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Il Segreto Arcano Dei Sumeri
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Il Segreto Arcano Dei Sumeri

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Visto el éxito de la idea, escogimos unos cuantos más para pegarlos en otros lugares de la exposición, en las puertas, o cerca de cada obra, para que supusiesen lo que había opinado otros que la habían visto antes. A pesar del entusiasmo de los becarios por esta labor, menos tedioso que la de seleccionar piezas para las nuevas exposiciones, yo era el que tenía la última palabra y decidía sobre si se ponía cada uno de los comentarios. Incluso estuve ayudando a leerlos y clasificarlos entre interesante y no válido.

Cuando ya estaba algo cansado de ir de un sitio a otro, me entré en la sala donde estaban los becarios a echarles una mano, y sentándome vi el montón de hojas de respuesta que habían volcado sobre la gran mesa.

Armándome de paciencia, tras inspirar y expirar lentamente, me puse a leer aquellas opiniones.

Lo más costoso de aquello era entender la letra, sobre todo de los niños, pues la de las niñas parecía bastante clara, a pesar de las faltas de ortografía o de tener una redacción incorrecta.

Una a una iba leyéndolas, hasta que me encontré con una que tenía un dibujo, era uno de los innumerables símbolos de aquella civilización, que seguro habría copiado. Algunos niños lo habían hecho antes también, copiaban un dibujo o alguna figura que les gustaba y lo comentaban.

Leí lo que decía, “este símbolo representa a los maestros de nuestros padres, que vinieron de lo alto a traer pan y fuego”.

A aquello no le di más importancia y puse aquella hoja de comentario en el montón de no aptos, pues si no estaba claro para mí lo que quería decir difícilmente lo estaría para el resto del público. Tras esto cogí la siguiente hoja para leerlo, y luego la siguiente, así estuve buena parte de la mañana hasta que me fui a comer.

Esa tarde tenía una de esas conferencias multitudinarias de uno de esos científicos alejados del dogmatismo de su profesión, alguien que si no fuese por su extenso currículum podría creerse que era un charlatán.

Como en otras ocasiones me acerqué transcurrida media hora del inicio, para ver el público que había y para mi sorpresa, estaban todas las plazas ocupadas y no había ni un hueco, incluso había personas por los pasillos sentados escuchando. Yo me iba a ir, entre otras cosas porque no había donde sentarme, cuando me enganchó una cuestión que realizó al auditorio, como guante arrojado en buscando la reacción del público,

– ¿De dónde vienen los Sumerios? Se da la paradoja de que existen excesivas opiniones, aunque todavía no se ha logrado un consenso al respecto. Algunos afirman que su origen está en la raza negra, otros que tienen una procedencia caucásica. La mayoría opta por una postura intermedia indicando que son una mezcla de varias razas que llegaron y se establecieron en aquella región desde el Neolítico. Como les anunciaba esta es una cuestión no resuelta por la ciencia y tal es así, que hasta se le ha denominado como el “problema sumerio”.

Pero ¿Qué es lo que tiene este pueblo de importante?, ¿Por qué estamos hablando de ellos?, pues por dos elementos importantes y fundamentales que cambiarían la faz de la Tierra, que daría al hombre una nueva dimensión, un salto en la concepción de la humanidad.

La agricultura y el control de los metales. Nadie sabe a ciencia cierta cómo se produjo aquello. El que el hombre dejase de ser un cazador estacional y se afincase en un territorio, que lo cultivase y del fruto de su esfuerzo consiguiese su alimentación, hizo que este dejase de ser un recurso escaso a obtener excedentes. Esto permitió a sus habitantes que se pudiesen dedicar a otras labores.

Garantizando que todos tuviesen pan para comer permitió que los hombres dejasen de estar días enteros rastreando y siguiendo a sus presas intentando atraparlas, para luego una vez cazada, limpiarla y prepararla por parte de las mujeres. Ahora podían dedicarse a una vida más sedentaria y pendientes únicamente del crecimiento del cultivo, empezando a tener en cuenta los ciclos de lluvias para plantar y recoger los frutos de su trabajo.

El uso de la fundición de metales, les permitió avanzar en la construcción y en la guerra, ya no estaban a expensas de rocas y palos para combatir con lo que rápidamente ampliaron su territorio.

El empleo del fuego les permitió también cocinar la comida, prepararla e incluso ahumarla, obteniendo con ello un nuevo producto con el que poder comercializar con otros pueblos, dando un mayor poder a aquella civilización frente al resto.

Pan y fuego han sido los primeros éxitos de esta civilización, cuna de las restantes y en donde, como ya todos saben, surgió el primer lenguaje escrito, la escritura cuneiforme mucho antes de la escritura jeroglífica egipcia.

Esta innovación va a marcar el final de la época prehistórica, inaugurando con ello la historia, tal y como la conocemos, donde queda constancia escrita de los acontecimientos que se van sucediendo.

Un pueblo que se caracterizó por el desarrollo de la cultura y la conservación del conocimiento, creando bibliotecas que se iban engrosando con nuevos tomos sobre las materias más diversas desde la medicina hasta la astronomía, además de recoger multitud de mapas, cartas, cronologías y listas de leyes entre otras.

A diferencia de otros pueblos posteriores, que emplearon los pergaminos y el papiro como modo de recoger su conocimiento, haciéndolo vulnerable al paso del tiempo por las humedades e incluso ante los incendios, al haber escrito sobre arcilla ha permitido que su conocimiento llegue intacto hasta nuestros días.

Aquello me sorprendió, parecía que a pesar de que seguía hablando no le escuchaba, me repetía una y otra vez esas palabras “pan y fuego”, sabía que me sonaba de algo que había visto u oído en otro momento durante ese día.

A pesar de que intentaba recordar no conseguí recordar dónde había sido que lo había visto u oído, cuando conseguí encontrar un lugar tranquilo me senté y respiré profundamente lentamente.

Ya estaba en condiciones para utilizar una técnica que había desarrollado durante mis años de excavación, que consistía en cerrar los ojos y concentrarme en un punto blanco imaginario en mitad de mi frente, eso me permitía tranquilizarme y relajarme aún más.

A partir de ahí empezaba a revivir mentalmente visionando los hechos acontecidos durante el día como si de una película se tratase, avanzando a mayor o menor velocidad entre aquellos para dar con el recuerdo que quería.

Esto me había sido muy útil para rellenar mis anotaciones de campo después de haber estado excavando y extrayendo piezas de distintos lugares. En mi trabajo es muy importante saber exactamente en qué lugar, a qué profundidad se hallan las piezas, para poderlas relacionar con todas las halladas en la misma zona y así poder determinar a qué época y civilización pertenecen.

Es por lo que tenía esta especie de memoria visual para que no se me escapase ningún detalle. Por la noche antes de acostarme revisaba mis cuadernos de anotaciones y los rellenaba con la información que se me hubiese pasado anotar. Una memoria que perdía por la noche, con lo que a la mañana siguiente amanecía sin esa memoria visual, con lo que me permitía llenarla de nuevo durante esas intensas horas de trabajo diario.

Fui avanzando por mi recuerdo visionando lo que había hecho, hasta que llegué a aquel texto, recordaba dónde lo había visto y aproximadamente la hora, lo que tenía a cada lado e incluso recordé que era una letra clara, probablemente de una niña que a pesar de tener pocas palabras tenía una expresión correcta por lo que supongo que tendría más de siete años.

Emocionado por creer haber encontrado algo salí de la conferencia sin esperar a que esta terminase y me dirigí con el corazón acelerado a la biblioteca. Al llegar a la escalera los agentes que había en la puerta viéndome con tanta premura se aprestaron a detenerme para averiguar si había algún problema, después de tranquilizarme les aclaré que no sucedía nada, que siguiesen en su puesto mientras accedí al edificio.

Pasé los controles de seguridad preceptivos, a pesar de que todos me conocían no me dejaban saltarme la cola, por lo que con mucha paciencia tuve que esperar antes de dirigirme a un apartado donde estaban los becarios trabajando.

Esta es una sala diseñada dentro de la exposición, cerrada con paredes de metacrilato opaco, en cuyo exterior se proyectaban imágenes sobre las piezas más importantes de la muestra, con lo que se conseguía disimular aquel espacio de forma que los visitantes no se percatasen.

Por dentro era un lugar pequeño escasamente iluminado, con tres puestos de trabajo cada uno con su ordenador, en donde se guardaban la información de las piezas y se realizaban los trabajos de diseño de espacios, desde donde diseñamos la presentación de la exposición.

Una gran mesa ocupaba el centro de la sala en donde planeábamos y discutíamos los aspectos a mejorar, resolvíamos los problemas que iban surgiendo y planeábamos las próximas exposiciones.

En un armario guardábamos enrollados copia de los mapas sobre la arquitectura del edificio, las instalaciones eléctricas y del agua, material necesario por si en algún momento lo necesitaban los bomberos ante cualquier imprevisto.

Otros tantos contenían la distribución de las vitrinas por las distintas secciones, en estos se señalizaba por separado el cableado de la luz y de las alarmas. Todo diseñado al milímetro para sacar el mayor provecho del espacio que nos habían cedido para la exposición.

Ellos que al parecer estaban haciendo algo diferente de lo que debían pues se asustaron al verme llegar y cerraron con celeridad la tapa del portátil para que no pudiese ver a qué se dedicaban.

– ¡No pasa nada! -afirmé con tono conciliador pues no estaba interesado en saber a qué venía tanto misterio- quiero que me ayudéis a buscar una de las hojas de respuesta de la muestra.

– ¿De qué habla? -articuló uno de los becarios con voz nerviosa mientras se levantaba con rapidez del sitio y se dirigía hacia mí.

Él era un chico de estatura media algo rechoncho, a pesar de que vestía siempre bata blanca tal y como les había rogado repetidamente se dejaba todavía entrever varios de sus tatuajes tanto en sus muñecas como en el cuello.

– Las sugerencias, las que he leído, hay una que me interesa localizar, quiero que las saquéis todas y que me ayudéis a buscarla -pronuncié con apresuradamente mientras llegaba a la mesa y empezaba a remover los papeles que había encima.

– No creo que sea necesario, sólo díganos lo que está buscando -objetó el becario que estaba a mi lado con cara de satisfacción, pero sin hacer nada por ayudarme con aquellos papeles.

– ¿Cómo que no importa? -inquirí confundido ante aquella falta de interés que mostraban por lo que les requería sabiendo que como becarios debían de colaborar en todas las tareas que precisase.

– Hemos estado escaneando todas y cada una de las opiniones que recogimos y las hemos guardado en el ordenador…

– Así es, ha sido un trabajo minucioso y metódico, pero eso nos ha permitido poder dar voz a los visitantes en la red -repuso interrumpiendo el otro becario, con actitud inquieta, mientras me requería con la mano repetidamente para que me acercase a ver lo que había en la pantalla de su ordenador.

Él era un chico alto y delgado, igualmente vestía bata blanca todo el tiempo, pero siempre llevaba los bolsillos llenos de cachivaches electrónicos y a todas horas se le veía mascando chicle.

– ¿El qué? -proferí desconcertado sin saber a qué se refería.

Me acerqué al puesto de trabajo del segundo becario para ver qué quería, mientras que el primer becario se acercaba y se colocaba al otro lado.

– Excediéndonos de nuestro cometido, hemos escaneado cada uno de los dibujos y la hemos subido junto con su comentario a la red, de forma que cualquier persona pueda ver el trabajo realizado. Es como los que seleccionamos para ponerlos en las columnas exteriores de la Biblioteca, pero estaba vez volcado en la red.

Aclaró el segundo becario eufórico realizando muchas gesticulaciones con sus manos. Mientras el primer becario cogió el teclado e introdujo una dirección de internet y tras pulsar la tecla “enter” se abrió una página web en cuya cabecera se mostraba el nombre de la exposición junto con el horario de visitas y la dirección de la Biblioteca.

Debajo de ésta, en la parte de la izquierda se presentaba el índice de las obras presentadas. Al pulsar sobre cualquiera de ellas, se abría un recuadro en el área central donde se explicaban las características más relevantes de la pieza y se describían los pormenores de la misma, quedando reservada el área de la derecha para las opiniones de cada uno sobre esa obra.

El segundo becario con el ratón pulsó sobre una de las opciones y se cambió de pantalla a una en la que en la parte superior aparecía el nombre y la foto de la pieza en cuestión, y debajo de ella un listado de opiniones de los participantes.

– ¿Y eso para qué? -cuestioné indiferente ante aquello que se escapaba de mi entendimiento.

– Se trata de compartir, es la filosofía de las redes sociales en internet. No se puede hacer idea de la gran cantidad de visitas que hemos tenido desde que subimos el primero de estas hojas de respuesta. De los que todavía no han pasado por aquí no sé si vendrá, pero ahora conocen el evento y saben la opinión de los que lo han visitado -expuso el primer becario eufórico mientras iba a buscar la silla de su puesto de trabajo.

Estaba apabullado con aquello, en verdad que lo del internet no lo tenía del todo claro que fuese útil para una exposición tan seria como la que había conseguido realizar.

Pero bueno, había sido iniciativa de los becarios los cuales parecían estar más próximos a un auditorio distinto al que yo estaba acostumbrado, el público juvenil del que yo tenía poca fe que tuviese ningún interés por la historia y menos por el mundo antiguo.

Aunque la realidad parecía ir en contra de mis convicciones sobre el público que estaría interesado en acudir a la muestra. En el breve periodo que había permanecido abierto se había llenado de alumnos de escuelas e institutos, bien acompañados por sus profesores o como parte de alguna tarea de clase.

Esto había provocado algunas quejas por parte del personal de la muestra, no porque fuesen irrespetuosos o molestasen, sino porque les realizaban consultas tan difíciles a la vez que inocentes que dejaban a los guías sin saber qué responder.

Toda una revolución para mi concepción de un público selecto de nivel socioeconómico alto, filántropo con un interés en la cultura en general y en la historia en particular, que acudían en contestación a invitaciones personales.

En cambio, ahora venían porque lo habían visto en internet o conocían a alguien que le había gustado.

Había oído comentar que en algunas ciudades se daba el fenómeno de Flashmob (Multitud Instantánea) en que una muchedumbre de jóvenes, que entre ellos no tienen ninguna relación ni se conocen, acude en respuesta a una convocatoria multitudinaria.

Para este reclamo emplean todo tipo de medios, ya sean mediante mensajes de móvil, redes sociales o correos electrónicos, para hacer acto de presencia e incluso participar de alguna actividad lúdica masiva concreta, para en pocos minutos disolverse y volver cada uno por donde ha venido como si nada hubiese sucedido.

El primero de estos eventos aconteció en esta misma ciudad en la tienda de Macy´s en el 2003, en que un centenar de personas se reunieron alrededor de una alfombra de la tienda, pasando por las caminatas de zombis y desfiles de espontáneos que andaban por la pasarela improvisada como si fueran modelos.

Luego se ha ido extendido a las ciudades europeas como en Madrid (España) con su congelación masiva en la estación del tren, en que los participantes permanecían inmóviles durante unos minutos o Roma (Italia) donde una multitud acudió a las librerías preguntando por unos libros que no existían.

Y poco a poco al resto del mundo, como en Buenos Aires (Argentina) con las guerras de almohadas o Lima (Perú) con la reunión para hacer pompas de jabón. Pero me sorprendía que, sin llegar a tanto, esa comunicación impersonal de los ordenadores pudiera despertar en los más jóvenes algún interés por el arte antiguo.

Aunque puede que sea así como se han llenado las sesiones de las conferencias más polémicas a la vez que especulativas, en el que tratan de plantear diferentes acercamientos a los hechos desconocidos del mundo sumerio desde las distintas disciplinas científicas, pasando por las filosóficas, hasta llegar a las más imaginativas sin ningún fundamento.

– Bueno, díganos, ¿Qué está buscando? -proclamó el segundo becario animado como si de un reto personal se tratase poniendo sus manos sobre el teclado, agitando los dedos preparándolos para escribir.

– Ah, sí, a ver que recuerdo…, son dos palabras…, la primera era algo parecido a “comida” … y la segunda…, tenía relación con el “fuego”. Mira a ver si puedes encontrar el comentario que contenga alguna de esas dos palabras -apunté sin saber muy bien cómo funcionaba el programa y si con esos pocos datos se podía localizar el comentario que había leído.

– A ver, con “fuego” hay tres, y de estos… -y presentó rápidamente en la pantalla la imagen de tres de las hojas de respuesta escaneadas- vamos a leerlos a ver si dicen algo de comida.

– No importa, es éste -afirmé señalando a la imagen que contenía el dibujo que recordaba haber visto junto con el texto que buscaba- ¿Me lo podéis imprimir?

– ¡Sí, claro!, va a salir por esa impresora en tres, dos, uno, listo -repuso el segundo becario mientras se reclinaba la silla hacia atrás estirando los brazos en alto con cara de satisfacción.

A esto que se incorporó el primer becario que traía arrastrando su silla de oficina para sentarse a ver qué hacíamos y preguntó,

– ¿Nos puede comentar de qué va todo esto?, pues hasta ahora no había mostrado demasiado interés en estos comentarios de los visitantes, quitando cuando nos ayudó a leer unas pocas el resto ni las miró y en cambio ahora nos pide que le busquemos esto -solicitó el primer becario con cierto interés.

– Cuando lo sepa os lo cuento, de momento no os puedo contar nada al respecto, solamente agradeceros vuestra iniciativa y sobre todo vuestra eficacia -manifesté con satisfacción intentando eludir la pregunta.

Los becarios se miraron entre sí y compartieron gesto de no entender la situación, mientras yo aprovechaba para escrutar la hoja impresa que me habían dado con la imagen y el comentario que buscaba.

Tras examinarla detenidamente me quedé un momento traspuesto, pensando en el siguiente paso que tendría que dar para descubrir aquel misterio.

Después de mucho cavilar y ante la imposibilidad de encontrar una solución satisfactoria les planteé mis dudas para intentar averiguar si a ellos se les ocurría algo,

– ¿Es posible saber de quién es?, ¿Hay alguna forma de averiguar los datos del autor de este comentario?

– ¿Cómo dice? -preguntó con asombro el segundo becario, poniendo cara de desconcierto- ¿Quiere que averigüemos quien lo escribió?

– ¡Sí, así es!, ¿Es posible que os lo dé el ordenador? -volví a insistir ansioso sin saber si aquella máquina podría darme la información que solicitaba.

– ¡No lo creo! -afirmó con contundencia el primer becario sonriendo entre dientes y negando con la cabeza, con cara de escepticismo.

– Podríamos saberlo analizando el papel sobre el que se escribió para ver si hay huellas dactilares y luego pasar estas por la base de datos del F.B.I. para conocer su identidad -señaló el segundo becario con tono de mofa mientras echaba el brazo sobre el primer becario y le guiñaba un ojo.

– ¡Sí, claro!, si quien lo ha escribo ha cometido un delito nos saldrá, no sólo su identidad, sino su perfil criminológico -confirmó el primer becario siguiendo con el mismo tono de guasa.

– Vale chicos, lo he captado, no hace falta que hagáis más chistes al respecto. Es un callejón sin salida, sólo quería saber si lo podíais averiguar -repuse con tono molesto intentando retirar aquella absurda cuestión, concluyendo así ese pequeño momento de relax.

– Bueno hay una forma -apuntó pensativo el primer becario mientras se tocaba repetidamente la barbilla con una mano mientras con la otra daba suaves golpecitos con un lapicero sobre la mesa.

– Anda déjalo ya -repuso el segundo becario con tono de que la broma había durado demasiado.

– No, lo digo en serio, mire, esta urna está cerca de la salida, es un lugar por donde han de pasar todos los visitantes y por tanto tiene que estar vigilado por cámaras de seguridad… -indicó el primer becario con tono reflexivo mientras me guiñaba un ojo.

– ¿Tú crees que si yo les llevo este papel a los de seguridad ellos podrán averiguarlo? -le consulté con sorpresa intentando completar en aquella propuesta.

– Por probar no se pierde nada -comentó el primer becario con regocijo.

– Por si le sirve de algo le puedo decir que la nota pertenece a una niña, por la letra que tiene, se parece un poco a la de mi hermana -repuso segundo becario mientras miraba interesado en la pantalla la hoja de respuesta que me habían imprimido.

– Sí, eso mismo es lo que había pensado, gracias por vuestro tiempo chicos, seguir así -agradecí mientras me iba de la sala.

Salí en dirección a la sala de control, dejándoles con su pequeña celebración por haber acertado al meter las hojas de respuesta de los visitantes de la muestra en una base de datos que me había resultado muy útil, pudiéndome con ello ayudar, a la vez que se relajaban.

Tras atravesar un pasillo controlado por vídeo vigilancia llegué frente a una puerta la cual tenía guarda apostado delante que me impidió la entrada, argumentando que no estaba autorizado a estar allí.

Tras protestar enérgicamente conseguí que llamase a su jefe, el cual me autorizó a pasar a aquel centro de control para el que se habían traído un pequeño cerebro electrónico como lo habían llamado los técnicos que acudieron a instalarlo.

– Buenas, soy el comisario de la exposición, quisiera que me ayudasen -expresé enérgicamente con tono firme para captar la atención de alguno de los operarios de la sala los cuales parecían absortos en su tarea de mirar a los monitores.

– No sé quién le ha dejado entrar, pero entenderá que estamos muy ocupados -declaró disconforme uno de los operarios sin separar la vista de las pantallas mientras seguía escrutando que todo estuviese en orden.

– Creo que son los únicos que me pueden ayudar -manifesté desanimado tratando de justificar mi presencia allí dentro a la vez que mostraba la hoja impresa con el dibujo y las palabras de la que suponía sería una niña.

– Díganos a qué ha venido y acabemos pronto -sugirió una mujer desde el final de la sala mientras se levantaba y dirigía hacia donde me encontraba.

Era una mujer menuda, de unos cuarenta años, de piel clara que, con numerosas pecas, y una melena corta rizada y pelirroja. Vistiendo blusa blanca de manga larga y pantalones azules, calzando zapatos con tacones altos de aguja.

Le enseñé la hoja impresa, con el dibujo y aquellas pocas palabras, y le expliqué que quería localizar al autor de la nota, pues era de vital importancia para mí. Ella recapacitó un momento y me indicó en tono de bajo casi murmurando,

– Lo que va a ver aquí no se lo puede decir a nadie, se trata de tecnología que no existe oficialmente lo que nos facilita el poder atrapar a los ladrones. Por tanto, debe permanecer en secreto pues de otra forma dejará de sernos útil para nuestro trabajo.

– Bueno, no creo que sea una ladrona, ni que esté en ninguna base de datos del gobierno de personas en búsqueda y captura -rebatí con tono de mofa- según creo es la letra de una niña, tan inocente como eso.

– No creo que sepa de lo que está hablando, probablemente lo que dice lo ha visto en alguna película o serie de televisión, nosotros somos profesionales de la seguridad y ni se hace una idea de lo avanzada que está la tecnología hoy -precisó chulescamente- observe y calle.

Diciendo esto pasó la imagen a otro compañero, el cual la escaneó y lo introdujo en un ordenador, hecho esto y tras tocar unas teclas, pusieron en la pantalla todas las cámaras de seguridad que había, que para mi sorpresa debían de ser más de cien.

Un cuadro rojo fue pasando muy rápidamente por cada una de ellas borrándose algunas a su paso, hasta que quedaron seis encendidas. Tras esto, ella repartió el trabajo entre los otros operarios, y cada uno de ellos examinó el contenido de una de las pantallas, hasta que uno vociferó,

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