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90 millas hasta el paraíso
– ¿Tú viniste a contemplar una función de circo? ¿Es que tú en realidad eres indiferente a tales juergas, qué estás haciendo entonces aquí?
– ¿Puede ser que vine esperanzada de verte? – hizo pasar la conversación a otro plano el “macho” – estudiante de derecho de segundo año, que llevaba bigotes ralos – lo que desconcertó a la estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras.
– ¡Para qué necesitas a una tonta de nacimiento, es que nací rubia! – con desafío lo dijo la chica.
– No sé por dónde empezar. Se acumularon dos causas enteras para que yo acuda aquí invitado no invitado.
– ¿En qué sentido no invitado – no comprendió Mirta – acaso tu familia no recibió la invitación?
– No.
– ¿Cómo entraste sin ella?
– La robé.
La respuesta hizo sonreír a la guapa. Él no tergiversaba la verdad. La invitación ingresó en la Universidad de La Habana en un solo ejemplar y llegó a nombre de un líder formal de una organización juvenil que no gozaba de autoridad. Los estudiantes radicales no reflexionaron mucho rato, quién debía ir a la velada. Se había decidido aprovechar la tribuna para hacer una declaración política. No encontraron tiempo para organizar una acción, pero el ardor revolucionario acaloraba la sangre joven.
Mientras tanto, Mirta ardía por enterarse de cuáles eran las dos causas que motivaron a este galán a visitar el hotel “Nacional”, donde se había reunido una tan desagradable compañía para él:
– Ahora relátame acerca de los dos motivos que te empujaron a venir a esta cloaca de aduladores y payasos. ¿Espero que la causa primordial sea yo? ¿Probablemente querías verme para disculparte por la grosería tuya?
No tuvo tiempo Mirta en recibir, aunque sea una mínima respuesta, y en ese instante entró con violencia en el hotel, aullando y ululando, una bandada de representantes de la vanguardia revolucionaria del estudiantado de La Habana. Unas cuarenta personas, principalmente jóvenes no mayores de veinte años, se precipitaron al vestíbulo, arrollando en su camino a los guardias, porteros y maestresalas, gritando consignas antigubernamentales, tirando contra los burgueses y plantadores tomates podridos.
– ¡Esta es… la causa principal! – gritó con furia Fidel, y, dispersando al público con los codos, se dirigió a la escena.
Le atajaron el camino mocetones robustos de la seguridad personal de Grau. Al lado de la tribuna se entabló una pelea. Los compañeros de Fidel llegaron a tiempo para prestarle ayuda.
La mímica no adecuada de los músicos de la banda de jazz y la confusión del animador contrastaban con el empuje seguro de los golfos. Se ofreció a aplastar el ataque de los rufianes desaforados el edecán de Batista, enfurecido del impacto directo del tomate a su nuevo uniforme de gala. Disparó hacia arriba con una pistola tipo “Beretta”, pero acertó desafortunadamente en una enorme araña de cristal. Una lluvia de trocitos empezó a caer sobre el público, que hace poco tiempo se veía muy pausado, lo que conllevó a un desenfrenado atropello lleno de pánico entre ellos. Varias damas cayeron desmayadas y sus esposos intentaban torpemente portarlas lo más lejos posible de la bacanal. El poco exitoso tirador, habiendo advertido que, a su patrón, al presidente, y a la delegación de los huespedes los apartaron muy lejos del pecado, concibió que no había ante quien hacerse el héroe, y se dirigió a pedir refuerzos.
Habiendo alcanzado la tribuna con el escudo de Cuba, uno de los jóvenes patriotas arrancó del mástil decorativo la bandera estrellada a rayas, la arrugó y la tiró a la multitud. Luego vociferó algo al micrófono, que no tenía nada que ver con el momento de la acción, sería algo sobre la flora y fauna. Solo comprendido por él, su lenguaje de metáforas profundas resulto ser inaccesible al auditorio, por su contenido como tal, y tampoco porque alguien ya había desconectado los micrófonos. La decepción no doblegó al joven, aspiró un metro cúbico del aire y vociferó a grito pelado:
– ¡Gringo! ¡Go home!
Esta réplica la comprendieron todos, periódicamente, o, aunque sea una vez en la vida, la pronunció cada uno, pero en total el “speech” no fue exitoso. Al fallido Cicerón lo hicieron bajar de la tribuna tres pares de manos velludas. El vestíbulo lo inundaron los policías y los militares con fisonomías sombrías y gente vestida de paisano con jetas de shar-pei. Los civiles daban órdenes a los que llevaban uniformes. A los alborotadores pronto los hicieron retroceder hacia la salida. Ahí les dieron una buena paliza aplicando las porras. A alguno de ellos le ataron las manos y los cargaron en los coches de la policía y en un camión militar.
Fidel de nuevo evitó el arresto. Es que los que intentaban doblegarle se hallaban tendidos en el parqué lacado, contrayéndose del dolor, como si fueran Bandar-logs, enganchados con la pata del temible oso Baloo.
¿Y Mirta qué?… Ni un solo paso se separó del héroe alocado. Apenas se hubo aclarado que la acción espontánea de los estudiantes fracasó estruendosamente, y el orden en el hotel poco a poco iba restableciéndose, ella, sin incomodarse, lo tomó del brazo y lo condujo a la salida.
Una dama de ciertos kilos encima, en un vestido de gala, de repente, refunfuñó a espaldas y luego lanzó un chillido, mostrando con un abanico plegado en dirección del fortachón:
– ¡Este es su dirigente! ¡Este es su guía! ¡Ese joven robusto con bigotes asquerosos!
Es bueno que las exclamaciones de la señora desaparecieran en ese griterío. La misma Mirta, como un gato salvaje, refunfuñó de manera amenazante a la delatora. Aquella, sin encontrar respaldo, desplegó el abanico y se puso a agitarlo, siguiendo resoplando de calor o de rabia.
El edecán de Batista arribó con un refuerzo, finalizando ya el espectáculo. No pudo interceptar a su ofensor, al lanzador de tomates despeluzado. Tuvo suerte el hooligan. Si lo hubieran agarrado, lo primero que habrían hecho con él, lo obligarían a lavar a mano el uniforme estropeado.
– ¡A rodear el hotel! ¡Dispérsense por el perímetro! – iba dando sus órdenes tardías a los soldados, mirando de un lado a otro en busca de su patrón…
En lo que se refiere a Fulgencio, esa insolente acometida de los desbocados radicales favoreció a su política. Meyer Lansky y Sam Giancana una vez más pudieron convencerse de la incapacidad del presidente Grau de evitar tales intervenciones por parte de los extremistas. Es que justamente la travesura proveniente de la juventud desarmada y de cara amarilla diríamos que son unas “florecitas” en comparación con las “bayas”, que representan una amenaza real de la oposición de izquierda.
– Él nunca pudo vaticinar un fenómeno y adelantarse a él – el ex escribano-parvenú del estado mayor a sus dueños norteamericanos.
– ¿Podrás hacerlo? – Lansky le miró como fiera carnívora.
– He sido creado para esto – le aseguró Fulgencio – haré pudrirse a esos holgazanes en las prisiones y voy a castigar a los incitadores de los desórdenes. Los fusilaré sin juicio alguno. Crearé una estructura especial destinada a cazarlos. Abriré la temporada de caza de los rojos.
– En este caso no te diferenciarás en nada del dictador Machado y te derrocarán también – expresó su opinión Sam Giancana.
– No te olvides que Machado en el año 1933 huyó a las Bahamas justamente gracias a nuestro amigo Fulgencio – le hizo recordar Lansky, satisfaciendo así a Batista y añadió – Está bien, te haremos presidente y te regalaremos este lujoso hotel “Nacional”. Pero recuerda que hemos gastado y aún gastaremos aquí cantidad de dinero. Hay que decir que de manera argumentada exigiremos la protección de nuestras inversiones en tales proyectos.
– El ejército de Cuba está a vuestra disposición – como si hubiera dado parte Fulgencio conmovido.
– Y a tu disposición tienes a la “Cosa Nostra” – se sonrió Sam. Esa réplica venía oliendo a intimidación. Pero Batista no temía enfrentarse a la responsabilidad. Él sabrá cómo ganarse los favores y ante la mafia, y ante la CIA, cuando reciba el poder ilimitado sobre su propio pueblo. Estaba dispuesto a santificar su juramento de lealtad a los que donan el poder con sangre. No con la suya, sino del altar de sacrificios humanos. Sus antepasados, indios de la tribu siboney, hallándose en un estado de éxtasis religioso, no registraban cuántos serían los sacrificados que deberían satisfacer a sus ídolos.
– ¡Capo, aquí hay alguien! – uno de los guardaespaldas informó eso al jefe. Giancana se apartó bruscamente de los arbustos, donde vio en ese lugar una visible agitación. Otros dos guardias ya habían sacado sus revólveres para rechazar el ataque y proteger a Lansky y Giancana. Fulgencio también sacó de la cañonera su pistola, con una empuñadura incrustada y un grabado con la imagen de una, única en su especie, mariposa cubana en el cañón y tomó la pose de guardaespaldas.
– ¡Jefe, aquí en los arbustos hay una dulce pareja! – se sonrió un gánster desdentado. Mirta, en un abrir y cerrar de ojos se orientó debidamente en la situación y cubría de besos a Fidel. Sea como sea, no diríamos que él intentaba oponerse. Al contrario, a los oradores le gusta besarse con las chicas guapas.
– ¿Mirta Díaz? – Batista hizo grandes ojos de la sorpresa – La conozco. Es la sobrina de mi futuro Ministro del Interior. ¿Con quién estás?
– Es mi amigo, Fidel. Es el hijo de un latifundista de Birán – con un tono suplicante susurraba la chica – no se lo cuente, por favor, a mi tío y a mi padre.
"Por favor" en sus labios sonó con aire suplicante y servicial. A Fulgencio eso le pareció la única y verdadera entonación en este caso concreto. Naturalmente, no se pondrá a desenmascarar a la jovencita ante el severo padrazo, otra vez exhibirá la condescendencia, la cual no le costará nada.
Giancana perdió el interés por la pareja descubierta y habiéndose despedido de Lansky y Batista, se dirigió a sus apartamentos. Mientras Lansky mostró una mayor curiosidad.
– Parece que el joven “perdió la palabra” – picó este a Fidel – ¿Do you have an invitation?14
El joven permanecía callado. Esto podía ser solamente entendido porque él no dominaba el inglés. La chica suplicaba a Dios que el muchacho no se descubriera. Pero, parecía, que de ella ya nada dependía. Se acercó a Batista corriendo su edecán jadeante. Probablemente, para reportar algo. Pero al ver a la persona bigotuda, a este le indicó con el cañón de la “beretta”, expresándose así:
– ¡Este es el caudillo de los rebeldes! – él quería arrestar a Fidel, pero Batista hizo parar con un gesto a su subordinado ardiente, se aproximó muy junto al joven Castro y le susurró al oído:
– Si es así, estoy muy contento de conocer al caudillo.
Fidel seguía guardando silencio. Batista una vez más lo perforó con su mirada, miró severamente a Mirta y guiñando a Lansky, que no comprendía ni una palabra en español, sentenció más bien para el edecán:
– Es poco probable que lo diga.
Meyer Lansky esperaba las explicaciones.
– Señor Lansky, mi edecán por todos lados ve a conspiradores ocultos – tomó del brazo a su protector, apartándole de Mirta y de su acompañante – los hijos de los ricos no son peligrosos para nosotros. En sus cabezas sopla el viento.
– El viento comunista – le corrigió Lansky, descontento de que el rebelde haya podido evitar el castigo merecido, como si lo presintiera – en un futuro no lejano habrá hechos desagradables ligados con este hombre callado. Como si mirara en el agua.
Fidel nunca se reputaba de ser una persona callada, pero Batista, muy seguro de sí mismo, ni esta vez, ni en las veces posteriores, no apreció debidamente al joven robusto, considerándole un advenedizo torpe, a semejanza de decenas de tales gritones del partido de “ortodoxos”, de la Federación de Estudiantes Universitarios, del así denominado “Directorio Revolucionario”. Además, el larguirucho estúpido, sin saberlo, le hizo un gran favor, poniendo de manifiesto a sus socios toda la incapacidad de los presidentes civiles.
* * *
El 10 de marzo de 1952, Batista, valiéndose del dinero de Lansky y Giancana, dio un golpe de estado. El pueblo estaba en shock, el presidente legítimo huyó a los EE.UU., aunque el putch venía revelándose en los medios. Pero Batista, justificando ante los norteamericanos la reputación de una persona de acción, de “mano fuerte”, cerró los periódicos “Hoy” y “La palabra”, las revistas “Mella” y “La última hora”. La gente de Fulgencio llevó a cabo un ataque al programa televisivo “Universidad en el aire”. Lo destruyeron y golpearon cruelmente a los corresponsales. Para que sea completo el acto, este suspendió una transmisión de TV – absolutamente inofensiva, que no sería clasificada como neutral, sino contemplativa – “Ante la prensa”. Fue hecho por si las moscas.
La prensa norteamericana, llevada de la mano de Lansky y las familias neoyorquinas, justificaba la actividad del dictador, ligándola a la necesidad de organizar una severa resistencia a la difusión de la peste comunista. La guerra fría se hallaba en pleno apogeo y favorecía a la política de Batista y de la mafia. Se estableció una dictadura.
Fidel resultó que se hallaba en la cárcel tras el intento fracasado del asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953. A ciento treinta y cinco sublevados se le oponían dos mil soldados del ejército regular. Decenas de compañeros de lucha de Fidel fueron asesinados cruelmente por la soldadesca. Quedó vivo milagrosamente, y tras las rejas esperaba el juicio. El líder rechazó al abogado. Decidió defenderse a sí mismo.
En las audiencias del asunto №37 de 1953 presidía la sesión un tribunal extraordinario. Precisamente aquí no nació un líder de una separada banda de insurgentes, sino un político a escala pancubana. “El Movimiento 26 de julio” se dio a conocer por la boca de su líder, como una fuerza real en Cuba. El discurso acusatorio en su defensa, lleno de un enojo justo, maravilló hasta a los lameculos de Batista y fue acogido con entusiasmo por el pueblo.
El 16 de octubre, en una pequeña sala de una escuela de enfermeras adjunta al hospital “Saturnino Lora”, se celebró una farsa judicial sobre Castro. Él ya había sobrevivido a dos atentados fallidos en la celda de arresto del municipio, donde lo colocaron en una cámara individual. Cuando se irguió en toda su estatura, llevando una toga descolorida, ante sus acusadores, aquellos comprendieron que en vano le permitieron hablar a Castro. Pero ya era tarde.
Su discurso duró mucho más que el del procurador, que motivó la necesidad de encarcelar a Castro a 26 años de prisión, se limitó a hacerlo en dos minutos. En realidad, a la brevedad le da igual de quien hermana ser: del talento o de la dislalia. Fidel necesitó varias horas para exponer su opinión, y nadie se atrevería a interrumpirle, ya que él decía la verdad. No obstante, el procurador varias veces lo interrumpió con réplicas maliciosas, repugnantes comentarios y preguntas mordaces. Las respuestas del arrestado hicieron alzar a este ante los ojos de los soldados que lo escoltaban.
– Acudimos a la violencia de manera forzada, como lo hacían los héroes cubanos. José Martí, ideólogo inspirador de nuestro asalto.
Alzamos la mano a los que realizaron la revuelta militar contra la Constitución y el poder legítimo, porque no veíamos otro medio de luchar contra la junta criminal. Podemos justificar nuestro proceder no solo desde el punto de vista moral, sino en el plano jurídico. Siendo jurista, envié a la Corte Suprema del país una denuncia sobre la usurpación ilegal del poder por el general Batista. Mi queja fue ignorada por el juicio, aunque, si tomamos el total de los crímenes cometidos por Batista, a este se le debería condenar a cien años de prisión. Eso me convenció a mí y a mis partidarios en tomar las armas en las manos, ya que era imposible cambiar algo en el país recurriendo a otros medios.
Si los órganos del poder público no resultaron ser capaces de enfrentarse contra los rebeldes militares, y el ejército pasó al lado del dictador inmoral y bajo la dirección de este realizó un golpe de estado, eso significa que el pueblo no solamente puede, sino ha de armarse y conquistar la independencia con las armas en las manos. ¡El pueblo tiene derecho a sublevarse contra la tiranía!
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Примечания
1
"santeros" – descendientes de los esclavos, principalmente mulatos, seguidores del culto pagano “santería”, es de origen africano.
2
Krimilda es un personaje de la obra épica germánica el Cantar de los nibelungos
3
Odín (nórdico antiguo Óðinn), también llamado Wotan o Woden, es considerado el dios principal de la mitología nórdica, así como de algunas religiones etenas.
4
Algunas palabras tontas en alemán e inglés
5
Chico – se usa solamente en Cuba
6
A fines de los años noventa la estrella del fútbol Diego Armando Maradona realmente arribó a Cuba, invitado por Fidel Castro para pasar un curso de cuatro años de rehabilitación contra la drogadicción.
7
Zunzuncito – pájaro mosca, o elfo de las abejas (Mellisuga helenae) es la especie más pequeña de los colibríes y de las aves en general.
8
La Dirección de Inteligencia o DI, anteriormente conocida como Dirección General de Inteligencia o DGI es el principal organismo estatal de inteligencia del Gobierno de Cuba.
9
Hatuey – cacique de los indios. Encabezó la sublevación de 1511–1512 contra los colonizadores españoles. Fue hecho prisionero por la orden de Diego Velázquez de Cuellar fue quemado en la hoguera.
10
babalao – es título Yoruba que denota a los Sacerdotes de Santería materializaron en la práctica su sueño y no llegaron hasta el paraíso en la Tierra.
11
Las escorias son un subproducto de la fundición de la mena para purificar los metales.
12
Gambling – los juegos de apuestas implican arriesgar una determinada cantidad de dinero o bienes materiales en la creencia de que algo, como un juego, una contienda deportiva, etc., tendrá un resultado predecible.
13
La cita del libro de Moreno Rodríguez “Fidel Castro. La biografía”. Fue editado en 1959 en La Habana.
14
Do you have an invitation? – ¿Tiene Ud. una invitación? (ingl.)