie, solo a usted después de que usted mismo la mencionara.
— ¿Entonces todo está claro para usted?
— Yo diría que sí.
7.
Tras las indicaciones/testimonio de un agente británico - Londres, mayo de 2017
El lugar era uno de aquellos que no se recomendarían a nadie.
Una vieja oficina del gas junto al Támesis, lugar en el que se realizaban los negocios más turbios.
En una mezcla de olores entre petróleo, gasolina y carne camina el mal.
Los agentes Mary y Nicosia sabían muy bien que el presunto chantajista del vídeo no saldría con vida.
Con David Lobowicz presente.
— FBI —se oyó a lo lejos la voz de Paul Mary.
— Escuche, estas son cosas que normalmente resolvemos entre nosotros y luego ustedes, los del FBI, aquí en Londres; ¿qué significa esto? —replicó David Lobowicz.
— ¿Entonces también el homicidio se encontraría entre sus prácticas resolutivas?
— Miren…
— ¿Y también ha arreglado de esta forma las cosas con Virginia Blade y Pete Norton? —El estupor rodeó en un momento a David Lobowicz y sus hombres, mientras Paul Mary y Joseph Nicosia se acercaban lentamente.
— Solo queremos hablar —continuó Paul Mary— y aclarar algunas cosas.
— Bien, agentes, pero ¿y el vídeo?
— De momento les tengo que pedir que dejen las armas en el suelo: hay francotiradores por todas partes y hombres listos para entrar en acción, están rodeados.
— ¿Y de qué me podrían acusar? —David Lobowicz sonrió, indicando con un gesto a sus hombres que dejaran las armas en el suelo.
— ¿Larry Belfiori, trabaja para usted, es uno de los suyos?
— Querría que al menos me mostraran una copia del vídeo, si no les molesta.
— Antes deberá responder a algunas preguntas, Mr. Lobowicz.
— No sé cómo han llegado hasta mí, quién les ha mandado aquí, pero no creo que tenga mucho que decir sobre los nombres que me han dado.
— Sin embargo, nosotros pensamos que usted sabe más de lo que nos quiere hacer creer.
— Virginia Blade... creo que había alguien que la perseguía, una de esas personas que se divierten matando estrellas.
— ¿Y Larry Belfiori, Pete Norton, Nat Calaiò, incluso algunos hombres del ministerio?
— Puedo hablaros de Pete Norton, que se encargó de protegerla: es posible que lo matara el mismo hombre que perseguía a Virginia Blade.
— ¿Me está diciendo que este hombre consiguió matar a Pete Norton en el interior de un edificio de máxima seguridad?
— ¡En todo caso, quiero ese vídeo!
— Si no nos dice qué papel tiene en todo esto Larry Belfiori, en menos de una hora haremos distribuir este vídeo por todas las revistas más importantes de Reino Unido.
— ¿En menos de una hora, dice? ¿Y sabe que en menos de una hora podría cancelar la publicación?
— ¿Por qué tener problemas entonces y pagar por este vídeo?
— Es algo que no le importa.
— Querrá decir que, además de la publicación del vídeo, se hablará también de una extraña unión entre familias importantes y servicios secretos corruptos, dando nombres y apellidos, incluidos los suyos y los de Larry Belfiori, asumiendo una nueva versión sobre la muerte de Virginia Blade.
— Ese video no llegará a las manos de ninguna revista.
— ¿Está seguro? Podría pararlo enseguida, pero de hecho ya habría salido.
— En resumen, Belfiori; ¿quieren a Larry Belfiori, quieren saber si trabaja para mí?; no, no trabaja directamente para mí, pero nos ayuda.
— ¿En qué, tráfico de inmigrantes, drogas, armas, chantaje a políticos, jueces?
— Son cosas de las que al menos debería traerme algún indicio de prueba, ¿no cree?
— Tenemos una grabación en la que Belfiori nos cuenta su móvil para la muerte de Virginia Blade, que Webb y Merries son hombres suyos y que fue una muerte puramente accidental, por sobredosis.
— ¿Y entonces de qué estamos hablando?
— ¿Y sobre Pete Norton y Nat Calaiò, dos muertes más que sospechosas?
— Escuchen agentes, esos dos pueden haber tenido problemas que no hayan tenido nada que ver con la muerte de la cantante, ¿no les parece?
— Al menos querríamos hablar con Larry Belfiori.
— ¿Para qué, para arrestarlo?; ahora mismo les mandaría a verlo, pero ¿qué garantías me dan?
— Por el momento, sería importante al menos hablar, podrá venir en presencia de un abogado y nos limitaremos a tratar únicamente el caso Blade-Norton
— ¿Y el vídeo?; ¿quién me dice que no es una trampa?
— Si se habla de trampas, Mr. Lobowicz, en todo caso están a la orden del día aquellas que usted y sus hombres hacen con respecto a quien molesta en sus operaciones.
— Sí, sí, lo habitual en los policías. No creo que Larry sea imputable por estos hechos y, en cuanto al resto, debería saber que a menudo participa en el juego.
— Solo una conversación normal, después de la cual podrá recuperar el vídeo el mismo Belfiori
— Haré que se reúna Larry Belfiori, pero ese vídeo debe aparecer, ¿entendido?
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