Fantasmas, Chicas Y Otros Espectros
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Fantasmas, Chicas Y Otros Espectros
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¿Es suficiente para ti?”. Preguntó Bael informal.
Ryan guardó la tarjeta cuidadosamente en su estuche de muestras para posterior análisis. “Está bien Bael, hagámoslo a tu manera”. Guardó de nuevo el comunicador en su bolsillo. “Guíame”.
Con floritura, Bael salió por la puerta, con Ryan dos pasos atrás de él. Luego de que Ryan la atravesó, la apertura se desvaneció y la pared era sólida una vez más. Se negó a preocuparse por un detalle menor como ese. No dudaba que la ciudad tendría pronto mayores sorpresas reservadas para él.
Y tenía mucha razón.
***
Los dos hombres caminaron por la ciudad, Bael a un paso relajado y Ryan irritado, con impaciencia de tener que ir al exasperante lento paso del otro. No había verdaderas carreteras que seguir, ya que la ciudad no parecía haber sido establecida con ningún patrón discernible y no había tramos largos de espacio abierto, suficientemente anchos para ningún tipo de vehículo. Edificios de todas las formas, tamaños y colores surgían por todas partes; un cilindro aquí, un cono allá, una semiesfera más allá...había incluso un par que cambiaban de forma mientras Ryan los miraba.
“¿Quién construyó la ciudad?”, preguntó a Bael. “¿Por qué lo hicieron?”. “¿A dónde fueron?”.
“Es un lugar agradable, ¿no es así?”. Bael ignoró las preguntas e hizo gestos mostrando la ciudad a su alrededor.
“Eso no es una respuesta”.
“Claro que no. No tengo una. Las preguntas no son importantes aquí, por tanto las respuestas son irrelevantes".
“Por supuesto que no lo son. Debo saber —”
“Corrección: Java-10 tiene que saberlo. No tienes que hacer nada sino disfrutar”. Cloqueó Bael compasivamente. “Pobre tonto bastardo, te han lavado tanto el cerebro que ni siquiera reconoces la libertad cuando te besa en la cara. “Sentémonos y hablemos por un momento”.
Dos sillones confortables aparecieron detrás de ellos. Bael tomó uno y le hizo señas a Ryan para que tomara el otro. El explorador lo probó tímidamente antes de apoyar todo su peso en él. “¿De qué quieres hablar?”, preguntó después de que se había acomodado.
“Comencemos con el porqué estás aquí”.
“La misma razón que tú: para averiguar sobre la ciudad”.
“¿Por qué?”.
“La tecnología mayormente. Quien quiera que haya construido un lugar como este, debe estar tan adelantado respecto a nosotros que podemos aprender algo con sólo examinar sus artefactos. Tenemos que enterarnos —”
“¿Tenemos?”. Interrumpió Bael. “¿Realmente te incluyes a ti mismo en eso?
La interrupción le hizo perder a Ryan el hilo de pensamiento y sólo pudo pestañear sin comprender.
“Sé honesto. ¿Estuviste tú, personalmente, alguna vez tan curioso sobre lo que hay en esta ciudad como para arriesgar perder tu sanidad mental al bajar aquí?”. Los ojos de Bael estaban radiantes de vida mientras apoyaba con entusiasmo su punto de vista. “Te ofreciste de voluntario para esta misión o lo ordenó Java-10? Ah, se dio cuenta como se puso inquieto. ¿Esta no fue tu idea, o sí?
“Eso no tiene nada que ver —”
“Tiene todo que ver. Jeff, tú eres una marioneta, un esclavo de esa nave de allá arriba. Has bien tu trabajo, efectúa bien la misión y recibirás una palmada en la espalda, una recomendación, quizá hasta una medalla. “¿Eso es todo el valor que tu vida tiene para ti?”.
“Tengo una responsabilidad con el Cuerpo, con la Tierra”.
“¿Que se vayan al diablo! ¿Y qué hay de tu responsabilidad con el viejo buen número uno? ¿Qué tal aprender a cómo divertirte?”.
“La Tierra me necesita —”
“Seguro, tanto como el Presidente Ferguson necesita otro orificio en su trasero”. Bael miró a su alrededor. “Oye, amigos, venga a unirse a la fiesta”.
Quince hombres más se pasearon por el espacio abierto en el que Ryan y Bael estaban sentados. Vinieron de todas direcciones y su andar era tan relajado como había sido el de Bael. Eran el resto de exploradores que habían venido a la ciudad en las expediciones previas. Ryan conocía a la mayoría de ellos, si no personalmente, al menos por su reputación. Antes de venir a la ciudad, habían sido hombres rudos, experimentados. Ahora parecían amables, relajados y bien satisfechos. Todos ellos saludaron a Bael y sonrieron cálidamente a Ryan.
“Sin duda”, dijo Bael, “quieres sacar tu comunicador e informar a Java-10 la buena noticia de que todos estamos vivos y bien, y reunidos todos en un mismo lugar”.
De hecho, eso era exactamente lo que Ryan quería hacer. A pesar de la expresión amistosa en las caras de los hombres, sentía una aguda incomodidad de estar rodeado por dieciséis desertores. Ahora mismo, quería más que nada, sostener esa fría caja metálica en sus manos, que le diera la cálida seguridad de que había alguien allá arriba que se interesaba por su bienestar. Pero esta conversación parecía estarse convirtiendo en un duelo entre Bael y él mismo y se rehusaba a darle a su adversario la satisfacción de estar en lo correcto. Entonces dijo en su lugar, “Puedo informar más tarde”.
“¡Buen chico!”. Sonrió Bael. “Ya estás aprendiendo. En un par de días, serás tan libre como cualquiera de nosotros.
Ryan tenía el incómodo sentimiento de haber caído en la trampa del otro. “Pero no tengo un par de días”, respondió rencoroso. “Si no me voy de aquí para mañana a medio día, seré considerado perdido, al igual que ustedes. Y si lo soy, Java-10 bombardeará esta ciudad hasta partículas subatómicas”.
Los otros hombres dejaron de sonreír. Todos menos Bael, cuyo buen humor parecía inquebrantable. “No creo”, dijo tranquilamente, “que la ciudad vaya a permitir que eso suceda”.
Era el turno de Ryan de quedarse en silencio por un momento. “Hablas como que si fuera un ser vivo”.
“No tengo ni la mínima idea si lo es o no. Pero después de que has estado aquí por algún tiempo, comienzas a preguntártelo. Ciertamente sabe lo que está en nuestras mentes. Actúa sobre nuestros pensamientos y moldea nuestros sueños. Nos ama, Jeff y no dejará que nada nos lastime”.
Un escalofrío recorrió la espalda de Ryan. Bael lo decía en serio, como sólo un demente podría hacerlo. Tragó grueso y dijo, “Sin embargo, a mí no me gustaría estar aquí para probar su amor cuando empiecen a caer las bombas”.
“Eres libre de irte cuando quieras”, señaló Bael. “Nadie te detendrá”.
Ryan se dio cuenta con sorpresa que Bael tenía razón. Él estaba seguro de que encontraría una fuerza diabólica acechando en algún lugar de la ciudad, que trataría de retenerlo allí en contra de su voluntad. En cambio, todo lo que había encontrado hasta ahora era una maravillosa tecnología y dieciséis lunáticos amigables. Él no había sucumbido —aún— a la demencia de los otros y no sentía ninguna compulsión extraña de evitar esta partida. Era libre de irse en cualquier momento.
“Por supuesto”, dijo Tashiro Surakami, uno de los otros exploradores a quien Ryan conocía vagamente, “Java-10, podría no estar del todo contenta contigo si lo hicieras”.
Esa era la trampa. Si se iba ahora, no tendría nada significativo que informar. Lo enviaron para descubrir por qué estos hombres no habían regresado a sus naves. Hasta ahora, excepto por algunas generalizaciones hedonistas pronunciadas por Bael, aún no tenía una pista de la razón. Si dejaba la ciudad ahora y regresaba a la nave, podría muy bien nunca regresar.
“Aún tengo que hacer mi trabajo”, insistió Ryan obstinadamente. “No voy a rendirme a la mitad. Tengo que descubrir por qué...” Y se detuvo.
“¿Por qué enloquecimos?”. Terminó Bael por él. “Desde nuestro lado de la cancha, es por qué nos sanamos. La respuesta está a tu alrededor, si sólo te detienes a buscarla. Los otros chicos y yo probablemente te estamos distrayendo. Quizá ayudará si te quedas solo un rato. Amigos, dejemos a Jeff aquí por un momento. Recuerda Jeff, si quieres hablar con alguien, sólo grita. Alguien te escuchará.
Bael y los demás comenzaron a alejarse como si nada, hablando y riendo entre ellos. Era como si de repente Ryan hubiera dejado de existir para ellos. En un minuto, todos se habían ido. Regresó una vez más el sofocante silencio, dejando a Ryan sentado en el medio de una ciudad aparentemente desierta.
El explorador buscó rápidamente su comunicador y escupió rápidamente un informe desesperado a la nave de arriba. Esperaba consejo, pero la nave sólo confirmó secamente la recepción del mensaje, le dijo que se mantuviera cauteloso y apagó.
No fue sino hasta que se paró de nuevo que vio a la chica.
***
La miró fijamente por un largo momento, incapaz de decir nada.
La chica no tenía la misma dificultad. “Hola, Jeff”, le dijo en tono suave. “¿Te acuerdas de mí?”.
¿Recordarla? ¿Cómo podía olvidar a Dorothy, la primera chica con la que se había acostado? Dorothy, con sus pequeños pero femeninos senos, su risa de campana, su cálido deseo de complacer...
“No existes”, afirmó llanamente Ryan. “Tú no eres real”.
Dorothy ladeo su cabeza de esa forma graciosa en que siempre lo había hecho, siempre que él decía algo que ella no entendía. “¿No lo estoy?”.