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Anti América
El portero le devolvió la licencia y le abrió la puerta. Ella vio el reflejo de su cara con expresión estoica en el espejo en la pared de la entrada. La agitación por la emoción de ayer era un recuerdo distante. El resultado era un estado emocional de entumecimiento que la había dejado aislada del resto del mundo. Era el estado mental perfecto para pasarla en un sitio de narguiles (hookah joint).
El salón estaba bañado con una luz púrpura leve. Sofás de terciopelo rojo y mesas negras se alineaban a ambos lados de un pasillo con alfombra roja y un bar al final de éste. El dueño había decorado el local con un opulento estilo europea en lugar de la típica decoración estilo oriente medio, lo que lo hacía muy popular con los turistas extranjeros ricos, al igual que con la mafia rusa.
El salón estaba vacío excepto por dos parejas sentadas con un narguile plateado en una mesa a su izquierda y Natalya en el bar. Mientras menos gente mejor, así había menos posibilidad que la FCCU estuviera acechándola. Metió la licencia de Jessica en su bolso y sacó dos billetes de veinte. Después de meter el bolso en la bolsa de cuero marrón le dio un vistazo a la palma de su mano derecha.
La vista de la sangre seca le causó un ligero temblor, Alanna había estado escarbando en su piel con sus uñas durante la mayor parte de la tarde. Había establecido un plan para manipular a su mejor amiga. En días ateridos como el de hoy era incapaz de sentir un verdadero remordimiento así que se decidió por la versión del daño auto infligido. Mientras caminaba hacia la izquierda del bar, dejó caer sus brazos a los costados del cuerpo.
Natalya la observaba mientras ponía vasos en una bandeja. Ella estaba en sus treinta y cinco pero parecía lo suficientemente joven para verse bien con el vestido negro de bajo escote que usaba. El nuevo peinado con cabellos marrones cortos rizados la hacían parecer más de su edad. Después de verter hielo en un vaso lo llenó con Coca Cola con un dispensador de refrescos. Era la última persona en el mundo que le serviría alcohol. Y no era que Alanna tuviera algún deseo de probar una gota.
Natalya golpeó el vaso en la barra con un ceño fruncido. “Eres una chica bien descuidada. ¿No leíste mi mensaje diciéndote que no vinieras aquí?”
“Es una emergencia, no tengo ningún otro lugar donde ir”.
La cara de Natalya se encendió. “¿Qué tal si Bogdan viene y te ve?”
“Dijiste que nunca viene para acá”.
“El viene en algunas ocasiones. Igual que sus amigos”.
Alanna tomó un trago del vaso y se limpió los labios. “Ellos no saben que estoy aquí. Mientras no me vean, estaré segura”.
“Le mentí en su cara cuando me preguntó por ti. ¿Te das cuenta de la situación en la que me pones?”
Alanna levantó ambas manos. “Lo siento, te lo compensaré. Si quieres espiaré a tu novia de nuevo”.
“Ya no es mi novia”.
“Estás mejor sin ella, eres demasiado buena para ella. Si vuelve a buscarte pelea dímelo y le enviaré a la policía”.
“No necesito tu ayuda para encargarme de ella. No necesitas otra excusa para meterte en problemas”.
Alanna señaló hacia el pasillo a la izquierda del bar que llevaba al salón VIP. “Está bien que lo use, ¿no?
Natalya subió los ojos. “Te puedes quedar hasta las nueve”.
“Gracias. Mi amigo estará aquí en un minuto”
“Ni un minuto más tarde. Mi jefe estará aquí alrededor de las diez. Estaré en problemas si te ve allí. Él es muy estricto”.
“¿Estricto? Estás traficando justo frente a él”.
Natalya puso sus dos manos sobre la barra. “No lo sabe porque soy muy cuidadosa. Deberías intentarlo de vez en cuando. ¿Trajiste el dinero?”
Alanna puso su mano izquierda sobre la barra. Natalya deslizó hacia ella una bolsa de plástico a cambio de los billetes doblados. Puso el efectivo en su bolsillo sin molestarse en contarlo. Las drogas recreacionales eran para los clientes que le hacían pedidos mientras trabajaba en el bar. Alanna ya no era una de las asiduas, pero ambas se cubrían las espaldas.
Alanna la ponía en contacto con proveedores baratos en la Zona Fantasma – el mercado negro donde vendía sus datos de identidad. Natalya la mantenía al tanto de Bogdan y los miembros de su mafia, ocasionalmente le vendía una bolsa de hierba sin sobreprecio y la atormentaba hablándole sobre las irracionales decisiones de su vida. Alanna no tenía la energía para tener una pelea por esta vez.
Puso la bolsa en su bolsillo antes de hablarle a Natalya en el oído. “Si Bogdan en verdad se aparece, avísame para escaparme por atrás”.
“Estaré pendiente de él pero no te tardes mucho. Sería mejor que no estuvieras aquí cuando se llene el local”.
Alanna le guiñó un ojo antes de tomar el vaso de la barra. “Te debo una. Llámame, ahora que estás soltera podemos sentarnos en tu sofá y ver Netflix”.
Natalya sonrió tímidamente. Tenía razón en preocuparse, no sólo porque le había mentido a Bogdan. Era su competencia. Él operaba una inclemente operación de drogas para sus jefes rusos. Era búlgaro, muy fuerte. Un sociópata adicto a las píldoras con un temperamento mil veces peor que el de la mamá de Alanna – sin sus gritos y chillidos. Toda su ira estaba bajo la superficie, en sus ojos y en su casi permanente aspecto amenazador. Era alguien a quien no deseabas tener cerca cuando explotaba.
Bogdan era la razón por la que Alanna usó la identificación de Jessica en la entrada. Podía que no recordara que existiera o podría asesinarla al verla. Era mejor tener precaución. No habría venido a este lugar excepto que tenía que asumir que la FCCU observaba cada movimiento que hacía. Con cualquiera que ella se reuniera en su apartamento o en los suyos levantaría las sospechas de los federales. Serendipity era un lugar público donde podía estar con algo de privacidad.
Las luces fluorescentes en el techo del club le permitieron guiarse hasta el salón VIP que estaba luego de pasar los sanitarios. Un fuerte olor a perfumador de ambiente le llenó la nariz al pasar por la puerta. La habitación estaba alumbrada con el mismo púrpura suave de neón del resto del club. Un sofá circular de cuero rojo con almohadas de tela llenaba la mitad del salón. Sillas de cuero que hacían juego con el mobiliario y dos mesas auxiliares negras que se situaban en ambas paredes. Delgadas cortinas escarlatas colgaban de los bordes del sofá con una mesa negra en el centro.
Después de colocar su bebida y el paquete de Natalya en la mesa del centro, se dejó caer en el sofá. Sacó unas pequeñas cantidades de la bolsa de plástico. La conexión con la hierba era otra razón por la escogió este local para la reunión. La FCCU no reaccionaría muy bien si la vieran comprándosela a un traficante callejero. Sacó el papel de enrollar de su bolso y lo puso sobre la mesa junto a la droga antes de ponerse a trabajar.
Unos minutos después fue interrumpida por un mensaje de texto de Brayden en su desechable. Se quejaba que iba a llegar tarde por el tránsito y preguntó por qué había escogido South Beach para reunirse. Poco sabía del problema que tenía para intentar mantenerlo fuera del alcance de los federales. Ya estaban cazando a la persona que le era más querida. Estaba tan segura como el infierno que no iba a poner a su mejor amigo en su radar.
Después que terminó de enrollar la hierba encendió uno de los porros para calmar sus nervios. Normalmente sólo fumaba en sus días súper ansiosos. Si la automedicación cuando su vida entraba en una espiral fuera de control la hacía una adicta, así sería. No hacía mucho tiempo que se había hecho adicta a drogas mucho peores. Otro rasgo negativo que había heredado de su viejo.
En los últimos años de su vida, cuando estaba ebrio, tenía tendencia a desnudar su alma cuando estaba solo con ella. La mayoría de los días volvía a contar los abusos que sufría por parte de su jefe y sus compañeros de trabajo o el último regaño de su madre. Pero nunca olvidó una confesión que sobresalía sobre todas las que le había hecho: “Tú eres mi hija. Te amo más que cualquier cosa en el mundo entero, pero algunas veces desearía que no hubieses nacido”.
Después de una larga inhalación, se recostó en el sofá con un grito de ayuda dándole vueltas en su cerebro. ¿Cuán diferente sus vidas habrían sido si hubiese entendido su dolor en la forma que lo hacía ahora? Puso su atención en los dos porros que había guardado para Brayden. Con suerte él compartiría el hábito de su padre de confesarse bajo la influencia de las drogas.
Si estuviese dispuesto a compartir el paradero de Javier voluntariamente, ya se lo habría dicho. Su hierba favorita despejaría cualquier duda. No era su primer intento de obtener información de alguien que estuviera drogado. El truco era presionar los botones correctos más que interrogar. Darle la excusa para que revelara lo que sabía.
“Tengo algo que decirte”.
Alanna giró su cabeza hacia donde venía la voz frente al sofá. Brayden estaba frente a ella, traía puesta una camisa roja desteñida y unos shorts caqui. Le sonrió al profundo gesto de disgusto en su cara y luego inclinó su cabeza hacia el centro de la mesa para que se sirviera él mismo. “Siéntate y cálmate primero”.
El hizo un gesto negativo con la cabeza antes de dejarse caer en el otro lado del sofá. Después de tomar un porro, lo señaló con su mano libre. Alanna sacó el encendedor de su bolsillo y se lo lanzó. Después de prender el porro y darse un toque, examinó la lisa pieza rectangular de plata. “Muy bonito”.
“¿Te gusta?”
Asintió antes devolverle el encendedor. Es la única pieza elegante que he visto que tengas.
Lo levantó hacia la luz antes de meterlo en su bolsillo. “El resto de mis cosas de lujo o las he perdido o las he empeñado.
“¿Herencia familiar?”
“Nooo, Pasé una tarjeta de crédito”
Exhaló una bocanada de humo gris. “¿Por qué no me sorprende? Bien, tengo un mensaje de AntiAmérica”.
“¿AntiAmérica?”
“Quieren saber por qué allanaste el apartamento de Javier”
Alanna se enderezó en el asiento. “¿Dónde oyeron eso?”
“Por eso es que los federales te esposaron ayer, ¿no es así?”
“Pero no se lo he dicho a nadie”.
“También quieren saber qué le dijiste a los federales”.
“Espera. ¿Cómo es que has hablado con AntiAmérica?”
Sus hombros se relajaron. “Me enviaron un mensaje a través de Javier”
Finalmente, la verdad. “Así que has estado hablando con él”.
“Quería decírtelo, lo juro, pero me hizo prometer que no le diría nada a nadie”
En circunstancias diferentes le habría gritado. Durante semanas la había oído desahogarse sobre su ruptura. Si le hubiese dicho la verdad antes, no habría entrado al apartamento de Javier y no habría sido detenida por la FCCU. Pero no debía dejarse llevar por que le hubiese escondido la verdad. Tendría que portarse hipócritamente dada la situación.
“¿Te dijo que pasó?”
Miró a las cortinas que colgaban arriba. “No lo dijo. Lo único que sé es que necesita mantener un bajo perfil por un tiempo”
“Dime donde está”
“No lo sé. AntiAmérica le ofreció un lugar para esconderse después que le advirtieron que la gente más cercana a él estaba en peligro”.
“¿Por qué lo están ayudando?”
Después de exhalar se encogió de hombros. “Ni idea. Hablo de ellos todo el tiempo, pero no sabía que él tuviese algo que ver con ellos hasta hace poco”.
“La gente de FCCU piensa que él está conectado a AntiAmérica”.
Su voz sonó como un chillido. “¿Hablaste con la FCCU?”
“Ellos creían que yo también estaba conectada con AntiAmérica”.
“Brayden rio mientras se tapaba la boca con una mano. “¡JA! Tú – ¿y AntiAmérica? ¿Les dijiste que eran unos malditos tontos?” “AntiAmérica es la razón por la que estaban vigilando el apartamento de Javier. Los federales preguntaron acerca de ellos y Javier
Miró el porro entre sus dedos “¿Te pidieron que los ayudaras a encontrarlo?”
“¿Me estás preguntando si soy una soplona?”
“AntiAmérica dice que lo eres”.
“Y tú les crees”.
Levantó sus brazos huesudos en el aire. “Bien, te atraparon allanando el apartamento de Javier. Y ahora andas por ahí caminando como una mujer libre haciéndome preguntas sobre él”.
“No estoy trabajando para ellos. Te traje aquí porque voy a actuar a espaldas de ellos”´
Las piernas de Brayden temblaban mientras medía sus palabras.
No lo había convencido aún. “Quiero hablar con Javier, la gente de la FCCU cree que él y Paul son parte de AntiAmérica”.
“¿Qué los hace pensar eso?”
“AntiAmérica usó un programa en el que los dos trabajaron. Cuando la FCCU fue al apartamento de Paul, encontraron a Terry asesinado”.
Sus ojos se agrandaron. “Dios mío. ¿En serio?”.
“Paul es un sospechoso. Tú sabes en toda la retorcida mierda en la que está metido. El que él y Javier hayan desaparecido al mismo tiempo hace parecer que los dos están trabajando juntos”.
Brayden refunfuñó. “Quizás haya sido bueno que Javier escapara cuando lo hizo”.
“Él no puede esconderse de los federales sabes cuan confiado es. Paul podría estar aprovechándose de él. ¿Has hablado con Paul?”
Negó con la cabeza. “No. ¿Y tú?”
“Paul no responde a mis llamadas. Necesito hablar con Javier para conocer su lado de la historia”.
“Estás perdiendo el tiempo. No quiere hablar, ni contigo ni con nadie”.
“Por favor Brayden”. Su voz se quebró. “Estoy preocupada por él. Me envió un texto diciendo que su vida estaba en peligro”.
“¿Javier te envió un texto?”
“Desde su celular. Dijo que debería buscarlo”.
Se rasco la mandíbula con su dedo índice. ”Javier dejó su celular en su apartamento, tenía miedo que alguien usara el GPS para rastrearlo. Está usando un desechable igual que tú”.
Alanna no había visto el teléfono cuando registró su apartamento. “¿Estás seguro?”
“Lo vi con mis propios ojos y además, no ha contactado a nadie excepto a mí y a su familia. No pudo haber sido él”.
“Ok. Esto da miedo. Brayden, déjame hablar con él. Por favor. Necesita que lo protejamos”.
“Él la miró. “Yo lo estoy protegiendo”.
Ella giró su cuerpo hasta que los dos estuvieron frente a frente. “Escúchame. Yo nunca traicionaría a Javier. Estoy tratando de protegerlo”.
“Protégelo a tu manera. Yo lo haré a la mía”. Hizo una pausa antes de bajar su mirada hasta la mesa laminada negra. “Lo llamaré con una condición: haz lo que AntiAmérica pide. Prométeme que te mantendrás al margen”.
Ella mostró una mueca de enojo. “Estás del lado de ellos”.
“Estoy del lado de Javier. Él cree que ellos lo mantendrán a salvo”.
“No me tienes confianza. Por eso es que me has mantenido lo de Javier en secreto”.
La acusación no le hizo mella en lo más mínimo. “Ambos hemos mantenido nuestros secretos. ¿Lo prometes o no?”
Ella suspiró. “Lo prometo”.
“Se lo haré saber a Javier. Si está de acuerdo en hablar te mandaré un mensaje de texto”.
Ella le tomó su mano derecha. “Dile todo lo que dije acerca de los federales y Paul”.
“Lo haré”. Su mandíbula tembló. “Lamento no haberte dicho sobre Javier. No quería tener secretos contigo, pero me convenció que era lo más seguro para todos”.
“Sólo lo estoy cuidando, lo juro”.
“No tienes que convencerme, yo sé que tu cabeza no está en su lugar cuando se trata de Javier. Así que vas a ayudar a los federales a acabar con AntiAmérica”.
“Diles que no lo haré. Mientras mantengan a Javier a salvo. Si lo perjudican, haré que hasta el último de ellos vaya a prisión”.
“Se los haré saber”.
La mirada de ella se movió hacia el resplandor púrpura de las luces de arriba. “Esta es la última vez que te veré durante algún tiempo. No quiero que los federales sepan de ti”.
“Yo tampoco. Nunca habría venido si hubiese sabido que la Gente te tenía bajo control”.
Brayden sonrió cuando ella le mostró el dedo. Aspiró otro toque y exhaló. Alanna hizo lo mismo. Se quedaron en sus asientos en el sofá sin decir una palabra. Como una vez él le dijera: No existen silencios incómodos cuando tienes una nota, lo cual era una suerte para ella. Estaba claro que su amigo había dejado de confiar en ella y romper la promesa que acababa de hacerle solo empeoraría las cosas entre los dos.
4
SUPLANTACIÓN (SPOOFING)
El sonido del iPhone de Alanna la despertó. Su cuello se endureció al levantar la cabeza del sofá. Qué estúpida. Desmayarse ante el estupor producido por la droga no era parte del plan. Cuando el sonido cesó, le echó una mirada a Brayden que estaba boca abajo en su lado del sofá. Se tropezó en estado de confusión para sacar su teléfono del bolso que estaba sobre el piso. Después de llevárselo a la cara vio que quien llamaba había dejado un mensaje de voz.
Era el agente Palmer. Estaba en contacto con ella para asegurarle que, además del interés de su gente en Javier, su seguridad era prioritaria. Le advirtió que la gente de AntiAmérica eran fanáticos antigubernamentales capaces de recurrir a la violencia para lograr sus fines. Al final del mensaje decía que si alguna vez sentía que su vida estaba en peligro, debería llamarlo, de día o de noche.
Se levantó del sofá con el teléfono en la mano, Parecía agradable. No como la boba fascista. Incluso los malvivientes resultaban agradables. Hasta que quisieran algo. Entonces se preocupaban menos por tu bienestar y más por el de ellos. Era sólo cuestión de tiempo para que te convirtieras en un medio para un fin. Era el lado feo de la naturaleza humana, todo el mundo lo escondía pero estaba ahí, listo para salir.
Sonó un pitazo en su iPhone. Un texto había llegado mientras estaba desmayada. Jadeó cuando el número del celular de Javier apareció en su pantalla. Con la FCCU leyendo sus mensajes tenía que preocuparse por los textos con información dañina sobre Javier. Rápidamente tocó la pantalla para leer el contenido: “Alana. Tengo un secreto que compartir contigo. Por favor ven a encontrarme. Te lo diré todo”.
Tres textos en tres días. Ni una sola vez Javier le había enviado mensajes tan crípticos como estos antes. Si no tenía su celular, ¿Quién estaba enviando los textos? ¿La agente McBride y la FCCU? El primer texto pudo haber sido para pescarla como informante. Quizás estaban enviando más textos como una motivación extra para que encontrara a Javier. Quienquiera que fuese tenía que saber que no sería tomada por tonta.
Escribió una respuesta “Prueba que eres Javier. ¿Qué me regalaste en mi último cumpleaños? El mensaje no tenía palabras. Sólo un adjunto JPEG. Abrió un close up de ella misma en un bikini negro. La foto le hizo erizar la piel. Sólo una persona lo sabía: Javier. Poco después recibió otro texto: “Soy Javier. Si quieres que yo comparta más de tus secretos, puedo hacerlo. Ven a buscarme o yo te encontraré”.
La agente McBride no ganaba nada con enviarle esa foto. Sólo podía haber sido robada de tres fuentes posibles: Javier, la FCCU, o su propio disco duro. En cualquier caso, este tipo era un maldito buen hacker. Tenía que ser un tipo, la foto del bikini lo había delatado. La red oscura estaba llena de pervertidos como él, enviando fotos de desnudos y datos enviados desde discos duros y webcams infectados.
El Voyerismo, era el juego previo para ellos. La humillación era el juego final. Este pendejo sin lugar a dudas se vendría con cualquier indicación de sufrimiento o indefensión por parte de ella. Metió el celular en su bolsillo. Una respuesta enojada le daría a entender que había logrado meterse en su cabeza. Su mirada se dirigió hacia la entrada mientras se imaginaba que Bogdan, la FCCU o quien enviaba los textos entrarían cualquier momento. Buscó en su bolso y sacó la laptop de respaldo.
Mientras esperaba que arrancara, desactivó el GPS de su iPhone antes de quitarle el caché de localización. Tenía que evitar que estos locos rastrearan sus movimientos. La foto estaba infestada con un virus, estaba segura de eso pero los textos y el GPS deshabilitado atraerían la atención de la FCCU. Tenía que terminar sus asuntos con Brayden y marcharse.
Aún estaba desmayado con la cabeza cerca del borde del sofá. Después de presionar en la app del kit de seguridad en la pantalla de su laptop, se deslizó detrás de Brayden. Su teléfono inteligente estaba en cojín del sofá al lado de su mano izquierda, Mientras estiraba la mano para tomarlo, se aseguró que sus ojos estuviesen cerrados. Cuando tuvo el teléfono asegurado, se dirigió en puntillas hasta su portátil y luego escribió un texto en el teclado para enviarlo a ese celular.
Después de presionar enviar en el mensaje, el malware fue descargado en su teléfono. La puesta en marcha del Plan B estaba completa. Ella borró el texto. El siguiente texto más reciente provendría de un número desconocido. Su curiosidad sacaba lo mejor de ella. Cuando las palabras aparecieron en la pantalla, ella cubrió una sonrisa con los dedos. Brayden chasqueó los labios. Ella se apuró para meter el desechable y la portátil en la bolsa antes de regresar a su lado del sofá.
Cuando lo sacudió por los hombros, se sentó con los ojos medio abiertos. “¿Qué haces?”
Ella le puso el celular en la mano. “Tenemos que salir de aquí”.
“¿Por qué? ¿Qué pasó?”
“No hay tiempo, te lo explicaré afuera”.
Brayden la maldijo mientras ella le pedía que se parara. Alanna lo tomó por los brazos para ponerlo de pie. Pasó su mano por su espalda bajo su axila mientras él arrastraba los pies por el pasillo. Al pasar cerca del bar Alanna vio que Natalya los miraba mientras mezclaba una bebida antes de decirle “Lo siento” como respuesta.
Alanna miró alrededor del área principal del salón. Música Trance resonaba en los parlantes. Los asistentes eran una mezcla de jóvenes elegantes vestidos como si pudieran pagar las bebidas con precios excesivos. No había asientos disponibles y la mitad de la gente estaba parada. La niebla en el aire era mucho más densa que cuando había llegado. Apartó con su mano el olor de los narguiles que llenaba sus narices. Brayden sonreía mientras movía sus caderas al ritmo de la música. Ella le dio una mirada de disgusto y le gimió en el oído que se apurara hacia la entrada principal mientras ella salía por atrás. Levantó su quijada en un gesto de asentimiento y luego salió cautelosamente hacia la pasarela principal hacia un pequeño grupo reunido en el centro. Cuando un cliente lo tropezó, perdió equilibrio.
Cayó sobre un sofá de cuero al lado de un europeo del este bien vestido y su cita. Luego comenzó a reírse. Alanna miró a Natalya quien frunció el ceño y le hizo una seña con la cabeza para que remediara la situación. El europeo de seis pies de alto con una barba corta se levantó con sus puños cerrados. Brayden sonrió – ajeno a la amenaza que tenía en frente – cuando ella corrió a su lado. Mientras lo levantaba por el brazo le pidió disculpas al europeo, quien frunció el ceño.
Ella colocó su brazo alrededor de su cintura mientras se abrían paso a través del gentío. Iban a medio camino hacia la puerta, cuando el guardia de seguridad se les atravesó en el camino. Los vio con desprecio con ojos que quemaban. Alanna le pidió disculpas en nombre de Brayden y le explicó que ya se iban. El guardia echaba humo al ordenarles que se fueran de una maldita vez.
Asintió repetidamente antes de arrastrar a Brayden hacia la puerta del frente con el guardia detrás de ellos. Todos los estaban viendo mientras caminaban por el resto del pasillo hasta la entrada. El guardia les mantuvo la puerta abierta y le dio un regaño a Brayden diciéndole que jamás volviera a ese salón. Afuera, ella apoyó el hombro de Brayden al lado de la entrada antes de asomarse a la calle. Miró sobre los rezagados cerca del club a toda la gente que estaba en la acera.
El la haló de la manga derecha. “Dime qué está pasando”.
Una vez que estuvo segura que no había ninguna amenaza señaló hacia el Starbucks más abajo en la calle. “Más tarde, espérame allí”
“Vas a hablar – “
Ella gruñó mientras lo levantaba por el brazo. Una vez que estuvo parado lo empujó por detrás “Iré justo detrás de ti”
Brayden se tambaleó, pero se movió lo suficientemente estable como para caminar sin ayuda. Ella no tenía ninguna opción que fuese buena. Arriesgarse a que los federales la vieran con él o dejar a su amigo sólo. Después de esperar cinco minutos estaba pendiente de que alguien la estuviese espiando mientras seguía sus pasos. Un par de estudiantes universitarios la miraban. Cuando pasaron cerca de ella, evitó el contacto visual.
Dentro del Starbucks casi todas las mesas y silla estaban tomadas. Vio a Brayden sentado en una de los taburetes de madera que estaban cerca de la ventana. Su codo derecho estaba sobre la mesa alargada y su cabeza apoyada en la mano. La gente alrededor de él estaba demasiada ocupada con sus cafés y sus laptops para prestarle atención.