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Confesiones De Una Sinvergüenza
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Confesiones De Una Sinvergüenza

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“Sería un placer,” Shelby hizo una mueca. “Pero tengo un pedido antes.”

Jason frunció el ceño. Casi tenía miedo de preguntar. “¿Qué necesitas?”

“Es una cosa pequeña. Estoy seguro que te podrás encargar.” Estiró su mano. “Dame tu pistola.”

Jason no iba a ningún lado sin su pistola. Era una de las cosas que lo hacían sentirse siempre seguro. No se sentía confiado de poder salir del club sin ella amarrada a él. “¿Por qué?”

“Porque es hora de que dejes de lado algunas de tus redes de seguridad,” Shelby hizo una mueca. “Y voy a patearte el trasero todo el camino hasta allí, preferiría no resultar herido por mis esfuerzos.”

“Yo nunca…”

“Si, lo harías,” Shelby lo interrumpió. “Quizás no dispares a matar, pero no voy a dejar que aprietes el gatillo, porque te enojas conmigo.”

Jason inclinó su cabeza a un costado y lo consideró. Había habido muchas veces en que Shelby lo habría merecido. Su amigo no era la persona más amable en el salón. Demonios, la mayoría de las veces ni siquiera cubría las expectativas. “Si te prometo que no voy a usarla, ¿me la puedo dejar?”

“No,” dijo Shelby firmemente. “Se queda acá.” Alzó su mano a Jason haciéndole un gesto como para que terminara de hablar. “Antes de que digas más… aunque me prometas no hacerme daño, no te tengo confianza que no vayas a hacerle algo al abogado, si él no tiene buenas noticias para darte. Entonces deja el arma aquí.”

“Bien,” Jason aceptó. No dijo nada de dejar su cuchillo. Al menos tendría esto. Aunque prefería su arma…”Si insistes, la dejaré en el escritorio de Harrington. De esa manera, ninguno de los advenedizos que él deja entrar, jugarán con ella y accidentalmente herirán a alguien.”

“No debes explicarme eso a mí. Nadie es tan malo como el Conde de Barton. Juro que se está volviendo más tonto cada día.” Shelby puso los ojos en blanco. “Harrington debería restringir sus privilegios pronto, si sigue comportándose como un tonto.”

Habiendo tenido varios encuentros con Barton en el pasado, Jason conocía la falta de sentido del joven duque. Decir que era un idiota, no mostraba el alcance completo de ineptitud. “Esa es una de las razones de las porque te tiene a ti y a Darcy.” Sus labios se inclinaron hacia arriba en una sonrisa maliciosa. “Debes pelear con los imbéciles que no pueden distinguir su cabeza de su trasero.”

“No me lo recuerdes,” Shelby se estremeció. “Ahora, ve a poner la pistola en el escritorio, así podemos irnos. Odiaría perderme al buen abogado, antes de que deje su oficina por el día.”

Jason se quejó un poco, pero hizo lo que le pidió Shelby. Después volvió donde su amigo todavía estaba descansando. Shelby terminó su brandy y colocó el vaso en la mesa, para que un sirviente lo retirara después. “Vamos, “dijo.

Jason asintió y lo siguió fuera del salón. Salieron del club y fueron hacia la oficina del abogado. No sabía con que se encontraría allí cuando llegaran, pero lo solucionaría. Jason no era un cobarde, y era tiempo de dejar de actuar como tal. Respiró hondo y se dirigió a hacer lo que debía. Sería difícil, pero lo tenía a Shelby con él. Eso debía ayudarlo en algo…

CAPÍTULO DOS

Lady Samantha Cain dio un suspiro y dibujó una sonrisa en su rostro. Se detuvo en la entrada de la casa de su querida amiga, Marian, la condesa de Harrington, y se preparó a golpear. No había ninguna razón para su miedo, pero no podía evitar el sentimiento. Tal vez era que se sentía fuera de lugar. La última de ellas que permanecía desapegada sin ningún signo de tener alguna pareja…Ella estaba feliz por ellas. Sus amigas habían encontrado el amor y – ¿a quién estaba engañando? Cada parte de su alma gritaba la injusticia de todo esto. Ella. Estaba. Sola.

Su hermano, Gregory, el Conde de Shelby, se había ocupado de alejar a todos los pretendientes de ella. Nadie más había pedido bailar con ella. Había dejado de ser una beldad para transformarse en una solterona. No habría amor para ella, ni marido, ni hijos. En vez, sería la tía solterona de los descendientes de Gregory y Kaitlin. Odiaba sentirse egoísta, pero no podía evitarlo.

Samantha cerró sus ojos y se preparó mentalmente para la visita. No dejaría que ninguna de ellas se diera cuenta de lo infeliz que se sentía. No era su culpa que ella hubiera fallado en encontrar el amor o que el hombre que amaba no le hubiera correspondido en sus sentimientos. Nada iba a cambiar, y tenía que aceptarlo. Levantó su mano y tomó la aldaba, golpeándola contra la puerta tres veces. Después de unos minutos, la puerta se abrió y el mayordomo de los Harrington se presentó delante de ella.

“Por favor, pase,” le hizo un movimiento para que entrara. “Lady Harrington la está esperando en la sala de estar.”

“Gracias,” dijo ella y entró. No había necesidad para otras amabilidades. Samantha visitaba la casa suficientemente a menudo para que los sirvientes la conocieran, y ella conocía bien la disposición de la casa. Caminó a través del vestíbulo y luego giró hacia la sala de estar. Kaitlin y Marian estaban ambas dentro, tomando té.

“Por favor, acepten mis sinceras disculpas. No esperaba llegar tan tarde,” dijo Samnatha, mientras entraba despreocupadamente al salón. Parecía que no le importaba nada del mundo. “Tuve varias cartas que escribir y perdí noción del tiempo. Espero no haberme perdido nada importante.”

“Para nada,” dijo Kaitlin. “¿Quisieras tomar una taza de té? Puedo servírtela.”

“Yo lo haré,” respondió Samantha, tomando asiento en el sofá. Miró a Marian. “¿Cómo está ese pequeño tuyo?”

Marian blanqueó sus ojos. “Adoro a mi hijo, pero ha estado lejos de ser un querido niño últimamente. Ha estado revolucionando la casa hora tras hora en la noche. Casi no hemos podido dormir.”

El pequeño Vizconde Rosbern tenía seis meses de edad y era la luz en la vida de sus padres. “No el pequeño Jeremy,” Samantha suspiró, llevándose la mano a su pecho. “Él nunca sería tan diablillo.”

“Veo que te ha conquistado,” rió Marian. “Él sacó el temperamento y el encanto de su padre. Dios salve a las jóvenes cuando crezca. No estarán seguras. Temo que vaya a dejar un montón de corazones rotos en su camino.”

Era un bebé precioso. No es que Samantha hubiera estado en contacto con muchos niños, para saber si era así con todos los infantes, pero se mantenía parcial con Jeremy. Tenía que estar de acuerdo con su madre. El pequeño Jeremy probablemente siguiera los pasos de su padre y se convirtiera en un pícaro malvado. De todas maneras, el tiempo diría…”Él tendrá a su madre para que lo guíe. Ojalá que sea suficiente para que sea un hombre honorable.”

“Oh, lo será,” manifestó Marian, “O lo voy a estrangular.” Ella sonrió suavemente. “Finalmente hemos conseguido hacerlo dormir después de horas de llanto. Le están saliendo los dientes, pobrecito. Ahora, está durmiendo su siesta.”

“Qué mal,” dijo Samantha. “Me habría encantado abrazarlo y besarlo. Tiene unas risitas preciosas.”

Kaitlin trajo una taza de té y se la alcanzó. “La preparé como te gusta.”

“Gracias,” dijo Samantha. Ella amaba a estas dos mujeres. No sabía cómo sería su vida sin ellas dos. Ambas eran tan…felices. Dolía a veces estar cerca de ellas. “¿Cómo estás? ¿Tú y mi querido hermano están planeando agrandar la familia?”

Toda la cara de Kaitlin se sonrojó ante la pregunta de Samantha. “Yo…”

“No la molestes así,” dijo Marian y después sonrió con perspicacia. “Aunque estoy encantada de que preguntes. Me he estado preguntando lo mismo.”

“Bien…” Kaitlin se aclaró su garganta. “Por supuesto que tendremos hijos. Algún día.”

Marian alzó una ceja. “¿Algún día?”

“Si,” dijo Kaitlin un poco más firmemente. “Gregory necesita un heredero…”

Samantha menó su cabeza. Ese era aparentemente un tema que Kaitlin no quería tratar. Desafortunadamente para ella, Samantha y Marian no dejarían pasar el tema tan fácilmente. Samantha reconoció la expresión en la cara de Marian, ella seguiría preguntando hasta que obtuviera la respuesta que esperaba. “Lo que creo que Marian está tratando de decir,” Samantha comenzó, "es que sea más pronto que tarde. Creo que ella espera que su descendencia tenga alguien con quien jugar.”

De alguna forma la cara de Kaitlin se sonrojó aún más. “Err…No estoy discutiendo mi uh…” Ella agitó su mano en el aire, tratando de encontrar las palabras justas para decir.

“¿Asuntos de alcoba?” Marian agregó. “¿Shelby no se está ocupando de estas cuestiones?” Ella meneó sus cejas. “Tal vez Jason debería tener una conversación con él y explicarle…”

“Él no necesita orientación en ese aspecto,” Kaitlin la interrumpió. Una expresión de espanto se dibujó en su rostro. “Créanme. Es bastante experto en esa área.”

“Y no quisiera escuchar acerca de las inclinaciones de mi hermano,” dijo Samantha, un poco horrorizada ante la perspectiva. “Todo lo que quería era un sí o un no, quizás tengas un bebé pronto. Eso sería suficiente de un modo u otro…”

“Bueno,” dijo Kaitlin. “Espero que sea pronto, pero no puedo asegurarlo ahora.” Miraba su taza mientras hablaba, no pudiendo siquiera mirarlas a los ojos. “Entonces, veremos.”

Samantha bebió un sorbo de su propio té. Había hecho lo posible para que nadie le preguntara del tema. Mientras estaban enfocadas en Kaitlin, nadie le preguntaría si había conocido a alguien o encontrado el amor. Querían que estuviera tan feliz como ellas. Un hombre podía lograr eso en ella, pero no podría nunca tener una relación real con él. Su hermano haría lo imposible para asegurarse que ella se mantuviera sola por el resto de sus días. Era mejor que continuara y encontrara un nuevo propósito en su vida. Probablemente, podía considerar ser una doctora como Marian. No que Marian fuera una doctora, pero estaba estudiando para llegar a serlo. Parecía un pasatiempo decente…

Mentalmente, suspiró. Ella no quería estudiar Medicina. Tal vez, le llevaría algo de tiempo, pero encontraría un propósito en su vida. Algo que la ayudara a olvidar al Conde de Asthey y cuanto lo amaba.



Jason y Shelby caminaron hacia la puerta del abogado y golpearon. No mucho después, la puerta se abrió y un hombre con pelo oscuro, apareció delante de ellos. “¿Los puedo ayudar?”

“Si,” Jason aclaró su garganta y esa palabra salió como en un tono áspero. “Soy el Conde de Asthey. Estoy aquí para…”

“Oh, gracias a Dios,” dijo él. “Estoy complacido que esté finalmente aquí. Por favor, pase. No tenemos tiempo que perder.”

Eso no sonaba nada bien. ¿Qué era tan calamitosamente problemático? Shelby posó su mano en la espalda de Jason y lo empujó hacia la puerta. No se había dado cuenta que estaba estaqueado al piso. De alguna manera, pudo poner un pie delante del otro y siguió al abogado hacia la oficina.

“Tomen asiento,” dijo el abogado. “Tenemos mucho que discutir.”

Comenzó a hurgar entre los papeles en su escritorio. Era un desorden, y Jason no podía discernir cómo podía organizarse en ello. Finalmente, encontró un papel sellado e hizo una mueca. “Sabía que estaba aquí. Disculpas por cómo se ve todo esto.” Hizo un gesto hacia el escritorio. “Juro que usualmente soy más organizado, pero debo ordenar papeles importantes de nuevos clientes y archivarlos. Mi secretaria tiene la semana siguiente libre por una emergencia familiar.” Sostuvo la carta en su mano. “Necesito que lea esto, y después podemos discutir los detalles.”

Jason tomó la carta y la miró. Probablemente era de su abuelo. Tragó saliva para sacar el nudo que tenía en la garganta. No estaba listo. Nada lo podría haber preparado para esto, la pérdida, y vivir sin la única persona en la que había confiado. Había sido como un padre para él, más que el suyo propio.

“¿Vas a abrirla?” Shelby lo codeó. “¿Quieres que la lea por ti?”

Él negó con su cabeza. “No.” Su voz sonaba ronca de emoción. “Yo lo haré.”

Rompió el sello de cera y observó las palabras. Estaban borrosas y tuvo que leerlas varias veces, hasta poder entenderlas.

Jason

Si estás leyendo esto, ya no respiro. Lo siento. Morir es algo que un hombre no quiere hacer. Preferiría estar con quienes me necesitan. Tu madre posiblemente está hecha un desastre. Debes estar allí para cuidarla. Sé que crees que ella no te necesita, pero te juro que sí. Ella te ama.

Ahora que ya hemos aclarado eso, es momento de ocuparse de los negocios. Estoy al tanto del estado de tus propiedades, le he pedido a mi administrador que visite la Hacienda Asthey, y para decir esto delicadamente, está como una choza. El techo está cediendo y los jardines están descuidados. No es un lugar para traer una familia, y espero, que un día, te ocupes de esto.

Mi hijo no ha dejado un heredero, y estoy pensando que nunca lo hará. Lo que significa que el ducado posiblemente te corresponderá a ti. No dejaré que mi título y mis tierras caigan en manos de algún pariente lejano, entonces tú eres el elegido para continuar con esta misión. Lo primero que debes hacer es encontrar una esposa. Una vez que estés casado, tendrás disponibles los fondos para restaurar la hacienda. Sólo hay una condición en esto: debes casarte dentro de los seis meses de mi muerte. Si no te casas durante ese período, no heredarás nada. La parte que te corresponde será dividida entre la hacienda ducal y tu primo, Wilson. La baronía de Wharton no está tan en apuros como tu hacienda, pero podría usar los fondos.

Esto puede sonar duro, pero tengo las mejores intenciones de corazón. Si no te daba un plazo, te sentarías felizmente sobre tu trasero a esperar lo mejor. Necesitas una mujer, hijo. No me decepciones.

Con amor siempre,

Tu abuelo,

Thomas, Duque de Willington.

Jason estaba furioso. ¿Wilson? Su horrible primo Wilson Vane, el Barón de Wharton, era un idiota llorón. Jason lo odiaba. ¿Cómo podía hacerle esto su abuelo? Sabía de su opinión acerca del matrimonio. Esto no podía ser real. “¿Qué significa esto?” Agitó la carta delante del abogado. “¿Es esto legal?”

“Le aseguro que sí. Su abuelo fue muy específico.” Golpeó sus dedos en el escritorio. “Esta es la razón por la cual lo he estado tratando de contactar durante meses.”

Meses…Asthey maldijo. Habían pasado meses desde que había fallecido su abuelo. “¿Cuánto tiempo queda?”

“¿Queda para qué?” preguntó Shelby. Lo miró a Jason y luego al abogado. Alzó una ceja. La confusión se mezcló con la preocupación, mientras le prestaba total atención a Jason. “¿Qué ocurre?”

Le alcanzó la carta a Shelby así podía leerla. Jason no estaba de humor para estar explicando, y le ahorraría tiempo. Shelby insultó mientras leía la carta y se la devolvió a Jason.

“Tienes menos de quince días,” dijo el abogado. “Dije que era terrible en mis cartas.”

No era culpa del abogado. Jason había ignorado el aviso y había fingido que no ocurría nada. No quería vivir en un mundo en donde su abuelo no estuviera. Entonces, fingía como si su muerte no hubiera ocurrido. La culpa caía sobre sus hombros, y bien, la culpa de su abuelo por inventar todo esto para empezar.

“Si no me caso…” Se enfureció pero quería mantener el control. “¿Estoy desheredado?”

“Es correcto,” dijo el abogado.

“Y si me caso, ¿exactamente qué voy a recibir a cambio?” Tenía que conocer todos los detalles. De otra manera, no podía tomar una decisión sin estar al tanto.

“Recibirá un estipendio mensual de dos mil libras para restaurar la propiedad,” comenzó a decir el abogado. “Y una parte anual de diez mil libras para lo que quiera.”

Era…mucho.” ¿Hay algunas otras condiciones? ¿Necesito su aprobación para todas las reparaciones y cómo elijo manejar mi hacienda?”

“No hay nada más,” dijo el abogado. “Una vez que se case, le serán entregados los fondos como le dije. Hay otra cosa…los fondos mensuales son por el primer año. Después de eso, tendrá que sacar de sus fondos anuales para ocuparse de cualquier otra cosa o esperar que la hacienda dé ganancias para su mantenimiento.”

Él apretó sus dientes y se paró. Maldición... Jason no tenía idea qué iba a hacer. Ni siquiera estaba seguro de poder convencer a una dama para que se casara con él en tan corto tiempo. “Debemos irnos,” le dijo a Shelby. Tenía que pensar en esta situación y de alguna forma encontrar una solución. Jason no la iba a encontrar en la oficina del abogado. Se fueron, y Jason se dirigió en dirección al Club Coventry. Ni se detuvo para comprobar que Shelby lo seguía. Su amigo no lo iba a dejar con sus propios problemas, y Jason necesitaba un trago, o varios.

CAPÍTULO TRES

El sol se colaba a través de la ventana de la biblioteca y se posaba sobre las páginas del libro de Samantha. Ella miraba las palabras, pero se esfumaban delante de sus ojos. Había leído la misma página cinco veces y no podía recordar nada. Otra estación llegaba a su fin. La mayoría de la gente se dispersaría de Londres y llegaría a sus residencias en las haciendas del campo.

No estaba segura si su hermano haría lo mismo o no. Tenía una esposa ahora y no haría lo que ella esperaba de él. Gregory raramente se excluía en el campo, pero algunas cosas extrañas habían estado ocurriendo. Ella nunca habría esperado que su hosco hermano se enamorara de Kaitlin y se casara con ella. Samantha estaba feliz por ambos. Aunque esperaba que esto lo hubiera enternecido a Gregory un poco. Aún continuaba siendo demasiado protector para su gusto. Tal vez, con el tiempo, se preocupara por Kaitlin y la familia que querían formar, para dejar de ocuparse demasiado de los intereses amorosos de Samantha. No es que tuviera muchos…El Conde de Asthey era el único dueño de su corazón.

Suspiró y cerró su libro. El baile de la temporada era esa misma noche. Quizás debería tomar una siesta, así estaría fresca para las festividades de la noche. Ciertamente sonaba más favorable que quedarse mirando un libro, sin poder asimilar las palabras dentro de él. Se paró y caminó hacia la repisa para ubicar el libro donde estaba ubicado. Hecho esto, giró sobre sus talones para salir de la biblioteca.

Al llegar a la puerta, dos voces masculinas llenaban el corredor, más allá de la biblioteca. Estaban en una profunda discusión acalorada, y su curiosidad le ganó. Se detuvo en la puerta y escuchó. Eran Gregory y Lord Asthey. Samantha se apoyó en el marco de la puerta y espió a través de la hendedura de la puerta. Asthey se corrió el cabello con su mano y gruñó de frustración. “No sé qué hacer.” Luego empezó a caminar de un lado a otro. Si le seguía sus pasos armaría un camino permanente en la alfombra del vestíbulo.

“Hay algo que puedes hacer,” Gregory se encogió de hombros. “Y si no quieres que tu primo herede, entonces tendrás que encontrar una esposa.”

Asthey se detuvo y lo miró a Gregory. “Hay tantos problemas con tu simple solución. El mayor es que no quiero casarme.”

Samantha frunció el ceño. ¿Había escuchado mal a su hermano? ¿Estaba finalmente Asthey en el mercado para conseguir una esposa? ¿Qué había cambiado, y cómo podría usarlo para sacar una ventaja? Todavía parecía no estar decidido a casarse, pero ahora parecía que no tenía muchas opciones. Ella mordisqueó su labio y se apoyó un poco más. Esta era una información que ella necesitaba, si esperaba usarla después.

“Puede ser verdad, pero esto no niega el hecho de que una esposa es la solución para tu dilema actual. Si no te casas en menos de quince días, perderás tu herencia, y lo más probable es que nunca puedas restaurar la hacienda Asthey.” Gregory alzó ambas manos. “Entonces la decisión es tuya. Casarte o terminar destituido. De cualquier manera, siempre tendrás un lugar en el Club Coventry. Has lo que te parezca mejor.”

“Maldita sea,” Lord Asthey masculló. Dejó salir otra catarata de insultos que hicieron sonrojar a Samantha. “Es el final de la temporada, y no tengo exactamente mucho tiempo para conseguir la mano de una dama para casarme. Necesitaría una licencia especial o un viaje rápido a Gretna Green, para hacer la boda. Sin el apoyo de mi abuelo, dudo que pueda asegurarme la licencia especial.”

“Tienes muchos amigos que te pueden ayudar con eso. Una dama dispuesta…” Gregory hizo una mueca. “Me temo que estás sólo en este asunto. Puedes ser encantador cuando quieres. Hay un baile esta noche; al menos asiste y ve si puedes encontrar una que esté dispuesta a una boda rápida.”

Los labios de Samantha se inclinaron hacia arriba, en una sonrisa. Ella estaría feliz de casarse con él. No era la forma ideal para unirse al hombre que amaba, pero haría cualquier cosa para lograr que el Conde de Asthey fuera suyo. Antes de eso…no tenía ninguna opción de hacerlo realidad. Aunque, ahora, podría casarse con él y probablemente tener todo lo que había soñado. No había otra forma de tener algo similar a una relación real con Lord Asthey. Podría no ser perfecto, pero era todo lo que tenía. Con el tiempo, él probablemente llegaría a amarla, y al menos no estaría condenada a ser una solterona.

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